TEXTO DE LA ARTISTA QUE ACOMPAÑÓ LA POSTAL ELECTRÓNICA:
The Drones
“Hace unos meses compré un drone por $38. La primera vez que lo volé chocó con un techo en Harlem, NYC en la calle 105. Allí se ha quedado.”
Los Drones están en las noticias. Cometen asesinatos; toman fotos de los movimientos del público en la tierra; son pasatiempos para aficionados; corporaciones quieren usarlos para repartir compras.
Apropiando el lenguaje visual de los surrealistas y de las películas de la ciencia ficción con temas de extraterrestres e invasión, Los Drones es una serie de foto-montajes que ponen los ovnis en nuestro paisaje aéreo. En la serie se encuentran paisajes en Guayaquil, Nueva York y otros lugares sin identificación.
* * *
I bought a small drone for $38. The first time I flew it landed on the roof of an old apartment building in Harlem, NYC on 105th street. It has been up there ever since.
Drones are in the news. They carry out targeted killings; they are manned with cameras to record movements on the ground; hobbyists fly them in public spaces; Amazon wants to use them to deliver their products.
Appropriating visual juxtapositions from the surrealists and kitsch sic-fi invasion films,The Drones is a series of photo-collages that put flying objects into our aerial landscapes.
Karina Aguilera Skvirsky
VIDEOS:
RESEÑA DE MARÍA INÉS PLAZA PARA RÍO REVUELTO:
Vista satelital de la ficción:
muestra de
Karina Skvirsky “The drones” en DPM
Por María Inés Plaza
La
muestra de Karina Skvirsky abrió la semana pasada en DPM de la misma manera en
que su nombre determina su contenido: Sigilosa cual drone. Esa noche fue tranquila, de una apertura calma, tan calma
que armó inexplicablemente cierta tensión. Quizás la tensión radique en ver que
la escena es tan pequeña y sin embargo, eventos como estos en meses como agosto,
pasan casi desapercibidos, o en que DPM parece abandonada, y que la gente se dé
el lujo de no alarmarse ante esto. La galería ha dado un paso atrás – como si
prefiriese la confortable invisibilidad - en lo que corresponde a su gestión y como
ente cultural crítico, a pesar de su incidencia, habiendo cumplido un rol
indispensable en los diez últimos años de su ya cuarto de siglo de existencia. ¿Pero
cómo no cansarse en una ciudad ingrata, donde la prensa es inadecuada e
impertinente (Diario El Universo publicó una nota minúscula donde
intercambiaron el apellido de la artista, mientras que La República fue el
único medio que la promovió con propiedad), donde no hay un círculo estable de
trabajo, sino más bien de espacios dispersos, “cada uno por su lado”?
A propósito del vacuum: para Skvirsky
parecería ser el adecuado para apuntalar ciertas cosas que se echan de menos en
Guayaquil. Me atrevería a decir que la artista se aprovecha intencionalmente de
la galería para convertirla en una suerte de estudio abierto. Las piezas están
puestas de tal manera que pareciesen esconderse en el color gris de las paredes,
color escogido así mismo para su anterior solo-show y que permanece desde
entonces de ese tono. Eso debería recalcarse como primer gesto crucial: cada uno
de los proyectos de la artista tienen una singular y sencilla performatividad.
No se trata de el evento construido, sino más bien de la experiencia de
encontrarse en medio de las cosas. Karina alude al potencial de su “experimento“,
de la muestra como forma nueva dentro de su trabajo. A pesar de la estable carrera
que ha sembrado, ella habla de The Drones
como un boceto. Una obra preparatoria. Es un acercamiento procesual a la propia
condición de esta serie que presenta como un satélite dentro de las cuestiones que ha abordado hasta ahora.
Pero ¿por qué la
llama “The Drones“? Ciertamente el “experimento“
no culmina con esto, pero por ahí empieza. Skvirsky compra uno de estos
dispositivos y juega a manejarlo, para terminar estrellándolo contra un
edificio. Se trata de un juguete y de una herramienta estratégica, un
dispositivo de trabajo y a la vez de entretenimiento. En ese sentido apela
concretamente al estado contradictorio de nuestra costumbre y consumo de
internet y toda clase de data que por ahí pasa, de su materialización y continúa
transformación. Hubiese sido preferible
no darle un nombre a la muestra: El título resulta una reiteración innecesaria,
aún cuando la artista ha demostrado querer lograr una autocuraduría sin
exageraciones. Sin título aquella tensión escondida hubiese logrado una
sorpresa, un ejercicio de deducción para los espectadores. No sucedió, pero
bueno. El hecho es que los drones son solo un aspecto del binomio elemental de
sus collages: los edificios. Y dígase los edificios y no la arquitectura porque
el paralelismo de los elementos son los que habitan la topografía real, que no
es la ciudad, sino el cielo que ella dice ya no poder ver por completo por que
son los edificios los que se sobreponen.
Para The Drones las obras funcionan como
bricolaje fotográfico de edificios que a pesar de que son representantes de sus
ciudades – Guayaquil y New York – se convierten en ejemplos de una arquitectura
postmoderna que condiciona a las ciudades del mundo.
Que Karina exponga la precariedad del material de sus composiciones –el recorte de tijera y del Photoshop- resulta también un elemento crucial al entendimiento del por qué de The Drones: su inmediata apariencia extraterrestre lo convierte en una elaboración más bien acerca de la línea entre lo real y la ficción, entre el poder y la fragilidad de la condición digital de las sociedades actuales, así como la posible respuesta al hecho de que nuestra existencia está siendo regulada de la manera más abstracta (vía Internet), convirtiéndose casi en inconcebible ficción. La artista hizo un comentario ese día, que me hizo pensar en aquello que menciono: “Los drones son los UFO de nuestro tiempo“.
Vuelo KL1797, Agosto 2014
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