jueves, abril 10, 2014

Javier Gavilanes - De-construcción / Museo Municipal, Guayaquil



Fotografía : Rodolfo Kronfle Chambers








Estímulos manuales
Intervención con papel reflectivo sobre cuaderno de dibujo antiguo
2012


Te acuerdas del día que te dejé en cinta
Registro fílmico envuelto en cinta adhesiva
Esfera de 15cm
2012

Te acuerdas el día que te deje en cinta

Últimos días del año 2000, corrían rumores que la vida en la tierra se iba a terminar el 31 de Diciembre. Mientras sucedían esos rumores, a mi pareja y a mí nos daban ganas de tener relaciones sexuales a cada momento y en cualquier lugar de  la casa donde vivíamos, entonces se nos ocurre la idea de grabar y archivar nuestros momentos de intimidad con una video grabadora,  videos/testimonio de esos encuentros en uno de los cuales ella queda embarazada de nuestro último hijo. Ya no puedo guardar ni  ocultar esas copias de la curiosidad de nuestros hijos adolescentes,  quienes piensan que el contenido es el registro de una fiesta familiar de cumpleaños. Es entonces cuando decido conservarlo cubierto con cintas adhesivas para presentarlo como un objeto clausurado, como una obra de arte.
 






















La magma mia
Masa de oleo con resina y polvo mineral sobre estructura de hierro.
35x 35 x35cm.
2013.





S/T.
Grafito sobre cartulina.
240X 160cm.
2014.


Conglomerate Labium.
Serie de 15 dibujos hechos a grafito en cartulina sobre tableros apoyamano.
35x 450cm





Fragua 1
Estructura hecha en cemento y hierro.
25x25x25cm.
2014.





Fragua 2
Estructura hecha en cemento y hierro.
10x25x25cm.
2014.
 
Yo y mis actitudes.
Hierro forjado.
150c150x150cm
2013.
 














De-construcción
Texto curatorial
Por Eduardo Albert Santos

En su segunda muestra personal, Javier Gavilanes apela a su tradición familiar. A su temprana y sostenida relación con la albañilería y la carpintería, de la que afirma no poder alejarse. Sus vivencias en este sentido le sirven de punto de partida y pretexto para la elaboración de obras que remiten a dichos oficios, a las creaciones en materiales como la madera o el metal, a las estructuras típicas en esos territorios de la construcción civil.

Las obras, realizadas en diversos medios y con el empleo de materiales que nos ponen ante las vivencias personales de su autor, a su propia memoria emotiva, se constituyen en registro, en una suerte de archivo de la experiencia del autor. Según el mismo nos dice, se trata de este modo de recuperar para el arte una serie de formas que van más allá de lo estético y aluden a lo útil, a lo meramente constructivo. En este sentido, Javier Gavilanes se orienta, simultáneamente, a las estrategias del constructivismo y del minimalismo. Por una parte, las piezas intentan “respetar”, seguir las cualidades de los materiales en cuestión, ponerlas en evidencia. Por otra, las formas logradas en cada caso se nos presentan como estructuras simples, como sometidas a una reducción de sus variables originales. Esto parecería confirmarse en el título de la muestra: esta trata de de-construir, de ir a los fundamentos del oficio, de ponerlos al descubierto,  al tiempo que apunta al proceso de la construcción misma.

El artista busca y encuentra una fórmula exitosa de acercarnos a un juego de lenguaje propio de las profesiones citadas, de hacérnoslo asequible, de traducir sus potenciales primigenios en actos expresivos de elocuente referencia a su patrimonio personal. Así, el empleo del dibujo de fragmentos constructivos, de objetos físicos, de cintas adhesivas, de metales modelados y forjados, del sudor, han sido pensados en calidad de vehículos curiosos de la comunicación proyectada. Y se logra por esta vía una sugerente traslación a un ámbito del que el artista no puede aislarse, al que debe capacidades y habilidades profesionales, que a su vez se someten a relecturas desde las perspectivas de su más reciente formación.

Semejantes traducciones permiten al vez informarnos del universo personal del creador y apreciar el amplio espectro de cruces de camino, de intersecciones, entre aquel y la creación simbólica. En las piezas del artista y su presentación se renuevan, desde horizontes personales,  las célebres polémicas del constructivismo acerca de la relación “construcción -composición”, los debates  acerca de la «fidelidad a los materiales» (o faktura) y su dinamismo simbólico (o tectónica), las sugerentes pero conflictivas propuestas de metodologías de taller de oficio como medios de oposición a la fetichización de la inspiración artística.

Y eso que dicen que el trabajo lo hizo Dios como castigo
Reseña para Río Revuelto
Por Lupe Álvarez

Un placer disfrutar de la obra de Javier Gavilanes, y no precisamente por el goce que causa observar objetos de arte agradables y bien logrados transcritos en convencionalismos estéticos. Se trata indudablemente de piezas sofisticadas, trabajadas en sutiles alusiones a los consabidos repertorios de genealogía abstracta que desembocan en los manierismos minimalistas; pero en este caso “no es sólo lo que ves”. Esta delicada economía que puede interpretar  en clave bidimensional los ríspidos volúmenes específicos que caracterizaron a la tridimensionalidad, tal y como la vieran un Judd o un Morris, guarda celosamente una gran historia.  Aquí la “literalidad” sublima contenidos que rebasan el tono natural y la graciosa sencillez de objetos reconocibles. Y es que en ellos se acumula y sedimenta el conocimiento profundo de la herramienta que sólo el obrero porta. Una gran tradición familiar de carpinteros de oficio ampara las búsquedas de Gavilanes. Allí y sólo allí se asienta el preciosismo que esas piezas lucen. Ese es el mundo que su poética instala, el que  el artista curiosea y formaliza en juegos visuales que se prenden del ojo respaldando a la experiencia donde arraigan y adquieren fundamento; ampliándola en un gesto que glorifica al trabajo que está detrás (no al artístico precisamente ), cuando ganarse el sustento diario no ha dejado de ser una práctica amorosa y de descubrimiento.

Una extraña cualidad densamente material se desprende de esas presencias cuidadosamente abocetadas, como si su abstracción contuviera delicadas esencias.  

La escultura  que muestra merece también comentarios.  Es en este medio en el que los materiales son en todo sentido específicos. Lo que ves es lo que es, reafirman estas obras que en pequeña escala han condensado objetualidad y poesía.

Celebro indudablemente, que  Gavilanes el Viejo, como le decimos cariñosamente en su matriz del ITAE,  haya superado el nicho que lo identificó por un tiempo con el uso de cintas adhesivas recreando abstracciones cansinas. Con mucha prueba- error y denodado esfuerzo hoy se nos muestra fresco y creativo.

A mí realmente me emocionó, pues sé de dónde vino y cómo le costó. Parecería que estoy trinando un melodrama y por ahí por ahí solté una que otra lagrimilla cuando lo recordaba el primero de la fila y siempre atento en mis espesas conferencias de estética, pero no puedo dejar de decirlo aunque suene cursi.

Yo habría omitido las piezas que coquetean con la forma regalo  -también harto vistas- , para dejar una muestra redonda que no deja de tener su gracioso epitafio “en cinta” con la pieza homónima en la que hace un guiño emblemático al recurso sexualizándolo; modo sugestivo y curioso que no deja detrás a esas personas nucleares en su trayectoria, sus eternos acompañantes, su familia.

Abril 2 de 2014