miércoles, septiembre 30, 2015

Raymundo Valdez: PunchPown / dpm, Guayaquil





くたばれ
Acrílico / lienzo
200 x 300 cm.
2015
Colección Museo Municipal de Guayaquil
2do. Premio Salón Julio, 2015




Sin título
Acrílico / lienzo
150 x 200 cm.
2014
    


Mantequilla Robinson
Técnica mixta
26 x 30 cm.
2015
    

Boceto I
Técnica mixta
29 x 20 cm.
2015
    

Boceto II
Técnica mixta
21 x 16 cm.
2015
    



La masa monstruosa
29 x 38 x 38 cm.
Ed. 1/3 + 1AP
Escultura
2015
    


Glup
Acrílico / lienzo
136 x 136 cm.
2015
    

La meditación de “Kid” McCoy
Técnica mixta
26 x 30 cm.
2015
    

Charlie el rápido
Técnica mixta
33 x 25 cm.
2015
    

Pivot-man
Acrílico / lienzo
33 x 34 cm.
2015
    


Dikcy El Fanfarrón
Acrílico / lienzo
214 x 132 cm.
2015
    

Implosión
Acrílico / lienzo
149 x 219 cm.
2015
    


El hombre de goma
Técnica mixta
33 x 52 cm.
2015
    

“El gatillo”
Acrílico / lienzo
24 x 34 cm.
2015
    

….!!
Acrílico / lienzo
31 x 45 cm.
2015
    

Charles “kid” McCoy 
Acrílico / lienzo
20 x 21 cm.
2015
    

El bombardero de Detroit
Acrílico / lienzo
26 x 30 cm.
2015
    

“El temible” Mac Collum
Acrílico / lienzo
26 x 24 cm.
2015
    


Misterioso round 10º 
Acrílico / lienzo
146 x 212 cm.
2015


... Ugh!!!
Acrílico / lienzo
139 x 200 cm.
2015
    


パンチダウン
Acrílico / lienzo
245 x 246 cm.
2015

Escenarios dentro de escenarios: Preguntas que levanta la obra de Raymundo Valdez
Por Pablo Andino


Un poquito siniestro, ¿no? Un poquito sublime y un poquito siniestro… Si uno junta lo sublime con lo siniestro, el resultado es siniestro. ¿No?
Roberto Bolaño


La obra de Raymundo Valdez se basa, por un lado, en una constelación de imágenes –fantasma y fijas– que han recalado en su imaginario personal y, por otro, en una experimentación constante con el medio pictórico. Las pinturas de Valdez son un testimonio franco de un mundo personal donde prima el juego, la nostalgia y, en esta ocasión, la sátira. Con el uso de una sátira oscura, el artista se aleja de obras anteriores donde la inocencia le restaba importancia al objeto representado. Ahora, en PunchPown, el juego ya no involucra solamente personas; personajes zoomorfos pueblan el escenario. El humor ya no es benevolente sino que se ha vuelto satírico, y la necesidad de actualizar el pasado ha tomado aún más fuerza. Si bien se mantiene el interés de Valdez por revisitar preguntas de larga data –¿dónde empieza y dónde termina una pintura?, ¿cuánto de relacional, de narrativa, de espejo tiene una pintura?–, PunchPown también refleja y comenta dinámicas sociales en diálogo con el plano de la pintura.

El uso de la sátira se vuelve clave en la construcción de los personajes y en en el uso que Valdez da a la pintura. Los personajes son construidos a partir de fuentes diversas que van desde el imaginario personal, hasta imágenes de televisión e internet. Asimismo, están constituidos por una riqueza de códigos culturales donde el manga japonés y la historieta franco-belga se confunden. Estos personajes, sin embargo, en una suerte de détournement, se muestran trastornados y desfigurados. Valdez tergiversa así el sentido originario de estas imágenes situando a un conejo humanoide, un boxeador zoomorfo con “peinado punk” y a Tintín en un circo de lo grotesco y lo risible. Por si fuera poco, el artista construye sus imágenes con inherente sentido de placer y regocijo técnico que contrasta con el humor negro que envuelve las escenas, haciendo de la imagen un lugar inestable. Por ejemplo, grandes manchas y barridos de pintura pasan a representar personajes perturbadores. La paleta utilizada es también un escenario de enfrentamiento entre colores vívidos, colores agrisados y tonos oscuros. El error y el azar de la pintura diluida se enfrenta a un grupo de gestos y marcas más controladas. Existe, de igual forma, un claro interés por el claroscuro y su capacidad de señalar jerarquías en la composición y de definir un espacio teatral; con ello una audiencia que, como veremos, ondula entre lo ficcional y lo real.

Hay algo claramente perverso e incorrecto en sentir placer en la deformación de alguien más, y sin embargo ahí nos sitúa Valdez. Entonces cabe preguntar: ¿de quién o de qué nos estamos riendo?, ¿nos estamos riendo de nuestra propia situación?
Los escenarios de PunchPown interpelan al espectador y lo posicionan de manera incómoda frente a la pintura. No es en vano que, al enfrentarnos a “Ugh…!!!”, uno se sienta parte del público: en “primera fila” y sin oportunidad de distanciamiento. La verdadera incomodidad viene cuando uno se percata de que el público de estas escenas de box están babeantes de morbo y espectáculo. Asimismo, frente a los varios retratos incluidos en PunchPown –entre ellos “ペニス” y “フロップ”– existe un interés por levantar una empatía entre el espectador y los variados personajes. Existe también retratos como “Charly El Rápido” donde el espectador se encuentra en la posición del contrincante siendo uno más de aquellos boxeadores excedidos. ¿Estamos frente a una parodia del establishment de los eventos de arte de hoy?

Alegóricos o no, los escenarios de Valdez son lugares ficcionales que, paradójicamente, remiten, como si fuesen espejos, al espacio que todos habitamos. Somos una multitud –igual a los espectadores de box– ávida de espectáculo, de enfrentamiento, deseosa de ver el siguiente golpe. Multitud que disfruta de lo deforme y exagerado. Es precisamente aquel enfrentamiento de cuerpos (pictóricos) excedidos lo que motiva la pintura de Valdez. Una pintura que investiga y parodia la lógica causa-efecto: el golpe y sus rezagos, la pintura y sus consecuencias. Enfatizo: la pintura y sus consecuencias. Y es que si bien la práctica de Valdez se funda en la experimentación constante del medio pictórico, esta no se agota en las relaciones internas del plano sino que busca ejercer consecuencias en el espacio común. Con PunchPown el artista toma el desafío de lo social y se adentra en un mundo de sombras y sospechas. Sin duda, la pintura de Valdez toca la vida cuando toca la mugre.

Registro fotográfico: Rodolfo Kronfle Chambers