jueves, enero 10, 2013

Maureen Gubia: Folq Nórdiqo / dpm Gallery, Guayaquil

Curaduría: Rodolfo Kronfle Chambers


alombrarou
oleo sobre lienzo
100 x 100 cm
2011
au niverdad
90 x 120 cm.
oleo sobre lienzo
2012
bluantezul
120 x 90 cm.
oleo sobre lienzo
2012
trona
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012
trono
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012
tronu
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012

pontielgicana
90 x 120 cm.
oleo sobre lienzo
2012
engagupcias
100 x 100 cm.
oleo sobre lienzo
2012
ingrid nazional
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012
reinaruga
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012
reyfran
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012
orublico
46 x 61 cm.
oleo sobre lienzo
2012

Maureen Gubia: El folq nórdiqo como fuzzy logic

La aparente transparencia del proyecto pictórico de Maureen Gubia no delata el ritmo pausado de un proceso que ha demandado casi dos años en ver la luz desde que nos sentamos a conversar, en nuestro primer encuentro, alrededor de un cúmulo de dibujos, pinturas y guaches. El material acusaba una factura caracterizada por el empleo de disoluciones, una pincelada nerviosa que conformaba formas arremolinadas o que se solazaba en procurar deleitantes “accidentes”, como si fuesen arabescos, todo potenciado por juegos cromáticos vivos, artificiales y metamorfósicos que a ratos podían rozar lo alucinante. Las composiciones hacían un curioso uso del fragmento, de la mutilación y de incómodos encuadres. En resumen su trabajo se afincaba en una gramática de estilo despojada de las convenciones de representación al uso en el medio local. Definir lo que vi considerando las complejas encrucijadas de la cultura actual equivaldría a una suerte de fauvismo indie con sensibilidad pop en atmósfera gótica. O algo así.

Por otro lado, mas allá de lo formal, el conjunto de obras que al fin se reunieron para esta muestra asume sin ambages modos de expresión que venían cobijando a la artista bajo un ahora inoperante status de outsider, considerando la apertura actual de la escena hacia posibilidades cada vez más diversas. El término en sí me resulta hoy en día problemático cuando la marginalidad en el mundillo cultural ecuatoriano ha sido asumida voluntariamente por algunos, como un valor de relaciones públicas con toque criollo, o aparejada a cierta charlatanería vocinglera y agresiva, con tufo a segunda venida del decadentismo, aplicada como herramienta de posicionamiento en el mapa de la “clase creativa”. En suma: marginalidad como ideología, etiqueta diferenciadora o como símbolo de identidad, que teatraliza protocolos desgastados para sugerir pureza y autenticidad. Me rebasa entender aún como algunas voces, empeñadas en transmitir esta idea, pierden de vista el hecho de que no se puede canalizar “necesidades del interior” de manera “espontánea”, “liberadora” o “natural” si al hacerlo emplean convenciones culturales preexistentes.

Autodidacta, podemos descubrir el ensimismamiento de Gubia en la invención de un léxico propio con que titula sus pinturas o, inclusive, en las cualidades autistas y desestructuradas de su música: en esos susurros, gemidos primarios y en aquel charango deliberadamente destemplado que nos hacen reparar en el carácter reservado de la experiencia estética que comparte, y en los patrones privados de pensamiento que le da cuerpo. Se hace evidente entonces que, como espectadores, solo la empatía puede salvar en algo esa inabarcable distancia.

La artista, quien desde sus inicios asumió una identidad desdoblada de su apellido de nacimiento, fue tomando distancia en su trabajo de los repertorios simbólicos que se desprenden de su álbum familiar. Reelaboró aquellas imágenes con una personalísima visión por algunos años, como si hubiese decidido reprocesar su experiencia biográfica, distorsionando selectivamente la objetividad aplastante que captaba la lente fotográfica, favoreciendo miradas donde cobran vida las formas caprichosas que adquiere el recuerdo.

Ya en aquella serie se hacían evidentes los matices terapéuticos inmersos en su desarrollo, la manifestación de lo reprimido, de lo oscuro y particularmente de lo siniestro, que ahora se traslada a imaginarios sociales más amplios (ojalá su trabajo se libre de lecturas que mistifiquen lo psicobiográfico). Gubia aplica ahora su procedimiento de inquietante de-figuración a un conjunto de imágenes publicadas en revistas de cotorreo en torno a la realeza europea; al hacerlo no abandona sin embargo ni la perspectiva íntima ni los acentos intuitivos que privilegia en su abordaje.

Aunque la artista se afirma en el azar y en la ambigüedad temática e interpretativa, el nuevo ciclo pictórico supone un desplazamiento hacia lo extraño y hacia lo extravagante en los ideales y modos de representación de la aristocracia, que tienen dentro de la historia del arte una narrativa importante. Existe un clima de ensueño en la obra que se tuerce hacia la pesadilla, donde los protagonistas, en ocasiones aparentando estar inmersos en una nube melancólica, reflejan una quietud que tensa la realidad física como eco de la psicológica, con todas sus complejidades.

La fascinación por el lujo, la elegancia y el poder que envuelve a estos personajes retratados en poses que han devenido en estereotipo, se transforma en sus pinturas con un giro hacia lo grotesco. La imagen de perfecta felicidad y voluptuosa calma se pone en suspenso, dando paso a retratos anónimos estéticamente deformados o anímicamente atormentados, donde se degrada la opulencia visual e histórica a un estado que encierra intrigas, enigmas y tragedia permanente. Donde se trueca la riqueza del lifestyle y el joie de vivre por el enmascaramiento y la purga de diván.

La obra de Gubia comunica afectivamente desdibujando a sus personajes, reinventando sus rostros, desarreglando sus ademanes. Desde su perspectiva el realismo “es redundante y sin sorpresa”, por ello su caligrafía amanerada se convierte en un modulador emocional, que torna a ratos lo inocente en monstruoso. Al indisponer la imagen común y habitual nos traslada a un plano de percepción totalmente incierta, donde se revela un halo perturbador que es, simultanea y paradójicamente, extremadamente bello y espeluznante.

Hal Foster en un ya clásico ensayo titulado “La Falacia Expresiva” (Art in America, enero 1983) demostró que el expresionismo es tan solo una fabricación más, y no un descubrimiento que rompe con la representación. Con su empleo se afirma la “presencia” del artista (en sus marcas y trazos) evadiendo la realidad del mundo exterior en favor del mundo interior codificado por lo simbólico. Ante esto, al espectador le queda una respuesta subjetivista donde “frecuentemente, esta ambivalencia se reduce como mítica o psicológica”. Pero la supuesta “inmediatez” es tan solo un efecto, una proyección del espectador.

Por ello no hay que equiparar los gestos pictóricos de Gubia con una expresividad cliché sinónimo de sus “sentimientos”, ni necesariamente adscribirlos a una “herida invisible”, sino entender que son una forma retórica más, empleada para evadir la literalidad en el empleo de sus referentes, y así convertirlos en un campo de sugestiones ingrávidas, despojados de su calidad de cita.

Luego de un período intenso en la escena local caracterizado por un corpus fundamental de trabajo que echó mano de las herencias conceptuales, de usos selectivos, instrumentales o estratégicos de los lenguajes de la tradición plástica, puede perderse de vista las circunstancias que estimulan el surgimiento del nuevo espacio que se abre para lo painterly. Un nicho para obras que prescinden de agendas de significación grandilocuentes o contextualmente activas (una constelación donde puedo situar a Noboa, Valdez y al Falconí reciente) fruto de sintonías globales, de cierta necesidad de goce, y de un afán por manifestar destrezas que declaren en clave experimental un romance con la materia pictórica que cíclicamente muere y renace. No debemos implicar frivolidad en el resultado formal de esta ecuación, sino más bien andar atentos a la profundidad potencial que puede surgir de la sugerencia y el juego, y a las derivas culturales que puede exteriorizar (¿una renovada centralidad para la individualidad en la pintura? ¿un continuo proceso de alienación social y repliegue con respecto a la “cosa pública”?).

El reto en este tipo de arte, tan resuelto a expresar intimidad en esas emotivas pinceladas, es no caer en el narcisismo ni en el vicio que desgasta el lenguaje (la fórmula). De esta forma aquellas realidades, que desdibujan y recargan los horizontes de significación de las imágenes comunes, no se quedarán en el mero solipsismo de un lenguaje privado, sino que podrán alcanzar densidades simbólicas inusitadas.

En mi segundo encuentro con la artista, coincidiendo con ella en un ambiente más distendido, le pregunté sobre el tipo de música que más escuchaba. "Folk nórdico", contestó lacónica, como que nada. Y para mí, de repente, dentro de una lógica borrosa, todo lo que tenía que ver con su práctica y su personalidad encajó e hizo sentido: si bien el particular proceso de percepción subjetiva de Gubia nos confronta con la imposibilidad de traducir con claridad ciertas fases de introspección, la seducción de los resultados nos invita a disfrutar desprejuiciados de un conjunto de motivaciones que nos desborda.

Esto es posible porque presentimos claramente que su trabajo no es una impostura, y esto lo digo luego constatar que posee una serie de atributos que no siempre detecto en todos los productores de obras: para ser artista no solo se debe saber “hacer” arte, sino ser portador de una necesidad que brota tanto de una inquietud intelectual como de un compromiso con la actividad convertidas en características vitales. Por ello el camino para que madure el rigor investigativo, la profundidad simbólica y el dominio técnico está trazado decididamente para ella.

Rodolfo Kronfle Chambers
Península de Santa Elena, 30 de diciembre de 2012











feizdistro
oleo sobre lienzo
21 x 30 cm
2009















PRENSA:

http://www.telegrafo.com.ec/cultura/item/la-preferencia-cromatica-sin-significado-de-gubia.html


09 ENE 2013
CULTURA
SU OBRA SE HA EXPUESTO EN POLONIA, EE.UU., MÉXICO, CANADÁ, ALEMANIA E INGLATERRA

La “preferencia cromática sin significado” de Gubia

Hoy, la galería DPM abre la exposición “Folq Nórdiqo”, una serie de cuadros en óleo, acuarela y ‘gouaché’, retratos de imágenes tomadas de revistas de modas, que a la artista le han provocado interés “por el estilo de vida absurda” que muestran

La obra de Gubia contrapone colores saturados con una palidez extraña en los rostros. Fotos: cortesía
La obra de Gubia contrapone colores saturados con una palidez extraña en los rostros. Fotos: cortesía
José Miguel Cabrera Kozisek
“¿Mi nombre de nacimiento, dices? Eso... eso no es importante”, dice Maureen Gubia al teléfono, antes de contestar algunas preguntas sobre su muestra, “Folq Nórdiqo”, que recoge una serie de óleos, acuarelas y ‘gouaches’, y se inaugura esta noche a las 19:00 en la Galería DPM (Urdesa, Circunvalación Sur 111 y Víctor Emilio Estrada).                  
Esa apatía es importante. Bien puede hacer clic con los cuadros que presenta, basados en una selección de imágenes de las que se encuentra en Internet o “en revistas de chismes”, que retratan a celebridades en actitudes que denotan al glamour como leitmotiv.         
El giro que tienen esas imágenes en manos de Maureen tiende hacia la caricatura: hay una deformación en el retrato, que se embebe de una palidez extraña, amparada en colores fríos que le dan a los rostros un aire grotesco.            
Dice la artista que esa suerte de desfiguración en que los colores se derraman por las caras de los retratados es casi una casualidad. “Es un misterio para mí, una preferencia cromática sin significado”.
Sus retratos devienen de la información a la que está constantemente expuesta. Siempre destaca la importancia de Internet en sus consumos culturales, que se ciñen a un espectro de creaciones poco comunes en la escena local, marcado por la producción artística independiente -no duda en tildar sus gustos de ‘rebuscados’-. De hecho, su muestra recibe el nombre de uno de sus géneros musicales preferidos: el folk nórdico.
09-01-13-cultura-pintura2Insiste en el desinterés por conceptualizar su obra. “No lo pienso tanto de manera política o psicológica”. Sin embargo, ubica algo: “Simplemente me atrae ese estilo de vida -el de los protagonistas de las publicaciones de moda- por lo absurdo que es”.
No por nada se llama Gubia, como esas cuchillas a mediacaña con que se talla la madera. Aquella especie de desidia de la artista frente a la abstracción -que hasta podría sonar a un ejercicio alienante- es defendida por Rodolfo Kronfle, curador de la muestra.
Luego de un periodo intenso en el escenario artístico local, donde ha habido un claro predominio del uso de las herencias conceptuales y los lenguajes de la tradición plástica -refiere Kronfle en el texto curatorial-, puede pasar desapercibido el surgimiento “de un nuevo espacio para lo ‘painterly’, un nicho para obras que prescinden de agendas de significación grandilocuentes o contextualmente activas”.
Gubia lo dice más fácil, separando sus creaciones de aquellas que suelen presentar una sustentación teórica y filosófica: “Eso es porque ellos tienen una formación académica. Yo soy autodidacta”.
Agrega Kronfle que “no debemos implicar frivolidad (...), sino más bien andar atentos a la profundidad potencial que puede surgir de la sugerencia y el juego, y a las derivas culturales que puede exteriorizar. ¿Una renovada centralidad para la individualidad en la pintura? ¿un continuo proceso de alienación social y repliegue con respecto a la ‘cosa pública’?”
En ese producir azaroso, casual, la estética de la obra de Gubia hace un rápido link expresionista. De hecho -“medio en serio, medio en broma”-, Kronfle llega a definirla como un ‘fauvismo indie con sensibilidad pop en una atmósfera gótica’.
Y aunque “más allá de lo formal, eso no es relevante” -como ha dicho el curador-, la carencia de un interés de tejer significados la conecta también con el fauvismo, ese movimiento sin manifiesto que deriva del impresionismo y que tiene a Henri Matisse como su precursor.
Dice la artista sobre su trabajo: “No es calculado. Y eso lo puedes hacer con el arte, que no es una clase de ciencias naturales”.
Gubia se promociona como artista en su página web (mgubia.com). Desde ahí, desde esa conexión informática con el mundo de la que se valió a los 17 años (antes de su breve paso por el ITAE en 2003) para autoformarse como pintora, se ha creado un nombre. Su obra se ha paseado por algunas ciudades del mundo, en exposiciones tanto individuales como colectivas.
Expuso en el Swanfield Inn de Londres, una boutique que tiene una exposición artística semanal, o en el Cracow Screen Festival, en Polonia. Además, ha sido publicada en revistas en México, Alemania, y EE.UU.


http://www.eluniverso.com/2013/01/09/1/1380/folq-nordiqo-maureen-gubia-llega-galeria-dpm.html

Miércoles 09 de enero del 2013Arte y cultura

El ‘Folq nórdiqo’ de Maureen Gubia llega a la galería dpm

La artista guayaquileña Maureen Gubia, de 28 años, presenta su producción pictórica desde hoy y hasta fines de este mes en Urdesa.
La artista guayaquileña Maureen Gubia, de 28 años, presenta su producción pictórica desde hoy y hasta fines de este mes en Urdesa.
En el mismo espacio que ahora expondrá de forma individual, ya antes había participado de manera colectiva. Se trata de la guayaquileña Maureen Gubia, de 28 años, quien presenta una parte de su producción en la galería dpm.

Su serie de trabajos pictóricos lleva por título Folq nórdiqo. Señala que a las palabras que componen el nombre de su exhibición decidió cambiarles la k y la c por la q, porque es su manera de “jugar con la cualidad sonora y también visual”.

Señala que en esta muestra sigue casi la misma línea que en anteriores producciones y que consiste en la elaboración de “semirretratos, porque no son personas reales del todo”.

Explica que en Folq nórdiqo hay cuadros en los que las imágenes se basan en fotografías de revistas que hablan sobre la realeza de Europa y de Asia.

“Me atrajeron esas fotos por toda la opulencia, lo absurdo que son sus vidas, dizque privilegiadas (...). Ya no tienen poder político, pero siguen la tradición”, afirma la joven artista, de 28 años.

Sostiene que a sus trabajos le gusta imprimirle un tono violeta porque es su color favorito, pero además porque la realeza lo usaba desde épocas ancestrales, dice Gubia.

Esta exposición tiene la particularidad de que las obras están elaboradas en óleo sobre lienzo, mientras que en sus anteriores series había trabajado mucho con arte digital.

Folq nórdiqo se compone de una veintena de cuadros hechos en mediano y gran formato. Además, esta muestra es su primera individual que cuenta con un curador: el crítico de arte Rodolfo Kronfle.

La joven artista, quien se interesó por la pintura desde los 17 años, se tomó dos años para preparar este conjunto pictórico. Hubo algunos cuadros que se quedaron fuera, sin embargo, no descarta que estos puedan pasar a formar parte de una siguiente exhibición.

Señala que tiene amigos en el internet que también son artistas autodidactas y con ellos intercambia criterios sobre la plástica. Asegura, además, que casi siempre crea sin bocetos, sino libremente de lo que le surge mentalmente.

Gubia, quien afirma que esta muestra guarda algo de misterio, ha expuesto en el Teatro Centro de Arte y en el Museo Nahim Isaías.

Apuntes
La exposición individual Folq nórdiqo, de la artista guayaquileña Maureen Gubia se inaugura hoy, a las 19:00, en la galería dpm, situada en Circunvalación Sur 111-A y Víctor Emilio Estrada.

Permanecerá abierta hasta fines de este mes. Se atiende de lunes a viernes, de 09:00 a 18:30. La entrada es gratuita.

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