miércoles, mayo 17, 2006

Larissa Marangoni. Mi Espacio Vacío.
Galería Mirador . 11 de Mayo del 2006.













En la almendra -¿qué hay en la almendra?
La Nada.
La Nada está en la almendra.
Allí está, está.
Y tu ojo -¿dónde está tu ojo?
Tu ojo está frente a la almendra.
Tu ojo frente a la Nada está.

Paul Celan - Mandorla

Mi espacio vacío
(texto para el folletín de invitación)

Debo prevenir al lector de estas líneas que las reflexiones que siguen se originan a partir de una conversación con la artista acerca de la idea que viene preparando, más no desde la concreción de una obra ya resuelta, lo cual –por obvios motivos- dificulta una elaboración más clara en cuanto a sus posibles lecturas y a un encuadre que ayude a situarla cultural e históricamente.

Las preocupaciones de carácter ontológico nunca han estado ausentes de la obra de Marangoni, pero quizá es la primera vez en que se abordan en tal grado de abstracción que la referencialidad hacia cualquier aspecto concreto de lo real –ligada por lo general a sus circunstancias específicas de vida- esté por primera vez casi totalmente disuelta.

Resulta evidente que el carácter de esta nueva propuesta no se plantea desde un conjunto de obras dialogantes entre sí (como ha sido frecuente en su quehacer), lejos de esto nos ofrece ahora una sencilla experiencia cuyo carácter final dependerá en gran medida del nivel de conexión de los sujetos involucrados.

Mi espacio vacío parte de una subjetividad extrema y de percepciones íntimas que no por aquello pueden resultar impenetrables; aquí estamos abandonados a nuestros propios dispositivos emocionales, y somos recordados de que el lenguaje como traductor del sentimiento siempre será insuficiente.

La artista nos presenta un habitáculo tridimensional, modelado justamente como un eco del almendrado espacio negativo que se forma entre sus piernas juntas; esto nos puede remitir a modelos arquetípicos (mandorla, ojo, genitalia femenina, nociones del vacío, etc.) que se expresan ahora con un destello lumínico intenso, irradiante, y que encierra –a manera de núcleo- una representación escultórica de la forma que le da origen.

Este tajo arquitectónico en la galería bien podría invocar algunos referentes: desde el efecto producido por los sugerentes cortes de Lucio Fontana en sus lienzos, hasta las premisas creativas de Louise Bourgeois ("Mis obras son una reconstrucción del pasado. En ellas el pasado se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido"), pero hilar fino en este sentido me parece que puede contaminar lo que se quiere transmitir.

Siguiendo la lectura que hace Nicolas Bourriaud en relación a elaboraciones de Guattari, la subjetividad solo se puede definir mediante la presencia de una segunda subjetividad (en este caso la de los receptores); esta solo forma un “territorio” en función de los otros territorios con los cuales se atraviesa. En otras palabras la experiencia de cada espectador al interactuar con lo propuesto por la artista diferirá en distintos grados y matices para cada quien, ya que se define bajo los principios de la otredad. Esta obra se zanja en el terreno de la experiencia y por ello mi espacio vacío puede ser tan distinto como el de Marangoni… ¿y para Usted?

Rodolfo Kronfle Chambers
Guayaquil, Abril del 2006



Mi Espacio Vacío
Presentación de Rodolfo Kronfle Ch. en la Galería Mirador – 11 de Mayo-2006

Tengo algún tiempo transmitiendo mis perspectivas del trabajo que por años ha desarrollado Larissa Marangoni, pero en esta ocasión, dada la naturaleza de la obra que nos presenta hoy, voy a evitar referirme a la misma en términos específicos.

Hago esto esencialmente porque en un trabajo así es cuando se hace más evidente aquella facultad –a veces inclusive responsabilidad- del espectador, para dar un cierre contribuyente a la obra, para completarla y sumar a sus significaciones. Cabe apuntar, sin embargo, algunos de los aspectos que han caracterizado la línea de producción de esta artista, y que nos pueden brindar claves para potenciar nuestra aventura hermenéutica:

Un primer elemento sería el tener presente que el germen de la mayoría de su trabajo más emblemático ha estado afincado en la vivencia personal; pero ojo, aquello no se ha traducido egoísta, pretenciosa o narcicísticamente en la concreción física de sus propuestas, al contrario, si hay algo que caracteriza a ese ejercicio, a ese traslado del campo privado a la esfera pública de su recepción, ha sido el potencial de que lo personal se enuncie de maneras tan abiertas como para que las mismas resuenen y se amplifiquen en la empatía del espectador. En otras palabras una suerte de búsqueda para que lo autobiográfico desborde la anécdota puntual, para que en ese trabajo que en general evidencia un desarrollo puramente humano y que nace de la añeja dialéctica entre el arte y la vida, se haga presente –tal vez- una relación entre su historia personal y la memoria arquetípica de la condición humana.

Un segundo elemento estaría en los contenidos que casi siempre se desprenden de su producción, asociados a una interpelación de la vida doméstica y conyugal, a la deconstrucción del componente social en torno a los ritos de pareja, y a la desmantelación de mitos dentro de las políticas de género imperantes en el campo cultural de su entorno.

Y finalmente un tercer elemento, aquel dentro del cual se consuman y se vuelven operativos los dos anteriores: el cuerpo como terreno donde se construyen formas de discurso. El cuerpo ha sido una referencia constante en la obra de Marangoni, y se ha reinterpretado, representado, sugerido y aludido de múltiples formas, no solo en su obra escultórica sino en prácticamente todos los medios y soportes sobre los cuales ha trabajado. En otras palabras en su obra se decanta la relación del cuerpo con ciertas estructuras de poder e instrumentos de control, o más en concreto su estatus, manipulación y conflicto frente a instituciones culturales, religiosas y políticas. Y es que como lo elaboró Michel Foucault “el cuerpo está también directamente inmerso en el campo político: las relaciones de poder operan inmediatamente en él, lo atacan, lo marcan, lo entrenan, lo torturan, lo fuerzan a realizar ciertas labores, lo obligan a participar en ceremonias, y demandan ciertos signos de él.”

Este último aspecto es el que enmarca decisivamente su producción como parte de una genealogía artística que tiene ya alrededor de tres décadas desde su surgimiento, donde algunas generaciones de mujeres han identificado al cuerpo humano como un lugar propicio para explorar y definir su situación.

No queda más que felicitar a la artista por el gesto valiente que siempre he intuido conlleva cada una de sus presentaciones, y –por supuesto- a esta Galería por la decisión de acogerla. Existen artistas –e inclusive críticos- que intentan controlar las lecturas que se pueden hacer a una obra, pero preferimos extender una invitación a Ustedes, más que espectadores esta noche sujetos de experiencia, a involucrarse y hurgar en el potencial de afectación de esta propuesta, que parafraseando a Danto espero se convierta no solo en un simple interludio estético sino también en una aventura moral.

Texto de Lupe Álvarez para la Revista Vanguardia

“Mi espacio vacío” es el título de la muestra de Larissa Marangoni que ha inaugurado la Galería Mirador de la Universidad Católica de Guayaquil, otra entrega de esta artista con reconocida trayectoria en el pequeño ámbito de la escultura contemporánea en el país.
La exhibición consta de una sola pieza emplazada centralmente en el espacio de la sala; una estructura inquietante y profusamente iluminada que “re-produce”, a escala, el nicho marcado entre dos muslos femeninos que se juntan. La forma, una especie de morada que alberga el núcleo escultórico, denota una depuración de cualquier referencia que no sea a este espacio ambiguo y perturbador, y la blancura del ambiente, enfatizada por el material empleado -de apariencia gélida-, suspende cualquier asociación lúbrica.

Se trata de una evocación sumamente mediada por la recia voluntad formal que ha primado en la propuesta de esta creadora, alusiva siempre a un universo personalísimo de preocupaciones que bordean tópicos de género, esbozando al mismo tiempo, disquisiciones existenciales de orden más general.

El conjunto deja ver las tensiones entre la subjetividad que desoculta y la dimensión estética que exhibe, entre la forma pura y los destellos de una vivencia personal controvertida. Alejada de cualquier afán anecdótico Marangoni desnuda la experiencia, llevándola a una confrontación en la que sale ganando la consistencia simbólica. En esto radica una de las cualidades de la propuesta de la artista, dado que, del mismo modo que se codea con la herencia minimalista fundada en la austeridad de medios y en la información exigua, nos somete a tesituras sentimentales siempre abiertas y estremecedoras.

Esta contienda se percibe en la extrañeza que, en numerosos casos, nos dejan sus exhibiciones llenas de pliegues entre una inherente materialidad y la impronta subjetiva, suspendidas ellas por unos referentes que se deshacen cuando tratamos de atraerlos hacia experiencias nombrables.

Lupe Álvarez
Guayaquil 18 de mayo del 2006




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