“El deseo se escribe en
renglones torcidos”
Entrevista a Cristóbal
Zapata sobre la exposición
Erotopías:
Cuerpo y deseo en el arte ecuatoriano (3.900 a. C – 2013 d. C.)
Por Ana Rosa Valdez
Óscar Villegas
Danae. Nicolae y Diego (2002, Chinchon)
Óscar Villegas
Lucrecia u Homenaje a George Moore. Sandra Z. (2004, Alicante)
La exposición Erotopías: cuerpo y deseo en el arte
ecuatoriano (3.900 a. C – 2013 d. C.)
fue presentada en el Museo
Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) del Centro Cultural Libertador
Simón Bolívar de Guayaquil, en el marco de la Feria del Libro que organiza el
Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador. Luego de recorrer brevemente
las salas que la conforman, me surgieron algunas preguntas en torno al concepto
curatorial, por lo cual le propuse a Cristóbal Zapata, curador del proyecto,
realizar una conversación vía Facebook para conocer sus puntos de vista al
respecto.
ANA ROSA VALDEZ: Quisiera
comenzar esta conversación felicitando la labor realizada para esta exposición,
hace rato que en el MAAC no se presentaba una propuesta de este tipo. Tengo
entendido que se gestionó en tiempo record, pero esto no impidió hacer
un trabajo solvente. Voy a plantearte algunas interrogantes que tuve al
recorrer la exposición, recogiendo enunciados que quisiera problematizar en
relación a ciertas obras, al establecimiento de los núcleos y al criterio de
selección curatorial. Estas inquietudes seguramente se van a matizar y
enriquecer con las perspectivas que me puedas brindar desde tu trabajo como
curador.
La
temática que aborda la exposición es oportuna para analizar la forma en que se
imagina y construye el cuerpo humano desde la mirada de los y las artistas
visuales en la actualidad. En el arte local, históricamente ha primado la
mirada masculina heterosexual en la representación del cuerpo, sobre todo
femenino. Desde hace relativamente poco tiempo escuchamos la voz de artistas
mujeres que buscan desmarcarse de esta mirada, cuestionándola desde sus propias
búsquedas estéticas y políticas. Siguiendo esta idea, al recorrer la exposición
tuve la impresión de que, en general, se prioriza discursivamente una
perspectiva falocéntrica en la representación del cuerpo (femenino o
masculino), y del deseo que influye en la imaginación de un cuerpo (propio o
ajeno). Esto, se hace visible, principalmente, en los dos primeros núcleos...
CRISTÓBAL
ZAPATA:
Para empezar me alegra que le hayas encontrado méritos a la exposición y
agradezco tus palabras.
ARV: Qué bueno!
Sigo con mi idea... El primer núcleo, “Venus revisitada”, si bien incluye obras
de artistas mujeres que reflexionan sobre su propia sexualidad y las imágenes
estereotipadas de las mujeres -las cuales quizás sean las obras más críticas
del núcleo- mantiene una tendencia hacia propuestas que imaginan el cuerpo
femenino desde un deseo masculino totalmente genital, epidérmico y complaciente
(salvo la obra de Jorge Velarde, Anabella acurrucada, que revela otra
manera de descubrir la intimidad femenina). Yo no sé hasta qué punto, en la
mayoría de estas obras, se sorprende a las mujeres en su intimidad (como dice
en el texto introductorio), y la belleza física o los encantos que resaltan
podrían quizás ser una percepción más bien masculina (que no se enfatiza). En
su afán de hacer una apología de la feminidad, la mayoría de los artistas de
este núcleo recaen en los estereotipos de la representación del cuerpo
femenino.
La
exposición cuenta con un número de obras que, en el recorrido, me despertaron
diversas inquietudes quizás porque conozco un poco sobre los procesos creativos
de donde provienen. Algunas de mis preguntas tenían que ver con la forma en que
los hombres miran a las mujeres y viceversa. O cómo los hombres y mujeres
especulan sobre su propio cuerpo. Por ejemplo, me llamó la atención la relación
entre la obra de Pablo Cardoso y Janeth Méndez, artistas que por cierto son
pareja. La obra de él muestra el sexo femenino de forma muy abierta, realista,
en relación a la de Méndez es una representación bastante literal. La obra de
ella, en cambio, es más sugestiva; alude, no revela.
CZ: El curador
como el artista trabaja también, presumo, desde sus particulares latencias y
apetencias, desde sus propios deseos y carencias, es decir con su cuerpo. En
esa medida es probable que la perspectiva falocéntrica de la que hablas lleve
la voz cantante. Pero, aunque estoy constituido falocéntricamente soy muy
permeable, creo que sé deslindarme de esa marca con cierta facilidad, sino no,
no hubiera dedicado una estación a los cuerpos que se recrean, que se
repristinizan y resemantizan.
ARV: También
existe una clara diferencia en la forma de imaginar el cuerpo deseado, ésta se
distingue de la manera en que se representa un cuerpo sexuado que no se desea.
Por esto, me preguntaba cómo opera el deseo en la representación, si se tiende
a idealizar o no el cuerpo del ser amado. Quizás la exposición deja pendiente
un análisis sobre la mirada que construye al cuerpo, y cómo opera el deseo en
este proceso. ¿Podrías comentar tu perspectiva de este asunto?
CZ: Te cuento,
para empezar a ponerme en forma y en orden, entre el día en que me propusieron
hacerme cargo de la muestra y el día de la inauguración transcurrieron
aproximadamente 6 semanas, ese tiempo me obligaba a elaborar lo que se me
ocurre llamar un guion de amplio espectro, es decir apelar a unas figuras
paradigmáticas (Venus, Adán, Edén, Príapo, etc.) que están presentes en el
imaginario colectivo, que son –diría- de dominio público. Pero, por otro lado,
creo que si hubiera tenido dos años para hacerla, hubiese compartimentado la
muestra de manera casi idéntica, por dos razones: primero porque creo que esos
son (más o menos) los topoi presentes en el erotismo en todos los
tiempos y lugares, y porque no quería extraviarme ni extraviar al público con
ese discurso tantas veces críptico y esotérico de la teoría dura que tiende a
dejar fuera de combate al espectador, al lector. Por lo demás, yo no vengo de
la academia, mi formación es más bien literaria, la de un escritor que tiene
una relación de amateur (de aficionado, de amante, de amador) con las
artes visuales, consecuentemente mi apertura o acercamiento a esos dominios es
sobre todo poética, aunque eventualmente eche mano de ciertos discursos o
teorías que me ayudan a sustentar esos abordajes o lecturas siempre
arbitrarios, es decir, contaminados por mi gusto personal, por mis intereses,
mis afinidades, mis simpatías, mis empatías. Ahora paso a responder tus
inquietudes específicas:
En el núcleo de Venus hay
mucha tela que cortar. No creo que la mayoría de obras sean complacientes con
un punto de vista masculino convencional o falocéntrico. Si tu encuentras que Anabella
acurrucada implica una asunción distinta de la intimidad femenina, algo
parecido ocurre, por ejemplo, en el hermoso ciclo de grabados de Oswaldo
Viteri, donde la esposa también parece ser el objeto de la obra, y donde ésta
es desnudada gradualmente, pero a diferencia de Velarde que imprime a su voyeurismo
un cierto pudor y preserva digamos el misterio del cuerpo amado, Viteri rasga
el velo de la diosa y la hace suya a su manera... porque el desnudo (que es el
gran protagonista de esta estación) quizá tenga entre sus móviles la aspiración
de poseer simbólicamente el cuerpo pintado... En uno y otro caso es Psiqué
alumbrando a Eros con su lámpara. El alma, impulsada por la curiosidad o el
deseo, busca e ilumina el cuerpo deseado. Al fin y al cabo el cuerpo no es sino
el lugar donde se realiza el espíritu. Incluso en los peregrinajes místicos,
basta revisar los testimonios de Santa Teresa o de San Juan de la Cruz.
Pero
no es solamente esta fascinación por lo femenino lo que está de por medio en el
punto de vista masculino, por ejemplo, Wilson Paccha y Patricio Palomeque
abandonan los interiores para localizar a sus modelos en el espacio público: ya
sea en medio del entorno suburbano del Comité del Pueblo o entre las calles del
Centro Histórico cuencano. Un desnudo en medio de la ciudad es al mismo tiempo
un signo de admiración e interrogación, pero entraña sobre todo un estupendo
desplante político en tanto su irrupción contraviene el orden y la moral
instituida de la polis. En Paccha, ese desplante esta subrayado por las
alusiones fálicas: el gesto obsceno del índice, el pepino que sostiene “Ina”
(me refiero a su cuadro …Ina, la de la
teta grande). En tanto parte de un registro fotográfico, el descaro, la
provocación e insolencia que importa el desplante son más evidentes en la obra
de Palomeque, donde Mabel Petroff –prima dona del teatro morlaco– se erige y
exhibe desnuda, con las piernas abiertas, desafiando las directrices
ideológicas y eclesiásticas del patrimonio.
Y en las mujeres se puede
observar también esta doble dirección cuando trabajan con su cuerpo: por un
lado la vindicación y celebración gozosa del cuerpo como una fuente de placer
(en Saskya Calderón, Catalina Carrasco, o en el hermoso video de Vera León) y
por otro un posicionamiento más crítico, desde un cuerpo que se piensa en un
contexto sociocultural específico, y que articula un discurso artístico desde
su memoria corporal-afectiva como en el caso de María José Argenzio.
En
cuanto a Cardoso y Janneth Méndez –que son parte de otro núcleo- los puse cerca
precisamente por las analogías de su trabajo: para empezar ambos tienen como subject de sus obras la genitalia femenina, luego los dos
trabajan con la impronta: Cardoso con las huellas que deja el hervor en los
filtros de café (soporte de sus dibujos), y Méndez con las impresiones
vaginales. Ahora bien, el trabajo de Méndez se inscribe en una poética del
cuerpo (el pelo, los fluidos, etc.), mientras Cardoso, como bien sabes tú,
adscribe a una tradición pictórica más bien realista (un realismo naturalista o
fotográfico), y allí es donde se manifiestan las diferencias: Méndez opera como
una coleccionista de “recuerdos”, de fetiches, diría que quiere grabar (en el
sentido de fijar, de hacer figuras sobre la tela, pero sobre todo en la
acepción de almacenar) para recordar, mientras Cardoso trabaja de entrada con
el “recuerdo”, pues su colección de vulvas surge de la isomorfía entre los
filtros desplegados y los “mashos” (palabra que en kichwa nombra a los
murciélagos y a partir de allí a la vagina en el argot sexual azuayo-cañari).
De manera que la obra de Cardoso importa también una meditación sobre el
tiempo: el tiempo de la cocción, el tiempo de la incubación (del café, de la obra).
Ambas piezas me parecen igualmente sugestivas.
ARV: Creo que el
núcleo tiene altibajos, en el sentido de que vemos obras con perspectivas
críticas junto a otras que sí son complacientes. Eso se suma a mi percepción
sobre el segundo núcleo, “Adanes”, en el cual no se muestran obras de artistas
mujeres...
CZ: Me pregunto
ahora a la luz de algunas obras de este eje si no hay en los hombres una
actitud más voyeurística y en las mujeres un resorte exhibicionista,
porque tiende a ser su propio cuerpo el sujeto o el soporte de sus obras.
Pienso, además de las artistas ecuatorianas, en Carolee Schneemann, en Cindy
Sherman, en Marina Abramović.
ARV: No sé hasta
qué punto podemos hablar de exhibicionismo en la autorrepresentación que
proponen ciertas artistas mujeres. Creo que más bien intentan proyectarse a sí
mismas en contraposición a la mirada masculina predominante. Es una buena
pregunta porque, como dije anteriormente, en el núcleo “Adanes” no se muestran
obras de artistas mujeres. ¿Hubo algún interés en esto? Es decir, si en las
“Venus” fue importante mostrar cómo los hombres construyen el cuerpo de las
mujeres, ¿por qué en los “Adanes”, sólo vemos la mirada masculina?
CZ: Me hubiera
gustado mucho insertar en “Adanes” visiones femeninas de lo masculino, pero no
las encontré ese momento, y la verdad no sé si existen... allí es donde el
tiempo juega en contra... Pero, vamos, hay algo que creo que se tiende a pasar
por alto o a satanizar automáticamente, tachándole de falocéntrico o machista,
y es mirar a la mujer como objeto de deseo.
ARV: El problema
surge cuando la tendencia recae en modos de mirar a la mujer principalmente
como objeto y no sujeto de deseo. Hay una convención ahí. Más allá de que esto
pueda ser juzgado como "bueno o malo", me preocupa el hecho de que la
exposición inicie con construcciones muy convencionales sobre el cuerpo
femenino, y que luego se muestren miradas quizás más críticas sobre el cuerpo
masculino. Estoy pensando por ejemplo en las obras de Solá Franco. Pero a decir
verdad a mí tampoco se me vienen a la cabeza obras en donde artistas mujeres
construyan un cuerpo masculino como objeto de deseo...
CZ: Para mí la mujer es mi iglesia, mi ecclesia, es decir, la que porta las
llaves del reino. He aquí una cita de un escritor mexicano que es para mí un
autor de cabecera, quien ha indagado mucho sobre el tema del erotismo: “La
máxima calidad a la que puede aspirar la mujer es convertirse en objeto. Como
objeto no se pertenece ni siquiera a sí misma y, simultáneamente está abierta
al uso y la contemplación. Perdida toda identidad, transformada en un cuerpo
sin dueño que se desplaza por la vida entra en el campo de lo sagrado y permite
la aparición de lo divino: aquello que se puede percibir, que es susceptible de
sentirse, pero nadie es capaz de poseer” (Juan García Ponce). Si esto resulta
anacrónico o machista me apena, pero es una de mis pocas convicciones vitales.
ARV: "La
máxima calidad a la que puede aspirar la mujer es convertirse en objeto".
Yo creo todo lo contrario. La máxima calidad a la que debería aspirar la mujer
es convertirse en sujeto, sujeto de experiencia y deseo! "Perdida toda
identidad, transformada en un cuerpo sin dueño que se desplaza por la
vida...". Son palabras mayores, y muy problemáticas! Creo que ahí radica
mi percepción de que la exposición manifiesta una perspectiva falocéntrica en
sus planteamientos curatoriales.
CZ: De acuerdo,
pero esas es la dialéctica del cuerpo, es un viaje de ida y vuelta, ¿no? Somos
sucesiva, alternativa o simultáneamente objetos y sujetos de deseo, porque
estamos expuestos a lo único que quizá escapa al control y la censura: el
arbitrio de la mirada. La mirada es omnívora, omnisciente, lo penetra todo.
ARV: El concepto
del núcleo “Cuerpos recreados” también me resulta un poco problemático, sobre
todo porque al inicio de la exposición se muestra primero a las “Venus” y luego
a los “Adanes”, y este conjunto de obras viene a mostrar “lo otro”. Desde mi
punto de vista, lo que la exposición denomina como “cuerpos recreados”,
transformados, alterados, son más bien unos cuerpos muy reales de sujetos que
definen una identidad y orientación sexual específica. En este sentido, quizás
las “Venus” son realmente las ficciones, unas recreaciones muy específicas de
un deseo masculino. ¿Hasta cuándo las prostitutas, los hermafroditas, los gays
y travestis seguirán siendo “el otro”? ¿Por qué las obras de este núcleo ocupan
un lugar distinto al de las “Venus” y “Adanes”, si en realidad provienen del
mismo impulso sexual, y de la misma necesidad de comprender la identidad
propia, que nos caracteriza como animales humanos?
CZ: Nadie como yo
cree que las mujeres debe tener plena conciencia de sí, de todas sus
posibilidades de afirmación en un mundo cada más deshilachado. No sólo ser
en-sí, sino para-sí, como postulaba la Beaouvoir (Simone), pero a los hombres y
mujeres nos gusta simultáneamente ser sujetos y objetos de deseo, es decir
estar ante la posibilidad de elegir y ser elegidos por el otro... No creo, como
dices tú, que “esos cuerpos transformados, alterados, son más bien unos cuerpos
muy reales de sujetos que definen una identidad y orientación sexual específica”.
Me parece que hay allí una profunda zona de incertidumbres y ambigüedades. Es
el mundo de la ambivalencia total.
ARV: La obra de
Oscar Santillán, por ejemplo, para mí representa una condición y orientación
sexo-genérica que quizás no sea “ambigua” para las protagonistas. Y hay otras
que abogan por mostrar a través del arte unas identidades que no son tan
difusas como se puede pensar desde una mirada más convencional sobre el cuerpo
y sus representaciones. Creo que ciertas perspectivas sobre “lo ambiguo”
provienen desde una mirada hetero-normativa, “lo ambiguo” suele verse como “lo
diferente”. Y eso es bastante problemático por las implicaciones que tiene en
una exposición cuyo público es diverso, y que busca en ésta orientaciones
pedagógicas para comprender la sexualidad, la corporalidad y el deseo.
CZ: ¿Cuál es la
identidad sexual de Paccha, de Fabiano Kueva o de Julio Mosquera? Son cuerpos
rondados de fantasmas, de pulsiones diversas que optan por perfomatizar su
identidad, su incertidumbre. Al romper las marcas de género, lo deshacen. Hay
en ellos una exploración lúdica de su sexualidad, diría que llevan a cabo un
ejercicio gozoso de alteridad en su afán por mimetizarse con lo femenino.
ARV: Para no perder el hilo de mi pregunta,
insisto en que este núcleo es problemático porque da un lugar distinto a estas
indagaciones en relación a los dos núcleos anteriores (“Venus” y “Adanes”), en donde
quizás no se revelan esas “ambigüedades” que nos caracterizan como animales
humanos y seres sociales. Creo que el problema que veo es la separación. Muchas
de las obras de la exposición permiten reflexionar sobre estos asuntos, pero
los núcleos y sus enunciados curatoriales, desde mi punto de vista, dividen un
escenario (el del cuerpo y el deseo) que es difícil de categorizar. Sin embargo
entiendo que como curador(a) a veces uno se enfrenta al dilema de cómo
articular reflexivamente un conjunto de obras dadas.
CZ: Justamente el video de Oscar me parece un buen ejemplo de que el territorio del deseo es una Franja de Gaza, una zona de diferendos limítrofes, absolutamente volátil. Nada allí está dicho, es un dominio de signos flotantes, tachonado de un simbolismo muy esquivo. Por otro lado, yo intenté ponerle letra a un corpus diverso que es para empezar el que conforma la reserva del MAAC, y cuando amplié la convocatoria (para darle actualidad al recuento) la galaxia se expandió enormemente complicando su clasificación o taxonomía.
ARV: Desde mi
perspectiva, el escenario que trazan las obras convocadas se basa en el deseo y
en el autorreconocimiento. Dividirlo en categorías de género complica un poco
las cosas.
CZ: Sin descartar
las omisiones conceptuales y de artistas, me parece que la muestra adquirió
cierto espesor cuando me propuse ampliar el tema del erotismo (que era el
encargo inicial) hacia una reflexión sobre el cuerpo y el deseo. Allí vuelve a
hacerme falta tiempo. Me hubiera gustado además dedicar una ficha a cada obra,
o al menos a aquellas que resultan más problemáticas, por su voltaje
conceptual.
ARV: Sí, en este
tipo de procesos el tiempo nunca juega a favor... Además, teniendo en
consideración el tema y la diversidad de públicos que acceden a la exposición,
hubiera sido muy bueno contar con ciertas reflexiones en cédulas para abrir
preguntas.
Quisiera
pasar a otro comentario, tiene que ver con el núcleo “Edenes”. Me resulta algo
difusa la relación entre los lugares del placer amatorio -como se observa en la
obra de Judith Gutiérrez, por ejemplo- y los lugares dedicados al “comercio del
placer carnal” -por llamarlos de algún modo. En la intro, se habla sobre los
“lugares del amor”, pero yo no sé hasta qué punto un prostíbulo es un lugar para
el amor, para el gozo del ser amado. Viene a mi mente la obra La patrona de
la cantera de Falco. En esta, la representación de esta patrona es una
mujer que prefiere a su hijo antes que a un cofre de joyas. ¿Por qué hablar de
Edenes cuando en ciertas obras se muestran lugares socialmente más complejos
que rebasan la idea del placer amatorio?
CZ: Este eje
recorre algunas con-figuraciones de los vergeles perdidos, de los paraísos
soñados por las religiones y las mitologías (llámese Arcadia, Edén o Citerea),
y aventura también un paseo nocturno por los paraísos ganados: bares,
discotecas, prostíbulos, night-clubs. Todo ellos son locus amoenus,
lugares propicios al amor o a la
reverberación del deseo. Es en el primer subnúcleo que se sitúa la obra de
Judith Gutiérrez y la animación de sus personajes que hace Paco Cuesta.
ARV: Creo que mi
duda principal tiene que ver con la naturaleza de los lugares. Es decir hay
algunos que efectivamente son los lugares para "hacer el amor", pero
otros son más complejos y quizás se caracterizan por un "hacer"
totalmente distinto.
CZ: ¿Por qué
Edenes? Porque el término está en el disco duro de todos: el jardín de las
delicias. Podría haberlo llamado también ahora que lo pienso EL MUNDO FLOTANTE,
que es el nombre que se daba en el Japón a las zonas de tolerancia donde se
gestó el grabado erótico japonés, el Ukiyo-e, pero entonces quedaban
fuera las representaciones de los otros paraísos, los de la religión, la
mitología, los sueños.
ARV: El mundo
flotante me gusta más!
CZ: Claro,
nuestro "paraísos" modernos y nocturnos bordean el infierno, son
lugares conflictivos, sujetos de decenas de análisis de todo tipo, pero no
dejamos de asociarlos a la idea del pacer, de la fiesta. Además están allí, han
sido uno de los objetos secretos del arte ecuatoriano (Galecio, Andrade Faini,
Tábara, Zúñiga, Luis Jácome, Pepe Avilés, etc.) y sus visiones de esos lugares
oscilan ciertamente entre una perspectiva festiva y una mirada sombría. Me
refiero a los burdeles y las guarichas.
ARV: La discoteca
no es lo mismo que el prostíbulo. En ese sentido, creo que las obras reflejan
la tendencia de nuestra sociedad a crear lugares para el consumo
"masculino". Si hay lugares en el Ecuador para un consumo femenino,
lamentablemente aún no los conozco!
CZ: El locus amoenus
es el lugar de expansión del cuerpo y de disolución de las normas que regulan
el comportamiento sexual. Por principio se trata de espacios oscuros y
misteriosos, asociados al ámbito de lo femenino, donde se disuelven
precisamente las rígidas jerarquías y estructuras del orden civil masculino. Además tú sabes
bien que los títulos son siempre arbitrarios, tienen un margen de imprecisión,
pues son un intento por aglutinar o definir una materia, un asunto o un
contenido que siempre se escurre, que rebasa y desborda el título, y en este
caso, como en otros, estás obligado a tomar decisiones.
ARV: Si, pero la
museografía no hace distinción entre unos y otros lugares, sino que los ubica
indistintamente, no hace hincapié en las distintas funciones sociales que les
caracterizan.
Otra
de mis inquietudes tiene que ver con el núcleo final titulado “Relaciones
copulativas” que aborda la cuestión del amor consumado. La selección de obras
manifiesta distintos perspectivas sobre esta idea, lo cual me parece muy
oportuno ya que claramente hay múltiples abordajes estéticos del asunto. Pero me
pregunto por qué se incluye aquí una obra de Graciela Guerrero, que evidencia
la frivolización de la violencia sexual en los medios de comunicación. Esta
obra es muy potente y abre paso para abordar esta problemática pero, desde mi
punto de vista, aquí está fuera de contexto. Otra que también me resulta
difícil de conectar con el concepto de la exposición es la obra de Xavier
Patiño, quizás porque usa el referente de la cópula para hacer un comentario
mordaz sobre una cuestión de ideología política. Creo que abordar la relación
sexual como pretexto para hablar de otros asuntos (sociales, culturales o
políticos) desborda un poco el sentido de la exposición, más aún cuando ésta
culmina con la siguiente frase “Ven a dormir conmigo / no haremos el amor, / él
nos hará”. ¿Podrías comentar las motivaciones que te llevaron a situar puntos
de inflexión de esta naturaleza en el núcleo?
CZ: Al amor lo
pongo en salmuera, puede estar o no en el ámbito de lo erótico, no es
necesariamente el detonante del eros ni su fin... El erotismo es la
representación del deseo, no del amor…
De
Graciela Guerrero, lo que me interesa es que su escultura discute justamente el
tema de la representación de la violencia sexual. El caso de Patiño, como el de
Tomás Ochoa y algunos otros, abren el juego efectivamente hacia terrenos
políticos, hacen un uso político del cuerpo, o mejor dicho privilegian ese
filón consustancial al cuerpo en tanto todo cuerpo actúa dentro de un entramado
social. Pero una vez más, lo que me interesa son los artificios retóricos
(figurativos) que el artista despliega en su representación de lo sexual. Está
claro que Graciela no se propone hacer una apología de la violencia, pero me
pregunto si no es muy aventurado decir que por allí se cuela una ambigüedad
soterrada. Esa expresión de dolor de la víctima no recuerda un poco –en una
versión caricaturesca- el rictus extático de la Santa Teresa de Bernini? El
deseo se escribe en renglones torcidos, porque expresa precisamente nuestra
relación con aquello que no somos, con lo diferente, con lo extraño, con lo
perdido.
ARV: ¿No te parece
peligroso que la obra de Guerrero sea la única que aborde esta problemática en
este núcleo? Se queda un poco fuera de contexto... ¿Por qué la exposición no
indaga más en este asunto? Tengo en mente por ejemplo la excelente obra de
Valeria Andrade, Cañón de Carne, en la que camina por la ciudad con un
vestido ajustado mientras varios hombres la miran de forma lujuriosa, teniendo
como fondo sonoro una llamada a una línea de ayuda, en la cual le dicen que si
la miran así es por su culpa, o porque ella busca eso precisamente. ¡Nada más
misógino y anacrónico en esta época!
CZ: Sí conozco
esa obra de Valeria, pero para mí rezuma cierta corrección, cierto componente
didáctico o moralizante que me molesta en el arte. Lo peor que le puede pasar a
una obra es que incluya su moraleja decía Stevenson… Respecto a la escultura de
Graciela, lo pensé y dudé sobre la marcha. ¿Peligro en qué sentido dices?
ARV: Quizás estoy
fabulando de más, pero considero que se la ubicó en diálogo con otras obras en
las que efectivamente la relación sexual (amatoria) se consuma. Una violación
no es lo mismo que el acto sexual entre amantes. Me hubiera gustado ver más
abordajes críticos al asunto de la violencia sexual, porque aún en nuestra
sociedad constituye un tabú. Pero no sé si la frase con que cierra la
exposición nos deja muy claro por dónde quiere ir...
CZ: Completamente
de acuerdo, con un añadido: un cierto grado de violencia consensuada suele ser
un poderoso ingrediente erótico, y la idea misma de la violación puede
acompañar nuestras fantasías sexuales. El dolor y el placer se intercambian y
confunden con frecuencia. Bataille ya indagó profusamente en esos vínculos, en
esas zonas siempre difusas y porosas. Algo similar ocurre con el habla “sucia”
(el fuerte de Gabriela Chérrez). En todos los sentidos también cogemos con la
boca: la palabra soez sazona la carne. Siendo sin duda la forma más perfecta de
comunión, de comunicación, la experiencia erótica es también una experiencia
lingüística, verbal.
ARV: Acepto el
dolor cuando es detonante del placer, de otro modo creo que es muy peligroso
hacer analogías entre una violación y una relación sexual de pareja. Entre dos
personas que se aman y desean hay un vínculo que contextualiza el dolor, en una
violación sólo hay lugar para el terror y el asco. Sobre lo que dices, sería
genial hacer una itinerancia de la exposición, marcando nuevos enfoques.
Finalmente,
quisiera saber si consideras que la cota temporal del proyecto fue un poco
ambiciosa (3.900 a. C. - 2013 d. C). Como el período es tan extenso, y la
exposición no se propone como una antología, resulta difícil detectar cómo el
tema (“cuerpo y deseo en el arte ecuatoriano”) ha tenido diversos desarrollos
en los distintos contextos históricos que conforman este recorrido temporal.
Personalmente, me interesa mucho la temática que aborda la exposición, quisiera
ver una investigación posterior a ella.
CZ: Puede ser que
tratar de abordar 6 mil años de historia a través del erotismo haya sido
demasiado ambicioso, incluso un poco pretencioso, pero en este caso me parecía
que era preferible pecar por exceso que por omisión. El exceso (cuando no tiene
un afán fatuo de exhibicionismo) tiene que ver con la vida, con la fiesta, con
el gasto, con el derroche, con el potlatch, y por supuesto con el
erotismo (que es el dispendio por excelencia); la omisión la asocio a la
cicatería, a la pacatería, a la mezquindad, a la beatería de la academia. En
todo caso, si el cuento de las Erotopias continúa, aspiro a corregir excesos
excesivos y omisiones involuntarias.
ARV: Gracias,
Cristóbal, por tus respuestas tan oportunas!
CZ: A ti por tus sesudas inquietudes.
Registro: Rodolfo Kronfle Chambers
Que bueno ver que en el Ecuador se esten exponiendo obras de arte tan buenas. Me gusta en especial las fotos de Oscar Villegas. Felicidades a Cristobal Zapata por una exitosa exposicion.
ResponderBorrarUn arte muy recreativo, fomenta el desarrollo psico.motor del cerebro y abre la mente del individiduo hacia una perspectiva racional y logica. Estimula el racionamiento abstracto y corrompe el pensamiento humanitario.
ResponderBorrarQuisiera saber cual fue el artista que elaboro el cuadro de la mascara de payaso y la mujer
ResponderBorrar