jueves, septiembre 01, 2005

Ibero América en la Bienal de Venecia
Textos y fotos por Rodolfo Kronfle Chambers 1-09- 2005


Pie de Foto: Un primer plano de Sandalia (2004) y al fondo el trabajo titulado Siesta (1998) del colectivo cubano Los Carpinteros.



Pie de Foto: Este proyecto de Antoni Muntadas puede ser descrito como un “delirio ebanista”. Ninguna pata de esta mesa circular es igual a otra, sus distintas alturas y estilos despiertan conciencia en torno a las inequidades en las negociaciones globales de cualquier ámbito; libros apilados compensan la nivelación de la misma y activan en sus títulos lecturas en torno a los mecanismos del poder político, económico y mediático.


Pie de Foto: Un extraordinario desfile de hormigas aparece en el video Coexistencia (2003) de la artista radicada en Panamá Donna Conlon.


Pie de Foto: Instalación de la serie titulada La luz de la mente del guatemalteco Luis González Palma. Refleja su recurrente preocupación por releer subjetivamente la iconografía católica del barroco trasplantada a Latinoamérica.


Pie de Foto: Registro de la acción ¿Quién puede borrar las huellas? (2003) de la guatemalteca Regina Galindo. Su trayecto en sangre se estrechó entre el Palacio Nacional y la Corte de Constitucionalidad de la capital; se realizó como un gesto simbólico ante el olvido que permitió que un genocida como Ríos Montt pretenda terciar en las elecciones presidenciales.

La edición número 51 de la Bienal de Venecia –a la vista hasta el 6 de Noviembre- presenta un variado panorama cuyos momentos más inquietantes intentaré resumir en un par de artículos.

La suerte de que este año el pabellón de España –que nos recibe al penetrar los Jardines de Castello- albergue la obra de Antoni Muntadas radica en ofrecer, de entrada, un baño de alerta y sobriedad ante ciertas lógicas del mundo del arte. El pabellón recopila varias obras que componen el proyecto titulado On Translation, las cuales se nutren de numerosos datos y hechos culturales que nos hacen tomar con un poco más de beneficio de inventario todo lo que gira en torno a la “maquinaria de la Bienal”. Uno de los paneles que encontramos en el recorrido detalla todos los países que no participan en esta edición del más tradicional encuentro “global” del arte: allí está Ecuador, junto a Burundi, Gabón, Irak y decenas de otros. ¿Algún periodista cultural local ha indagado la razón por la cual hemos perdido la oportunidad de participar en un evento único como este? (Pista: empiecen preguntando al Consejo Nacional de Cultura).
Un gran cartel rojo corona el exterior del pabellón español, reproduce un estribillo que Muntadas ha adoptado desde hace años –“Atención: la percepción requiere participación”-, y que ha hecho circular junto a sus proyectos para alertar al espectador acerca de su responsabilidad en la percepción, uso y transformación de los contenidos que una obra de arte pone a circular. Comentario más que pertinente para el arte actual.

De relegados a premiados

Resulta -por decir lo menos- fascinante el hecho de que en el 2001 un grupo de artistas latinoamericanos haya tenido que realizar acciones públicas de protesta por el trato despectivo que recibieron, al ser relegados a sitios de exposición lejanos en relación a las sedes principales de la Bienal. Bajo el grito de “!existimos!” hicieron llegar su voz a los responsables de aquel despropósito, que no hacía sino reproducir, en pleno centro, su calidad de “periféricos”.

El trato más inclusivo de los artistas de la región en esta edición es prueba de que el mensaje caló, y más allá de esto tenemos a una Regina Galindo de Guatemala como la ganadora del León de Oro para artistas jóvenes. Su obra, basada en performances que incorporan entregas extremas de su presencia corporal, está preñada de contenidos cargados de connotaciones políticas, de denuncias que se ponen en marcha mediante acciones efímeras, de las cuales –a más de la reflexión- solo nos queda su registro. Mientras en Venecia se premia a lo político y a lo efímero, acá en nuestra pequeña parcela de ingenuidad esto todavía alarma al establishment cultural, que en su anacrónico esnobismo se muestra incapaz de reconocer la urgencia y validez de opciones como estas -que vale aclarar NO son las únicas- en el ilimitado espectro de lo que llamamos arte.

La encomiable curaduría titulada Siempre un poco más lejos de la española Rosa Martínez -que incluye además a otros artistas que operan en la zona como Santiago Sierra, Carlos Garaicoa y el dúo Allora-Calzadilla- incorpora varios trabajos de Galindo, que en su presentación conjunta producen un memorable impacto. Desde la acción sonora titulada ( ) golpes, que lleva el poder de la sugestión al despeñadero –se trata de un hermético habitáculo en cuyo interior solo podemos imaginar a la artista recibiendo centenas de porrazos, amplificados por micrófonos, y determinados por la cantidad de mujeres asesinadas en su país desde comienzos del año-, hasta la perturbadora Himenoplastia, cuyo registro en video reproduce, en un sangriento primer plano, la operación de reconstrucción de himen a la cual se sometió la artista, y que pone en evidencia el ambiente de barbarie, coerción social y falsa moral en que viven las mujeres en algunas sociedades latinoamericanas. Reconozco el elemento del morbo público como dispositivo que se explota en el diálogo con su obra, pero para denunciar el estatus de cáliz divino que se le da a la virginidad al interior de la norma patriarcal su estrategia es más que estremecedora, y su nivel de entrega pasa a ser paradigmático.

La Trama y el Urdido

Una sólida muestra dedicada a la región –aunque incompleta- fue presentada por el Instituto Ítalo-Latino Americano en un bellísimo palazzo del Cuatroccento, ubicado a escasos metros de la célebre Academia.

Entre las obras para destacar está una instalación de Luis González Palma en la cual presenta fotografías, en cajas de luz, de ocho “paños de pudor”, una suerte de tipología visual de los indispensables trapos que cubren el cuerpo crucificado de Cristo. Las imágenes destellan un brillo aureolar fruto del efecto del montaje de las transparencias sobre láminas de pan de oro, y entablan una interesante correspondencia con una ciudad que rebosa de Iglesias y arte religioso. Inquieta la tensión que trae a colación: las leyes de recato en la representación cristiana versus la más probable verdad histórica (Cristo fue crucificado desnudo).

Del colectivo cubano Los Carpinteros tenemos dos piezas que, como es característica en ellos, explotan el potencial evocativo de los objetos más cotidianos. Un par de humildes zapatillas de caucho reproducen en su plantilla planos urbanos de La Habana, mientras que una mecedora se apilan almohadas en una suerte de “columna infinita” para el tercer mundo. Clave en esta obra es el sencillo suplemento verbal –el título Siesta- que nos lleva al terreno de una metáfora que podemos amasar de múltiples maneras. Humor, poesía y comentarios de lo real-absurdo contenidos en los más familiares –pero siempre ingeniosos- embalajes estéticos.

Igual de deleitante es el video Coexistencia de Donna Conlon en la cual aparecen legiones de hormigas que en su disciplinado vaivén transportan hojas, algunas de las cuales han sido suplantadas por diminutas banderas; el trabajo desinteresado por un fin común se convierte en un utópico desfile por la paz y unidad mundial. Nos devuelve así un reflejo del orden natural para contrastar la decadente conducta humana. Muchos de los videos que se ven en la Bienal –que irremediablemente conducen al bostezo- pierden de vista lo que es la mayor virtud de este ejemplo, la sencillez. Simplemente exquisito.

A cambio de dejar en el tintero el magnífico video del caleño Óscar Muñoz y el conmovedor documento audiovisual de Juan Manuel Echavarría en torno al conflicto colombiano, quiero compartir las reflexiones de Félix Ángel, curador del Centro Cultural del BID, acerca del futuro del arte en la América Latina: “La meta de que todos gocen de una vida…con acceso a ciertas cosas básicas pero no necesariamente provista de sensibilidad, es la justificación fundamental de que no se creen más oportunidades para quienes se dedican a actividades de carácter cultural. El desarrollo cultural no adolece de capacidad de financiamiento, sino de falta de adecuación en la manera en que se adoptan las medidas de orden social, político y económico y en que se redistribuyen los recursos…En lugar de buscar oportunidades, que no abundan, la mayoría de los artistas esperan que se produzca un milagro, con lo que se exponen a la ignorancia y a la indiferencia. Su ingenuidad se frustra por falta de los recursos necesarios para reconocer y aprovechar un interés potencial o genuino. Se necesita ayuda y se recibe con agrado, pero si a la larga preferimos dejar de depender de la ayuda ajena, tendremos que empezar a ayudarnos a nosotros mismos. Yo, en lo personal, no creo en los milagros y a la caridad, la detesto”.

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