miércoles, julio 21, 2004

Diálogos Insólitos.
Por Rodolfo Kronfle Chambers 21-07-04

El joven artista Saidel Brito entabla un reflexivo diálogo visual e intelectual con una obra inédita del maestro guayaquileño Enrique Tábara. La muestra puede ser visitada hasta el día 13 de agosto en la Galería dpm.

Saidel Brito, artista cubano residente en la ciudad, nos presenta una nueva serie que contiene tanta seriedad como ironía. Complejos niveles de sugestión se integran con los procesos últimos de su trabajo, en los que hace un uso estratégico de patrimonios artísticos ajenos donde, lejos de la cita superficial o referencia evidente, apropia cuerpos de producción paralelos a la obra conocida de creadores emblemáticos. Lo que Brito llama la “obra silenciosa” por su falta de difusión y por el carácter más personal o comprometido que suele tener, y que considera digna de una puesta en valor.

En este caso el artista rescata del olvido un cuadernillo de bocetos realizado en 1978 por el más celebrado modernista activo de Guayaquil: Enrique Tábara. En sus páginas –que también se exhiben en la galería- aparecen un conjunto de escenas y retratos de internos de la Penitenciaría Modelo del Litoral.

En lo que puede ser visto como un alarde de plasticidad Brito interpreta sus referentes originales haciendo énfasis en el proceso mismo de la acción de pintar, logrando que sus pinturas supuren la anhelada “belleza” y que realcen las cualidades artesanales del “buen oficio”, que parecen ser los únicos requisitos para que algunos observadores del medio acrediten a un artista. Criterio travestidamente aplicado sin duda en el Salón de Julio del 2001, donde no se admitió una de sus obras y donde el primer premio fue concedido según indica el fallo “en consideración al buen manejo del color, equilibrada composición y un estilo que combina felizmente los efectos abstractos, impresionistas y realistas.”

Aquel veredicto –digno de antología- parece en esta ocasión ser contestado y satisfecho en el lenguaje pictórico empleado en estos cuadros, que llevan a un extremo ampuloso y hasta pervertido aquello de la habilidad manual al construirse, física y simbólicamente, a partir de impresiones dactilares, en una técnica similar a la aplicada en su obra Reserva…., ganadora del Salón de Julio 2003. Es este descargo de evidencia constatable en lo sobre-elaborado de la “cocina” del artista, a más del juego implícito con los sujetos retratados, el que intuyo ser la clave detrás del título de la muestra –Hábeas Corpus-, al referirse al derecho legal de comparecer ante un tribunal (ahora representado por un amplio público) para que dirima acerca de la validez de sus argumentos.

Entiendo además esta resignificación del trabajo del maestro como una manera de enfatizar el hecho de que dichos dibujos fueron ejecutados como un impulso vivencial, que nos remite a trabajos muy anteriores como los carboneros y otros personajes marginales que Tábara pintó a comienzos de los años 50 (previo a enrumbarse hacia su búsqueda de los valores intrínsecos de la forma y exaltación de lo material), y que sin ambiciones de denuncia o militancia expresaban sin embargo un interés en lo humano, y como tal, poseían una dimensión política. Esto por supuesto se alejaba del cauce en el cual se encontraba su trabajo hacia fines de los setenta, una inagotable y lúcida experimentación inventiva de forma, color, composición y superficie que eclosionó en la serie comúnmente llamada Pata Patas que caracterizó dicho período. Se podría pensar entonces que estos dibujos de alto contenido personal, al no invitar prioritariamente a un análisis morfológico -a contrapelo del desarrollo de su obra en aquel momento- no estuvieron concebidos para ser expuestos ni considerados como parte de su quehacer, pese a evidenciar en ellos una gran destreza técnica y destilando connotaciones que trascienden el aporte de dichos elementos formales.

Brito entabla así un diálogo insólito y posible entre generaciones distintas, cuestiona los criterios calificadores y las posturas intolerantes de la Gestapo cultural del medio y sus ataques a la diversidad de expresión actual. Marca así un contrapunto a las motivaciones y al anquilosamiento de las vertientes de la modernidad local desde una estrategia de representación contemporánea, y a través de la misma esencia de estas pinturas confronta al espectador con la seducción del pigmento por sí solo, canto de sirena que atrae a muchos que se dejan llevar, la mayor de las veces, por vacuos y caprichosos firuletes del pincel, buscando solo “efectos” y negando la potencialidad de la pintura (o de cualquier otro medio) de ser entendida como códigos y lenguajes empleados racionalmente, bajo esquemas calculados para suscitar reflexiones más profundas catapultadas por la sofisticación de sus recursos estéticos.

Adicionalmente -por la mención que Brito hace de un maestro tan reconocido de Guayaquil- esta serie puede interpretarse como gesto de arraigamiento a este puerto, en el que seguramente dejará huellas importantes desde la docencia como lo han hecho otros artistas extranjeros en el pasado.


Detalle de un lienzo de Brito de 2.20 x 1.40 mts.



A la izquierda la interpretación de Brito (115 x 85 cm.) a partir del boceto de Tábara (20 x 27 cm.).


Boceto de una escena en el interior de la cárcel realizado por Tábara en 1978.


Acrílico sobre lienzo de 1.40 x 4 mts fechado 2004.

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