lunes, mayo 04, 2015

Geografías: estudios del paisaje / Gonzalo Vargas / El Container, Quito




Geografías Vol. 1,  es una compilación de ocho series fotográficas (2007 – 2015) en las que se indaga, por medio de estudios de paisaje, distintas problemáticas que se suscitan en diferentes territorios.  Una de estas indagaciones es la relación naturaleza-progreso, que se expresa en la expansión de las fronteras urbanas de las sociedades ibero americanas y en la explotación de la naturaleza. Cabe mencionar que como resultado de esta relación naturaleza-progreso se produce una suerte de artificialidad en el paisaje y en la percepción de lo natural, objeto de estudio en estos paisajes fotográficos.

Otra línea de investigación mostrada en esta compilación, se acerca a las nociones de divinidad que surgen desde la observación de la naturaleza. Cabe pensar que esta exploración se constituye como un contraste en relación a la línea explicada anteriormente, al pensar que la relación en la que se indaga en esta ocasión es la de naturaleza-pre modernidad. Esta exploración se ha hecho principalmente en territorios donde se presentaron, o bien diásporas afro descendientes como es el caso del Caribe, o transculturación y sincretismo como el caso de los Andes. Es importante recordar que la transculturación y la diáspora son resultados de la modernidad. De esta manera, tanto una línea de investigación como la otra, se refieren a procesos modernos y modernizadores como centro de la reflexión conceptual. 

Es así que, esta exhibición se presenta como un corte transversal a un largo proceso de reflexión en torno al orden geográfico.

CATÁLOGO DISPONIBLE EN:







GEOLOGÍA


Geología (2007) es una serie fotográfica que realizada en Buenos Aires durante los años 2007 y 2008. Esta serie está realizada en la Reserva Ecológica de la ciudad de Buenos Aires la cual limita con el Río de la Plata, el exclusivo barrio de Puerto Madero, sus parques y el popular barrio porteño de La Boca el cual albergó en su llegada a la mayoría de inmigrantes italianos durante las oleadas de migración europea de los siglos XIX y XX.

La historia de la construcción de la Reserva Ecológica data de finales de los años 50 en que el balneario de la Avenida Costanera Sur cayo en decadencia mayormente por la contaminación del río. A inicios de los años 70, y durante los años de la cruel dictadura militar argentina, se empezó con el proyecto de desarrollo urbano que consistía en ganar tierras al río, es así que  los terraplenes de la reserva fueron construidos con materiales provenientes de los derrocamientos realizados por la construcción de las modernas autopistas que hoy cruzan la ciudad. 

La construcción de la reserva se terminó hacia el año 1984, tiempo en que el plan de situar en ese lugar un nuevo centro administrativo de la ciudad fue desestimado. De esa manera la naturaleza espontáneamente empezó sus ciclos en el lugar, poblándose primero de plantas y luego de animales de las zonas aledañas. Hacia 1986 el gobierno de la ciudad declara zona protegida al área.

Mi interés en documentar estos fragmentos de construcciones es verlos como si se tratasen de restos arqueológicos o de un estudio geológico. Estos finalmente son fragmentos de la historia reciente de la ciudad. Una historia trágica marcada por los acontecimientos del gobierno militar del país en los años 70 – 80 y una historia de esperanza al ver el resurgimiento de la naturaleza de entre los escombros de la ciudad derruida.





















GUANGUILTAGUA


Guangüiltagua (2013 – 2015) es el nombre del parque urbano más grande de sud américa con más de 557 hectáreas. El parque se encuentra en el costado oriental norte de Quito, colinda con el valle de Tumbaco hacia el oriente y la ciudad hacía el occidente. Antiguamente el uso del territorio estaba destinado al culto, era un lugar sagrado, un Pukará, utilizado principalmente con fines astronómicos y de observación militar. Durante la colonia y posterior república el parque pasó a ser una hacienda, la hacienda Miraflores perteneciente a la familia Donoso, a quién se expropiaron las tierras para constituir el parque. En el parque todavía habita la comuna Miraflores.  Durante este periodo colonial la vegetación nativa paso a ser pastizales para el ganado. El parque hoy está poblado por bosques de Eucalipto, especie introducida por el presidente García Moreno hacia finales del siglo XIX y plantados recientemente para reforestar el parque. Adicionalmente, el parque alberga hoy en día al reservorio de agua potable que suministra a la ciudad de Quito. 

Me he acercado a este espacio buscando un cruce en el paisaje entre lo natural y lo intervenido por los proyectos metropolitanos,  reflexionando acerca del cambio de uso que ha sufrido el territorio a lo largo del paso del tiempo.



















MONTAÑA / MAR

Montaña / Mar (2014) es un estudio de paisaje que entra en diálogo - homenaje con la obra Montañamar (1990) de la artista ecuatoriana Pilar Flores. En la obra de Flores, el estudio de paisaje y la reflexión sobre la montaña y el mar adquieren niveles profundamente espirituales en la forma de elementos opuestos - complementarios que se encuentran en armonía en su estado natural. 

Mi estudio presenta dos paisajes que muestran una ruptura / desequilibrio con la visión del paisaje natural, la vista de la Av. Gonzalez Suárez desde Gúapulo en la ciudad de Quito y la playa de Barbasquillo en la ciudad costera de Manta. En ambos casos, la naturaleza se presenta intervenida por los proyectos metropolitanos de urbanización del territorio.



PAGANO


Pagano (2013 – 2014)  es una serie que indaga en el paisaje desde un ensayo visual, y por medio de la experiencia, en el acto fotográfico: una relación entre deidades paganas y –en clave decolonial- un culto hacia ellas. La obra tiene un fuerte anclaje en el estudio de territorios en los cuales se han producido o bien diásporas religiosas, como es el caso del Caribe con las diásporas afro descendientes o transculturaciones y sincretismo como es el caso del mundo andino. También se ha indagado en territorios mediterráneos, pensando en los procesos de colonización que han sufrido cultos vinculados a la naturaleza por parte de religiones monoteístas abstractas.

La obra se realiza componiendo frases por medio de fotografías, a manera de dípticos, trípticos o imágenes solas que de manera poética evoquen la potencia creadora- o destructora- de los elementos. De esta manera cabe entender que si bien la experiencia del acto fotográfico podría considerase como documental, al re interpretar las imágenes se está incurriendo en una re significación de lo indicial, otorgándole un valor simbólico a lo contenido en la imagen. En ese sentido Pagano se aleja de las nociones pre concebidas sobre la objetividad de la fotografía de paisaje para acercarse más a la idea de una puesta en escena pictórica.






PARAÍSOS ARTIFICIALES


Paraísos Artificiales (2007 – 2013), es un proyecto que explora críticamente varios espacios arquitectónicos y paisajes intervenidos que se aproximan a una noción de lo “paradisiaco”, entendiéndose a este como una búsqueda - promesa del bienestar personal y colectivo. Esta promesa de bienestar en el capitalismo contemporáneo se encuentra estrechamente ligada a la idea de ocio. Definiéndolo como el tiempo en el que tras el trabajo (producción) el individuo puede dedicar su tiempo libre a distintas actividades ajenas a su trabajo o a necesidades básicas u obligatorias.















RUTA

Ruta (2014) es una serie en construcción en la que se presentan distintos elementos naturales y artificiales que son parte del paisaje ecuatoriano. 

 Esta serie nace de dos ideas principales, la primera es que los parámetros modernos de progreso se manifiestan como antagonistas a la naturaleza. Y la representación de la naturaleza por medio del paisaje en la pintura del siglo XIX, construyó las nociones de identidad nacional. La segunda idea es que, desde el boom petrolero, las carreteras fueron un símbolo de desarrollo para el Estado. En los últimos siete años estas construcciones han vuelto a ser representativas de la bonanza del Estado en el Ecuador. 

Es así que este estudio de paisaje propone una mirada crítica a las nociones de construcción de identidad nacional planteadas en el siglo XIX desde la obra de los pintores viajeros Rafael Salas y Rafael Troya comparándolas con las imágenes de esta serie.








CANTERA

Cantera (2015) es un tríptico realizado en las cercanías del límite oriental de la ciudad en las canteras que se encuentran a los pies del parque Guanguiltagua, junto a la Av. Simón Bolívar en Quito. Estas canteras, hoy en desuso, son de donde se extrajo gran parte de la arena y ripio utilizadas en las construcciones de la ciudad.




CERO POSTALES


CERO POSTALES (2012) es la continuación de un proyecto colectivo realizado con Esteban Pastorino en el año 2011. En esta ocasión decidimos emprender el viaje por el sur de España, recorriendo las autopistas de La Mancha y de Andalucía. En este viaje, al igual que en otras series, me interesa la relación naturaleza – progreso la que da por resultado una suerte de artificialidad en el paisaje.











     
Otras geografías expuestas: excursiones fotográficas de Gonzalo Vargas.
Por Eduardo Carrera R.

Desde el romanticismo, es interpretación corriente considerar que la naturaleza y el  paisaje poseen la estructura primitiva de toda búsqueda de conocimiento, de lo real, de sí mismo, del destino, de lo incierto, siendo por consecuencia trama metafórica de la existencia. Ese valor simbólico de búsqueda de la verdad, del sentido del mundo y de su geometría que la tradición artística le atribuye al paisaje, se encuentra en gran parte de las fotografías de Gonzalo Vargas. Esta sugerencia mítico épica inherente al territorio, impide apreciar las obras de esta exposición sólo como resultantes de una voluntad meramente documental o representativa del paisaje; las fotografías de Gonzalo juegan poéticamente con el tema de la expedición y de la búsqueda, así como sobre las identidades borrosas de territorios o paisajes misteriosos, la recurrencia del mar, los árboles, las montañas, el cielo, la arquitectura y otros elementos naturales, son protagonistas importantes en su más reciente exposición: Geografías

El objetivo de esta muestra es poner en escena distintos grados de lo sensible de la naturaleza: su espacialidad y temporalidad a través de la fotografía y el estudio del paisaje. Las fotografías expuestas revelan el conocimiento de Vargas de una tradición pictórica, en las que no faltan alusiones a grandes pintores como El Bosco y Hockney, o a la obra de artistas ecuatorianos como Rafael Salas, Rafael Troya y Pablo Cardoso.

Las obras expuestas no pueden ser leídas, ni como un documento, ni como un discurso lineal que concluye y aparenta sentenciar una verdad; sino como nuevos interrogantes y, por qué no, diferencias en el momento de pensar el acto fotográfico y el paisaje. Citando al artista, cabe entender que si bien la experiencia del acto fotográfico podría considerase como documental, al re interpretar las imágenes se está incurriendo en una re significación de lo indicial, otorgándole un valor simbólico a lo contenido en la imagen1. En ese sentido las fotografías de Vargas se alejan de las nociones pre concebidas sobre la fotografía de paisaje, para acercarse más a la idea de una puesta en escena pictórica. El artista habla de un paisaje intimo, natural y social, donde los modos de vinculación con su entorno delinean la poética del acto fotográfico donde busca capturar un paisaje pictórico. Es decir que un paisaje que guarde en su contemplación un ejercicio pictórico puede ser capturado como tal a través de la fotografía.

El estudio del paisaje en la contemporaneidad ha surgido como resultado de una fuerte dosis de carga cultural y de una voluntad estética, pero también de una serie de  fenómenos perturbadores: sus radicales afecciones por el cambio climático, extractivismo, desarrollismo, o el inicio de una contaminación electromagnética. Las fotografías de Vargas permiten interpretar en términos culturales y estéticos las características de un territorio cruzado por estas lógicas. Una de las indagaciones del artista es la relación naturaleza-progreso, que se expresa en la expansión de las fronteras urbanas de las sociedades latinoamericanas y en la explotación de la naturaleza; por ejemplo la serie “Ruta” (2015) en donde la relevancia del paisaje como recurso para el desarrollo económico es incuestionable y queda patente en distintas formas. Por otro lado, “Cantera” (2015) es el  retrato de un espacio intervenido con fines de extracción de ripio y arena, materiales indispensables para la construcción que durante el último tiempo ha sido mayor que en otros momentos de la historia. Estas intervenciones demuestran la huella del desarrollo en el paisaje.

La serie “Paraísos Artificiales” (2008 – 2013) y “Montaña/Mar” (2014), remiten a la tensión irresoluble entre la naturaleza del hombre y su lucha por arrancársela. Estas imágenes son el reflejo de paisajes homogeneizados. Si bien los espacios no son idénticos, las particularidades y peculiaridades propias de estos se muestran muy similares. Esta similitud no tiene que ver con la homogeneización de las ciudades, sino que, por el contrario, está relacionada con propuestas urbanas y arquitectónicas estandarizadas.

En la serie “Geología” (2007) las fotografías se convierten en una suerte de registro de una nueva capa geográfica de fragmentos de la historia reciente de la ciudad de Buenos Aires. Vargas se interesa en un lugar especifico, la Reserva Ecológica de la ciudad,  y retrata un segmento de rocas, piedras, restos de construcciones, que en su esencia guardan una historia trágica marcada por los acontecimientos suscitados durante el del Gobierno Militar de la Argentina de los años 70s y 80s. Las fotografías muestran el resurgimiento de la naturaleza entre los escombros de una ciudad derruida.

En “Cero Postales” (2012) los fotógrafos (Gonzalo Vargas y Esteban Pastorino) transitan luga­res de Ecuador y España a través de la fotografía. Las imágenes son testimonios de territorios visitados por los artistas y extraen la experiencia de un viaje a través de dos miradas. Esta serie nos invita a reconstruir los trayectos y a ser acompañantes del viaje, para así aportar una tercera mirada sobre lo acontecido. 

La serie “Pagano” (2013 – 2014), es un ensayo visual que ofrece una mirada a la naturaleza desde sus deidades y sus espíritus. En estas fotografías, no solo se elimina la idea de un dios único, sino que se refuerza la presencia de la naturaleza como una deidad. Algunos cultos precristianos con fuerte peso femenino han sido interpretados desde la antropología por la existencia de fenómenos naturales. La pervivencia, muchas veces sincretizada, de estos cultos lleva consigo lo matriarcal, la madre tierra. Es a partir de estas lógicas que Vargas propone al espectador conectarse con la naturaleza a través de las fotografías expuestas; retrata a los espíritus del territorio que son seres que no tienen cuerpo físico sino que emplean las energías telúricas de la Tierra para manifestarse. Cada fotografía lleva una misión especial, una forma de acción, de energía y de construcción del mundo que habitamos.

1. Statement de artista de Gonzalo Vargas.



Ver lo que (no) está. La naturaleza en la fotografía y su trasfondo en la obra de Gonzalo Vargas
Por Juan-Ramón Barbancho

El paisaje, en sus variantes de naturaleza y ciudad, no es un género que en la Historia del Arte se haya trabajado desde antiguo. La escultura, hasta el Land Art, no lo ha tratado nunca y tampoco la arquitectura, salvo si consideramos el peculiar sky land con que las torres de las catedrales dotaban a las ciudades. Tampoco la pintura se ha detenido especialmente en representar la naturaleza, salvo para crear fondos a escenas de martirios o batallas.

El hombre moderno es el primero que introduce el género y lo hace casi a la vez que otro que hasta el momento no se había presentado como autónomo: el retrato. Hasta este momento las personas sólo habían formado parte de retablos y cuadros como donantes, y por tanto, formando parte de una escena religiosa. Ciertamente la forma de tratar el paisaje en la obra de Giotto, la manera de construirlo, lo dotan de un protagonismo especial, aun así sólo funciona como un telón de fondo de las confidencias de los protagonistas.

La primera obra en la que se considera el paisaje como protagonista único es La Tempestad (1505-10) de Giorgione. La naturaleza ocupa toda la escena, una naturaleza arrebolada, casi amenazante con las pequeñas figuras que aparecen en una esquina del cuadro. Se pone de manifiesto la fuerza de los elementos frente al ser humano, incapaz de dominarla. Un tema que, siglos más tarde, con el Romanticismo, se tratará ampliamente tanto en el arte como en la literatura.

Rastreando en la Historia del Arte encontramos algunas obras que responden a estos intereses, como Cristo en la tempestad del mar de Galilea (1596) de Jan Bruegel I, también con un tema religioso, pero donde la naturaleza ocupa casi la totalidad de la obra. Quizá el primero que la resalta en solitario esté en las antípodas de nuestra cultura: La ola (1832) de Hokusai.

Como decía, con el Romanticismo será cuando se sitúe en primer plano, especialmente desde la difusión de Las artes figurativas y la Naturaleza de  F. Schelling (1807). Esta desazón romántica y la relación de un cierto estado anímico con la naturaleza se observa muy bien en la obra de C.D. Friedrich, y especialmente en Monje a la orilla del mar (1810). Es la naturaleza entendida como lugar de inmersión y de experiencia o bien la finitud del ser humano frente a la infinitud de aquella.

En el arte contemporáneo es un asunto que se ha tratado con mucha más asiduidad, haciéndolo, en muchos casos, auténtico protagonista, aun más, si cabe, que en el Romanticismo. Como decía, el Land Art ha trabajado con y en la naturaleza y también en algunas performances. Entre estos trabajos podríamos destacar los de la cubana Ana Mendieta (1954-1985), explorando las relaciones entre el cuerpo y la naturaleza, que tenían mucho de acto espiritual, como en la serie Siluetas (1985), dejando la huella de su cuerpo en el paisaje, bien a través de surcos, volúmenes de hojas, huecos en el suelo.

A parte de estas experiencias, serán la fotografía y el vídeo los géneros que más lo han tratado, representándolo de múltiples maneras. Tanto por sí mismo como en su relación con el ser humano, o más bien de este con aquel. Lo harán de una manera idílica, como vuelta a los principios, o para denunciar situaciones de abuso; como hábitat o como amenaza. También ha habido exposiciones que lo han tratado específicamente, analizando sus lenguajes y posibilidades.

El paisaje en el arte, como una creación cultural, es algo que se construye, que se puede construir a partir de elementos dados, tomándolo por sí mismo o combinando diferentes elementos y re-creando una escena. También se puede tratar, como hacen algunos/as autores/as, como un elemento vivo en el que estamos y con el que nos relacionamos. En cada época y en cada sociedad se han elaborado imágenes del mundo y del entorno que responden a las creencias, conocimientos y deseos que se poseen, como ocurre en las culturas ancestrales, donde la relación con las fuerzas y fenómenos de la naturaleza son consustanciales con la cultura y la vida.

Como comentaba antes, el Romanticismo situó al paisaje en una posición cultural de protagonista, la fuerza arrolladora de lo natural como imagen de la desazón propia de la época, como una identificación anímica y emocional y también se hace en la actualidad, aunque los intereses de los/as artistas sean diferentes.

Actualmente hay múltiples maneras de interpretar el paisaje, especialmente si nos fijamos en cómo se ha realizado el proceso de recuperación del mismo en el campo de las artes durante el periodo posmoderno: por una parte está el concepto de paisaje propiamente dicho y por otra la construcción del mismo o la creación de una naturaleza intervenida por el/a autor/a, e incluso re-creado de una manera más “visionaria” que real, tal vez buscando ese “mundo feliz”. Comenta Javier Maderuelo que
el concepto paisaje es un constructo, una elaboración mental que realizamos a partir de “lo que se ve” al contemplar un territorio, un país. El paisaje no es, por lo tanto, un objeto ni un conjunto de objetos configurados por la naturaleza o transformados por la acción humana, tampoco es la naturaleza, ni siquiera el medio físico que nos rodea o sobre el que nos situamos. El paisaje, en cuanto concepto, es la trabazón que permite interpretar en términos culturales y estéticos las cualidades de un territorio, lugar o paraje[1],
sea esta interpretación real o imaginaria.

En esa operación estética han intervenido los/as artistas en las dos modalidades: tatuando, tallando, ocupando y actuando sobre el territorio y, por otra parte, generando a través de esos trabajos nuevas maneras de mirar y, por lo tanto, de enjuiciar y valorar los territorios. Sin duda, en muchos casos, no hay sólo una intención artística, sino también la muestra de un compromiso con el entorno natural, con la preservación de un medio que es responsabilidad de todos/as, también de los/as artistas que, a través de su obra, presentan unas veces su belleza y su importancia para la vida de todos/as, como la degradación a que se está sometiendo, tanto por los gobiernos y las industrias como por las empresas de turismo, que constantemente lo banalizan y lo frivolizan. Hoy todo lo cultural, la naturaleza también, es susceptible de convertirse en atracción turística y ello entraña no pocos peligros.

Esto último expuesto se puede ver en el trabajo de diferentes artistas que, de una manera u otra, trabajan sobre este concepto amplio del paisaje y con intenciones muy diferentes, como Richard T. Walker, Gregg Smith, Andrea Loux, el colectivo Art Orienté Objet (Marion Laval-Jeantet y Benoît Mangin), Felipe Ortega-Regalado, Marisa González, Almalé-Bondía, Robert Cahen o Raúl Chacón. Ejemplos que nos pueden acercar a esas múltiples formas de entender la naturaleza y el paisaje, en muchos casos “construido” (intervenido) desde o en la mirada del/a autor/a.

En algunos casos presentan el medio como algo sin contaminaciones, pero también como el espacio en el que se han ido introduciendo una serie de cambios y añadidos que lo han alterado progresivamente, y no siempre de una manera afortunada. Estaremos de acuerdo en que el progreso no se puede detener, que es fundamental para la mejora de la vida de las personas, pero muchas veces ese “progreso” no se ha proyectado de una manera respetuosa con el entorno y que, a menudo, se ha planteado como ensayo y error donde ya no hay marcha atrás una vez destruido. Esto se puede ver, por ejemplo, en la serie Geología (2007) de Gonzalo Vargas, donde nos acerca a uno de esos proyectos desafortunados de los gobiernos, la dictadura argentina en este caso, en los años setenta y ochenta del siglo pasado, que intentó construir un nuevo emplazamiento que luego abandonó. En las fotografías lo que vemos son los restos de ese proyecto, trozos de construcciones como a la deriva que contaminan las playas, un paisaje intervenido por el error.

El trabajo de Vargas, desde puntos de vista muy diferentes, busca representar, o más bien denunciar, esa idea de progreso mal entendido y peor planteado. En muchos casos enfrentarnos con la idea de lo artificial, de lo natural construido, como en la serie Ruta (2015) donde analiza esa idea de progreso a que antes me refería, como creación de una nueva imagen de Estado moderno, que crea nuevas vías de comunicación más rápidas y seguras, pero donde la naturaleza siempre es la más perjudicada, como también podemos ver en las obras de la colección Montaña/Mar (2014).

Apuntaba antes a esa idea del progreso y del turismo que, poco a poco, lo va inundando todo, creando zonas que se venden como el lujo de lo original, pero que acaban siendo parques temáticos, tanto del patrimonio histórico como del natural. Parques que, además, nunca tienen una personalidad propia, encontramos lo mismo en zonas muy diferentes del planeta. Son como esos suvenires que se pueden comprar en muchas ciudades, todos iguales, sólo cambia el nombre del lugar en que los hemos comprado. A esto atiende la serie Paraísos artificiales (2008-2013), de sugerente título. Zonas de vacaciones ofertadas por los turoperadores, promesas de originalidad y relax que luego cuentan cuando vuelven, como el culmen del lujo en un medio natural, pero que no son más que eso, parques temáticos donde cada turista juega un papel previamente asignado, el “rol del divertido”.

La naturaleza no es sólo espacio físico, también es lugar simbólico donde lo espiritual es representado y representa a muy diferentes elementos como los árboles, las plantas, el aire, la lluvia o las nubes. Es espacio de convivencia y ritual, mucho más en las comunidades ancestrales. A esto corresponde Guangüiltagua (2012-2014) (cuyo significado podría ser “loma de las cuatro aguas”), un lugar sagrado, un punkará. Se centra en una zona de Quito utilizada por las culturas ancestrales, pero que se ha visto alterada por los nuevos proyectos metropolitanos. Una muestra más de ese desarrollismo tan mal entendido, donde los poderes pretenden defender lo propio mientras que lo amenazan constantemente.

En definitiva, el trabajo de Gonzalo Vargas busca ese encuentro con la naturaleza, esa representación de lo natural desde el arte actual, la fotografía en su caso, desde donde nos podamos acercar a un medio que, a veces, nos es tan familiar como extraño. Su obra, como antes comentaba, pretende ponernos delante de esas imágenes que encierran múltiples lecturas, pero que en muchos casos quieren ponernos delante de una situación, podríamos decir, de desamparo de la naturaleza y la cultura frente a ese desarrollo que se nos pretende vender como mejora y que en muchos casos no lo es. Podríamos ver sus imágenes como una simple visión de artista, como algo estético (en el sentido más coloquial del término), pero en el fondo van mucho más allá.

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