Curaduría : Romina Muñoz
PRESENCIAS recoge el trabajo de seis artistas con obras que desde
preocupaciones y experiencias diferentes están envueltas por un velo misterioso
que pone énfasis sobre la agitación que esconden en su interior. Desde
documentos que recogen historias familiares y objetos testigo, hasta
impresiones de sueños y representaciones de lo que obsesiona, las obras de esta
muestra nos hacen pensar la imagen como resultado constituyente de un sinnúmero narrativas ocultas.
Imágenes danzantes que nos anuncian la llegada de algo a
través de su atractiva apariencia o llamativa factura. Como si existiesen solo para sugerir un
atisbo sobre eso que no puede decirse pero que inevitablemente se hace
presente.
De David Palacios se incluyen dos obras que fueron parte
de su muestra Historia de fantasmas para adultos (agosto del 2012).
Sus trabajos parten de la remembranza y de esos frágiles recuerdos de infancia,
borrosos por los años pero que punzan de maneras extrañas y constantes el
cuerpo. La pregunta que nos asalta es: ¿hasta qué punto nuestra memoria, construida a partir de imágenes,
es documento o fantasía? Palacios, como un coleccionista
de huesos, va hurgando sobre los documentos
familiares, reconstruyendo y dinamitando a la vez los recuerdos.
Para La cámara de los esposos el artista reproduce el armario que aparece en una
fotografía tomada por su abuelo en 1922, en el marco de una reunión familiar,
en donde él decide fotografiar el reflejo de los invitados en todos los espejos
de su recamara matrimonial. El
armario es enfrentado a la impresión de la fotografía, vestigio y cómplice de aquella sesión, e intervenido con
la frase del poeta checo Rainer Maria Rilke: “Aquí todo es maravilloso”, extraída de Las elegías de Diuno, texto que encarna el vaivén de un hombre entre el amor y la
muerte. Escritor que para algunos como el crítico literario Harold Bloom, es el “paradigma de cómo la escritura moldea la vida en vez de
que la vida moldee la escritura”[1]. Lo que nos lleva inmediatamente a preguntarnos: ¿qué hay detrás del gesto creativo de
Palacios? ¿Qué es lo que motiva a este artista a imprimir su firma casi a modo
de readymade sobre los
atesorados recuerdos de su familia?
La obra es una clara cita al mural de igual título de
Andrea Mantenga, uno de los artistas más importantes del Quattrocento italiano, en el cual se retrata a toda la familia Gonzaga y su
corte, convirtiendo la recámara –según el criterio popular- en la “habitación más bonita del
mundo”, por ser el resultado de un grado de pericia e
inventiva bastante arriesgado en aquel entonces.
En Siempre vivirás en mí, del
mismo autor, 27 fotogramas con “movie
holes”[2]
de diversos videos caseros de su familia se acompañan de una postal de
colección de 1912. En este caso
Palacios se aprovecha de ciertas pérdidas en las imágenes, metaforizando
la relación de las micro-historias con el mundo a través de la decadente
materialidad del archivo que hace del olvido la estampa de victoria del
tiempo.
El lugar privilegiado de este conjunto de imágenes en la memoria de
una familia se ve vandalizado por los cambios físicos en ellas. La fotografía y el video como formas frágiles de
creación colectiva pone en juego la relación entre lo individual y lo común, y nos
remite a la “presencia turbadora de vidas
detenidas en su duración, liberadas de su destino”[3].
Palacios una vez más nos descoloca a través del acto
sutil de relacionar este conjunto de imágenes con una postal que muestra la imagen de una niña de plácida sonrisa, congelada en el tiempo en el acto de
soplar al viento pompas de jabón. Se nos invita así a pensar sobre el lugar
social de la imagen, sobre cómo esta ha servido a la necesidad de ilusión del
hombre, y a su insistencia de perpetuarse para la eternidad como una manera de
luchar contra la muerte.
En el medio de la sala nos encontramos con Fundiciones (Todo ladrón será quemado) de Adrián Balseca, una campana fundida a partir
de una tapa de alcantarilla que él mismo sustrajo en Quito, su ciudad de origen y
residencia. Una leyenda paródica se inscribe en ella: “Todo ladrón será
quemado”, incorporando así formas extremas de
justicia terrenal que contrastan la bondad divina, representada en este, uno de
los símbolos más icónicos de la religión y de la fe, y que a su vez forma parte
del argot popular para hacer referencia al cómplice que alerta en caso de
peligro al ladrón que comete un robo.
La transformación de esta compuerta metálica que enmascara el sistema digestivo de la ciudad, testigo de un sinnúmero de paseos y tránsitos. En ese sentido, al clausurar el silencio,
provoca una épica sustitutiva que concentra un sinfín de historias en el eco
que produce cada vez que golpea su badajo.
En El escudo de Satán de Stéfano
Rubira, bajo una esfera de cristal de 5 centímetros de diámetro, reposa un
dibujo muy sutil y delicado que representa una fase de las fases de luna. ¿Nos
encontramos ante una esfera adivina capaz de vaticinar nuestro destino? ¿O es
una esfera que ha tratado de capturar y perpetuar la imagen de un hermoso
fenómeno natural? Las dos preguntas me recuerdan una frase del célebre teórico
alemán Aby Warburg: “la observación del
cielo es la gracia y la maldición del hombre”. El pensamiento encierra
todas las contradicciones y afecciones del alma humana en su intento por
conocerse y conquistarse. La relación del pensamiento mágico y el pensamiento
racional es el matrimonio más negado de la historia de la humanidad. ¿Hasta qué
punto las imágenes nos esclavizan o nos liberan? ¿Podríamos prescindir de
ellas?
El Primer Amanecer del Mundo, obra
de Ricardo Coello, expone el acto fallido de acopiar de manera fiel el reflejo
de un momento fugaz: delicados dibujos de dos espejos que representan el
amanecer, están condenados a permanecer juntos, a no separarse por un delgado exceso que une las hojas que los
contienen. El fracaso es múltiple,
primero en su intento de representar el espejo, segundo por el deseo de
capturar su reflejo, por querer conquistar el tiempo y por querer congelar algo
que nos muestra “un espacio irreal que se
abre virtualmente detrás de la superficie, estoy allá, allá donde no estoy,
especie de sombra que me devuelve mi propia visibilidad, que me permite mirarme
allá donde estoy ausente”[4].
El espejo es una heterotopía,
en la que se entrelazan y se ponen en crisis un cúmulo de realidades,
entre ellas la de
una imagen proyectada, una memoria muerta y el discurrir del tiempo. Siguiendo a Foucault, el espejo es el
eterno retorno en el que nos descubrirnos ausentes del lugar en el que estamos.
En Osamentas, Ilich Castillo, artista
reconocido por su constante experimentación en el medio audiovisual, nos
presenta una serie de dibujos manufacturados a partir de experiencias
vividas en sus sueños. En ellos imagina a otras personas elaborando obras que
él apropia cuando despierta. Desestabiliza aquí las supuestas preeminencias
autorales, levantando un cuestionamiento sobre un mundo donde las ideas tienen dueño. Activa preguntas de si en realidad
se puede hablar de un plagio. ¿Tenemos conciencia de que proyectamos imágenes
en base a los estímulos que otros nos proveen? ¿Entonces, hasta qué punto esas
imágenes son nuestras?
De Pedro Gavilanes se presenta Insinuaciones, tres retratos en los
que a través de una trabajada capa de acrílico transparente, a modo de filtro, difumina imágenes que insinúan
ciertas obras paradigmáticas de la historia del arte. El meticuloso trabajo y la dimensión escultórica de estos
retratos intenta fijar y a la vez diluir de manera contradictoria el lugar
histórico de estas representaciones. Parece revelarnos ese deseo de orden existencial
que determina al hombre, el de querer capturar lo que no se deja atrapar.
[1]
Harold Bloom, Genios/genius: Un Mosaico
De Cien Mentes Creativas Y Ejemplares, Grupo Norma , 2005
[2] Pequeñas pérdidas de
información en los fotogramas del video debido al retiro de la cinta protectora
del rollo del film.
[3] André Bazin, ¿Qué es el
cine?. RIALP, 2001, Madrid.
La cámara de los esposos
David Palacios
Instalación, fotografía
Instalación de 1 armario y fotografía blanco y negro de 100 x 70 cm
2011
Siempre vivirás en mi
David Palacios
Instalación, fotografía
Instalación
de 27 fotogramas de video 8mm y postal
2011
Fundiciones (Todo
ladrón será quemado)
Adrián Balseca
Campana de hierro,
soga, viga de madera
video monocanal
2010
El escudo de Satán
Stefano
Rubira
grafito-
esfera de cristal
2011
Osamentas
Ilich Castillo
Tinta
sobre metal (dibujos hechos en ipad)
70 x
100 cm (c/u)
2013
Insinuaciones
Pedro
Gavilanes
Óleo y acrílico sobre lienzo enmarcado.
55 x 63.5 cm
(c/u)
2013
El Primer Amanecer del Mundo
Ricardo Coello
Lápiz sobre papel
Dimensiones variables
2012-2013
El Profeta Velado disponía de métodos humildes de adivinación. Sus rituales de
magia, por más austeros en parafernalia, podrían no ser del todo
imprescindibles, sobre todo para quien afirma ser la encarnación del Dios que precede
al tiempo, al nombre. Su rostro emanaba luz, toda la luz de todos los universos
(su velo protegía al hombre de la ceguera y la locura). Para su presciencia le
bastaba buscarse en un espejo, aunque no era su futuro lo que veía sino el
tiempo entero de un universo muy similar que acababa de ser creado; cada
reflejo era un universo nuevo, una nueva creación, donde lo único que
involucraba de sí era su curiosidad y un sentimiento que fluctuaba entre la indiferencia
y la maravilla.
De físico y ánimo inmoble, nunca lo
vieron enfermo ni herido; nunca lo vieron dormir siquiera, ni se oyó nunca su
sonrisa. De voz dulce, habló de un paraíso donde “siempre es de noche y hay
piletas de piedra, y la felicidad de ese paraíso es la felicidad peculiar de
las despedidas, de la renunciación y de los que saben que duermen”.
Luego de su desaparición, sus
seguidores lo buscaron durante siglos. Los más temerarios trataron en vano de
encontrarlo en cada espejo. Los más ilusos lo buscan, aún, en los cielos.
Ricardo Coello Gilbert