viernes, junio 26, 2015

Pablo Cardoso: Caudal / Galería dpm, Guayaquil





























CAUDAL

La reciente serie de Pablo Cardoso presenta un nuevo giro sobre la noción de paisaje que, como pocos, ha explorado con una inventiva excepcional. Hemos visto en los últimos quince años de su trabajo al paisaje como una plataforma desde la cual ha abordado un conjunto de reflexiones sensoriales, históricas, científicas, políticas y –crecientemente- activistas. La mirada siempre atenta al recorrido que el género ha tenido en el campo del arte, indagando a su vez sobre los impulsos detrás del afán explorador, propio o ajeno, que subyace en cada serie.

La documentación de vistas fraccionadas desde un conjunto de ríos, que aparecen como tema central en Caudal, se inicia probablemente como respuesta a un estímulo vivencial: “Todos los ríos por ahora son en el Azuay […] El único que fue escogido con toda la intención fue el primero: Sta. Bárbara. Es el río de mi niñez, de la tierra de mis abuelos y de mi padre (nacido en Sígsig), y donde murió el segundo de mis diez hermanos cuando yo era muy pequeño. Es, además, un río con mucho espesor histórico, cultural, político y ecológico. Quise empezar la serie sumergiéndome en él y fotografiándolo desde dentro.”

Es justamente aquel punto de vista inesperado (“desde dentro”) el que quiebra las convenciones del paisaje decimonónico que parecen evocar: los tonos terrosos y brochazos sueltos reminiscentes de los pintores de la Escuela Barbizon (c. 1830-1870), o la imponente fuerza y envolvente presencia con matices románticos y temperamentales que manifiestan los fenómenos naturales en Turner (1775-1851), cuyo trabajo gravitó como un ascendente para estos cuadros. Es en estas miradas desde el interior del río donde como espectadores somos presa de su mismo flujo, casi llegando a suplicar por oxígeno en un par de ellos.


  
Una vez más opera esa seductora traducción de la imagen fotográfica llevada al lienzo que parece reinventarse con un estilo visual distinto en cada exposición de Cardoso; si en otras series como su reciente Golem el trazo parece diluirse en un extremo hiperrealismo “gran angular”, en Caudal las pinceladas se evidencian en las más convencionales maneras. Pero atravesando el umbral de aquella pericia empeñada tanto en el engaño como en el guiño, a la cual nos entregamos deleitando la retina, no podemos perder de vista que este es un artista que equilibra delicadeza y cálculo. Por ello habrá que prestar atención a las lecturas subyacentes tras el primer encanto, particularmente cuando las pinturas están llamando la atención con una visualidad de apariencia tan conservadora.

No nos podemos abstraer de las implicaciones del acto ritual de la inmersión, de la dimensión espiritual ceremonial de renovación, ni del talante filosófico que deriva la observación del torrente que encierra la vieja cita que señala que “ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río”. Sin embargo el artista está pensando también en el empleo de los ríos como “recursos hídricos”, al servicio de esquemas que operan en el entramado del capital; de su caudal al servicio de lógicas ajenas al mundo natural, de la “fluidez” financiera que metaforizan. Parafraseando lo dicho alguna vez por Gerhrad Richter, un cuadro de Freidrich no pasa de moda, lo que ha quedado atrás y debe actualizarse son las circunstancias que le dieron vida: un marco cultural renovado por otra ideología.

Si bien la invocación de lo sublime en el mundo contemporáneo se encuentra viciada por un trillo del cual muchos artistas serios se cuidan, la forma romántica como el mundo natural se encuentra representado en estas telas lo identifica como fuente primaria de este tipo de experiencias. Varias telas en la intensidad emotiva de sus evocaciones de espacio y luz movilizan cierto asombro y recogimiento, el sentimiento de que hay algo en estos ríos que escapa la lógica, de una incomprensible trascendencia, de una profundidad afín al absoluto hegeliano…y también de su conexión inexplicable con el trauma, con la huella de eventos que dejaron marca. Estimo además que la honestidad de la obra de Cardoso nos permite –como aconsejaba Nietzsche- abandonar la racionalidad, la sospecha propia de la mirada curtida e incrédula, para arrojarnos a la inconmensurabilidad de esta experiencia sensible.

Y así nos queda una serie en la que transitamos desde el discernimiento de su cuidada concepción hasta el goce de su observación no meditada, que hay que enfatizar, se beneficia inmensamente de su percepción en vivo. Este es el primer trecho de una serie que crecerá explorando geografías más amplias y que seguramente llamará la atención sobre problemas puntuales en cada sitio, enmascarados tras la dramática belleza del entorno natural.

Rodolfo Kronfle Chambers
Guayaquil, mayo de 2015
  
























Registro fotográfico de la muestra: Rodolfo Kronfle Chambers
Imágenes obras: cortesía Pablo Cardoso

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