martes, noviembre 12, 2013

Miguel Alvear - UNOXMIL

[N.E.: agradezco a Miguel Alvear el envío de toda la información y fotografías publicadas]


1x1-FABO

ARTÍCULO 57, CONSTITUCIÓN DE ECUADOR
Art. 57.-

“Los territorios de los pueblos en aislamiento voluntario son de posesión ancestral irreductible e intangible, y en ellos estará vedada todo tipo de actividad extractiva. El Estado adoptará medidas para garantizar sus vidas, hacer respetar su autodeterminación y voluntad de permanecer en aislamiento, y precautelar la observancia de sus derechos. La violación de estos derechos constituirá delito de etnocidio, que será tipificado por la ley. El Estado garantizará la aplicación de estos derechos colectivos sin discriminación alguna, en condiciones de igualdad y equidad entre mujeres y hombres”.

1X2-FAUSTO

1X3-SOFI

1X4-JUAN

1X5-MISHA

1X5-PEPE

1X7-ENRIQUE

1X8-ROSA

1X9-CRISTIAN

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1x11-SEGUNDO

1X12-LUIS

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1X17-MARIA JOSE

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UNOXMIL
El gobierno ecuatoriano ha decidido explotar petróleo en el Parque Nacional Yasuní. Asegura que la afectación ambiental no será mayor al uno por mil del territorio. En el Parque Nacional Yasuní habita el pueblo Taromenane que constituye el uno x mil de la población de Ecuador. La explotación petrolera amenaza su sobrevivencia. Cuánto petróleo justifica la desaparición de un pueblo? No dejes que los Taromenane desaparezcan. Hazte del UNOxMIL.
UNOxMIL es un proyecto fotográfico que surge desde la solidaridad con los pueblos no contactados en Ecuador. Nuestro objetivo es hacer 1000 fotografías de ciudadanos de Ecuador y todo el mundo opuestos a la explotación petrolera en sus territorios ancestrales.
Las fotografías las realizamos en un estudio ambulante en diferentes lugares de Ecuador. Hasta la fecha (Nov. 5, 2013), las fotos fueron tomadas en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito, entre el 17 y 29 de Octubre, 2013.

The Ecuadorian government has recently decided to drill for oil in Yasuni National Reserve. It has declared that the damage will be less than one thousand percent on the park’s territory. The Taromenane people, the last non contacted indigenous group in Ecuador inhabits the Yasuní Reserve. They are the one thousand percent f Ecuador’s population. Oil exploitation in Yasuní threatens their survival as a people. How much oil is worth the extinction of a culture, the disappearance of an entire community? Fight against this genocide. Become a part of the one thousand percent.
UNOXMIL is a photo project that intends to produce 1,000 portraits of people opposed to drilling in Yasuní. The photographs currently shown in this site (as of Nov. 5, 2013) were taken in Quito’s Contemporary Art Center, between Octobre 17-29, 2013.
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[Colaboran en UNOXMIL/collaborators: Diana Burbuja, Francisco Almeida-Wantán Frito, Darío Díaz, Tony André B., Luis Fernando Sánchez, Leslie Riofrío, Ángel Quinga, Pepe Burbano, Karen González, Sebastián Oyana, Ma Jo Torres, Lizardo Herrera, Miguel Alvear.]
contacto: wchicha@gmail.com


LA HUANGANA COLECTIVA, UNOXMIL Y LAS ALIANZAS FECUNDAS
2013/11/05 por wchicha 1 comentario

La Huangana Colectiva, una organización de mujeres indígenas de la Amazonía ecuatoriana, defiende una forma de vida en la selva tropical frente a las amenazas de un proyecto basado en la explotación petrolera o minera y el fortalecimiento del capitalismo moderno. Con mucho esfuerzo, estas mujeres realizaron una marcha a pie de alrededor de 200 kilómetros hacia la capital ecuatoriana, Quito, con el fin de hacerse escuchar por las autoridades nacionales y dar mayor visibilidad a su propuesta. Su organización se opone al extractivismo económico, según el cual la naturaleza es una mera fuente de recursos a explotar, y trae además frescura a un país en donde la política ha estado dominada por comportamientos hipermasculinos cuando no abiertamente machistas. La Huangana reclama una relación más armoniosa entre gobernantes y gobernados, hombres y mujeres y, en especial, entre el ser humano con la naturaleza invitándonos a reflexionar sobre la idea de una selva viva. Según esta visión, la selva amazónica consiste en una integralidad, esto es, un complejo sistema de equilibrios que va mucho más allá de la simple protección de plantas o animales. La selva, para ellas, no es un fetiche ecológico ni algo exótico, sino un elemento esencial para tener una vida digna –el buen vivir o sumak kausay- y que beneficia a toda la humanidad, no sólo a las comunidades amazónicas (ver vídeo).

En Quito, muchos jóvenes de la clase media se identificaron con la creativa propuesta de no explotar el petróleo en el parque nacional Yasuní, el lugar con la mayor biodiversidad en el mundo por metro cuadrado. Para ellos, el anuncio de Rafael Correa el 15 de agosto del 2013 de permitir la explotación petrolera fue un duro golpe. Varios salieron a las calles para protestar, pero lastimosamente el anuncio les tomó por sorpresa; es decir, su reclamo aunque de enorme potencialidad aún carece de una organización política eficaz que les permita captar el apoyo del resto de la población y a la vez contrarrestar los desmedidos operativos policiales en su contra. El gobierno, por su parte, gracias al control de varios medios de comunicación masiva y una estrategia maquiavélica de comunicación a través del uso abusivo de propagandas o contramarchas, busca eliminar el debate público del tema. El oficialismo se ha lanzado a promocionar la explotación petrolera en el Yasuní aduciendo que lo hará de manera responsable y que el país necesita esos recursos económicos para abandonar la pobreza. En este contexto, las luchas de las mujeres amazónicas y de los ecologistas se dan en condiciones desfavorables frente a un adversario poderoso que ha identificado sus organizaciones como enemigo, acusándolas además de infantilismo cuando no de corruptas.

Ante tal adversidad, lograr un canal de expresión que brinde mayor visibilidad a la lucha de La Huangana Colectiva y a los ecologistas es una tarea titánica. ¿Cómo construir un medio de expresión efectivo que llegue al resto de ecuatorianos y nos devuelva el debate público en un tema tan delicado y serio? Me parece que algunos artistas han tomado la posta junto con las mujeres amazónicas. Artistas, como Pocho Álvarez o Jaime Guevara -por nombrar a quienes han sido atacados con más virulencia por el correísmo- con un gran esfuerzo personal han abierto una posibilidad de crítica a un gobierno que se vende como revolucionario, pero cuya meta en realidad es radicalizar el capitalismo ignorando ingenuamente que el Ecuador ha estado en este sistema desde más o menos cinco siglos.

Otro de los ejercicios recientes que vincula el arte con la lucha de los pueblos indígenas amazónicos es la página web –antes página de Facebook-, Uno x Mil. Proyecto de retrato fotográfico por los pueblos no contactados y en aislamiento voluntario, del colectivo liderado por el artista y cineasta Miguel Alvear. El título de este sitio es una ironía de la frase de Correa en la que afirma que la explotación petrolera sólo afectará al 1 x 1000 del parque nacional y es al mismo tiempo un homenaje a los pueblos indígenas que habitan en el Yasuní. La página rescata el artículo 57 de la Constitución de la República en donde se estipula que la defensa de los derechos de los pueblos en aislamiento voluntario debe ser responsabilidad ineludible del Estado ecuatoriano y que la violación de ellos será tipificada como delito de etnocidio. La crítica de Uno x Mil, no obstante, no es una queja amarga ni un lamento lastimero ni tampoco reifica un manual de proselitismo político, sino que lo novedoso es que allí se destaca un humor corrosivo y una estética del desnudo que erosionan el sustento ideológico-moral de la propuesta gubernamental. Aunque Uno x Mil toma riesgos importantes al asumir una estética controversial, trae consigo una plasticidad muy imaginativa que contrarresta de manera efectiva la propaganda oficialista y se dirige a evitar, como pretende el gobierno, que se aplique la estrategia de “hechos consumados” en el tema de los derechos de los pueblos indígenas, del Yasuní o del extractivismo en el Ecuador.

El correísmo y su proyecto civilizatorio
¿Cómo entender el moralismo del gobierno ecuatoriano? El puntal del discurso presidencial no está en la revolución ciudadana como repiten sus propagandas, sino en la idea de desarrollo y progreso. En los enlaces sabatinos, Correa se mueve entre el discurso de Nuestra América, del escritor cubano José Martí, y el ideal de un combate sin cuartel en contra del subdesarrollo. En su discurso, la idea de Nuestra América se constituye en una retórica que idealiza lo propio o distintivo del Ecuador o de América Latina en contra del imperialismo yanqui. La propaganda oficialista (propia de las estrategias de mercadeo neoliberales), por otra parte, recurre a la frase “La patria ya es de todos” para generar una sensación de inclusión social que sugiere que el Estado ha sido recuperado por la gente del secuestro neoliberal en el que se encontraba. Esta retórica le permite al gobierno construir lo que Benedict Anderson llama una comunidad imaginada que justifica la centralidad del rol del Estado en el modelo político-económico que quiere implementar.

En los primeros años de su gobierno, Correa construyó un consenso social a partir del gasto del Estado y el asistencialismo público en función de un proceso de depuración del carácter capitalista de la economía sobre la base del control estatal de los recursos en ciertas áreas estratégicas. En lo político, su modelo trajo una concentración del poder en el ejecutivo con un tipo de administración muy vertical y altamente hostil hacia las organizaciones populares independientes del Estado, especialmente las indígenas, a las cuales combatió y combate desde el uso discrecional de los recursos estatales –económicos, comunicativos o represivos-, caso emblemático de ello, son los juicios por terrorismo a varios miembros de estas organizaciones. Ya desde mucho antes de la reelección en el 2013, como lo señala Alejandro Moreano, el régimen va dando el giro desde una política de estabilidad basada en ciertos programas sociales hacia la política de los grandes negocios en torno al petróleo o la minería; política que cuenta, además y según el mismo autor, con el respaldo de nuevos y poderosos consorcios económicos. Este nuevo modelo, en contradicción con lo que señalan las propagandas del oficialismo, guarda varias correspondencias con el neoliberal en la medida en que contempla una agresiva modernización capitalista, la cual consolida los intereses del capital minero o petrolero, la agroindustria exportadora, entre otros intereses ligados a los grandes consorcios económicos emergentes, al mismo tiempo que refuerza los mecanismos de vigilancia y control social.

La segunda línea del discurso de Correa, aquella que pretende una lucha sin cuartel contra el subdesarrollo, obedece al modelo económico descrito en el párrafo anterior y distorsiona cuando no traiciona por completo la idea antiimperialista martiana. Su noción de desarrollo coincide con un sueño aséptico que imagina un país en donde las contradicciones fruto del subdesarrollo pueden ser superadas en corto tiempo. Sin embargo, y aquí está el punto problemático en la retórica gobiernista, el Ecuador ofrece al régimen un sinnúmero de ejemplos de subdesarrollo, ineficiencia o mediocridad, pues, en definitiva, el desarrollo que se añora pertenece a las naciones consideradas “más avanzadas” como la estadounidense o las europeas.

En su discurso en la Universidad Católica de Guayaquil en mayo del 2012, Correa critica que no se puede reducir “el complejo problema del desarrollo a un asunto meramente técnico e incluso con técnicas equivocadas”. Para sustentar su argumento, unas líneas más abajo, dice que las sociedades más exitosas contaron con otros factores, talento humano, y que “es necesario talento humano, conocimiento, ciencia y tecnología, acompañadas de claros proyectos nacionales”. Las “sociedades exitosas”, en el discurso, no son las latinoamericanas, sino las “desarrolladas” mientras que, en contradicción con esas sociedades admiradas, la idea de un proyecto nacional sugiere una preparación científica en función de intereses altamente patrióticos. Correa cierra su intervención concluyendo que “sin talento humano, sin ciencia y tecnología, sin excelencia académica no habrá futuro, pero, asimismo, sin fe [la religión católica], sin sus valores, compromisos y convicciones, esa ciencia estará vacía, sin propósito”. En su propuesta de reforma del sistema de becas del país, en claro detrimento de las ciencias sociales, artes o humanidades -Martí era un escritor y poeta-, las cuales son las disciplinas encargadas de reflexionar sobre la nación y temas afines, Correa afirma que “más que economistas, abogados, antropólogos, sociólogos; aquí [Ecuador] necesitamos ingenieros biólogos, especialistas en bioquímica, biología molecular que son carreras para el futuro” (ecuadorinmediato, 07/09/2013). En su discusión con los medios de comunicación privados, indica que “más que construir escuelas, caminos, hospitales, hay que construir la verdad, sino no vamos a salir del subdesarrollo” (Andes, 20/03/2012) o en la inauguración del nuevo aeropuerto de Quito, sentencia que se “ha vencido al derrotismo, al no podemos, a ese subdesarrollo mental al que nos tenían sometidos el bombardeo mediático, las oligarquías, para inmovilizarnos” (Discurso presidencial, 19/02/2013).

Este contradictorio entramado entre ciencia, técnica, valores, compromisos, convicciones, etc., muestra que el desarrollo, desde la perspectiva correísta, coincide con una misión civilizatoria que al mismo tiempo que se impone la tarea científico-técnica de modernizar al país para transformarlo en una “sociedad exitosa”, aspira a educar a la población en un sentido moral, o sea, civilizarla. De ahí, su énfasis en la necesidad de la fe (religión católica), los valores, de construir la verdad o la derrota del “subdesarrollo mental”, último que seguramente coincide con lo que Correa denomina constantemente como la mediocridad o ineficiencia y que resiente como uno de los principales obstáculos para su esfuerzo modernizador en el Ecuador.

La Huangana Colectiva pone en entredicho el sueño aséptico del correísmo. Su lucha denuncia el machismo o la intolerancia del proyecto y la violencia de la explotación extractivista, pero no desde la postura de lo que Correa llamaría las mujeres peluconas (adineradas), sino desde el punto de vista de unas mujeres que provienen de sectores populares generalmente marginados en el Ecuador. Estas mujeres dan un giro importante en la política del país debido a que recurren a otro tipo de sensibilidades y de liderazgos. Desde este punto de vista, aquella acción de arrancarse los botones de la camisa y la corbata en un cuartel de policía es un claro síntoma de una sociedad prepotente y machista. Estas mujeres plantean, por el contrario, un proyecto más armónico para superar la violencia tanto del capitalismo como del sexismo vigentes en el país, pero no desde la asepsia que borra los conflictos sociales. Su lucha nace justamente de los desajustes que trae el capitalismo moderno siendo una crítica abierta al modos operandi del extractivismo que en lugar de traer riqueza, como lo imagina el gobierno, trae más problemas y miserias para los pueblos indígenas como lo ha demostrado la historia desde hace 500 años.

Patricia Hualinga, líder de la comunidad kichwa de Sarayacú y miembro de La Huangana, pone en cuestión la noción de pobreza que utiliza el régimen al prometer el desarrollo a partir de hospitales o escuelas modernas. Esta líder con mucha sutileza pregunta qué es ser pobre y encuentra que la vida de su gente en la selva no es tan miserable como se piensa. Allí las personas, señala, respiran un aire limpio, viven en un territorio amplio, su comida es bastante rica, entre varias otras cosas. La intención de Hualinga, por supuesto, no es negar las dificultades que enfrentan sus comunidades ni las necesidades que tienen de los servicios médicos o de educación, por el contrario, su vida pública ha estado orientada a defender los derechos de su gente. Su interrogante, no obstante, es una crítica a la visión reduccionista de desarrollo del gobierno, el cual ofrece una mejoría con algunos programas asistencialistas sin entender el contexto en el que los lleva a cabo y que en realidad no mejoraran la calidad de vida de las personas de una manera integral. En la coyuntura actual de la Amazonía, las promesas gubernamentales claramente favorecen a los intereses petroleros o mineros en contra de las demandas de las comunidades indígenas y significan más desequilibrios en los territorios ancestrales, por ende, más pobreza.

Alicia Cawiya, dirigente waorani y también miembro de La Huangana, desde un punto de vista similar al de Hualinga, señala que en su territorio la gente puede recoger fruta, pescar o cazar sin tener que usar del dólar. La selva, para ella, es un mercado abierto -no en sentido capitalista término- y allí las personas pueden abastecerse de alimentos sin necesidad de dinero. Los problemas para los waorani, según Cawiya, suceden cuando necesitan dinero para estar o vivir afuera de sus territorios en tanto no pueden garantizar su supervivencia como lo hacen en la selva. De acuerdo con ella, la llegada de las petroleras significó la pérdida de animales en sus territorios y el inicio de una dependencia con el exterior no sólo para conseguir alimentos, sino también dinero para sobrevivir. La pobreza, desde su perspectiva, no se origina en la forma de vida en la selva o de una supuesta falta de modernidad, sino que se da a partir del contacto que los pueblos amazónicos han tendido con petroleras, mineras o madereras, las cuales han aprovechado la dependencia económica o monetaria de las comunidades para exacerbar los conflictos internos y sacar partido en función de los intereses de sus grandes negocios.

Hualinga y Cawiya señalan que desde hace mucho tiempo cada petrolera o gobierno de turno ha garantizado a sus pueblos que utilizarían las tecnologías más avanzadas para evitar la contaminación de sus territorios, pero en ningún caso lo han cumplido. La experiencia histórica hace que ellas sospechen de las promesas tecnológicas del gobierno actual. Hualinga expresa que el presidente no es Dios para garantizar que no ocurran desastres, pues nadie sabe lo que sucederá en el futuro. En la medida en que los procesos de consulta previa en la actualidad han estado plagados de irregularidades y manipulaciones, las dudas de las mujeres de La Huangana Colectiva son bastante fundamentadas. Un claro ejemplo de lo dicho lo tenemos en el caso de la comunidad Sarayacu y otros en los territorios shuar, tal como lo evidencian los documentales Consulta inconsulta y La Muerte de Bosco Wisum de Tania Laurini y Julián Larrea. Estas comunidades enfrentan presiones muy poderosas que van desde los intereses económicos de las compañías mineras o petroleras hasta la acción del gobierno que busca dividir sus organizaciones a toda costa. Por eso, ante lo que resienten como irrespeto profundo, mujeres indignadas como Zoila Castillo, otra miembro de La Huangana, expresa que las indígenas amazónicas de su organización no están robando o matando para que se las trate como criminales, sino que únicamente están defendiendo su selva, naturaleza, cultura y cosmovisión.

Uno x Mil y el inconsciente civilizatorio
Uno x Mil es un proyecto abierto que sigue en proceso de creación y hasta el momento en que este ensayo es escrito, tiene tres momentos a los que voy a denominar así: 1) los desnudos, 2) la ropa y 3) el fotógrafo. En este texto, me voy a enfocar exclusivamente en el primero de ellos dejando los otros dos para un nuevo ensayo. En las primeras fotos, varios voluntarios –muchos artistas e intelectuales que se oponen a la explotación petrolera en el Yasuní y que no son modelos profesionales- se fotografiaron usando la vestimenta tradicional de los pueblos amazónicos, esto es, se desnudaron como un gesto crítico de las políticas extractivistas gubernamentales. No sería adecuado, sin embargo, interpretar este gesto como una burda imitación, sino algo mucho más complejo en tanto la meta no es que los participantes se transformen en “indígenas selváticos” ni en identificar la esencia del ser waorani o taromene, sino de socavar el moralismo imperante en el gobierno y de solidarizarse de manera efectiva con quienes sufren y sufrirán los mayores estragos con la explotación petrolera o minera en la Amazonía ecuatoriana.

En la medida en que su estética parte de un humor corrosivo que se mofa del ideal aséptico del desarrollo, Uno x Mil socava las bases de la modernización contemporánea. La desnudez corporal, la falta de ropa, históricamente ha sido usada como signo de barbarie (asociando el vestuario con la civilización); pero, a diferencia del moralismo imperante, Uno x Mil no cubre los cuerpos, sino que los desnuda. Gracias a este gesto transgresor, las fotografías también desnudan los principios de urbanidad y buenas costumbres del gobierno –para usar los términos del famoso manual de Manuel Carreño-, se burla de ellos, poniendo al descubierto un inconsciente paternalista e impositivo que no sólo infantiliza a las mujeres indígenas o los ecologistas, sino a la población en general. Las personas fotografiadas con lanzas, saltos, poses eróticas, paradas de cabeza, con sus mascotas o que reconocen libremente su identidad homosexual, asumen el rol asignado al incivilizado, pero lo hacen como un acto de rebeldía. De este modo, en lugar de reforzar el lugar simbólico del bárbaro o subdesarrollado, las fotografías, tal como lo sostiene Miguel Alvear (en una conversación personal), son una subversión desde el lenguaje; esto es, una reapropiación de los códigos colonialistas o desarrollistas para desenmascarar la intransigencia civilizatoria y abrir así el campo semiótico.

La desnudez y el resto de atuendos en las fotografías, en este sentido, no son un estigma en contra de los pueblos amazónicos ni una apropiación indebida del otro, sino el resultado de un juego paradójico que, por un lado, se solidariza con los indígenas amazónicos; pero, por otro, saca a relucir los prejuicios del gobierno y de otros sectores de la sociedad ecuatoriana. Dicho de otra manera, lo bárbaro no está ni en la desnudez o indumentaria ni en los cuerpos ni en los pueblos indígenas ni en la propuesta artística, sino en el proyecto modernizador del gobierno y de aquéllos que al reducir al otro a la condición de primitivo o subdesarrollado se arrogan la misión de modernizarlo/civilizarlo. Esto significa que la imágenes del “indio salvaje” no provienen ni forman parte del proyecto fotográfico. Esas imágenes son prejuicios arraigados en el inconsciente colonialista que ha regido por varios siglos en el Ecuador en donde, hasta hace poco tiempo, se imaginó a los indígenas amazónicos como salvajes, caso emblemático de ello, los waorani a quienes despectivamente se llamaba aucas. El juego corrosivo de Uno x Mil descontextualiza y distorsiona las formas de la impronta civilizatoria poniendo al descubierto su violencia y sus métodos represivos.

El aporte de este proyecto artístico, sin embargo, no está en la representación del otro, si así fuera, su posición sería bastante cuestionable, pues estaría usando sin el consentimiento de esos pueblos varios de sus elementos culturales. Como lo vengo sosteniendo, lo interesante de las fotografías es que sacan a relucir el inconsciente civilizatorio contemporáneo. Por esta razón, resulta más apropiado pensar las fotos de los desnudos como un espejo de la sociedad ecuatoriana en su conjunto. Lo que se mira en ellas, desde esta lectura, no es la representación del otro, sino el ideal narcisista del ego colonizador que justifica su superioridad frente al supuesto incivilizado. Uno x Mil, de esta forma, pone en cuestión aquel imaginario que asocia la desnudez con lo bárbaro o lo indígena con lo primitivo mostrando que este imaginario es una caricatura malintencionada que legitima el desplazamiento o la violencia en contra de los pueblos indígenas. Dicho de otro modo, en tanto lo que está en juego en el Yasuní son los derechos de los pueblos amazónicos y los de la naturaleza, lo que esta estética irreverente nos trae no es la representación de los los waorani ni taromenane, sino la forma de pensar de quienes promueven las políticas del extractivismo y justifican la explotación petrolera en los territorios ancestrales sin una consulta previa, libre e informada. La intención de l@s fotografiad@s desnud@s, desde este punto de vista, de ningún modo es burlarse de las comunidades amazónicas, por el contrario, las respetan y apoyan su lucha abiertamente.

La solidaridad y la vulnerabilidad corporal
Uno x Mil tiene un gesto solidario con los indígenas amazónicos y esta solidaridad se da en diferentes niveles. El primero de ellos es la defensa de los derechos de los pueblos en aislamiento voluntario. Entre las fotografías y con las letras blancas sobre un fondo rojo, está el texto completo del artículo 57 de la Constitución del Ecuador(ver vídeo). Asimismo, hay un  un video musical –un reggae- de Alex Alvear, cuya letra justamente es el mencionado artículo. El coro de la canción repite varias veces que el irrespeto de los derechos de los pueblos en aislamiento voluntario será tipificado como delito de etnocidio por la ley. La mayor parte del video a más de algunas imágenes de la Amazonía y de la explotación petrolera, muestra otra vez las palabras del artículo constitucional con las letras blancas sobre el mismo fondo rojo.

¿Cómo entender el fondo rojo de Uno x Mil? En el caso de las fotografías, no cabe duda que este fondo permite una mayor estilización de las formas, pero no sucede lo que Walter Benjamin llama la estetización de la política. Primero, la página se inserta en un contexto específico; es decir, los cuerpos representados no están allí por un prurito estético. Uno x Mil toma posición en un debate nacional de mucha actualidad en favor de los derechos de los pueblos en aislamiento voluntario y la defensa del Yasuní. En este sentido, los elementos waorani que vemos en las fotos, aunque propongo no leerlos como una representación de los pueblos amazónicos, sí nos remiten a la Amazonía porque ese es el lugar en donde la explotación petrolera amenaza la supervivencia de las culturas indígenas o la conservación naturaleza. Desde esta perspectiva, tanto el contexto histórico en contra del extractivismo como el geográfico amazónico en los que se ubica la página son sumamente importantes, pues son los que impiden que las fotos se conviertan en una simple exotización, estilización o manipulación del otro.

Segundo, Uno x Mil tampoco presenta la violencia como algo bello ni estetiza la pobreza ni se ensimisma en el arte. Su objetivo primordial al recurrir al artículo constitucional y a la canción Articulo 57 es visibilizar los derechos de quienes sufrirán los mayores trastornos con la explotación petrolera en el Yasuní, además de traer a colación un debate público que el gobierno quiere silenciar. Por esta razón, en Uno x Mil, no hay una erotización del cuerpo ni se promueve su comercialización. L@s fotografiad@s son voluntari@s divers@s y las posturas de sus cuerpos no se rigen por las normas del espectáculo contemporáneo, más bien lo cuestionan. En las fotos, vemos personas gordas, flacas, unos más bronceados que otros, madres que muestran sus vientres, etc., cuya participación en el proyecto nace como un gesto crítico a la propuesta gubernamental en el Yasuní y una defensa de los derechos de los pueblos no contactados de la Amazonía.

Por todo lo dicho, el rojo del fondo puede ser asociado con la sangre o significar peligro. Si vinculamos la idea del cuerpo y la desnudez con las asociaciones mencionadas, se abre un nuevo campo de análisis: el de la vulnerabilidad corporal. En este sentido, el rojo de las fotografías en lugar de utilizar o estetizar la figura del otro, es una forma de alertar sobre la violencia (sangre) que se está cometiendo en contra de los pueblos indígenas; mientras que los cuerpos desnudos que aparecen sobre ese fondo se convierten en una forma de solidaridad con la posición vulnerable de las cultura o pueblos que están en peligro de ser exterminados por los procesos de acumulación extractivista. En este sentido, el rojo llama nuestra atención sobre el etnocidio que se puede cometer y que el coro de la canción nos lo recuerda constantemente.

Fotos como las de una chica parada de manos, de un joven saltando con una lanza, otra de dos chicos homosexuales agarrándose de la mano o de una mujer que asume su sexualidad con ciertos movimientos eróticos, entre muchas más, son gestos que se originan de una rebeldía como lo expliqué en la sección anterior. Hay otra foto, sin embargo, de una madre con su hija –una niña- en donde ambas sostienen sendas cestaswaorani, se agarran de la mano y se miran a los ojos. Esta imagen ya no contiene el humor corrosivo ni es un gesto rebelde, sino que nos despierta ternura. ¿Estamos ante una apropiación indebida del otro? Los cuestionamientos éticos a esta imagen son mucho más complejos y difíciles de responder. Si la fotografía fuera una simple estilización del otro, pues no tendríamos otra opción que cuestionarla duramente. Sin embargo, propongo otra interpretación. Si partimos del hecho de que la pérdida del vestido nos expone, nos hace vulnerables, esta foto en realidad saca a relucir la vulnerabilidad corporal que nos constituye como seres humanos y nos permite identificarnos como tales. El vestuario waorani, en este caso, la falta de ropa, la pintura facial o las cestas mencionadas, no sería otra cosa que un gesto solidario que identifica el peligro que enfrentan esas comunidades, cuyos territorios y cuerpos están gravemente amenazados por los intereses petroleros o mineros.

Judith Butler plantea que en el mundo actual existe una distribución geopolítica asimétrica de los cuerpos en la medida en que unos son protegidos y otros abandonados o descuidados. El discurso del gobierno, por ejemplo, afirma que la explotación del petróleo o la minería es necesaria para el desarrollo del país: se necesita dinero para construir carreteras, puentes, escuelas del mileno, hospitales, electrificación, etc. El problema en este discurso es que justifica extraer el petróleo o los minerales en los territorios ancestrales sin el consentimiento de las comunidades con el pretexto de que esto redunda en el bienestar de los ecuatorianos; es decir, veladamente se establece un divorcio entre el bienestar de los ecuatorianos y el bienestar de los pueblos indígenas. Mediante el permanente boicot a los procesos de consulta previa a las comunidades indígenas o la negativa a admitir la necesidad de su consentimiento como un requisito obligatorio para cualquier actividad extractiva, se está sugiriendo que si el bienestar de estos pueblos se opone al del resto de los ecuatorianos, pues debe primar el de estos últimos. Dicho de otro modo, el discurso del gobierno parte de una geopolítica asimétrica en la que el cuerpo o las necesidades de unos ecuatorianos es más importante que el de otros. Los indígenas, en este caso, son incluidos como ecuatorianos a partir de una exclusión anterior o primigenia, pues su bienestar es menos prioritario que el del resto de ecuatorianos. Los demás ecuatorianos, de este modo, pasan a ser los verdaderos ecuatorianos mientras que los pueblos indígenas son relegados a un plano secundario y se transforman en ecuatorianos de segunda.

La fotografía de la madre con la hija apunta a este desbalance geopolítico en la protección y desprotección de los cuerpos en el Ecuador. En esta foto, en particular, la desnudez se asocia con la fragilidad de los pueblos amazónicos ante el avance agresivo de la economía petrolera o el acoso de las estrategias gubernamentales. El desnudo, en este caso, ya no asume/distorsiona el lugar simbólico del incivilizado como sucede con la mayoría de las otras fotos, sino el de la desprotección en donde la figura de la niña se hace aún más importante en tanto es más vulnerable. El énfasis en la vulnerabilidad corporal, entonces, apunta a la necesidad de proteger los derechos de los pueblos indígenas. No sería adecuado, sin embargo, pensar la figura de la pequeña como una forma de infantilización de los pueblos indígenas, pues la madre también se encuentra desnuda y utiliza los mismos símbolos waorani que su hija y es quien está encargada de proteger a la pequeña. En este sentido y en la medida en que saca a relucir la vulnerabilidad corporal, esta fotografía nos solidariza con el peligro que significa la explotación del petróleo para los pueblos amazónicos; pero la relación de la madre con la hija a más de solidarizarnos con el cuerpo vulnerable, significa la necesidad de protegerlo. En otras palabras, esta necesidad de protección nos plantea una responsabilidad o demanda ética –para usar las palabras de Emmanuel Levinas- de la que de la que no podemos sustraernos en tanto corremos el riesgo de ser cómplices de un etnocidio.

La intención de la foto, no obstante, no es de idealizar el rol asignado a la madre por la sociedad patriarcal que la encierra en la casa para el cuidado de los hijos o del esposo. Se trata, por el contrario, de la necesidad de un nuevo tipo de relación entre los seres humanos que cancele la violencia machista, cuya práctica vacía los cuerpos de sensibilidad o de humanidad convirtiéndolos en lo que Giorgio Agamben llama vida nuda; esto es, mera existencia o simple vida biológica que se puede descuidar, desproteger o hasta matar sin que eso implique un dilema ético ni traiga consecuencias para los perpetradores. En el caso que nos concierne, el mito del desarrollo o del progreso convierte a los pueblos indígenas amazónicos en vida nuda en tanto su bienestar no es algo prioritario o, peor aún, son percibidos como un obstáculo para el bienestar del resto de los ecuatorianos o de los procesos de la acumulación extractivista. La vulnerabilidad corporal que vemos en la foto de la madre y la hija, entonces, es una crítica de la violencia que se cometió y aún se comete en contra de estos pueblos y un recordatorio de que no es correcto confundir una vida digna con la mera existencia biológica; es más, cuando esto último ocurre no sólo se da paso a la geopolítica asimétrica de los cuerpos antes mencionada, sino que hasta se pueden llevar a cabo prácticas genocidas.

La idea de protección que nos sugiere la foto tampoco guarda relación con el paternalismo de la modernización capitalista. Esta protección se relaciona con el buen vivir o sumak kausay tal como lo definen la mujeres de La Haungana –no con la apropiación del gobierno cuando usa una noción de las culturas indígenas para justificar un tipo de desarrollo que ellas rechazan. Cuando La Huangana propone la idea de una selva viva, la tierra no se reduce a un medio de producción, sino que consiste en un territorio en el que es posible mantener una forma de vida de más equilibrada. La selva viva, o si preferimos la naturaleza viva en un sentido más amplio, en tanto territorio nos plantea una vida digna en donde haya aire limpio, fuentes de agua no contaminada, un ambiente sano para el desarrollo de los niños, menores de niveles de estrés o de aislamiento, etc. El buen vivir, desde esta perspectiva, es un complejo sistema de equilibrios en donde el ser humano no puede depredar los recursos a su entera voluntad, pues la destrucción de la naturaleza, como indica La Huangana, no significa exclusivamente la muerte de la selva, sino la de la misma humanidad.

El sumak kausay, de este modo, no es sinónimo de la mera protección de plantas o animales en tanto pura existencia biológica o de simples campañas de reforestación o de la construcción de un oasis para el beneficio de unos pocos, sino la necesidad de una forma de vivir más armónica tanto con el medio ambiente como entre las personas. La lucha de La Huangana es una lucha prioritaria en el presente, pues a más del desarrollo económico o social, lo que está en juego es sobre todo el destino de la humanidad. La naturaleza viva (selva o páramos por nombrar los ecosistemas más amenazados en el país) es la que nos provee el oxígeno o el agua que necesitamos para vivir, sin ellos no sólo seremos más pobres, sino que nuestro destino será la muerte y eso, al fin y al cabo, es lo que debemos evitar.

Reflexiones finales
En la actualidad, están dadas las condiciones para que el proyecto político y el artístico formen una alianza fecunda en favor de la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y del buen vivir (sumak kausay). Desde mi punto de vista, mal haríamos en decir que el proyecto fotográfico de Uno x Mil es una forma de exotización elitista o un nuevo racismo en contra de los pueblos indígenas, es más, esta lectura que pretende ser de avanzada,  puede resultar conservadora en la coyuntura actual. Creo que es más provechoso pensar cómo la lucha La Huangana Colectiva y la propuesta estética del Uno x Mil se complementan y se enriquecen mutuamente. En este sentido, La Huangana Colectiva brinda consistencia y coherencia al proyecto artístico en tanto las mujeres de este colectivo son quienes se encuentran más amenazadas por la violencia extractivista y quienes asumen los riesgos o lideran la lucha. Asimismo, a más de una crítica del inconsciente civilizatorio, se requiere de una mayor organización política y de una crítica del capitalismo en general, pues lo que se desea es un nuevo tipo de relación entre la naturaleza y los seres humanos y entre las mismas personas. Por otra último, en un contexto en donde el gobierno controla varios de los medios de comunicación y gran cantidad de recursos económicos y logísticos, las mujeres amazónicas libran una lucha desigual, de mucho desgaste, en la que necesitan nuevos aliados para contrarrestar los ataques de la propaganda oficialista. La estética de Uno x Mil trae consigo una gran plasticidad que ayuda a ampliar tanto el ámbito influencia como las posibilidades expresivas o comunicativas en contra del extractivismo. Por eso, aunque las fotografías quizás no ayuden a La Huangana Colectiva a conseguir recursos económicos, sí le sirven, primero, para hacer visible la violencia del inconsciente civilizatorio que impera en el país y, segundo, como un aliado eficaz para contrarrestar el desbalance comunicacional en una lucha llena de adversidades, pero fundamental y prioritaria en el Ecuador de hoy.

Lizardo Herrera*, Whittier College
Noviembre, 2013


* El autor agradece a Maite Galarza, Gustavo Geirola y Lucía Herrera por sus lecturas atentas y generosas sugerencias.

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