ITAE: Cantera y agencia en Guayaquil.
A veces me armo de dilemas mentales en Río Revuelto por
aquella cosa conocida como “criterio editorial”. Cuando inicié este proyecto/archivo
hace más de diez años sentía que había un déficit de contenidos, era difícil
detectar un número nutrido de muestras que valía la pena registrar, aquellas de
artistas propositivos, los que estaban renovando el campo artístico local, los
que se preocupaban de procurar
algún tipo de enunciado curatorial a través de la producción de textos que
acompañen las exhibiciones…no siempre se encontraba todo esto junto pero de lo
que se trataba era de dar cuerpo, o al menos ir delineando a la escena
emergente. Recogía por partes iguales tanto a los artistas más establecidos
como al “arte joven”, aquella incierta categoría cada vez más en desuso.
Una vez consolidada la escena, y con un grupo de artistas
activos cada vez más amplio, me cuesta un poco ponderar todas las actividades
que acontecen, particularmente las de los estudiantes del ITAE: aunque esta
página nunca ha tenido como propósito ungir a nadie de cuando en cuando flotaba
en el ambiente, como rumor de la conciencia gremial, en tono de severa
institutriz alemana, un conocido reproche que sonaba como “Herr Krrrroonfle
cuidaaaado connn la legitimaciooón temprrrraaaana!!!”.
Pero este año he notado una aceleración particular, he
visitado varias muestras de artistas en ciernes (casi todos son nombres con los
cuales manejo vínculos aún distantes), si bien no he sufrido el rapto de
emociones desbordantes sigo con mucho interés lo que ocurre, es aquí justamente
donde hay que poner atención no tanto a las obras en sí -que pueden carecer de
resolución formal o densidad semántica aún-, sino al conjunto de condiciones
que hacen que estas produzcan sentidos, a aquel marco simbólico donde cada cual
se define y se pronuncia. Es entonces, como un todo, que se puede caracterizar
ese cuerpo de experiencia para comenzar a analizarlo. Tarea en proceso que uno
maquina permanentemente, que confirma algunas sospechas y matiza las hipótesis
ya esbozadas. El arte es escurridizo, por eso fascina y desespera, apenas uno
le calza un corsé para ceñirlo se nos chorrea por las costuras.
De todas estas exposiciones rescato además dos valiosísimos
aspectos. El primero es la lista cada vez más extensa de nuevos productores que
se proyectan. El segundo, y más importante, reside en la facultad de agencia que
están demostrando. Creo que en esta capacidad de actuar hay una conciencia de
que nadie va a estarles brindando ayuda especial, “descubriéndolos”, y que si
quieren mostrar lo que hacen deben hacerlo por iniciativa propia, gestionando y
labrándose sus oportunidades de visibilidad por sí solos. Tienen a favor la
avidez de un mercado incipiente que comienza a tomar riesgos, de un público
cautivo de sus propios pares que crece cada vez más y de mecanismos de difusión
de sus propuestas que están reconfigurando el sistema. Salvo alguna excepción
todas estas muestras se han dado por fuera de los espacios oficiales, algo decidor
que claramente aleja cada vez más a los museos como un agente en la producción
de cultura contemporánea.
Cada quien podrá intuir cuales de estos creadores son los
tienen más chance de “pegarla” (inclusive de manera injusta y por cualidades
equivocadas), pero aunque algunos no logren finalmente posicionarse, más allá
de los nombres, estos procesos deben interesar como fenómeno cultural. Bien que
se muevan y que todos expongan sin los reparos y miedos –como el pánico
escénico- que se percibía en varios potenciales artistas del instituto hace no
mucho tiempo.
Este post no es una reseña convencional de ninguno de los
eventos, tal vez si la hiciera habría que adoptar una postura más exigente.
Este registro se efectúa principalmente con el fin de celebrar aquello tan elemental y
fundamental -y paradójicamente muchas veces ausente- en el campo artístico: el hacer.
Rodolfo Kronfle
Chambers
Guayaquil, 8 de agosto
de 2013
A continuación registros parciales de las muestras colectivas:
DE-FUNCIONES / Facultad de Arquitectura de la Universidad
Católica
EL BUENO, EL MALO Y DOS FEOS / Taller abierto (buen ejemplo!
no dejen de hacer esto!!)
ZINGAROO / Casa Cino Fabiani
SCARBO / Casa Cino Fabiani
SOSPECHAS DE CAIMAN / Galería dpm
LO MATERIAL INMATERIAL / MAAC
OPENING NIGHT / MAAC
Y de las individuales:
DEVOCIÓN, THE 99’S SHOW de Carlos Vargas / Espacio Vacío
EL CAUCE DE LA DERIVA de Fabio Bajaña / NoMíNIMO
Registro fotográfico: Rodolfo Kronfle Chambers
EL BUENO, EL MALO Y DOS FEOS: PROCESOS PUTOS DESDE EL SELECTIVO
Hola, soy Kiki! Estaba
aburrida de pensar en muchas delicadezas
y compañías. En la mañana de un domingo, después de una farrón con AA,
revisé mi correo y encontré algo que saltó mi vista. Era la foto de Becca
Hiller desnuda. Si, la recuerdo bien.
También recuerdo
muy bien a Jorge y su cara. Es el feo de los cuatro, quizás porque no se baña
tan seguido. El guapo es Xavier pero no sé porque. Debe ser el lunar de la
espalda o el dedo meñique y su acento de sanduche italiano.
Ahora recuerdo
que en realidad no hay un guapo, pero no importa, todos son malos y tienen
huevos para levantarse a las 3 am y saltar mientras me fijaba como hacían sus
obras desde mi habitación en el hotel Übervandersex y aún cuando me demostraron
su ingenuidad y sus procesos son tipos con los cual yo quisiera compartir una o
dos noches locas. En fin algún virtuosismo tienen que tener, espero, las noches
se me mezclan. Los tendrán con ustedes esta noche, yo ya los tuve a los cuatro
para mí… tan suave como una palmera.
El nombre de la
exposición lo puse yo un viernes y quisiera seguir escribiendo sobre ellos o podría
contarles también como hacer los mejores spagettis a la bolognesa, ¿no? Está bien,
entonces el bueno es Jose y Jean Carlitos, ambos por sus churros. Parecen
ovejitas perdidas con diarrea, algo tierno y asqueroso al final - feo. En fin,
para terminar, recuerdo que estaba
bailando “Suck it and See” durante la última semana que los visité en su taller
y me pidieron que les envíe algo de texto, pura paja mental, para ubicarlo de
introducción. Esto es lo que salió luego de una meditación:
“Si ser artista
es fácil, ser cojudo mucho más. Entonces, yo les digo: Aquí tienen a cuatro de
ambas cosas, una más que otra, pero que diversión y que goce es pasar con
ellos”.
Kiki L. Burroughs
Amsterdam, Julio
2013
Probando el objeto del deseo
Cuando Carlos
Vargas resuelve viajar por el país para lamer la cara de 99 agentes culturales
(actores y actrices mayormente jóvenes de la escena artística ecuatoriana)
parece duplicar en clave irónica la vigencia de ciertos mecanismos de
posicionamiento y legitimación social sancionados y santificados por el establishment cultural: la pleitesía, la
condescendencia y demás juegos cortesanos, hasta llegar al vasallaje instituido
como principio de sobrevivencia y promoción personal. Así, su performance
remite en primer lugar a un comportamiento animal (perruno), a un ejercicio de
sumisión y dependencia: lamiendo al otro, cepillándolo,
con frecuencia el devoto es aceptado
por aquél, e integrado al circuito de los selectos, de los consagrados. Hasta
aquí la intención declarada y manifiesta del artista, pero hay más.
Si
recordamos que la lengua es el órgano privilegiado de la gustación, lamer
también remite al gusto, al sabor de las cosas, al placer o rechazo que
experimentamos al probarlas. “El gusto, el más íntimo de nuestros sentidos –ha
escrito Julia Kristeva– comienza por un riesgoso avance hacia el otro:
necesidad de respirar, de beber, de comer, y termina con un repliegue sobre uno
mismo a fin de dejar fermentar, degustar y analizar la cosecha”*.
Una vez que ha reconocido el poder simbólico de los personajes en juego, Vargas
los ha investido de deseo, los ha convertido en el objeto de su deseo, y como
tales, los ha seducido, los ha chupado, los ha deglutido. Bajo la engañifa de
la veneración –de la devoción– y
apelando a la lógica del canibalismo, el artista se ha apropiado hábilmente del
otro, lo ha hecho suyo contagiándolo de su deseo, desacomodándolo, probándolo,
esto es: poniendo a prueba sus límites y resistencias, sus capacidades de
asimilación del otro y lo otro –la lengua, la secreción ajena e inesperada.
Así, Vargas ha tragado voraz y alegremente su objeto, asimilándolo a su
propósito crítico, para degustar, después, de su numerosa cosecha. Lengua
bífida y pérfida: mientras lame critica lo que consume, y enseguida se nutre de
lo devorado –digiriéndolo, rumiándolo– hasta convertirse en el actor número 100
de esta arbitraria galería de celebrities
nativas.
Sólo
queda disfrutar de los circunstantes y sus circunstancias en el instante en que
son degustados.
Cristóbal Zapata
*
Julia Kristeva, “El cuerpo
metamórfico: plantas, animales y monstruos”, en El genio femenino. 3. Colette, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 234.
Fotos Scarbo: cortesía
CATÁLOGO DIGITAL SCARBO:
Sentimos miedo ante la amenaza de lo
catastrófico. Lo perjudicial de la catástrofe es temible en su acercarse, y
mientras esto ocurre su carácter amenazante se hace cada vez más visible. Si lo
perjudicial está cada vez más cerca significa que la catástrofe puede ocurrir,
o quizás no. Si la catástrofe no ocurre esta pasa de largo sin afectarnos. Una
vez que el miedo ha pasado, entramos en un estadio de reencuentro con la
lucidez. Ante esta ausencia de miedo, imaginamos nuevas catástrofes, que a su
vez vuelven a acercarse amenazantes para así volver a experimentar el miedo. Es
un proceso circular en donde se atrae lo perjudicial como también se lo deja
ir. Insistentemente regresamos al
estadio del miedo porque disfrutamos del extravío y el desconcierto que nos
provoca. Al miedo lo utilizamos como una excusa para seguir viviendo.
A pesar de la posibilidad que tenemos
de conocer nuevas catástrofes hemos aprendido a mantenernos satisfechos con una
única amenaza. Al presentarse lo perjudicial hay dos posibilidades: 1. Quedarnos
paralizados envueltos completamente al éxtasis del miedo; 2. Huir. En la
primera puede darse el caso de lo fatal, como también puede pasar de largo.
Mientras que en la segunda la única derivación de huir, es mantenerse sujeto a
ese mismo miedo eternamente. Al huir no experimentamos a cabalidad el miedo y perdemos
también, la posibilidad de acceder a aquel estadio de reencuentro con la
lucidez que surge una vez la amenaza pasa de largo.
De este síntoma proviene Scarbo.
Frente a una generación que abrió nuevos espacios de significación y
circulación del arte mediante el arrojo hacia el miedo, vemos otra que no se
plantea nuevas amenazas. La escena artística guayaquileña huye de la misma
amenaza sin dejarla pasar: el riesgo de carecer de sentido. Los mismos
mecanismos semánticos se tornan repetitivos en favor de un aval. Si bien ha
habido una cierta aversión hacia problemáticas de contexto y esta ha sido una
forma genuina de reelaboración del miedo, las más jóvenes generaciones de
artistas hemos asimilado esto sin cuidado alguno. Así, vemos un uso
generalizado de la lógica binaria donde un material X adopta las
características de un material Y, o algún elemento de un contexto B se lo lleva
al A. Esta posición no debe entenderse como la del outsider, sino como un constatar en uno los síntomas. Las obras que
presentamos aquí no están libres de aquellos síntomas. No presentamos tampoco
ninguna receta homeopática. Es la exhibición final después de un largo proceso
de vigilia a nuestros modos de producción, a nuestras obras. Una posición sobre
todo autocrítica.
De este modo iniciamos un texto híbrido donde cada quien aportaría
con su escritura. Y en un intento por salir de planteamientos explicativos,
escribiríamos no sobre nuestras obras, sino sobre el desvelo.
Si antes hablábamos de un transcurso circular donde el miedo da paso al estadio
lúcido, solo para regresar nuevamente al miedo, el desvelo es paradójico puesto
que logra juntar tanto el estadio de lucidez como aquel otro de angustia y
amenaza que es el no dormir. Ante tan desafortunada o beneficiosa situación
nuestras respuestas fueron tan variadas como caóticas. El desvelo se convirtió
en una metáfora del arte. Nos librábamos así de los viejos y espesos statements, del contenido latente. De estos hallazgos da cuenta la
narración.
De Scarbo, un duende que aparece recurrentemente en la poesía de
Aloysius Bertrand, sacamos quizá su romanticismo, pero más que nada fue su
ánimo de jugar con la oscuridad y las sombras. De éste modo, dentro del
carácter cada vez más participativo que iba teniendo, el proceso mismo dirigió
el texto hacia un cuento. Una narración donde cada uno se transfigura y “habla”
desde la boca de un personaje. Los ademanes de la ficción desecharon certezas y
a la vez evidenciaron ideologías.
Es así como en este trabajo colaborativo nos reencontramos con nuestros
propios intereses. Dejando claro, no obstante, que más allá de pretensiones
literarias, el cuento nos sirvió como una herramienta para pensar el arte desde
otro discurso. Después de todo, la sospecha de Cioran de que haya una alianza
entre lucidez y goce[2] se torna
inútil en quien opta por huir.
Pablo Andino
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