Notas sobre Ella, Yo y mi Superyó de Gabriela Serrano
Por Romina
Muñoz P.
La muestra Ella, Yo y mi Superyó inmediatamente nos
traslada a esas zonas donde se debaten los deseos. El título tomado de una figura
freudiana empleada para comprender los procesos de subjetivación, deja
entrever los hilos que entretejen la
obra.
A través de la reiteración
del autorretrato la artista retoza en su memoria, en aquellos recuerdos que se
travisten en lenguaje cifrado, donde gestos de agobio y desilusión se estancan
en un marco inmóvil, quizás el de la derrota. Apuntándolos desde una figuración
de dibujo expresivo, como si el trazo a ratos grotesco pudiera apañar los
embates emocionales que recaen sobre ese cuerpo maleado, el reiterado personaje
protagónico que más allá de una fisionomía reconocible bordea un yo
caricaturizado.
La exposición fue inaugurada
en Entelequia, uno de los varios espacios alternativos abiertos en los últimos
dos años en Guayaquil, y supone el proyecto de graduación de la joven artista. El
sitio escogido juega un papel importante, es el departamento de una pareja de
amigos y escenario de muchas de sus reminiscencias, siendo de naturaleza
camaleónica, doblando como sala de concierto, de teatro o galería. El montaje
fue cuidadoso y poco invasivo para tratarse de una obra y entorno de vocación trash, pero procuró conservar el
“espíritu domestico” particular de esta morada, a la cual se dotó de una sutil
atmósfera de velatorio: luces tenues, café con roscas y flores rojas formaron
parte del ritual.
La muestra de Gabriela
Serrano goza de un doble carácter, a la
vez que se consuma como evento de cierre y visibilidad de un proceso de
aprendizaje académico, se propone también como espacio de resignificación y curación.
Considerable reto, al que seguramente le secundará una mayor conciencia del
potencial estético de una poética que indudablemente está marcada de un sucinto
lenguaje simbólico que se evidencia incluso en la elección de cierto tipo de
materiales: lápiz , tinta, bolígrafos, todos útiles de apuntes de una bitácora
personal que busca reinterpretar el recuerdo; el uso del corrector de tinta nos
alude también a ese ejercicio de recuperación y velamiento de eventos difíciles
de representar; a esto se suma la presencia los apósitos adhesivos, los
señalamientos al cuerpo y ciertos motivos gráficos cargados de una fuerza
evocativa.
Algunas de las preguntas
que saltan cuando nos aproximamos a este tipo de propuestas –que procuran
exteriorizar las profundidades emocionales de un ser aparentemente angustiado-
se relacionan con los riesgos de caer de forma acrítica en un discurso almista.
Como dicen en el barrio “el tiempo lo dirá”;
en el trabajo, ejercicio de
borramiento continuo, se hará presente
esa coherencia. Hoy gradecemos el riesgo
y la apertura a todo ese umbral de experiencias al que aún, sin una madurez
consolidada, la artista logra confrontarnos. Una nueva etapa…gran reto para quien entra y
sale de este tipos de proyectos: producir, curar una muestra y demás actos de
exposición donde te pones en juego.
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