jueves, julio 17, 2008

Jai - Lou - Lait / Galería dpm

Jai- Lou- Lait es una muestra de tres artistas que aprovechan la fuerza, la densidad estética del material pictórico y la capacidad del dibujo para desarrollar ideas visuales con inmediatez inigualable.

Ariel Cusnir, Alejandro Campins y Roberto Noboa poseen modos personales de vivificar estos medios que, siendo diferentes, conllevan perturbadoras coincidencias. Creadores de atmósferas donde la realidad reconocible se presenta desmarcada de las leyes "normales," agudamente heteróclita, estos creadores alteran los órdenes semánticos con una naturalidad apabullante, como si cada elemento habitara con propiedad un mundo extrañamente verosímil. Ellos ejemplifican desde diversas raigambres del ámbito pictórico, esa otra subjetividad ajena a la avalancha modernista de un YO que se busca en los misterios del inconciente; reprimido por la vocación logocéntrica e instrumental de la sociedad moderna. Por ello, y aunque sus mundos heterodoxos y mutantes simulen a veces los universos inexplorados que el surrealismo aspiraba a develar, no pueden congeniar con la actitud liberadora, ni con los estados depresivos del artista moderno.

Los tres dominan con certeza el carácter ficcional de eso que llamamos realidad, perciben en ese caos que, desde su experiencia, cada sujeto, a su modo, codifica, la forma “normal” de estar- en- el mundo. Cada uno asume la conectividad imprevisible que el imperio de los medios genera, la anulación del carácter lineal y progresivo del tiempo; no los “angustian las influencias" ni la pulverización de los viejos paradigmas identitarios.

Según el ojo del espectador, podemos ver en estas obras ciertos dejos románticos, espejismos de la pintura metafísica, o destellos de una figuración que desecha cualquier purismo para liberar el color y la forma de convenciones plásticas que exijan las nociones estilísticas de decoro.

Qué nos dicen? Sería difícil precisarlo aunque los elementos que nos presenten sean reconocibles. Referencias hay sin dudas, al entorno social que les es propio, perspicaces comentarios que podríamos inferir de ciertos signos, de textos cifrados en algunas obras; alusiones que nos remiten al cine, a la literatura, al mundo alucinante de los video juegos, a canciones infantiles, o al roce problemático entre naturaleza y cultura…

ROBERTO NOBOA





Roberto Noboa (Guayaquil, Ecuador 1970)

Este artista se ha mantenido siempre un poco al margen de los propósitos que han caracterizado a sus contemporáneos. Su obra en perspectiva, parecería desentendida de un medio social crudo y quebradizo, cuyas debilidades y lacras se han vuelto tan acuciantes, que constituyen problemáticas capitales para la mayoría de los artistas emergentes. Es por ello que muchos la aprecian como desambientada y light, o como producto de una estética afuereña que tiene pocas cosas que decirle a la conflictiva realidad que viven hoy la mayoría de ecuatorianos.

Sin embargo, la propuesta de Noboa, concientemente descuidada; fundada bajo el arbitrio de esa figuración anticonvencional que, regodeada en realidades banales, se opuso al empaque y al cariz trascendente de la "buena pintura", ha logrado con paciente pujanza reflejar un territorio subjetivo que no por su ser minoritario deja de ser relevante para entender la complejidad de este vulnerable tejido social.

Sus focos delirantes - elementos del mundo deportivo de la gente rica -, del ámbito donde el ocio puede ser prioritario y la inversión en infraestructura para disfrutar el tiempo libre, podría salvar miles de vidas, se han ido, poco a poco, vaciando de sentido. Han devenido realidades cada vez más despobladas e invadidas de una frialdad existencial abrumadora que, confrontada con formas inconclusas y colores estridentes denotan una especie de sarcástica impostura.

Sus motivos casi omnipresentes: las canchas de tenis, en el momento en el que el artista pone en tensión su estructura y sentido, apuntan a una especie de geometría errática y disfuncional que se escuda en la presencia de elementos extraños insertados arbitrariamente en sus formas. Noboa se torna abstracto algunas veces, otras, cada vez más excéntrico para hilvanar realidades forzadas que casi siempre se fundamentan en juegos formales a partir de las estructuras básicas.

ALEJANDRO CAMPINS







Alejandro Campins (Manzanillo, Cuba 1981)

Creo que uno no podría deleitarse a cabalidad con la obra de este creador sin tener en cuenta su condición de artista cubano "islado"1 que por su juventud -aun es estudiante del ISA (Instituto Superior de Arte) -, ha bebido lo mismo, de la tradición pedagógica y la intencionalidad crítica del arte isleño, que de las leyendas tejidas alrededor de la diáspora de artistas que se produjo en Cuba desde finales de los años ochenta.

Su estética no deja de representar en el contexto de la isla, cierto hastío hacia el predominio en el arte contemporáneo cubano, del sujeto público y de la discusión apremiante de la agenda social. Su postura no acusa resentimientos, ni ideas trascendentales sobre un "deber ser" del arte, ni aboga por tal o cual función del mismo, en la sociedad; es simplemente, otra; una emergencia de hacer visible, desde el carácter privado de su relación con el mundo, todo lo que le ha sugerido una imagen traducible al medio pictórico y al dibujo en particular, donde logra inusitadas calidades y mundos extrañamente excitantes. Allí están sus referentes literarios, los iconos de sus visiones de viajero que sólo ha viajado a través de sus imaginarios, su personalidad capaz de crear vínculos sustanciales con la naturaleza que venera y esa inserción culturalmente fundamentable del cubano en el humor y el habla popular.

ARIEL CUSNIR






Ariel Cusnir (Buenos Aires, Argentina 1981)

Una gramática descolocada, refrendada precisamente, por su insistencia en las narrativas de apariencia intrascendente es la tónica de este artista. De su trabajo él mismo ha comentado con desenfado: “me fascina el mundo del arte que no se hace cargo de serlo, que se hace el tonti..., desde las ilustraciones de libros infantiles, historietas, hasta el cine empecinadamente comercial”. Sin embargo, su ámbito tampoco abandona lo que él llama sus amores adolescentes: Van Gogh, Gaugin, El Bosco… En sus obras se abre un territorio al absurdo, a la fijación en el detalle trivial, o a la creación de ambientes paradisíacos cuya atmósfera es puesta en vilo por algún elemento incongruente. Cusnir se ocupa lo mismo, de la alusión tangencial a referentes literarios, que de eventos triviales de la ostentación consumista en un mundo donde impera la mercancía. Exhibe una “banalidad” que se adapta de modo plausible a nuestra mente adiestrada por los medios, a ver imágenes efectistas, verosímiles a partir de la eficacia representacional de las tecnologías que fundan lo que hoy llamamos realidad.

El lenguaje usado: una figuración prolija y explícita en la intención de percibir los detalles; sus vínculos estéticos con la ilustración y la recurrencia a la visualidad del mundo digital, construyen un universo a la vez identificable y extraño, claro y críptico, agradable e incómodo.

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Aun con las diferencias establecidas entre las plataformas estéticas de estos tres creadores, hay algo sumamente significativo en su muestra conjunta y es eso que con palabras tan claras enuncia la destacada sicoanalista Suely Rolnik:

“Disfrutar de la riqueza de la actualidad depende de que las sujetividades enfrenten los vacíos de sentido provocados por las disoluciones de las figuras en que se reconocen a cada momento. Sólo así podrán asumir la rica densidad de universos que las pueblan. Para pensar lo impensable e inventar posibilidades de vida”2


Lupe Álvarez, 26 de Junio de 2008.
Curadora.

1 Esta es una de las categorías que forma parte de la ingeniosa taxonomía que Gerardo Mosquera habilito, para definir el estatus de los artistas cubanos en relación con permanecer, o no, viviendo en la isla. En este caso significa que vive en Cuba.

2 Suely Rolnik. Toxicómanos de identidad: Subjetividad en tiempo de globalización
En. Criterios, La Habana, n 33, 2002.

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