CAUDAL
La reciente serie de Pablo Cardoso presenta
un nuevo giro sobre la noción de paisaje que, como pocos, ha explorado con una
inventiva excepcional. Hemos visto en los últimos quince años de su trabajo al
paisaje como una plataforma desde la cual ha abordado un conjunto de
reflexiones sensoriales, históricas, científicas, políticas y –crecientemente-
activistas. La mirada siempre atenta al recorrido que el género ha tenido en el
campo del arte, indagando a su vez sobre los impulsos detrás del afán
explorador, propio o ajeno, que subyace en cada serie.
La documentación de vistas fraccionadas desde
un conjunto de ríos, que aparecen como tema central en Caudal, se inicia
probablemente como respuesta a un estímulo vivencial: “Todos los ríos por ahora
son en el Azuay […] El único que fue escogido con toda la intención fue el
primero: Sta. Bárbara. Es el río de mi niñez, de la tierra de mis abuelos y de
mi padre (nacido en Sígsig), y donde murió el segundo de mis diez hermanos
cuando yo era muy pequeño. Es, además, un río con mucho espesor histórico,
cultural, político y ecológico. Quise empezar la serie sumergiéndome en él y
fotografiándolo desde dentro.”
Es justamente aquel punto de vista inesperado
(“desde dentro”) el que quiebra las convenciones del paisaje decimonónico que
parecen evocar: los tonos terrosos y brochazos sueltos reminiscentes de los
pintores de la Escuela Barbizon (c. 1830-1870), o la imponente fuerza y envolvente
presencia con matices románticos y temperamentales que manifiestan los
fenómenos naturales en Turner (1775-1851), cuyo trabajo gravitó como un
ascendente para estos cuadros. Es en estas miradas desde el interior del río
donde como espectadores somos presa de su mismo flujo, casi llegando a suplicar
por oxígeno en un par de ellos.
Una vez más opera esa seductora traducción de
la imagen fotográfica llevada al lienzo que parece reinventarse con un estilo
visual distinto en cada exposición de Cardoso; si en otras series como su
reciente Golem el trazo parece diluirse en un extremo hiperrealismo “gran
angular”, en Caudal las pinceladas se evidencian en las más convencionales
maneras. Pero atravesando el umbral de aquella pericia empeñada tanto en el engaño
como en el guiño, a la cual nos entregamos deleitando la retina, no podemos
perder de vista que este es un artista que equilibra delicadeza y cálculo. Por
ello habrá que prestar atención a las lecturas subyacentes tras el primer
encanto, particularmente cuando las pinturas están llamando la atención con una
visualidad de apariencia tan conservadora.
No nos podemos abstraer de las implicaciones
del acto ritual de la inmersión, de la dimensión espiritual ceremonial de
renovación, ni del talante filosófico que deriva la observación del torrente
que encierra la vieja cita que señala que “ningún hombre puede bañarse dos
veces en el mismo río”. Sin embargo el artista está pensando también en el
empleo de los ríos como “recursos hídricos”, al servicio de esquemas que operan
en el entramado del capital; de su caudal al servicio de lógicas ajenas al
mundo natural, de la “fluidez” financiera que metaforizan. Parafraseando lo
dicho alguna vez por Gerhrad Richter, un cuadro de Freidrich no pasa de moda,
lo que ha quedado atrás y debe actualizarse son las circunstancias que le
dieron vida: un marco cultural renovado por otra ideología.
Si bien la invocación de lo sublime en el
mundo contemporáneo se encuentra viciada por un trillo del cual muchos artistas
serios se cuidan, la forma romántica como el mundo natural se encuentra
representado en estas telas lo identifica como fuente primaria de este tipo de
experiencias. Varias telas en la intensidad emotiva de sus evocaciones de
espacio y luz movilizan cierto asombro y recogimiento, el sentimiento de que
hay algo en estos ríos que escapa la lógica, de una incomprensible
trascendencia, de una profundidad afín al absoluto hegeliano…y también de su
conexión inexplicable con el trauma, con la huella de eventos que dejaron
marca. Estimo además que la honestidad de la obra de Cardoso nos permite –como
aconsejaba Nietzsche- abandonar la racionalidad, la sospecha propia de la
mirada curtida e incrédula, para arrojarnos a la inconmensurabilidad de esta
experiencia sensible.
Y así nos queda una serie en la que transitamos
desde el discernimiento de su cuidada concepción hasta el goce de su
observación no meditada, que hay que enfatizar, se beneficia inmensamente de su
percepción en vivo. Este es el primer trecho de una serie que crecerá
explorando geografías más amplias y que seguramente llamará la atención sobre
problemas puntuales en cada sitio, enmascarados tras la dramática belleza del
entorno natural.
Rodolfo Kronfle Chambers
Guayaquil, mayo de 2015
Registro fotográfico de la muestra: Rodolfo Kronfle Chambers
Imágenes obras: cortesía Pablo Cardoso
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