
En ese momento, la inserción en el mercado de cámaras portátiles y de uso doméstico fue aprovechada por figuras ya míticas en las artes visuales contemporáneas y específicamente en el ámbito del videoarte, como el coreano Nam June Paik y el alemán Wolf Vostell, para trastocar los mecanismos de la cultura mediática contemporánea y del sistema artístico mismo. Al margen de la institucionalidad telecomunicacional y artística, emergió un terreno de exploración fértil, que se mantiene activo hasta nuestros días.
Partiendo de la capacidad de experimentación con recursos inusitados en materia de registro y procesamiento de imágenes, la intersección arte-tecnología-telecomunicación, ha abierto una brecha en las artes visuales contemporáneas caracterizada entre otros aspectos, por el establecimiento de una estética que se mantiene siempre en estado de construcción y que de un lado ha posibilitado formulaciones frescas en lo relativo al carácter procesual de las obras y en la participación de los espectadores, y de otro, ha desencadenado una alteración significativa del estatus del arte y del artista que cada vez con mayor fuerza desafía las expectativas y consabidos tradicionales de la institucionalidad artística.
Esta condición de construcción permanente desde los márgenes del status quo, es quizá más palpable en las artes visuales latinoamericanas, que en conformidad con las particularidades histórico-culturales de la región, han hecho visibles sus incursiones en la exploración videoartística hasta hace pocos años.
Así, esta singularidad temporal, sumada a las múltiples y polifacéticas preocupaciones que históricamente han caracterizado a las artes visuales latinoamericanas, a las escasas plataformas con que cuenta la región en materia de formación didáctica, insumos para la producción videoartística, su difusión y circulación, así como a la gama de posibilidades inexploradas y que se incrementan cada vez con mayor celeridad con la eclosión de los sistemas digitales; sitúan la videocreación latinoamericana como uno de las vetas de las artes visuales contemporáneas más experimentales, propositivas e innovativas.
El margen como zona de una estética en construcción, puede entonces ser postulado a partir de consideraciones histórico-culturales, geopolíticas y artísticas, como una metáfora de aproximación al videoarte latinoamericano y a aquellos aspectos que le singularizan de la producción videoartística internacional.
Por ello, proponemos la realización de prácticas al margen / estéticas en construcción, muestra que pretende articular de forma sugerente y provocativa videocreaciones de cinco artistas latinoamericanos, con el fin de generar una plataforma para el encuentro, visibilización y reflexión del trabajo realizado en la región a partir de la confluencia arte-tecnología-telecomunicación.
La muestra se presentará de forma simultánea en Venezuela, Ecuador, Panamá, El Salvador y Guatemala, entre julio y agosto de 2006.
María José Monge
Óscar Santillán
Los Jornaleros
Video – 3´33´´
2006

Esta obra de Óscar Santillán parte de una veta cada vez más notoria en el arte guayaquileño actual, un filón interesado en remover contenidos históricos sedimentados para repensarlos, reinterpretarlos y volverlos materia de conocimiento que nos permita miradas más reflexivas hacia el devenir de nuestra situación actual.

En el caso de Los Jornaleros Santillán amalgama tres elementos que se vuelven instrumentales en una suerte de aventura de descubrimiento. Sitúa al espectador en medio del entorno natural de un sembrío de cacao, producto clave en la historia económica del país, y cuya exportación a fines del siglo XIX –apalancada aún entonces en estructuras de carácter feudal- jerarquizó a una floreciente clase social; su notoriedad y dispendioso estilo de vida –compartido entre las haciendas y Paris- les ganó el mote, aún empleado en el habla popular, de los “gran cacao”. Las desorientadoras tomas nos devuelven repentinamente el atisbo de lo que en principio presumimos como unas ruinas, de aquellas que los aventureros han reclamado de la selva luego del declive de una civilización. Pronto deducimos que se trata, luego de una mejor inspección, del emblemático monumento a Eloy Alfaro (1842-1912) del escultor comunista Alfredo Palacio, uno de los íconos urbanos más importantes de Guayaquil y cuyo emplazamiento actual acusa la contaminación visual propia del desarrollo de la urbe.





Y si esta obra se presta para interesantes lecturas a la luz de las diversas tesis del “fin de la historia” -desde Georg Hegel, pasando por Alexandre Kojève, hasta Daniel Bell y Francis Fukuyama- no deja de instarnos en este “re-descubrimiento”, con un dejo de optimismo, a incidir en sus procesos. Su mensaje pareciera decirnos que el devenir de las luchas -siguiendo la filosofía temprana de Toni Negri- está siempre abierto, nada está predeterminado, y la realidad está ahí para intervenir en ella.
Rodolfo Kronfle Chambers
Guayaquil, 2 de junio de 2006
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