miércoles, julio 02, 2003

Noboa y su Caballo de Troya.
Por Rodolfo Kronfle Chambers 02-07-2003



Pie de Foto: Acrílico sobre lienzo titulado “Este podría ser un árbol” del 2003.

Roberto Noboa (Guayaquil, 1970) presenta un caso particularmente idiosincrásico dentro de lo que sucede en nuestras artes visuales. Por un lado su obra se manejaba dentro de los parámetros del “bad painting”, es decir un arte figurativo de crudas características formales que reaccionaba contra el intelectualismo y el “buen gusto”, y que nos hablaba de la supervivencia del objeto estético. Por otro, entre sus trabajos más recientes encontramos piezas que zamarrean nuestras expectativas de lo primero con una sencillez extrema, que desde su aparente inocencia nos invitan a explorar los llamados “sub-textos” de su contenido, y en donde se privilegia el uso del dibujo en lugar de la pintura.

Este péndulo oscilante entre la sobre-elaboración y el sutil recato presenta dificultades para comprender su trabajo, lo cual sugiere ser un fin en sí, al eludir una vena interpretativa concreta que extraiga sus significados.

En la muestra que se exhibe hasta el 11 de Julio en la Galería dpm vemos como con una fresca visión, pero conservando su característico ludismo, reaparecen motivos que ha trabajado con anterioridad.

Por ejemplo el dibujo tosco y “adolescente”, primordialmente en negro, de su anterior serie -tautología de símbolos del rock pesado- se atenúa ahora en una pieza que consiste de una guitarra eléctrica recubierta de color plata y adornada con lazos rosados. Evidencia no tan velada de una conciliación del mundo de su pequeña hija y el suyo como músico. Así mismo sus tempranas gallinas violentadas, cuyo origen residía en su fascinación por el despliegue de productos en las tercenas, se convierten ahora en siluetas “cartoonescas”, recortadas y adheridas a la pared a manera de cenefa, enfatizando sus valores ornamentales.

Es inevitable para el espectador buscar en sus nuevas obras, de elementales e infantiles trazos (círculos y líneas), paralelos en el mundo visible (planas caligráficas, huevos, etc.). Sin embargo la finalidad de estos trabajos no reside en la indagación precisa de su correspondencia con objetos del plano de lo concreto. Estos dibujos se liberan de los antiguos criterios relacionados a la forma, el acabado y la manera en que fueron hechos, aunque sobre esto último los métodos que emplea son curiosamente peculiares y su oculta ritualidad constituye en cierto modo una actitud performática.

El propio Noboa realizó el metódico montaje de la exposición, una estrategia que guarda relación con los sencillos trazos que a manera de patrones decorativos construyen sus obras, las cuales terminan actuando como un inofensivo Caballo de Troya, al encontrar su inclusión en una que otra colección por los motivos equivocados; una manera de subvertir las preferencias, que tristemente aún imperan, de un público y su recurrente demanda por un arte que haga juego con sus muebles.

Finalmente, la elevación de lo trivial en su experiencia diaria al estatus de materia válida para un hecho artístico, representa una toma de posición -tal vez provisional- con respecto a la densidad de contenido (político, social, etc.) que predomina en las prácticas artísticas actuales.