viernes, noviembre 07, 2003

La Mecánica Popular de Alvear.
Por Rodolfo Kronfle Chambers 07-11-03

Hasta el 21 de este mes se puede visitar en la Galería dpm la muestra titulada MEC-POP del quiteño Miguel Alvear (1964). La serie de fotografías que exhibe se inscribe dentro de una práctica que constituye para mí una extensión lógica de su carrera, siendo el cine el objeto de su formación académica en Bélgica y California, compartiendo esta actividad algunos procesos de producción colaborativos que aquí emplea.

El punto de partida fue el proyecto Divas del Museo de la Ciudad en Quito que tamaño barullo ocasionó. Tan variopintas fueron las reflexiones que se dieron alrededor de este tema que es digno de un caso de estudio dentro del mundo de la cultura. El aporte de Alvear para dicha muestra fue esta obra que toma dos manifestaciones populares -el mundo de los transportistas y el fenómeno de la tecnocumbia- para rearticularlas visual y estéticamente, reflejando de esta forma sus puntos de convergencia y sus conflictividades.

Para el efecto hiperboliza los lugar comunes de los “ases” del volante, como son la irresponsabilidad temeraria de sus maniobras, los vicios, la poligamia, el humor lúbrico, el fetichismo religioso, y claro está, los gustos musicales, que ejemplificados por la tecnocumbia y sus provocativas intérpretes constituyen la banda sonora más apta.

Y así tenemos que en las imágenes aparecen las retocadas divas dramatizando situaciones dentro de complejas tramoyas, que son puntuadas por las frases (hoy en vías de extinción) que enarbolan los buses y que titulan las once fotografías. Por ejemplo, bajo el lema de “si el niño es hijo del chofer no paga” se muestra a una cantante cuyo cuerpo está cubierto de las parejitas de plástico que coronan los pasteles de novia, el muñequito que sostiene a la altura de su vientre y que se reitera profusamente en el decorado del fondo de la imagen, sugiere la inseminación indiscriminada de los formidables reproductores.

María del Carmen Carrión observa que Alvear consigue “trastocar los códigos de una performatividad de género establecida y dominante en nuestra sociedad, visible no solo en este espacio sino también en la publicidad y la prensa. Los personajes de sus fotos desafían los roles sexuales asumidos como norma, llevando al exceso ciertos estereotipos aceptados o modificándolos radicalmente.”

El artista trabaja en terreno minado por los prejuicios que los propios protagonistas han sembrado, y que algún susceptible espectador le podría achacar de explotar. Pero es un acto de provocación válido y afincado en una realidad palpable, que permite esta relación dialéctica y confrontacional entre el arte y la cultura de masas.

Las fotografías se presentan en gran formato, lo cual enfatiza su teatralidad, nos permite gozar de sus detalles y de sus libres guiños a la Historia del Arte. Sin embargo, y de manera acertada, su concepción original consiste en componer un calendario, del tipo que encontramos en talleres mecánicos y que objetivizan a las “bombas sexy”, ahora resaltando la incómoda artificialidad con que la maquinaria de emulación foránea ha modelado a las cantantes. Cuando se concrete este hecho -previsto para el 2004- y la circulación del mismo vuelva a permear los círculos de donde se extrajo su materia prima, se habrá cerrado el ciclo que le da verdadera importancia a la obra: un buen ejemplo de la inserción del arte en la esfera pública.

Pie de Foto: Fotografía de Miguel Alvear titulada Me voy pero volveré.

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