Hasta el 31 de julio en la Sala “Joaquín
Pinto” de la CCE (Quito),
Patricio Palomeque expone una importante selección
de su trabajo que abarca toda su carrera. Presentamos un resumen del estudio
introductorio realizado
por Cristóbal Zapata (curador de la
exihibición), para el catálogo
de la misma, editado por el autor.
PUNTO DE SOMBRA:
LA RUTA ARTÍSTICA DE
PATRICIO PALOMEQUE
Por Cristóbal Zapata
Los inicios y
la pintura
En junio de 1995,
en la galería Madeleine Hollaender, en Guayaquil, Patricio Palomeque (Cuenca,
1962), presentó la instalación Solamente
una parte de la diversión (traducción de una frase encontrada en el metro neoyorkino el año anterior). La otra parte de la diversión [Obra escogida 1991-2012] es una selección de su trabajo y su título –además de dar continuidad a
ese momento de su trayectoria, a manera de una segunda parte– alude a dos
elementos constitutivos de su trabajo: la presencia de lo “otro”, que define por principio lo artístico, y la
idea del juego y de la fiesta, elementos que fundamentan su comprensión del arte y su experiencia
vital.
La muestra
conformada por cerca de veinte pinturas realizadas entre el 91 y el 2011, dos instalaciones (Circulante y Tapete), un objeto artístico (Siempre
te diré que sí) y un video
(La
cita), muestran la
diversidad de lenguajes y temas de los que se ocupado el artista en poco más
de veinte años de trabajo.
Matrimonio con testigos (1991) / Las tres esposas (1992)
Desde su debut en
1989 –en una muestra al alimón con Pablo Cardoso–, Palomeque hace ostensible su
atracción por la reverberación del trazo, por la expresividad del gesto y de la
mancha; su rechazo por las formas articuladas y su seducción por el accidente,
por lo impulsivo y lo amorfo, que al
decir de Donald Kuspit sustentan “la tarea moderna del arte” como signo de
individuación. En ese estreno, el artista ha puesto a punto su “estilo
anatómico” –esas figuras estiradas, erizadas, que algunas veces parecen
consumirse en sus llamas, devoradas por su pasión–, que estará presente en la
mayoría de sus dibujos y pinturas. Gradualmente, Palomeque se convertirá en
procesador de la más variada información visual, ya provenga de la historia del
arte, la religión, la política, la pornografía, los media, la ciudad y sus
acontecer cotidiano, el paisaje natural, sin olvidar las reelaboraciones a las
que somete los datos de su memoria personal.
Voces de gozo (1992) / Tunel (1998)
La mayor parte de
su obra pictórica no parece sino una plétora de figuras vislumbradas,
entrevistas. Palomeque actúa como un médium que desde el pozo insondable de su
memoria suscita la comparecencia de los espectros; espectros que encarnan en
esas figuras que aparentan flotar o levitar sobre la tela (Matrimonio con testigos), cuando no desdoblarse o proyectarse en su
reflejo, configurando un teatro de sombras de raigambre expresionista. Diríamos
que el punto de cocción y de
bordado en Palomeque es el “punto de sombra”. Incluso cuando a partir del 2005
adopta la fotografía como soporte de sus pinturas, las imágenes que produce tienen
una consistencia fantasmal, delicuescente; son meras emanaciones materiales,
apariencias de hombres, apariencias de mujeres, apariencias de casas o de
cosas. Todo en su obra tiende a diluirse en el discurrir del acrílico, en su
chorreo seminal, en sus veladuras, en la mancha de la impresión, en la impronta
del grabado, en el negativo fotográfico. El artista incorpora la impureza y la
aspereza como parte de su repertorio plástico. Una y otra vez, Palomeque pinta
el mundo en estado gaseoso; ante la transparencia obscena de la realidad
interpone la opacidad de las formas.
El lago (1999)
Instalaciones, videos, objetos
Realizada inicialmente en 1998 –dentro de los
eventos paralelos de la VI Bienal de Cuenca– la instalación Circulante ha sido reeditada para esta
exhibición en una versión ampliada, constituyéndose en uno de los focos de
atención de esta muestra.
Circulante (1998)
La instalación surge de una ficción elaborada por
Palomeque, según la cual este cúmulo de billetes –flamantemente envejecidos,
sacados de circulación por disposición del sistema financiero–, fueron el botín
del asalto a un banco perpetrado por el artista veinte años atrás. El banco,
que nunca pierde, habría alertado sobre los números de las series sustraídas y
estos billetes habrían quedado automáticamente neutralizados, convertidos en
una millonaria e inservible reliquia con la que conviviría el artista.
Circulante (1998)
Por un lado, el artista llama nuestra atención sobre
la moneda y su doble de papel, devenidos en fatídico fetiche que atraviesa las
relaciones cotidianas al haberse transformado en nuestra segunda seña de
identidad, en nuestro cambiante registro digital; de otro lado, aventura un
comentario oblicuo sobre la dimensión maléfica que ha alcanzado el dinero entre
nosotros con la explosión de los grupos financieros y la infinidad de
estrategias bancarias para captar capitales. Por último, al emplear especies
monetarias fuera de circulación, alegoriza sobre los agudos procesos de
inflación y deterioro a los que está sujeta nuestra fluctuante economía.
El temperamento de
Palomeque es paradójico, contradictorio: en la era de la sexualización del
mundo despoja al cuerpo de su espesor físico, y en la era de la
desmaterialización del capital, restituye a la moneda el peso de lo metálico en
toda su bastedad. Como si se propusiera de un lado recuperar el aura del
cuerpo, y de otro, denunciar el carácter omnisciente y ominoso del dinero. No
en vano, el descalabro del sistema financiero es el blanco de sus
instalaciones. Podría decirse que al malhadado “sigilo bancario”, el artista
opone el sigilo retórico, altamente eficiente para dejar al descubierto los
procedimientos perversos de la banca. Pero hay más.
De un modo
intuitivo –que es desde siempre su modus
operandi–, Palomeque “reintroduce el deseo en el problema del dinero”, lo
cual –según Deleuze y Guattari– constituye una de las aportaciones de Keynes al
pensamiento económico. De allí, por ejemplo, la fábula delirante que inventa
para introducir Circulante; el
artista reconvierte el flujo del capital en un flujo deseante.
Siempre te diré que sí (1998)
De ese mismo año
(1998), data su objeto artístico Siempre te diré que sí, que es otra
obra repuesta para esta exposición. Se trata de una pieza para la que echó mano
de dos elementos que parecen tomados de la cabina de un taxi tropical: un
pequeño ventilador eléctrico y un perro de juguete con la cabeza móvil, que
–avivado por la corriente del ventilador–, hace un permanente gesto de
afirmación y asentimiento. Haciendo gala de un fino humor, el artista ironizaba
sobre nuestra muy humana (y canina) capacidad de domesticación y sometimiento a
los dictados del amor y del poder. Bajo la apariencia de un juguete infantil,
de un artefacto kitsch, Palomeque había ensamblado una máquina de precisión
irónica. Cabe advertir que la figura de la oscilación, como metáfora de la
inestabilidad –encarnada en la hamaca de Circulante–
vuelve a estar presente en este divertimento artístico.
Tapete (2000)
En 2002 vendrán su
instalación audiovisual Tapete y el site-specific Nuestro poder que reanudan el tema del dinero de la moneda nacional.
En Tapete repone el documento
videográfico de una acción que realizó para el evento Bancos e individuales, donde se ve al artista taladrar mazos de
billetes (los antiguos sucres) clavados a una silla; se diría: Palomeque
filosofando a taladrazos.
Centro (2006)
Para el 2005 ya
está embarcado en la elaboración de su serie Centro, a partir de la cual el pan de oro, y sobre todo la
fotografía, tendrán un papel preeminente en su trabajo.
Si el Centro Histórico es el núcleo sólido de la urbe, el lugar donde se produce una mayor
densidad de memoria, podemos entender que Patricio Palomeque nos lo presente
como una aplastante sucesión de magnitudes arquitectónicas que se repiten y reflejan
sin cesar, como una trama cacofónica y algo tenebrosa, como un cáncer que se
reproduce de un órgano a otro, trastornando la información natural, el orden
establecido del código urbano.
Al dislocar la sintaxis de la ciudad –alterando la
secuencia de la frase urbana, a modo de un hipérbaton visual–, mezclando
imágenes fotográficas, usando la distorsión, el ruido y la estridencia a ritmo
de scratch, Centro nos descubre un nuevo, excéntrico lugar, que el artista ha
transformado para devolverle su energía contradictora y erótica, restituyéndolo
"como el espacio donde actúan y se encuentran fuerzas subversivas, fuerzas
de ruptura, fuerzas lúdicas" (lo que al decir de Roland Barthes es lo propio del centro de una ciudad),
fuerzas –en definitiva– que fracturan el simbolismo y funcionalismo prescritos
y consensuados del centro.
En 2011 es el turno de su pieza audiovisual La cita, donde la bella imagen
encontrada de una embarcación cruzando lentamente las aguas del río Guayas,
sirve a Palomeque como una metáfora
del viaje, de la vida como una marcha a la deriva cuyo destino es siempre
incierto o su meta esquiva (tal cual lo fue la villa portuguesa de Sintra para
el poeta Fernando Pessoa, según el testimonio que el artista recoge). Pero
también esta imagen puede ser vista como una metáfora del propio artista,
enamorado del viaje antes que de la meta, buscando su lugar dentro del mundo,
su Sintra. De allí, el hermoso y acertado título de este video, que aprovecha
las distintas acepciones de “cita”: reunión, encuentro, invocación.
La huida (2000) /Tres heridas (1999)
Artista caracterizado desde sus inicios por sus
búsquedas técnicas y formales, por el uso de soportes alternativos, Palomeque
es uno de los primeros en expandir el campo de la pintura y de la escultura en
el arte ecuatoriano. Si a comienzos de los noventa utilizó estructuras de
carrizo para el 2005 recurrirá a duelas ensambladas como soporte de su
inusitada visión del Centro Histórico cuencano. Ahora mismo, las recamadas
superficies del papel tapiz le sirven para aventurar una seductora mirada del
cuerpo femenino.
Horizontalmente (2011)
Para Palomeque,
pintar y viajar suponen una misma operación: trazar una línea de fuga –en la acepción deleuziana–, esto es: una larga línea
quebrada, sinuosa, “panamericana”; horizontal
o transversal, por donde hacer huir sus
fantasmas y apetencias.
Del estado gaseoso del cuerpo al estado sólido del
dinero, del esplendor del paisaje natural a la melancolía de sus pasajes
urbanos, de sus tribulaciones afectivas a su gozosa celebración del cuerpo
femenino, de sus travesías interiores a sus expediciones extremas por la
geografía ecuatoriana y sudamericana, Palomeque ha creado un personal
heterocosmos, en el que no es difícil adivinar la búsqueda secreta de un lugar
otro.
La línea 1, 2 (2011)
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