Tres garrotazos Junior
Oleo / madera
87 x 20 x 54 cm.
2014
Todo por un culo
Tecnica mixta
118 x 23 cm.
2014
Courthey love Sigcha Quisphe Checaiza de Paccha
Oleo / tela
47 cm.diametro
2014
Melyna
Oleo / tela
180 x 390 cm.
2014
Homicidio en rojo Ferrari
Tecnica mixta
60 x 70 x 45 cm.
2014
Referi
de chaquiñañ y Leo Messi
Oleo / tela
175 x 145 cm.
2014
Embarazo alien
Oleo / madera
46 x 60 x 80 cm.
2014
Sin título
Oleo sobre soporte entelado
60 x 70 cm.
2014
Sin título
Oleo sobre soporte entelado
60 x 70 cm.
2014
Sin
título
Oleo / soporte entelado
60 x 70 cm.
2014
Pre
linchamiento
Oleo / tela
145 x 170 cm.
2014
Oleo / tela
145 x 170 cm.
2014
Linchamiento
vip
Oleo / tela
145 x 170 cm.
2007
Oleo / tela
145 x 170 cm.
2007
Cachirula
Técnica mixta
dimensiones variables
2014
Técnica mixta
dimensiones variables
2014
El
hincha
Oleo / lienzo
230 x 195 cm.
2014
El vampiro de Machángara en Paris
Oleo / tela
150 x 150 cm.
2014
El chueco
Tecnica mixta
186 x 57 x 48 cm.
2014
El intruso
Oleo / tela; Madera
75 cm. diametro; 60 x 18 cm.
2014
Suveniers V.I.P TOP
PLATINUM
Oleo / bola de billar
5 cm.diametro
2014
WILSON PACCHA
Y LO GROTESCO COMO ESPECTÁCULO DE LA VIDA
Por Ernesto Carrión
Pinturas,
collages, artefactos intervenidos, referencias constantes a la cultura popular,
colores estridentes en una jauría de animales, personajes, mutilaciones y objetos
articulados pero desarticulados simbólicamente, forman parte de la muestra que Wilson
Paccha ha titulado “Las tronchas de Narnia”. No puntualizo aún. Empiezo otra
vez: colores chillones en diversos soportes, platos con muñecos cercenados,
platos embarrados de pintura en sus bordes con un cielo idílico donde flotan
sensualmente los íconos impuestos por la cultura de masas, pero apropiados por
Paccha al cambiarles el apellido para indigenizarlos –casi como en un proceso
literario de dignificarlos- reinsertando a esos íconos en su barrio popular de
Quito o en algún pueblo andino del que parecerían emerger bautizadas ante
nosotros por el artista dos mujeres de nombres: Cindy Crawford Chicaiza y
Claudia Shiffer Quishpe. Otras mujeres, pero las mismas. Una refrigeradora con
alas que en su aspecto más salvaje, y en su incendiario color, refunda un
alebrije mexicano (del más profundo Oaxaca) mezclado con algún robot de la
serie de televisión Futurama. Una hembra alienígena trompuda haciendo una
proyección sobre los culos de un par de vacas zombis en un terreno real e
imaginario. Y en otro lado, La Atlántida
de Paccha en una tina, formada por personajes de películas y por él mismo. Por
él y todos sus alter egos que ofrecen todavía más contexto a su desenfrenada propuesta:
El Chacal, Banderillero Rural, Matrix Andino, Ben Afleck andino, Súper Wilson,
Terrorista del Pincel, Barriobajero Vip, entre otros. Los colores además aparecen
con su propia estridencia como refundando la multiplicidad de colores –pero en
versión pop- que los pueblos andinos aún muestran en sus telas y en sus fiestas
populares. Llevados hacia una fosforescencia escandalosa. Y la masa deforme de
sus personajes (la reinvención del cuerpo en sus amputaciones o en la
multiplicidad de sus órganos), pintados en lienzos, tornan hacia lo grotesco
con la consciencia pura de la carcajada como un registro social de la maldad.
El arte de lo grotesco, sacudido por
alucinaciones barrocas (propia barroquizante realidad de nuestros pueblos
latinoamericanos llenos de una cultura colorida y exuberante), es expresado en
esta muestra en un puñado de artefactos que retratan nuestra inestabilidad posmoderna y kitsch, y que al mismo tiempo funcionan como una estrategia social
de alteración de los símbolos impuestos. Como una torcida defensa contra la
cultura dominante.
El arte de lo grotesco es, efectivamente,
un espectáculo. Esa es su natural condición, desde el descubrimiento de las
esculturas eróticas y chocantes romanas, hechas para venerar a los dioses
profanos, hasta la construcción literaria de los monstruos de Gargantúa y
Pantagruel realizada por el médico francés Rebelais, para entretener a sus
pacientes. Y es en este sentido en el que Wilson Pacha conocedor de que el
espectáculo es definitivamente un nuevo tipo de orden dominante que organiza
nuestras vidas alienadas por los mass
media, se apodera de algunos contenidos y los devuelve reformulados con su
propia visión e identidad carnavalesca dentro de un espectáculo lleno de humor
pantagruélico.
En efecto, lo grotesco esta relacionado
con lo cómico, y al mismo tiempo está relacionado con la maldad. Henri Bergson
decía que en un mundo ideal, lleno de buenas personas, el humor no podría
existir. Entonces el humor está asentado como una reflexión sobre el error de
la vida. Y de la maldad, no despiadada, parida de ese humor, se replantea un
modo transgresor de reconocimiento de la realidad.
El arte de Wilson Paccha no tiene a mi
parecer precedentes en el arte nacional, y es de un modo alucinante y travieso,
un arma de reclamo social, ya que más que el elemento de lo sexual, y de lo
pornográfico, es lo pantagruélico y la violencia simbólica lo que particularmente
emerge desbaratando los contenidos entregados por el espectáculo del mundo. Allí
está el cómic (he recordado inmerso en el humor de esta muestra –este sí
despiadado humor- las tarjetas coleccionables Garbage Pail Kids que circularon
en la década del 80), las revistas de moda, el cine de ciencia ficción –desde Beettlejuice de Tim Burton hasta Avatar de James Cameron-, así como el
regeatton y la tecnocumbia.
Todo arte esconde un discurso personal.
Digo, esconde, como si existiera un subtexto que no podemos ver o alcanzar
fácilmente. El trabajo de Paccha es extremadamente literario y, en este caso:
fundamentalmente consciente. El artista se deja seducir por la cultura del
espectáculo, pero al mismo tiempo le resienten los contenidos impuestos por la
cultura popular norteamericana, como plataforma de dominación. Por eso los
arrebata, los desarma y los re ensambla, impregnándolos de sus propios
registros populares, haciéndolos chillar de color, refundándolos en una gama de
atrevimientos y libertades. Haciéndolos renacer –otra condición de lo grotesco-
dentro su propia marginalidad y festividad carnavalesca.
Santiago de Guayaquil, 19 de noviembre de 2014
MISCELANEA MITOLÓGICA:
Registro fotográfico: Rodolfo Kronfle Chambers