miércoles, julio 18, 2012

Patricio Palomeque - La otra parte de la diversión / CCQ




Hasta el 31 de julio en la Sala Joaquín Pinto de la CCE (Quito),
Patricio Palomeque expone una importante selección de su trabajo que abarca toda su carrera.  Presentamos un resumen del estudio introductorio realizado
por Cristóbal Zapata (curador de la exihibición), para el catálogo
de la misma, editado por el autor.


PUNTO DE SOMBRA:
LA RUTA ARTÍSTICA DE PATRICIO PALOMEQUE

Por Cristóbal Zapata

Los inicios y la pintura


En junio de 1995, en la galería Madeleine Hollaender, en Guayaquil, Patricio Palomeque (Cuenca, 1962), presentó la instalación Solamente una parte de la diversión (traducción de una frase encontrada en el metro neoyorkino el año anterior). La otra parte de la diversión [Obra escogida 1991-2012] es una selección de su trabajo y su título –además de dar continuidad a ese momento de su trayectoria, a manera de una segunda parte– alude a dos elementos constitutivos de su trabajo: la presencia de lo otro”, que define por principio lo artístico, y la idea del juego y de la fiesta, elementos que fundamentan su  comprensión del arte y su experiencia vital.


La muestra conformada por cerca de veinte pinturas realizadas entre el 91 y el 2011, dos instalaciones (Circulante y Tapete), un objeto artístico (Siempre te diré que sí) y un video (La cita), muestran la diversidad de lenguajes y temas de los que se ocupado el artista en poco más de  veinte años de trabajo.

Matrimonio con testigos (1991) / Las tres esposas (1992)

Desde su debut en 1989 –en una muestra al alimón con Pablo Cardoso–, Palomeque hace ostensible su atracción por la reverberación del trazo, por la expresividad del gesto y de la mancha; su rechazo por las formas articuladas y su seducción por el accidente, por lo impulsivo y lo amorfo, que al decir de Donald Kuspit sustentan “la tarea moderna del arte” como signo de individuación. En ese estreno, el artista ha puesto a punto su “estilo anatómico” –esas figuras estiradas, erizadas, que algunas veces parecen consumirse en sus llamas, devoradas por su pasión–, que estará presente en la mayoría de sus dibujos y pinturas. Gradualmente, Palomeque se convertirá en procesador de la más variada información visual, ya provenga de la historia del arte, la religión, la política, la pornografía, los media, la ciudad y sus acontecer cotidiano, el paisaje natural, sin olvidar las reelaboraciones a las que somete los datos de su memoria personal.

Voces de gozo (1992) / Tunel (1998)

La mayor parte de su obra pictórica no parece sino una plétora de figuras vislumbradas, entrevistas. Palomeque actúa como un médium que desde el pozo insondable de su memoria suscita la comparecencia de los espectros; espectros que encarnan en esas figuras que aparentan flotar o levitar sobre la tela (Matrimonio con testigos), cuando no desdoblarse o proyectarse en su reflejo, configurando un teatro de sombras de raigambre expresionista. Diríamos que el  punto de cocción y de bordado en Palomeque es el “punto de sombra”. Incluso cuando a partir del 2005 adopta la fotografía como soporte de sus pinturas, las imágenes que produce tienen una consistencia fantasmal, delicuescente; son meras emanaciones materiales, apariencias de hombres, apariencias de mujeres, apariencias de casas o de cosas. Todo en su obra tiende a diluirse en el discurrir del acrílico, en su chorreo seminal, en sus veladuras, en la mancha de la impresión, en la impronta del grabado, en el negativo fotográfico. El artista incorpora la impureza y la aspereza como parte de su repertorio plástico. Una y otra vez, Palomeque pinta el mundo en estado gaseoso; ante la transparencia obscena de la realidad interpone la opacidad de las formas.

El lago (1999) 


Instalaciones, videos, objetos

Realizada inicialmente en 1998 –dentro de los eventos paralelos de la VI Bienal de Cuenca– la instalación Circulante ha sido reeditada para esta exhibición en una versión ampliada, constituyéndose en uno de los focos de atención de esta muestra.

Circulante (1998)

La instalación surge de una ficción elaborada por Palomeque, según la cual este cúmulo de billetes –flamantemente envejecidos, sacados de circulación por disposición del sistema financiero–, fueron el botín del asalto a un banco perpetrado por el artista veinte años atrás. El banco, que nunca pierde, habría alertado sobre los números de las series sustraídas y estos billetes habrían quedado automáticamente neutralizados, convertidos en una millonaria e inservible reliquia con la que conviviría el artista.

Circulante (1998)

Por un lado, el artista llama nuestra atención sobre la moneda y su doble de papel, devenidos en fatídico fetiche que atraviesa las relaciones cotidianas al haberse transformado en nuestra segunda seña de identidad, en nuestro cambiante registro digital; de otro lado, aventura un comentario oblicuo sobre la dimensión maléfica que ha alcanzado el dinero entre nosotros con la explosión de los grupos financieros y la infinidad de estrategias bancarias para captar capitales. Por último, al emplear especies monetarias fuera de circulación, alegoriza sobre los agudos procesos de inflación y deterioro a los que está sujeta nuestra fluctuante economía.

El temperamento de Palomeque es paradójico, contradictorio: en la era de la sexualización del mundo despoja al cuerpo de su espesor físico, y en la era de la desmaterialización del capital, restituye a la moneda el peso de lo metálico en toda su bastedad. Como si se propusiera de un lado recuperar el aura del cuerpo, y de otro, denunciar el carácter omnisciente y ominoso del dinero. No en vano, el descalabro del sistema financiero es el blanco de sus instalaciones. Podría decirse que al malhadado “sigilo bancario”, el artista opone el sigilo retórico, altamente eficiente para dejar al descubierto los procedimientos perversos de la banca. Pero hay más.

De un modo intuitivo –que es desde siempre su modus operandi–, Palomeque “reintroduce el deseo en el problema del dinero”, lo cual –según Deleuze y Guattari– constituye una de las aportaciones de Keynes al pensamiento económico. De allí, por ejemplo, la fábula delirante que inventa para introducir Circulante; el artista reconvierte el flujo del capital en un flujo deseante.

Siempre te diré que sí (1998)

De ese mismo año (1998), data su objeto artístico Siempre te diré que sí, que es otra obra repuesta para esta exposición. Se trata de una pieza para la que echó mano de dos elementos que parecen tomados de la cabina de un taxi tropical: un pequeño ventilador eléctrico y un perro de juguete con la cabeza móvil, que –avivado por la corriente del ventilador–, hace un permanente gesto de afirmación y asentimiento. Haciendo gala de un fino humor, el artista ironizaba sobre nuestra muy humana (y canina) capacidad de domesticación y sometimiento a los dictados del amor y del poder. Bajo la apariencia de un juguete infantil, de un artefacto kitsch, Palomeque había ensamblado una máquina de precisión irónica. Cabe advertir que la figura de la oscilación, como metáfora de la inestabilidad –encarnada en la hamaca de Circulante– vuelve a estar presente en este divertimento artístico.

Tapete (2000)

En 2002 vendrán su instalación audiovisual Tapete y el site-specific Nuestro poder que reanudan el tema del dinero de la moneda nacional. En Tapete repone el documento videográfico de una acción que realizó para el evento Bancos e individuales, donde se ve al artista taladrar mazos de billetes (los antiguos sucres) clavados a una silla; se diría: Palomeque filosofando a taladrazos.

Centro (2006)

Para el 2005 ya está embarcado en la elaboración de su serie Centro, a partir de la cual el pan de oro, y sobre todo la fotografía, tendrán un papel preeminente en su trabajo.

Si el Centro Histórico es el núcleo sólido de la urbe, el lugar donde se produce una mayor densidad de memoria, podemos entender que Patricio Palomeque nos lo presente como una aplastante sucesión de magnitudes arquitectónicas que se repiten y reflejan sin cesar, como una trama cacofónica y algo tenebrosa, como un cáncer que se reproduce de un órgano a otro, trastornando la información natural, el orden establecido del código urbano.


Al dislocar la sintaxis de la ciudad –alterando la secuencia de la frase urbana, a modo de un hipérbaton visual–, mezclando imágenes fotográficas, usando la distorsión, el ruido y la estridencia a ritmo de scratch, Centro nos descubre un nuevo, excéntrico lugar, que el artista ha transformado para devolverle su energía contradictora y erótica, restituyéndolo "como el espacio donde actúan y se encuentran fuerzas subversivas, fuerzas de ruptura, fuerzas lúdicas" (lo que al decir de Roland Barthes es lo propio del centro de una ciudad), fuerzas –en definitiva– que fracturan el simbolismo y funcionalismo prescritos y consensuados del centro.
La cita (2011)

En 2011 es el turno de su pieza audiovisual La cita, donde la bella imagen encontrada de una embarcación cruzando lentamente las aguas del río Guayas, sirve a Palomeque  como una metáfora del viaje, de la vida como una marcha a la deriva cuyo destino es siempre incierto o su meta esquiva (tal cual lo fue la villa portuguesa de Sintra para el poeta Fernando Pessoa, según el testimonio que el artista recoge). Pero también esta imagen puede ser vista como una metáfora del propio artista, enamorado del viaje antes que de la meta, buscando su lugar dentro del mundo, su Sintra. De allí, el hermoso y acertado título de este video, que aprovecha las distintas acepciones de “cita”: reunión, encuentro, invocación.

 La huida (2000) /Tres heridas (1999)

Artista caracterizado desde sus inicios por sus búsquedas técnicas y formales, por el uso de soportes alternativos, Palomeque es uno de los primeros en expandir el campo de la pintura y de la escultura en el arte ecuatoriano. Si a comienzos de los noventa utilizó estructuras de carrizo para el 2005 recurrirá a duelas ensambladas como soporte de su inusitada visión del Centro Histórico cuencano. Ahora mismo, las recamadas superficies del papel tapiz le sirven para aventurar una seductora mirada del cuerpo femenino.

Horizontalmente (2011)


 Horizontales (2011)

Para Palomeque, pintar y viajar suponen una misma operación: trazar una línea de fuga –en la acepción deleuziana–, esto es: una larga línea quebrada, sinuosa, “panamericana”; horizontal o transversal, por donde hacer huir sus fantasmas y apetencias.

Del estado gaseoso del cuerpo al estado sólido del dinero, del esplendor del paisaje natural a la melancolía de sus pasajes urbanos, de sus tribulaciones afectivas a su gozosa celebración del cuerpo femenino, de sus travesías interiores a sus expediciones extremas por la geografía ecuatoriana y sudamericana, Palomeque ha creado un personal heterocosmos, en el que no es difícil adivinar la búsqueda secreta de un lugar otro.

 La línea 1, 2 (2011)

Yo, el más guapo (2007)


 18h00 (2011)

 Multitud en gracia 1, 2 (2009)


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