alombrarou
oleo sobre lienzo
100 x 100 cm
2011
au niverdad
90 x 120 cm.
oleo sobre lienzo
2012
bluantezul
120 x 90 cm.
oleo sobre lienzo
2012
trona
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012
trono
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012
tronu
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012
Maureen
Gubia: El folq nórdiqo como fuzzy logic
La aparente
transparencia del proyecto pictórico de Maureen Gubia no delata el ritmo
pausado de un proceso que ha demandado casi dos años en ver la luz desde que
nos sentamos a conversar, en nuestro primer encuentro, alrededor de un cúmulo
de dibujos, pinturas y guaches. El material acusaba una factura caracterizada
por el empleo de disoluciones, una pincelada nerviosa que conformaba formas
arremolinadas o que se solazaba en procurar deleitantes “accidentes”, como si
fuesen arabescos, todo potenciado por juegos cromáticos vivos, artificiales y
metamorfósicos que a ratos podían rozar lo alucinante. Las composiciones hacían
un curioso uso del fragmento, de la mutilación y de incómodos encuadres. En
resumen su trabajo se afincaba en una gramática de estilo despojada de las
convenciones de representación al uso en el medio local. Definir lo que vi considerando
las complejas encrucijadas de la cultura actual equivaldría a una suerte de
fauvismo indie con sensibilidad pop
en atmósfera gótica. O algo así.
Por otro lado, mas
allá de lo formal, el conjunto de obras que al fin se reunieron para esta
muestra asume sin ambages modos de expresión que venían cobijando a la artista
bajo un ahora inoperante status de outsider,
considerando la apertura actual de la escena hacia posibilidades cada vez más
diversas. El término en sí me resulta hoy en día problemático cuando la
marginalidad en el mundillo cultural ecuatoriano ha sido asumida
voluntariamente por algunos, como un valor de relaciones públicas con toque
criollo, o aparejada a cierta charlatanería vocinglera y agresiva, con tufo a segunda
venida del decadentismo, aplicada como herramienta de posicionamiento en el
mapa de la “clase creativa”. En suma: marginalidad como ideología, etiqueta
diferenciadora o como símbolo de identidad, que teatraliza protocolos desgastados
para sugerir pureza y autenticidad. Me rebasa entender aún como algunas voces,
empeñadas en transmitir esta idea, pierden de vista el hecho de que no se puede
canalizar “necesidades del interior” de manera “espontánea”, “liberadora” o “natural”
si al hacerlo emplean convenciones culturales preexistentes.
Autodidacta, podemos
descubrir el ensimismamiento de Gubia en la invención de un léxico propio con
que titula sus pinturas o, inclusive, en las cualidades autistas y
desestructuradas de su música: en esos susurros, gemidos primarios y en aquel
charango deliberadamente destemplado que nos hacen reparar en el carácter
reservado de la experiencia estética que comparte, y en los patrones privados
de pensamiento que le da cuerpo. Se hace evidente entonces que, como
espectadores, solo la empatía puede salvar en algo esa inabarcable distancia.
La artista, quien
desde sus inicios asumió una identidad desdoblada de su apellido de nacimiento,
fue tomando distancia en su trabajo de los repertorios simbólicos que se desprenden
de su álbum familiar. Reelaboró aquellas imágenes con una personalísima visión
por algunos años, como si hubiese decidido reprocesar su experiencia biográfica,
distorsionando selectivamente la objetividad aplastante que captaba la lente
fotográfica, favoreciendo miradas donde cobran vida las formas caprichosas que
adquiere el recuerdo.
Ya en aquella serie se
hacían evidentes los matices terapéuticos inmersos en su desarrollo, la
manifestación de lo reprimido, de lo oscuro y particularmente de lo siniestro, que
ahora se traslada a imaginarios sociales más amplios (ojalá su trabajo se libre
de lecturas que mistifiquen lo psicobiográfico). Gubia aplica ahora su
procedimiento de inquietante de-figuración a un conjunto de imágenes publicadas
en revistas de cotorreo en torno a la realeza europea; al hacerlo no abandona
sin embargo ni la perspectiva íntima ni los acentos intuitivos que privilegia
en su abordaje.
Aunque la artista se
afirma en el azar y en la ambigüedad temática e interpretativa, el nuevo ciclo
pictórico supone un desplazamiento hacia lo extraño y hacia lo extravagante en los
ideales y modos de representación de la aristocracia, que tienen dentro de la
historia del arte una narrativa importante. Existe un clima de ensueño en la
obra que se tuerce hacia la pesadilla, donde los protagonistas, en ocasiones
aparentando estar inmersos en una nube melancólica, reflejan una quietud que
tensa la realidad física como eco de la psicológica, con todas sus
complejidades.
La fascinación por
el lujo, la elegancia y el poder que envuelve a estos personajes retratados en
poses que han devenido en estereotipo, se transforma en sus pinturas con un
giro hacia lo grotesco. La imagen de perfecta felicidad y voluptuosa calma se
pone en suspenso, dando paso a retratos anónimos estéticamente deformados o anímicamente
atormentados, donde se degrada la opulencia visual e histórica a un estado que
encierra intrigas, enigmas y tragedia permanente. Donde se trueca la riqueza
del lifestyle y el joie
de vivre por el enmascaramiento y la purga de diván.
La obra de Gubia
comunica afectivamente desdibujando a sus personajes, reinventando sus rostros,
desarreglando sus ademanes. Desde su perspectiva el realismo “es redundante y
sin sorpresa”, por ello su caligrafía amanerada se convierte en un modulador
emocional, que torna a ratos lo inocente en monstruoso. Al indisponer la imagen
común y habitual nos traslada a un plano de percepción totalmente incierta,
donde se revela un halo perturbador que es, simultanea y paradójicamente,
extremadamente bello y espeluznante.
Hal Foster en un
ya clásico ensayo titulado “La Falacia Expresiva” (Art in America, enero 1983) demostró que el expresionismo es tan
solo una fabricación más, y no un descubrimiento que rompe con la
representación. Con su empleo se afirma la “presencia” del artista (en sus
marcas y trazos) evadiendo la realidad del mundo exterior en favor del mundo
interior codificado por lo simbólico. Ante esto, al espectador le queda una
respuesta subjetivista donde “frecuentemente, esta ambivalencia se reduce como
mítica o psicológica”. Pero la supuesta “inmediatez” es tan solo un efecto, una
proyección del espectador.
Por ello no hay
que equiparar los gestos pictóricos de Gubia con una expresividad cliché
sinónimo de sus “sentimientos”, ni necesariamente adscribirlos a una “herida
invisible”, sino entender que son una forma retórica más, empleada para evadir
la literalidad en el empleo de sus referentes, y así convertirlos en un campo
de sugestiones ingrávidas, despojados de su calidad de cita.
Luego de un período
intenso en la escena local caracterizado por un corpus fundamental de trabajo
que echó mano de las herencias conceptuales, de usos selectivos, instrumentales
o estratégicos de los lenguajes de la tradición plástica, puede perderse de vista
las circunstancias que estimulan el surgimiento del nuevo espacio que se abre
para lo painterly. Un nicho para
obras que prescinden de agendas de significación grandilocuentes o
contextualmente activas (una constelación donde puedo situar a Noboa, Valdez y al
Falconí reciente) fruto de sintonías globales, de cierta necesidad de goce, y
de un afán por manifestar destrezas que declaren en clave experimental un
romance con la materia pictórica que cíclicamente muere y renace. No debemos
implicar frivolidad en el resultado formal de esta ecuación, sino más bien
andar atentos a la profundidad potencial que puede surgir de la sugerencia y el
juego, y a las derivas culturales que puede exteriorizar (¿una renovada
centralidad para la individualidad en la pintura? ¿un continuo proceso de
alienación social y repliegue con respecto a la “cosa pública”?).
El reto en este tipo de
arte, tan resuelto a expresar intimidad en esas emotivas pinceladas, es no caer
en el narcisismo ni en el vicio que desgasta el lenguaje (la fórmula). De esta
forma aquellas realidades, que desdibujan y recargan los horizontes de
significación de las imágenes comunes, no se quedarán en el mero solipsismo de
un lenguaje privado, sino que podrán alcanzar densidades simbólicas inusitadas.
En mi segundo encuentro
con la artista, coincidiendo con ella en un ambiente más distendido, le
pregunté sobre el tipo de música que más escuchaba. "Folk nórdico",
contestó lacónica, como que nada. Y para mí, de repente, dentro de una lógica
borrosa, todo lo que tenía que ver con su práctica y su personalidad encajó e
hizo sentido: si bien el particular proceso de percepción subjetiva de Gubia
nos confronta con la imposibilidad de traducir con claridad ciertas fases de introspección,
la seducción de los resultados nos invita a disfrutar desprejuiciados de un
conjunto de motivaciones que nos desborda.
Esto es posible porque
presentimos claramente que su trabajo no es una impostura, y esto lo digo luego
constatar que posee una serie de atributos que no siempre detecto en todos los
productores de obras: para ser artista no solo se debe saber “hacer” arte, sino
ser portador de una necesidad que brota tanto de una inquietud intelectual como
de un compromiso con la actividad convertidas en características vitales. Por
ello el camino para que madure el rigor investigativo, la profundidad simbólica
y el dominio técnico está trazado decididamente para ella.
Rodolfo Kronfle Chambers
Península de Santa Elena, 30 de diciembre de 2012
feizdistro
oleo sobre lienzo
21 x 30 cm
2009
PRENSA:
http://www.telegrafo.com.ec/cultura/item/la-preferencia-cromatica-sin-significado-de-gubia.html
SU OBRA SE HA EXPUESTO EN POLONIA, EE.UU., MÉXICO, CANADÁ, ALEMANIA E INGLATERRA
La “preferencia cromática sin significado” de Gubia
Hoy, la galería DPM abre la exposición “Folq Nórdiqo”, una serie de cuadros en óleo, acuarela y ‘gouaché’, retratos de imágenes tomadas de revistas de modas, que a la artista le han provocado interés “por el estilo de vida absurda” que muestran
http://www.eluniverso.com/2013/01/09/1/1380/folq-nordiqo-maureen-gubia-llega-galeria-dpm.html
Miércoles 09 de enero del 2013Arte y cultura
El ‘Folq nórdiqo’ de Maureen Gubia llega a la galería dpm
La artista guayaquileña Maureen Gubia, de 28 años, presenta su producción pictórica desde hoy y hasta fines de este mes en Urdesa.
En el mismo espacio que ahora expondrá de forma individual, ya antes había participado de manera colectiva. Se trata de la guayaquileña Maureen Gubia, de 28 años, quien presenta una parte de su producción en la galería dpm.
Su serie de trabajos pictóricos lleva por título Folq nórdiqo. Señala que a las palabras que componen el nombre de su exhibición decidió cambiarles la k y la c por la q, porque es su manera de “jugar con la cualidad sonora y también visual”.
Señala que en esta muestra sigue casi la misma línea que en anteriores producciones y que consiste en la elaboración de “semirretratos, porque no son personas reales del todo”.
Explica que en Folq nórdiqo hay cuadros en los que las imágenes se basan en fotografías de revistas que hablan sobre la realeza de Europa y de Asia.
“Me atrajeron esas fotos por toda la opulencia, lo absurdo que son sus vidas, dizque privilegiadas (...). Ya no tienen poder político, pero siguen la tradición”, afirma la joven artista, de 28 años.
Sostiene que a sus trabajos le gusta imprimirle un tono violeta porque es su color favorito, pero además porque la realeza lo usaba desde épocas ancestrales, dice Gubia.
Esta exposición tiene la particularidad de que las obras están elaboradas en óleo sobre lienzo, mientras que en sus anteriores series había trabajado mucho con arte digital.
Folq nórdiqo se compone de una veintena de cuadros hechos en mediano y gran formato. Además, esta muestra es su primera individual que cuenta con un curador: el crítico de arte Rodolfo Kronfle.
La joven artista, quien se interesó por la pintura desde los 17 años, se tomó dos años para preparar este conjunto pictórico. Hubo algunos cuadros que se quedaron fuera, sin embargo, no descarta que estos puedan pasar a formar parte de una siguiente exhibición.
Señala que tiene amigos en el internet que también son artistas autodidactas y con ellos intercambia criterios sobre la plástica. Asegura, además, que casi siempre crea sin bocetos, sino libremente de lo que le surge mentalmente.
Gubia, quien afirma que esta muestra guarda algo de misterio, ha expuesto en el Teatro Centro de Arte y en el Museo Nahim Isaías.
Apuntes
La exposición individual Folq nórdiqo, de la artista guayaquileña Maureen Gubia se inaugura hoy, a las 19:00, en la galería dpm, situada en Circunvalación Sur 111-A y Víctor Emilio Estrada.
Permanecerá abierta hasta fines de este mes. Se atiende de lunes a viernes, de 09:00 a 18:30. La entrada es gratuita.
Su serie de trabajos pictóricos lleva por título Folq nórdiqo. Señala que a las palabras que componen el nombre de su exhibición decidió cambiarles la k y la c por la q, porque es su manera de “jugar con la cualidad sonora y también visual”.
Señala que en esta muestra sigue casi la misma línea que en anteriores producciones y que consiste en la elaboración de “semirretratos, porque no son personas reales del todo”.
Explica que en Folq nórdiqo hay cuadros en los que las imágenes se basan en fotografías de revistas que hablan sobre la realeza de Europa y de Asia.
“Me atrajeron esas fotos por toda la opulencia, lo absurdo que son sus vidas, dizque privilegiadas (...). Ya no tienen poder político, pero siguen la tradición”, afirma la joven artista, de 28 años.
Sostiene que a sus trabajos le gusta imprimirle un tono violeta porque es su color favorito, pero además porque la realeza lo usaba desde épocas ancestrales, dice Gubia.
Esta exposición tiene la particularidad de que las obras están elaboradas en óleo sobre lienzo, mientras que en sus anteriores series había trabajado mucho con arte digital.
Folq nórdiqo se compone de una veintena de cuadros hechos en mediano y gran formato. Además, esta muestra es su primera individual que cuenta con un curador: el crítico de arte Rodolfo Kronfle.
La joven artista, quien se interesó por la pintura desde los 17 años, se tomó dos años para preparar este conjunto pictórico. Hubo algunos cuadros que se quedaron fuera, sin embargo, no descarta que estos puedan pasar a formar parte de una siguiente exhibición.
Señala que tiene amigos en el internet que también son artistas autodidactas y con ellos intercambia criterios sobre la plástica. Asegura, además, que casi siempre crea sin bocetos, sino libremente de lo que le surge mentalmente.
Gubia, quien afirma que esta muestra guarda algo de misterio, ha expuesto en el Teatro Centro de Arte y en el Museo Nahim Isaías.
Apuntes
La exposición individual Folq nórdiqo, de la artista guayaquileña Maureen Gubia se inaugura hoy, a las 19:00, en la galería dpm, situada en Circunvalación Sur 111-A y Víctor Emilio Estrada.
Permanecerá abierta hasta fines de este mes. Se atiende de lunes a viernes, de 09:00 a 18:30. La entrada es gratuita.
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