miércoles, mayo 07, 2008

Roberto Noboa - Galería Mirador

Ejercicios para perder el miedo
Tenista vikinga
Problemas del éxito y dos monos malditos
Cancha y gallinas
Cancha
El día del susto (la huida)
Movimiento completo, adidas negros
Adidas negros
Mira que si te quise fue por el pelo
1 alfombra y 2 hachas vikingas
Ejercicios para perder el miedo II
Eguill, guarda la red!
Cancha, gallinas y troncos
Gran estadio
La mañana siguiente (trofeo)
Roberto Noboa
Galería Mirador – Mayo 2008

Duro oficio el de outsider…Noboa como “freak”

Desde el comienzo de su carrera a Roberto Noboa le tocó lidiar con condiciones adversas a la recepción de su trabajo. A mediados de los noventa su pintura se percibía como un lunar rebosante de desagrado en la piel amanerada y complaciente del arte guayaquileño: en el plano comercial, en el de la reacción del público y me arriesgaría a decir que hasta en el de las instituciones, ya que a pesar de que le abrieron sus puertas me parece que no abandonaron el escepticismo hacia su trabajo.

Más recientemente, luego de que los cismas y cambios producidos en nuestra escena a partir de los comienzos del nuevo siglo propiciaran (en teoría) la inclusión, comprensión y relativa aceptación de otros paradigmas en el arte, resulta que la ubicación de la práctica de Noboa sigue siendo un tanto incómoda por la falta de conexión entre esta y lo que se instauró como la corriente más dominante y saliente en el medio. En este tiempo la producción local se sintonizó en gran medida con lo que venía sucediendo particularmente en Latinoamérica: todo un espectro de propuestas que encerraban aires de contestación, reclamo, conciencia y activismo, por lo general paralelo al avance de agendas sociales. A fin de cuentas se trataba de una producción con explícita vocación de comentar la realidad circundante y la esfera política.

Noboa no se adaptó, sino que siguió explorando su incómoda opción, que no dejaba de incorporar –a ratos- lo que a mi juicio han sido ácidos comentarios, los cuales por falta de una audacia interpretativa no han sido articulados en todas sus posibles dimensiones. Su pintura, aunque igual entabla contrapunteos con la realidad, obedece más a una naturaleza de orden sugerente que de representación taxativa, donde se propone la ambigüedad como un valor; en la misma se han incorporado muy variados registros culturales lo cual ha desubicado a más de uno en la tarea de extraer sentido. Creo que algunas de sus obras se perfuman con un aire de ironía, pero no de la que transita por el lado del curtido sarcasmo del individuo que señala presumido la estupidez humana, sino más bien de la que bordea los caminos del chiste privado, la pequeña burla de quien se sonríe solito sin revelar por completo el sentido de la mofa. Una actitud iconoclasta que no se toma en serio a sí misma.

Hasta aquí su producción puede ser vista como una campaña de excentricidad iconográfica, atravesada por un eclecticismo estilístico de inestable variedad formal: desde superficies con gruesos impastos hasta delicados o torpes dibujos, y desde coqueteos con el bad painting hasta las más cuidadas formas de su obra reciente. A juzgar por su trabajo desde que aparecen imaginarios ligados al tenis parece que se acentúan en él estrategias de “defamiliarización” de lo común u habitual, las cuales producen desplazamientos semánticos que impiden o distorsionan la lectura corrida de los símbolos, por ende invitando a la deducción metafórica.

Noboa comparte mucho con ciertas vertientes de la pintura contemporánea, caracterizadas por el sentimiento de extrañeza que despiertan sus imágenes, el inacabado acabado de su factura, la irregularidad de estilo y la disonancia visual, una técnica despreocupada de la cual se desprende un sentimiento de libre exploración, embalado todo en un dejo de total quemeimportismo hacia las consideraciones de “buen gusto”. Estamos hablando de un tipo de pintura que profesa una fascinación por la imagen en sí, cosa que incluso rebasa a ratos el interés “temático”. Prácticas que se afincan en la imagen fotográfica de diversas fuentes como el origen de sus repertorios pero que no requieren aparentar provenir de una cámara, sino más bien solazarse en su aspecto pictórico como una manera de internalizar el aturdidor ataque de lo visual al que estamos expuestos, de contestar su embate, o de fisurar su engañosa inocencia.

A pesar de que su trabajo se emparenta con líneas de producción presentes en varios circuitos, y que en centros urbanos con sistemas culturales mas amplios y desarrollados convive junto a otras perspectivas de abordaje artístico, el precario sistema cultural local fue insuficiente para alentar e inscribir a un “fenómeno” inusual como él. A esto se suma las limitaciones de un público que no logra situar sus coordenadas dentro de la matriz de referencias artísticas y culturales en que los pintores están inmersos hoy en día, especialmente los nacidos a partir de los años setenta.

Tal vez el problema que ha venido afrontando Noboa en el Ecuador sea un problema de expectativas. Un problema que reside en lo que se espera de un arte “ecuatoriano”, un arte que provenga de este país, que surja de sus entrañas. Porque el gran contexto no explica categóricamente su práctica, no lo ilumina claramente ni lo llena de evidencias, sino que es reflejado –tal vez y a lo mejor- de maneras tangenciales, desde sesgos más íntimos, mirando desde ángulos oblicuos los oscuros y retorcidos pliegues que encuentra en lo real. En este sentido el artista tiene el carácter de un “freak”, un raro, un practicante que no encaja, y esta dificultad de ponerlo en diálogo con sus colegas le ha costado un reconocimiento mayor. Aletea solo, sin viento de cola.

Su estatus “pelucón” (este es después de todo un ensayo escrito por alguien que encuentra un gozo casi mórbido en los estereotipos) lejos de haberlo ayudado creo que empeoró esta situación. ¿Cuánto nos gusta la imagen del artista desprovisto cuya inclinación creativa creemos resulta más honesta y sentida si nace en un clima de necesidad material? Como nos gratifica ver que alguien desde abajo se enrumbe hacia una cúspide reflejando la forma más llana y simple de entender el sacrificio: el que no tiene nada y lo conquista todo. Nos encanta creer que descubrimos un diamante entre el carbón y no caemos en cuenta de que esta vez se pudo haber configurado un extraño prejuicio que levanta suspicacias y escepticismo: que poca confianza queremos depositar en el talento de quien pensamos no requiere el apoyo de nuestra atención. ¿Por otro lado, cuánto alimenta la obra de algunos artistas lo que se construye en torno a su mitología personal? Definitivamente el sosiego de Noboa como individuo y la ausencia de poses con que se presenta no ayuda para tal efecto, su obra –por suerte- no se puede llenar de aire caliente.

No me interesa que estas líneas suenen a una validación temprana de un artista que recién estaría llegando a la mitad de su carrera…o menos…solo quiero llamar la atención a este que es un hecho muy particular en nuestro medio, y que merece atención solo porque estimo que sí tiene un rol definitorio en el carácter de su producción. Una producción que siempre es refrescante porque sus imaginarios nunca caen en el lugar común, sino que releen la realidad familiar que nos rodea de modos y en poéticas totalmente distintas a lo que el arte local genera.

Quisiera por último trazar un paralelo con uno de los artistas ecuatorianos que más admiro: Eduardo Solá Franco. Esto no lo hago para subirle los bonos a Noboa ni para predestinar su estatus en el horizonte de nuestra pintura, sino para contrastar el alegato que he pretendido configurar empleando un caso concreto, de distintos matices pero similar.

Solá fue terriblemente marginado del medio artístico local, más allá del repelús que pudo haber causado su orientación sexual, por su abolengo “aniñado” y por la ausencia en su práctica de un espíritu (o pretensión) de vanguardia que sus pares del momento enarbolaban. Su posición -ese exquisitamente aberrado academicismo subvertido en las narrativas más decadentes y febriles- resultaba incierta y descalzada de los principales movimientos de su tiempo, y por ello su consideración como un artista de talla es hasta ahora relativa. Sigue siendo un “caso aparte” tanto como a Noboa se lo pita en offside.

Pero Solá mantuvo su integridad, respetó el trabajo ajeno tanto como el propio y no cayó en el ridículo de desnaturalizar su producción para hacer de su pincel un lugar de estéril discursillo de confrontación. Su trabajo está ahí para ser releído, aunque en su momento no se le haya prestado la atención que merecía. Por suerte Noboa no se ha adaptado, no porque otros artistas estén equivocados y él haya encontrado la veta de la verdad, la innovación o la pertinencia, sino porque una escena heterogénea es saludable (ojo que heterogénea no implica una pluralidad mediocre), y pocos artistas acá generan el efecto inquietante y esas dosis de seducción y neurosis que implica una nueva muestra suya. Si en realidad nos creemos esto de que en Guayaquil la escena del arte ha adquirido una nueva vitalidad debemos tener conciencia del importante rol que artistas así juegan para que esto sea cierto.

Rodolfo Kronfle Chambers
Pelucolandia, 22 de abril del 2008

3 comentarios:

  1. Hola que tal, estoy completamente de acuerdo con su opinion, es verdad cuando se setreotipa o se le agrega una `face´por decirlo asi a un artista y peor si es pelucón, jaja, a parte el medio de aca no es admitible este tipo de arte, porq no llega a la gente y a los estratos al q se desea apuntar..Lo felicito por su blog, he aprendido mucho en poco tiempo, me gustaria q escribiera articulos sobre como es el proceso artistico aqui en Ecuador, es decir, sobre los pintores q desean vivir del arte, q problemas y cusas traen condigos.. espero q escuche esta petición .muy agradecido..

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  2. Me interesan ciertas imagenes que usa noboa me gustaria saber donde conseguir mas informacion sobre este artista

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  3. Personalmente, considero también la obra de Noboa como una que imprime en gran medida una dosis de frescura a la producción más que todo pictórica que se presenta en nuestro medio. La escena local se invade ciertamente de obras que sumadas en una buena parte, se limitan al ámbito socio-político que año tras año nos toca enfrentar pero tratado de una manera que resulta exageradamente efervescente. Nos es tan común encontrar el tema de la Migración, de la Pobreza y de la Protesta Política inmediatista (con el nuevo suceso que nos trae el periódico, cual desayuno para las neuronas que ocupan el hemisferio creativo del cerebro) que hay muchas "propuestas" que se tornan aburridas. En este caso, podría decir que el trabajo de Noboa visualmente divierte pero a la vez inquieta por su aparente desentendimiento con el mundo que le rodea. La construcción de un mundo nuevo a través de las artes, acaba siendo una necesidad para los incomprendidos. La tarea es doble o hasta triple, cuando uno se encuentra en la busqueda de un lenguaje que sea a la vez idóneo y eficaz para LOGRAR COMUNICAR ALGO (LO QUE SEA), a través del arte y que este sea recibido y comprendido. Después de todo, hasta el arte que pretendía no querer decir algo en su momento.. precisamente simbolizaba el mismo hecho de negarse a decir algo. La obra de Noboa la aprecio y la veo como una manifestación saludable, por el mismo hecho de ser notablemente perturbadora. La incesante búsqueda, que también la aplaudo por ser terreno fértil para la demostración de versatilidad imaginativo es a mi parecer, la cuna del virtuosismo.

    Adelante Roberto..

    JCE

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