Los bajos
Las guardias
Engabao
Juananú
Las guardias
Las Guardias
Pacoa
Las ruinas
Bahía
Vueltas
Acrílico/lona
3.50x1.50m
Por atrás
Grafito/Papel
0.75x1.10 m
Por delante
Grafito/papel
0.75x1.10 m
Bilovan
COTTON FIELDS / Fernando García
Por Daniel Alvarado
Las piezas que conforman esta muestra derivaron de una primera búsqueda retrospectiva -en torno a fragmentos de la historia personal del autor- teniendo el propósito de delinear un trayecto singular de su experiencia vital. Esta tentativa de partida, sin embargo, terminaría desvaneciéndose cuando el recurso de la memoria mostrara a la experiencia aunada como huella endeble de un tiempo que, en el presente, ha agotado su potencial de significación (la devoró la realidad). Cabe mencionar que en las sesiones de trabajo donde se re-potenciara este ejercicio como uno de nueva cartografía experiencial, surgió con gran énfasis el interés del autor por re-activar, de aquel tiempo distante, sobre todo el que se relacionaba específicamente con sus viajes. Sin embargo, ante la imposibilidad de re-presentar dicha experiencia (hacerla presente), y sobre todo volverla significativa ante una coyuntura nueva -una particularmente artística- fue necesario replantear la situación de búsqueda: su enfoque retrospectivo cambiaría por uno que recondujera la mirada sobre la experiencia del viaje, ubicándola de vuelta en el presente para de ese modo hablarle de otra manera al presente. El pasado, en consecuencia, tendría que permanecer distante.
Las fotografías presentadas se realizarían en viajes a través de la geografía local. En locaciones que resultaban inhóspitas o en donde la presencia de personas resultaría ajena, reafirmando el carácter transitorio del viaje, volviendo a estos, no-lugares. El leit motiv del proyecto sería el camino (el camino por el camino), en este caso presentado desde la convención de la carretera. Una que termina portando un fin distinto al determinado por su funcionalidad, pues la propuesta (una lona que imita el asfalto) logra irrumpir en la lógica espacial -matérica- del trayecto trazado por el asfalto, para despojarlo de la secuencialidad temporal que indirectamente está sujeta a la línea recorrida, aquella que conduce del punto A al punto B en un tiempo dado. En este caso el trabajo termina afincándose en un punto concreto, y vale señalarlo, alterado, indefinido, desprendido de la supuesta claridad de la realidad, de su fiabilidad.
La nueva estrategia, de re-activación de la mirada (la forma en que esta determina la percepción de una experiencia) procuraría construir una experiencia atemporal ante la sensación de un presente que se fuga -desarraigada de la lógica temporal secuencial- volviéndola singular y reconociéndo con ello una situación significativa en el acontecimiento mismo. La inmanencia de la realidad terminaría jugando un papel importantísimo para el trazado de trayectorias discontinuas e insospechadas, significativas desde nuevas lógicas. Los resultados, imprevisibles en un inicio, irían develando paulatinamente el lugar de la ficción como mecanismo de suspensión de la perentoriedad del presente; el tiempo no desgastaría más la experiencia vivida en su devenir insorteable sino que la sostendría activa desde las nuevas estrategias de re-presentación que se ponían en juego.
La propuesta consistía en artificio. Como intervención, emuló en un primer momento la Caída de asfalto de Smithson; pero con otros propósitos: no en relación a una entropía de los cuerpos irrumpiendo en el paisaje, para modificarlo, sino en relación a una distorsión de la temporalidad -sobre la secuencia que se le adjudica al camino- una que no distinguiría el principio ni el fin de lo acontecido, pero que sirviéndose de la ficcion erigiría sus sentidos propios poniendo en valor, en su unicidad, la particularidad del acontecimiento. Con ello terminaría modificándose la experiencia de percepción del entorno, su paisaje próximo, y lo que acontecía “realmente” en él. Es decir, se impondrían las posibilidades constructivas de la imagen –en cuanto lenguaje moldeable - para modificar la representación espacio-temporal que contiene a esta experiencia, la del desplazamiento, el trayecto.
Preguntaría en este punto: ¿En dónde inicia un trayecto? ¿En dónde termina? En el accidente.
La realidad como accidente sería develada por una acción “afirmativa”, una intervención como la propuesta por el autor. Una en donde la búsqueda se vuelve un gesto por construir, por trazar. La ida hacia el imposible agotamiento de lo real.
Desde este enfoque no existiría la verdad ni la falsedad con respecto a una experiencia, solo la ficción, que contiene seguramente a ambas y que la dinamiza, como en el mito. Propongo entonces, ver las imágenes como si fueran lugares que apenas hemos atravesado, como si nos dirigiéramos hacia el lado opuesto de la imagen documentada, avanzando mientras miramos atrás. Algo se pierde en el horizonte, volviéndose indiscernible. Algo así como el presente que toca descubrir en su fuga infinita, inabarcable, imponderable e inconmensurable, para al mismo tiempo atisbar sin angustia lo ido, lo perdido.
¿Cabría algún tipo de nostalgia por el tiempo que se fuga? Pues, se viene del accidente. Un trayecto no sería otra cosa que el sorteo de lo accidental, reconocible solo después del tránsito, por el mundo. En las imágenes que ha logrado el autor se da una especie de suspensión de ese tiempo, su eternización, la encarnación de una ficción en imágenes que generan la duda, que arrebata de la realidad lo que pretende tener de verdadero.