Geografías Vol. 1, es una compilación de ocho series fotográficas (2007 – 2015) en las que se indaga, por medio de estudios de paisaje, distintas problemáticas que se suscitan en diferentes territorios. Una de estas indagaciones es la relación naturaleza-progreso, que se expresa en la expansión de las fronteras urbanas de las sociedades ibero americanas y en la explotación de la naturaleza. Cabe mencionar que como resultado de esta relación naturaleza-progreso se produce una suerte de artificialidad en el paisaje y en la percepción de lo natural, objeto de estudio en estos paisajes fotográficos.
Otra línea de investigación mostrada en esta compilación, se acerca a las nociones de divinidad que surgen desde la observación de la naturaleza. Cabe pensar que esta exploración se constituye como un contraste en relación a la línea explicada anteriormente, al pensar que la relación en la que se indaga en esta ocasión es la de naturaleza-pre modernidad. Esta exploración se ha hecho principalmente en territorios donde se presentaron, o bien diásporas afro descendientes como es el caso del Caribe, o transculturación y sincretismo como el caso de los Andes. Es importante recordar que la transculturación y la diáspora son resultados de la modernidad. De esta manera, tanto una línea de investigación como la otra, se refieren a procesos modernos y modernizadores como centro de la reflexión conceptual.
Es así que, esta exhibición se presenta como un corte transversal a un largo proceso de reflexión en torno al orden geográfico.
CATÁLOGO DISPONIBLE EN:
GEOLOGÍA
Geología (2007) es una serie fotográfica que realizada en Buenos Aires durante los años 2007 y 2008. Esta serie está realizada en la Reserva Ecológica de la ciudad de Buenos Aires la cual limita con el Río de la Plata, el exclusivo barrio de Puerto Madero, sus parques y el popular barrio porteño de La Boca el cual albergó en su llegada a la mayoría de inmigrantes italianos durante las oleadas de migración europea de los siglos XIX y XX.
La historia de la construcción de la Reserva Ecológica data de finales de los años 50 en que el balneario de la Avenida Costanera Sur cayo en decadencia mayormente por la contaminación del río. A inicios de los años 70, y durante los años de la cruel dictadura militar argentina, se empezó con el proyecto de desarrollo urbano que consistía en ganar tierras al río, es así que los terraplenes de la reserva fueron construidos con materiales provenientes de los derrocamientos realizados por la construcción de las modernas autopistas que hoy cruzan la ciudad.
La construcción de la reserva se terminó hacia el año 1984, tiempo en que el plan de situar en ese lugar un nuevo centro administrativo de la ciudad fue desestimado. De esa manera la naturaleza espontáneamente empezó sus ciclos en el lugar, poblándose primero de plantas y luego de animales de las zonas aledañas. Hacia 1986 el gobierno de la ciudad declara zona protegida al área.
Mi interés en documentar estos fragmentos de construcciones es verlos como si se tratasen de restos arqueológicos o de un estudio geológico. Estos finalmente son fragmentos de la historia reciente de la ciudad. Una historia trágica marcada por los acontecimientos del gobierno militar del país en los años 70 – 80 y una historia de esperanza al ver el resurgimiento de la naturaleza de entre los escombros de la ciudad derruida.
GUANGUILTAGUA
Guangüiltagua (2013 – 2015) es el nombre del parque urbano más grande de sud américa con más de 557 hectáreas. El parque se encuentra en el costado oriental norte de Quito, colinda con el valle de Tumbaco hacia el oriente y la ciudad hacía el occidente. Antiguamente el uso del territorio estaba destinado al culto, era un lugar sagrado, un Pukará, utilizado principalmente con fines astronómicos y de observación militar. Durante la colonia y posterior república el parque pasó a ser una hacienda, la hacienda Miraflores perteneciente a la familia Donoso, a quién se expropiaron las tierras para constituir el parque. En el parque todavía habita la comuna Miraflores. Durante este periodo colonial la vegetación nativa paso a ser pastizales para el ganado. El parque hoy está poblado por bosques de Eucalipto, especie introducida por el presidente García Moreno hacia finales del siglo XIX y plantados recientemente para reforestar el parque. Adicionalmente, el parque alberga hoy en día al reservorio de agua potable que suministra a la ciudad de Quito.
Me he acercado a este espacio buscando un cruce en el paisaje entre lo natural y lo intervenido por los proyectos metropolitanos, reflexionando acerca del cambio de uso que ha sufrido el territorio a lo largo del paso del tiempo.
MONTAÑA / MAR
Montaña / Mar (2014) es un estudio de paisaje que entra en diálogo - homenaje con la obra Montañamar (1990) de la artista ecuatoriana Pilar Flores. En la obra de Flores, el estudio de paisaje y la reflexión sobre la montaña y el mar adquieren niveles profundamente espirituales en la forma de elementos opuestos - complementarios que se encuentran en armonía en su estado natural.
Mi estudio presenta dos paisajes que muestran una ruptura / desequilibrio con la visión del paisaje natural, la vista de la Av. Gonzalez Suárez desde Gúapulo en la ciudad de Quito y la playa de Barbasquillo en la ciudad costera de Manta. En ambos casos, la naturaleza se presenta intervenida por los proyectos metropolitanos de urbanización del territorio.
PAGANO
Pagano (2013 – 2014) es una serie que indaga en el paisaje desde un ensayo visual, y por medio de la experiencia, en el acto fotográfico: una relación entre deidades paganas y –en clave decolonial- un culto hacia ellas. La obra tiene un fuerte anclaje en el estudio de territorios en los cuales se han producido o bien diásporas religiosas, como es el caso del Caribe con las diásporas afro descendientes o transculturaciones y sincretismo como es el caso del mundo andino. También se ha indagado en territorios mediterráneos, pensando en los procesos de colonización que han sufrido cultos vinculados a la naturaleza por parte de religiones monoteístas abstractas.
La obra se realiza componiendo frases por medio de fotografías, a manera de dípticos, trípticos o imágenes solas que de manera poética evoquen la potencia creadora- o destructora- de los elementos. De esta manera cabe entender que si bien la experiencia del acto fotográfico podría considerase como documental, al re interpretar las imágenes se está incurriendo en una re significación de lo indicial, otorgándole un valor simbólico a lo contenido en la imagen. En ese sentido Pagano se aleja de las nociones pre concebidas sobre la objetividad de la fotografía de paisaje para acercarse más a la idea de una puesta en escena pictórica.
PARAÍSOS ARTIFICIALES
Paraísos Artificiales (2007 – 2013), es un proyecto que explora críticamente varios espacios arquitectónicos y paisajes intervenidos que se aproximan a una noción de lo “paradisiaco”, entendiéndose a este como una búsqueda - promesa del bienestar personal y colectivo. Esta promesa de bienestar en el capitalismo contemporáneo se encuentra estrechamente ligada a la idea de ocio. Definiéndolo como el tiempo en el que tras el trabajo (producción) el individuo puede dedicar su tiempo libre a distintas actividades ajenas a su trabajo o a necesidades básicas u obligatorias.
RUTA
Ruta (2014) es una serie en construcción en la que se presentan distintos elementos naturales y artificiales que son parte del paisaje ecuatoriano.
Esta serie nace de dos ideas principales, la primera es que los parámetros modernos de progreso se manifiestan como antagonistas a la naturaleza. Y la representación de la naturaleza por medio del paisaje en la pintura del siglo XIX, construyó las nociones de identidad nacional. La segunda idea es que, desde el boom petrolero, las carreteras fueron un símbolo de desarrollo para el Estado. En los últimos siete años estas construcciones han vuelto a ser representativas de la bonanza del Estado en el Ecuador.
Es así que este estudio de paisaje propone una mirada crítica a las nociones de construcción de identidad nacional planteadas en el siglo XIX desde la obra de los pintores viajeros Rafael Salas y Rafael Troya comparándolas con las imágenes de esta serie.
CANTERA
Cantera (2015) es un tríptico realizado en las cercanías del límite oriental de la ciudad en las canteras que se encuentran a los pies del parque Guanguiltagua, junto a la Av. Simón Bolívar en Quito. Estas canteras, hoy en desuso, son de donde se extrajo gran parte de la arena y ripio utilizadas en las construcciones de la ciudad.
CERO POSTALES
CERO POSTALES (2012) es la continuación de un proyecto colectivo realizado con Esteban Pastorino en el año 2011. En esta ocasión decidimos emprender el viaje por el sur de España, recorriendo las autopistas de La Mancha y de Andalucía. En este viaje, al igual que en otras series, me interesa la relación naturaleza – progreso la que da por resultado una suerte de artificialidad en el paisaje.
Otras geografías
expuestas: excursiones fotográficas de Gonzalo Vargas.
Por Eduardo Carrera R.
Desde el romanticismo, es interpretación corriente considerar
que la naturaleza y el paisaje poseen la
estructura primitiva de toda búsqueda de conocimiento, de lo real, de sí mismo,
del destino, de lo incierto, siendo por consecuencia trama metafórica de la
existencia. Ese valor simbólico de búsqueda de la verdad, del sentido del mundo
y de su geometría que la tradición artística le atribuye al paisaje, se
encuentra en gran parte de las fotografías de Gonzalo Vargas. Esta sugerencia mítico
épica inherente al territorio, impide apreciar las obras de esta exposición
sólo como resultantes de una voluntad meramente documental o representativa del
paisaje; las fotografías de Gonzalo juegan poéticamente
con el tema de la expedición y de la
búsqueda, así como sobre las
identidades borrosas de territorios o paisajes misteriosos,
la recurrencia del mar, los árboles, las montañas, el cielo, la
arquitectura y otros elementos naturales, son
protagonistas importantes en su
más reciente exposición: Geografías
El objetivo de esta muestra es poner en
escena distintos grados de lo sensible de la naturaleza: su espacialidad y
temporalidad a través de la fotografía y el estudio del paisaje. Las fotografías expuestas revelan
el conocimiento de Vargas de una tradición pictórica, en las que no faltan
alusiones a grandes pintores como El Bosco y Hockney, o a la obra de artistas ecuatorianos como Rafael Salas, Rafael Troya y Pablo Cardoso.
Las obras expuestas no pueden ser leídas, ni como un
documento, ni como un discurso lineal que concluye y aparenta sentenciar una
verdad; sino como nuevos interrogantes y, por qué no, diferencias en el momento
de pensar el acto fotográfico y el paisaje. Citando al
artista, “cabe entender que si bien la experiencia del acto fotográfico
podría considerase como documental, al re interpretar las imágenes se está
incurriendo en una re significación de lo indicial, otorgándole un valor
simbólico a lo contenido en la imagen”1. En ese sentido las fotografías
de Vargas se alejan de las nociones pre concebidas sobre la fotografía de
paisaje, para acercarse más a la idea de una puesta en escena pictórica. El artista habla de un paisaje intimo, natural y social, donde
los modos de vinculación con su entorno delinean la poética del acto
fotográfico donde busca capturar un paisaje pictórico. Es decir que un paisaje
que guarde en su contemplación un ejercicio
pictórico puede ser capturado como tal a través de la fotografía.
El estudio del paisaje en la contemporaneidad ha surgido como
resultado de una fuerte dosis de carga cultural y de una voluntad estética,
pero también de una serie de fenómenos
perturbadores: sus radicales afecciones por el cambio climático, extractivismo,
desarrollismo, o el inicio de una contaminación electromagnética. Las fotografías
de Vargas permiten interpretar en términos culturales y estéticos las características
de un territorio cruzado por estas lógicas. Una de
las indagaciones del artista es la relación naturaleza-progreso, que se expresa
en la expansión de las fronteras urbanas de las sociedades latinoamericanas y
en la explotación de la naturaleza; por ejemplo la serie “Ruta” (2015) en donde la relevancia
del paisaje como recurso para el desarrollo económico es incuestionable y queda
patente en distintas formas. Por otro lado, “Cantera”
(2015)
es el retrato de un espacio intervenido
con fines de extracción de ripio y arena, materiales indispensables para la
construcción que durante el último tiempo ha sido mayor que en otros momentos
de la historia. Estas intervenciones demuestran la huella del desarrollo en el
paisaje.
La serie “Paraísos Artificiales” (2008 – 2013) y “Montaña/Mar” (2014), remiten a la tensión irresoluble entre
la naturaleza del hombre y su lucha por arrancársela. Estas imágenes
son el reflejo de paisajes homogeneizados. Si
bien los espacios no son idénticos, las particularidades y peculiaridades
propias de estos se muestran muy similares. Esta similitud no tiene que ver con
la homogeneización de las ciudades, sino que, por el contrario, está
relacionada con propuestas urbanas y arquitectónicas estandarizadas.
En la serie “Geología” (2007) las fotografías se convierten en una suerte de registro de una nueva
capa geográfica de fragmentos de la historia
reciente de la ciudad de Buenos Aires. Vargas se interesa en un lugar
especifico, la Reserva Ecológica de la ciudad, y retrata un segmento de rocas, piedras,
restos de construcciones, que en su esencia guardan una historia trágica
marcada por los acontecimientos suscitados durante el del Gobierno Militar de
la Argentina de los años 70s y 80s. Las fotografías muestran el resurgimiento
de la naturaleza entre los escombros de una ciudad derruida.
En “Cero
Postales” (2012) los fotógrafos (Gonzalo Vargas y Esteban Pastorino) transitan
lugares de Ecuador y España a través de la fotografía. Las imágenes son
testimonios de territorios visitados por los artistas y extraen la experiencia
de un viaje a través de dos miradas. Esta serie nos invita a reconstruir los trayectos
y a ser acompañantes del viaje, para así aportar una tercera mirada sobre lo
acontecido.
La serie “Pagano” (2013 – 2014), es
un ensayo visual que ofrece una mirada a la naturaleza desde sus deidades y sus
espíritus. En estas fotografías, no solo se elimina la idea de un dios único,
sino que se refuerza la presencia de la naturaleza como una deidad. Algunos
cultos precristianos con fuerte peso femenino han sido interpretados desde la
antropología por la existencia de fenómenos naturales. La pervivencia, muchas
veces sincretizada, de estos cultos lleva consigo lo matriarcal, la madre
tierra. Es a partir de estas lógicas que Vargas propone al espectador conectarse
con la naturaleza a través de las fotografías expuestas; retrata a los espíritus
del territorio que son seres que no tienen cuerpo físico sino que emplean las
energías telúricas de la Tierra para manifestarse. Cada fotografía lleva una
misión especial, una forma de acción, de energía y de construcción del mundo
que habitamos.
1. Statement de artista de Gonzalo Vargas.
Ver lo que
(no) está. La naturaleza en la fotografía y su trasfondo en la obra de Gonzalo
Vargas
Por Juan-Ramón Barbancho
El paisaje, en sus variantes de naturaleza y ciudad, no
es un género que en la Historia del Arte se haya trabajado desde antiguo. La escultura,
hasta el Land Art, no lo ha tratado nunca y tampoco la arquitectura, salvo si
consideramos el peculiar sky land con
que las torres de las catedrales dotaban a las ciudades. Tampoco la pintura se
ha detenido especialmente en representar la naturaleza, salvo para crear fondos
a escenas de martirios o batallas.
El hombre moderno es el primero que introduce el género y
lo hace casi a la vez que otro que hasta el momento no se había presentado como
autónomo: el retrato. Hasta este momento las personas sólo habían formado parte
de retablos y cuadros como donantes, y por tanto, formando parte de una escena
religiosa. Ciertamente la forma de tratar el paisaje en la obra de Giotto, la manera
de construirlo, lo dotan de un protagonismo especial, aun así sólo funciona
como un telón de fondo de las confidencias de los protagonistas.
La primera obra en la que se considera el paisaje como
protagonista único es La Tempestad (1505-10)
de Giorgione. La naturaleza ocupa toda la escena, una naturaleza arrebolada,
casi amenazante con las pequeñas figuras que aparecen en una esquina del cuadro.
Se pone de manifiesto la fuerza de los elementos frente al ser humano, incapaz
de dominarla. Un tema que, siglos más tarde, con el Romanticismo, se tratará
ampliamente tanto en el arte como en la literatura.
Rastreando en la Historia del Arte encontramos algunas
obras que responden a estos intereses, como Cristo
en la tempestad del mar de Galilea (1596) de Jan Bruegel I, también con un
tema religioso, pero donde la naturaleza ocupa casi la totalidad de la obra.
Quizá el primero que la resalta en solitario esté en las antípodas de nuestra
cultura: La ola (1832) de Hokusai.
Como decía, con el Romanticismo será cuando se sitúe en
primer plano, especialmente desde la difusión de Las artes figurativas y la Naturaleza de F. Schelling (1807). Esta desazón romántica y la relación de un cierto estado anímico con la
naturaleza se observa muy bien en la obra de C.D. Friedrich, y
especialmente en Monje a la orilla del mar (1810). Es la naturaleza
entendida como lugar de inmersión y de experiencia o bien la finitud del ser
humano frente a la infinitud de aquella.
En el arte contemporáneo es un
asunto que se ha tratado con mucha más asiduidad, haciéndolo, en muchos casos,
auténtico protagonista, aun más, si cabe, que en el Romanticismo. Como decía,
el Land Art ha trabajado con y en la naturaleza y también en algunas
performances. Entre estos trabajos podríamos destacar los de la cubana Ana Mendieta
(1954-1985), explorando las relaciones entre el cuerpo y la naturaleza,
que tenían mucho de acto espiritual, como en la serie Siluetas (1985), dejando la huella de su cuerpo en el paisaje, bien
a través de surcos, volúmenes de hojas, huecos en el suelo.
A parte
de estas experiencias, serán la fotografía y el vídeo los géneros que más lo han tratado,
representándolo de múltiples maneras. Tanto por sí mismo como en su relación
con el ser humano, o más bien de este con aquel. Lo harán de una manera idílica,
como vuelta a los principios, o para denunciar situaciones de abuso; como hábitat
o como amenaza. También ha habido exposiciones que lo han tratado
específicamente, analizando sus lenguajes y posibilidades.
El paisaje en el arte, como una creación cultural, es algo que se
construye, que se puede construir a partir de elementos dados, tomándolo por sí
mismo o combinando diferentes elementos y re-creando una escena. También se
puede tratar, como hacen algunos/as autores/as, como un elemento vivo en el que
estamos y con el que nos relacionamos. En cada época y en cada sociedad se han
elaborado imágenes del mundo y del entorno que responden a las creencias,
conocimientos y deseos que se poseen, como ocurre en las culturas ancestrales,
donde la relación con las fuerzas y fenómenos de la naturaleza son consustanciales
con la cultura y la vida.
Como comentaba antes, el Romanticismo situó al paisaje en una posición
cultural de protagonista, la fuerza arrolladora de lo natural como imagen de la
desazón propia de la época, como una identificación anímica y emocional y también
se hace en la actualidad, aunque los intereses de los/as artistas sean
diferentes.
Actualmente hay múltiples maneras de interpretar el paisaje, especialmente
si nos fijamos en cómo se ha realizado el proceso de recuperación del mismo en
el campo de las artes durante el periodo posmoderno: por una parte está el
concepto de paisaje propiamente dicho y por otra la construcción del mismo o la
creación de una naturaleza intervenida por el/a autor/a, e incluso re-creado de
una manera más “visionaria” que real, tal vez buscando ese “mundo feliz”. Comenta
Javier Maderuelo que
el concepto
paisaje es un constructo, una elaboración mental que realizamos a partir de “lo
que se ve” al contemplar un territorio, un país. El paisaje no es, por lo
tanto, un objeto ni un conjunto de objetos configurados por la naturaleza o
transformados por la acción humana, tampoco es la naturaleza, ni siquiera el
medio físico que nos rodea o sobre el que nos situamos. El paisaje, en cuanto
concepto, es la trabazón que permite interpretar en términos culturales y
estéticos las cualidades de un territorio, lugar o paraje[1],
sea esta interpretación real o imaginaria.
En esa operación estética han intervenido los/as artistas en las dos
modalidades: tatuando, tallando, ocupando y actuando sobre el territorio y, por
otra parte, generando a través de esos trabajos nuevas maneras de mirar y, por
lo tanto, de enjuiciar y valorar los territorios. Sin duda, en muchos casos, no
hay sólo una intención artística, sino también la muestra de un compromiso con
el entorno natural, con la preservación de un medio que es responsabilidad de
todos/as, también de los/as artistas que, a través de su obra, presentan unas
veces su belleza y su importancia para la vida de todos/as, como la degradación
a que se está sometiendo, tanto por los gobiernos y las industrias como por las
empresas de turismo, que constantemente lo banalizan y lo frivolizan. Hoy todo
lo cultural, la naturaleza también, es susceptible de convertirse en atracción
turística y ello entraña no pocos peligros.
Esto último
expuesto se puede ver en el trabajo de diferentes artistas que, de una manera u
otra, trabajan sobre este concepto amplio del paisaje y con intenciones muy
diferentes, como Richard T. Walker, Gregg
Smith, Andrea Loux, el colectivo Art Orienté Objet
(Marion Laval-Jeantet y Benoît Mangin), Felipe Ortega-Regalado, Marisa
González, Almalé-Bondía, Robert Cahen o Raúl Chacón. Ejemplos que
nos pueden acercar a esas múltiples formas de entender la naturaleza y el
paisaje, en muchos casos “construido” (intervenido) desde o en la mirada del/a
autor/a.
En
algunos casos presentan el medio como algo sin contaminaciones, pero también
como el espacio en el que se han ido introduciendo una serie de cambios y
añadidos que lo han alterado progresivamente, y no siempre de una manera
afortunada. Estaremos de acuerdo en que el progreso no se puede detener, que es
fundamental para la mejora de la vida de las personas, pero muchas veces ese
“progreso” no se ha proyectado de una manera respetuosa con el entorno y que, a
menudo, se ha planteado como ensayo y error donde ya no hay marcha atrás una
vez destruido. Esto se puede ver, por ejemplo, en la serie Geología
(2007) de Gonzalo Vargas, donde nos acerca a
uno de esos proyectos desafortunados de los gobiernos, la dictadura argentina
en este caso, en los años setenta y ochenta del siglo pasado, que intentó
construir un nuevo emplazamiento que luego abandonó. En las fotografías lo que
vemos son los restos de ese proyecto, trozos de construcciones como a la deriva
que contaminan las playas, un paisaje intervenido por el error.
El trabajo de Vargas, desde puntos de vista
muy diferentes, busca representar, o más bien denunciar, esa idea de progreso
mal entendido y peor planteado. En muchos casos enfrentarnos con la idea de lo
artificial, de lo natural construido, como en la serie Ruta (2015) donde analiza esa idea de progreso a que antes me
refería, como creación de una nueva imagen de Estado moderno, que crea nuevas
vías de comunicación más rápidas y seguras, pero donde la naturaleza siempre es
la más perjudicada, como también podemos ver en las obras de la colección Montaña/Mar (2014).
Apuntaba antes a esa idea del progreso y del
turismo que, poco a poco, lo va inundando todo, creando zonas que se venden
como el lujo de lo original, pero que acaban siendo parques temáticos, tanto
del patrimonio histórico como del natural. Parques que, además, nunca tienen
una personalidad propia, encontramos lo mismo en zonas muy diferentes del
planeta. Son como esos suvenires que se pueden comprar en muchas ciudades,
todos iguales, sólo cambia el nombre del lugar en que los hemos comprado. A
esto atiende la serie Paraísos
artificiales
(2008-2013), de
sugerente título. Zonas de vacaciones ofertadas por los turoperadores, promesas
de originalidad y relax que luego cuentan cuando vuelven, como el culmen del
lujo en un medio natural, pero que no son más que eso, parques temáticos donde
cada turista juega un papel previamente asignado, el “rol del divertido”.
La naturaleza no es sólo espacio físico, también es lugar
simbólico donde lo espiritual es representado y representa a muy diferentes
elementos como los árboles, las plantas, el aire, la lluvia o las nubes. Es
espacio de convivencia y ritual, mucho más en las comunidades ancestrales. A
esto corresponde Guangüiltagua (2012-2014) (cuyo significado podría ser “loma
de las cuatro aguas”), un lugar sagrado, un punkará. Se centra en una zona de
Quito utilizada por las culturas ancestrales, pero que se ha visto alterada por
los nuevos proyectos metropolitanos. Una muestra más de ese desarrollismo tan
mal entendido, donde los poderes pretenden defender lo propio mientras que lo
amenazan constantemente.
En definitiva, el trabajo de Gonzalo Vargas busca ese
encuentro con la naturaleza, esa representación de lo natural desde el arte
actual, la fotografía en su caso, desde donde nos podamos acercar a un medio
que, a veces, nos es tan familiar como extraño. Su obra, como antes comentaba,
pretende ponernos delante de esas imágenes que encierran múltiples lecturas,
pero que en muchos casos quieren ponernos delante de una situación, podríamos
decir, de desamparo de la naturaleza y la cultura frente a ese desarrollo que
se nos pretende vender como mejora y que en muchos casos no lo es. Podríamos
ver sus imágenes como una simple visión de artista, como algo estético (en el
sentido más coloquial del término), pero en el fondo van mucho más allá.
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