lunes, mayo 09, 2005

La crítica y nuestro medio.
Por Rodolfo Kronfle Chambers 9-05-2005

Luego de haber colaborado en 60 ocasiones con El Universo -y aprovechando para despejar algunas inquietudes de mi editor- me parece apropiado hacer algunas precisiones sobre el ejercicio de la crítica.

La crítica de arte tiene una genealogía que se remonta al Siglo XVIII, cuando los “salones” que organizaba la Academia en Francia dejaron de ser exclusivamente para sus miembros. Se entendía en sus comienzos como la formulación de un juicio de valor que se asentaba sobre argumentos intelectuales. Estas bases establecían poco a poco sistemas de clasificación y jerarquización que influían en el “gusto” público.

Como vemos, la actividad crítica surge de una necesidad de mediar y articular para un público el presente artístico. Nacía de la actividad expositiva que se generaba al momento, y aquí la primera confusión que se origina a veces en relación a esta columna, ya que la misma sólo puede –en principio- responder a dicha actividad.

Esta actividad expositiva es tremendamente limitada en nuestro medio, y por eso me veo en la necesidad de incluir, cuando se presenta la oportunidad, artículos sobre eventos en otras ciudades.

No es que no haya suficientes muestras en Guayaquil, el problema es del valor cultural que les podemos asignar a las mismas. Y así me encuentro en la posición de tener que escoger y priorizar, ya que el tiempo del cual dispongo también es limitado. Ser severo con muestras de baja calidad es muy fácil…y muy aburrido. La mayoría de los argumentos que se pueden esgrimir para señalar la falta de pertinencia y resonancia actual de algunas manifestaciones artísticas se pueden aplicar por igual a la mayoría de estas exposiciones. Hacerlo reiteradamente no me es motivante en lo personal, y terminaría siendo cansino para el lector. Prefiero contribuir a la puesta en valor de las prácticas artísticas que dentro de nuestro medio veo como más relevantes.

Al hacerlo estoy ofreciendo mi punto de vista y mis lecturas, pero sin arbitrariedades y sin renunciar a una imprescindible coherencia. El ejercicio crítico es de naturaleza plural, y por ello el escenario ideal es intentar ofrecer al lector claves de interpretación y pautas de aproximación que permitan a cada quien su propia aventura hermenéutica. La pretensión de “traducir” una obra de arte para el espectador es en realidad un imposible.

Nuestro medio

Existen muchas instituciones culturales cuyas muestras deberían aparecer con mayor frecuencia en columnas como esta (hay que tener claro que la labor publicitaria e informativa no es responsabilidad de este espacio); me constan las buenas intenciones de la Alianza Francesa, el Museo Municipal, la Galería Mirador de la Universidad Católica y la Sociedad Femenina de Cultura. Debo ser justo y hacer hincapié en que su actividad cultural no se restringe a las exposiciones de artes visuales, pero este “departamento” se desempeña por lo general de manera pasiva, armando sus calendarios mediante la recepción de carpetas que envían los artistas, o gestiones y recomendaciones de sus allegados, lo cual atenta contra el establecimiento de un estándar mínimo de calidad que vaya construyendo el prestigio de cada sala. De cuando en cuando encuentro algunas excepciones en su programación, pero es imperativo para todas estas entidades que implementen una profesionalización de la actividad expositiva, que desechen la improvisación, que no confundan el éxito comercial con el propósito cultural, que no midan su impacto por la asistencia de rostros conocidos al cocktail inaugural sino por la cantidad de caras anónimas que tengan contacto con la experiencia, y que arriben a un entendimiento de que su gestión debe también ser participativa y contribuyente. Deben idear maneras para verdaderamente apoyar al florecimiento de una escena de arte seria y deben también coadyuvar a la ampliación de su circulación, y aquello no es cuestión de colgar cuadros y una lista de precios.

Para las exposiciones en la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas aspiramos una labor más especializada, afincada en ejercicios curatoriales y de investigación, así lo demanda el nombre de la institución, que supone una figura de autoridad intelectual del cual debe emanar el ejemplo.

La situación más crítica, sin embargo, se presenta en el MAAC, donde al acercarnos al año de su apertura –y sin considerar las tres muestras inaugurales que se plantearon con criterios profesionales (Umbrales, Poéticas del Borde y Tábara)- no se ha montado, hasta el momento de escribir esta nota, una sola exposición digna de ser mencionada en positivo. Esto es penoso e inadmisible en una institución que se alimenta de fondos públicos, especialmente si consideramos los millones de dólares que gasta en su presupuesto.

Los problemas

En términos culturales tenemos mucho en contra como ciudad, entre otras cosas una educación universitaria deficiente (que no logra formar, como regla, ciudadanos críticos, reflexivos y con permanente afán de superación), y -lo más grave- años de endogamia artística, un círculo cultural autosatisfecho en que el público ha centrado su visión en un puñado de referentes, los cuales el mismo eje mercado-museos-medios se ha empeñado ciegamente en regurgitar y reciclar en una espiral degenerativa. Tamaña paradoja en la llamada era de la comunicación.

Es imperativo para abrir estos horizontes que desmontemos el paradigma decorativo-mercantil que sirve invariablemente como prisma desde el cual se mira al arte. Desgraciadamente estamos rodeados de “persuasores ocultos” que se encargan de hacer todo lo contrario, basta ver la función que cumple el arte en las revistas locales: símbolo de estatus, accesorio superfluo, complemento del comedor, moda, inversión, en fin, algo residual en lugar de constitutivo. No hay distingo entre la noción de precio y el verdadero valor.

Todo esto se construyó con la complicidad de un tipo deshonesto de “crítica” (que para colmo ha servido de modelo para el periodismo cultural), generadora de un lenguaje vacío, lleno de elogios implícitos, que formulado a través de la acción encubridora de una descripción rimbombante de las formas y una verborrea pseudo poética alimentó este imaginario, y se convirtió en agencia de publicidad subordinada a las galerías, a los marchantes y a los mismos artistas. Vociferar la ignorancia es un deporte favorito de nuestros días: como ejercicio preste cercana atención al guión de la próxima nota “cultural” que aparezca en el noticiero.

Muchos se marearon con el perfume de este engaño, y hoy instituciones y coleccionistas que sobrevaloraron aquellas obras –en términos culturales y económicos- difícilmente confrontan la magnitud del espejismo; aquello lo asumirían como poner en duda su propia inteligencia, además de llevarlo al plano de la deslealtad con los protagonistas. Por todo esto las “élites” contribuyen a perpetuar los errores.

Decir cosas como estas origina una imagen del crítico envilecida por la antipatía, y por ello hay pocos dispuestos a hacerlo con franqueza. La crítica es además una actividad demandante cuando se considera el bagaje de formación requerida; es un ejercicio que ha realizado históricamente muchos desplazamientos enriquecedores desde aquella definición inicial, ya que el número de disciplinas que ahora multiplican sus perspectivas metodológicas es amplio (semiótica, antropología, lingüística, etc.). Desde mis propios límites y capacidades lo presento como un intento de análisis, que requiere de una contextualización informada del medio local en el cual se insertan las prácticas objeto de su mirada, que debe saber encuadrar su situación en una visión histórica, y que debe a ratos hilvanar sus diálogos o particularidades con la heterogénea cultura global de hoy en día, dentro de la cual no existen –como antaño- parámetros uniformes desde los cuales ejercer un juicio.

Dicho esto espero se entienda que el juicio del crítico no debe partir del “gusto” personal en la asignación de algún tipo de valor. Pero en cambio se parte muchas veces del gusto –o de los limitados referentes- del gran público para monitorear o condicionar los contenidos de una columna de crítica, y aquello de querer satisfacer a la mayoría nos lleva a la lógica del pan y circo, a sintonizar con el rating, a privilegiar el bestseller o el último blockbuster en detrimento de otras opciones más sensatas y auténticas; estas complacencias serían estratégicamente viables y –en un medio mediocre- personalmente rentables, pero serían a la vez intelectualmente irresponsables y éticamente irreconciliables.


ALEMANIA ESTADOS UNIDOS DINAMARCA

Pie de Foto: Para lograr estos cuadros (de la serie People´s Choice, 1994-7) el dúo de artistas moscovitas Vitaly Komar y Alexander Melamid contrataron encuestadoras para indagar acerca de las preferencias estéticas en varios países. Con ello intentaron sintetizar una imagen que se convierta en la “pintura más deseada” de cada lugar. El resultado –más allá de su comicidad y las observaciones que se puedan hacer a su método de investigación- se puede interpretar como una masiva predilección por el kitsch, o pintura de “mal gusto”. ¿Cómo sería la pintura ideal para los ecuatorianos?

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