sábado, septiembre 01, 2012

David Palacios: Historia de fantasmas para adultos/ Casa Cino Fabiani















"Con buena letra"
Instalación, video 
Instalación de 3 vitrinas, libros, flores secas y video 8mm (3 min 15 seg)
2011

[N.E.: desde ya una obra seminal del arte contemporáneo en el Ecuador... les debo el audio]
"Solamente hemos sido prestados"
Instalación, audio 
Instalación de 1 silla mecedora y audio de 5 min 3 seg
2012



"Siempre los demás son los que mueren"
Fotografía
Montaje fotográfico
2012




"No todo lo que es oro brilla"
Instalación, fotografía
Instalación de una esfera hecha con rosarios, collage fotográfico. 
2012



"La cámara de los esposos"
Instalación, fotografía
Instalación de 1 armario y fotografía blanco y negro de 1m x 70 cm
2011


"Los de afuera son de palo"
Instalación, video
Instalación de 1 cómoda, tv mirror y video de 4 min. 
2011




"Uno para las tres"
Instalación, fotografía
Instalación de 3 fotografías a color de 60cm x 90cm
2011




"Siempre vivirás en mi"
Instalación, fotografía 
Instalación de 27 fotogramas de video 8mm y postal 
2011

"Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer."
Instalación, video
Instalación de video digital (28 seg)
2011




"Tá"
Instalación, video
Instalación de 1 revista, dibujo, carro de juguete y video de 2 min 1 seg
2010





"El escamoteo de una dama"
Instalación, fotografía
Instalación de 3 fotografías a color, 2 sillas y una jardinera.
2012




HISTORIA DE FANTASMAS PARA ADULTOS
Texto para el catálogo por Ana Rosa Valdez

“Lo personal es político, no veo la diferencia. Creo que cuando cuestionas cosas
como la forma en que fuiste criado y educado, allí hay un comentario político...”
Jay Rosemblatt

Evidenciar una intimidad es profanarla. Descubrir el lugar donde ha permanecido desde su nacimiento, equivale a violentar los afectos que la atraviesan, y los significados que rodean su misterio. A veces, las intimidades tienen que ver con nuestra familia, el entorno donde crecimos, el hogar que nos acogió y que imprimió los primeros recuerdos. El exponer esas intimidades, entonces, equivale a incurrir en una doble profanación. Al respecto, valdría preguntarse ¿cómo deben/pueden narrarse las historias familiares, aquellos íntimos relatos que definen nuestra subjetividad, y que persisten en nosotros hasta el fin de los días?
 
Historia de fantasmas para adultos” es un intento por mirar hacia las memorias familiares, desde una sensibilidad contenida por afectos que se hallan en conflicto permanente. En las obras que la conforman, se mantienen reflexiones sobre cómo nos aproximamos a las imágenes y objetos donde se asientan los recuerdos, cómo nos relacionamos con sus potencias afectivas, desde qué intenciones se validan sus propias historias, y cómo nos afectan, finalmente, en el presente que construimos sobre sus significados.

La obra de David Palacios, su autor, se encuentra atravesada por unas inquietudes propias del mundo del arte, como las reflexiones sobre la apropiación estética, particularmente las fuerzas significantes de las imágenes documentales o de archivo, y la ética que sustenta su uso, así como el trabajo sobre la memoria familiar y cómo desde ésta se puede hablar también de memorias colectivas. Sin embargo, estas preocupaciones provienen de una mirada fuertemente marcada por el cine experimental, especialmente se advierte una influencia del cine de apropiación, o el found footage, que intenta crear otras narrativas a través de una reedición de material fílmico, muchas veces potenciando un contrasentido desde una intención crítica.

En Escapada”, video realizado en el año 2010, ya se evidenciaba esa mirada construida desde unos interesantes consumos de cine experimental, desde Craig Balwdwin, Jac Luc Godard, Chris Marker, hasta Jay Rosemblatt. Con este último en particular, acontece una suave cercanía que pone en evidencia el interés de Palacios por mirar hacia las memorias de su propia familia, para conferirles nuevas relaciones afectivas y de significado. Por ello, se vuelve tan importante el manejo de material audiovisual procedente de filmes caseros. En el video mencionado, este ejercicio se dirige a la construcción de una reflexión sobre el paisaje, para la cual utiliza fragmentos de videos grabados por un familiar cercano en un viaje por la geografía ecuatoriana.



Posteriormente, en el video “Con buena letra” (2011), continúa ese interés por el recurso discursivo que implica el reeditar material encontrado. El procedimiento que emplea consiste en alterar los p-frames de filmes grabados en 8mm y posteriormente digitalizados, al eliminarlos se liberan los pixeles de la imagen, y se logra desestabilizar las transiciones entre las escenas, creando glitches que se vuelven metáforas de una construcción narrativa alterna a la secuencialidad de esas memorias fílmicas. Un contrasentido que problematiza el carácter sagrado del archivo familiar, y que da lugar a una especulación sobre cómo narrar las historias de la familia. En este video, los registros de los sucesos aparecen y desaparecen en transiciones convulsivas, en un arrastre de pixeles que impide una linealidad en la narración, y que más bien la dispersa en sus fragmentos de imágenes, que no terminan de disolverse sino hasta que otros fragmentos les dan un relevo poético.

Entre este video y las obras en fotografía que se presentan en la exposición (“Una para las tres”, “Bulla” y “Siempre son los demás los que se mueren”) hay intereses en común que pueden valorarse como históricos. Sin darle a Palacios el apelativo de “artista historiador”, creo conveniente apuntar hacia su labor de búsqueda histórica sobre unas memorias que le pertenecen. Aunque sus obras se apropian de lenguajes y recursos artísticos usualmente empleados para construir discursos sobre el rescate de unas memorias perdidas, su práctica se distancia de una lógica historicista o memorística, y se dirige más bien a una reflexión sobre su intimidad desde recursos propios de la historia.  No intenta “recuperar” unas memorias colectivas que han sido olvidadas o marginadas desde alguna instancia de poder, sino “mirar” hacia sus propias memorias familiares, evidenciando su presencia, y cómo influyen en la construcción de su propia subjetividad. Pero esta “mirada” no es de ninguna manera complaciente, ni siquiera con los objetos que de alguna manera constituyen reliquias de familia, y que habitan en terrenos de íntima sacralidad, como las muchas cuentas de rosarios de su abuela y tías que son convertidas en una sola (“No todo lo que es oro brilla”), y que se transforman en una metáfora del transcurso impreciso del tiempo, y sus traslapamientos.

En obras como las citadas, se ejerce una ética de la memoria desde la violencia. Los gestos de intervenir, reeditar o reelaborar objetos y recuerdos familiares, sin un sentimiento de nostalgia o una búsqueda de la verdad, permite repensar los modos de hacer historia desde los relatos íntimos. Palacios no denuncia un olvido porque sus fuentes son propias. La cercanía a esos acontecimientos que narra le permite discursar sobre sus propias memorias (por supuesto, desde un lugar de enunciación privilegiado), y realizar unos gestos muy sutiles y muy violentos a la vez, que de varias formas agreden simbólicamente las “fuentes” que utiliza, desde las imágenes fotográficas o fílmicas hasta los objetos que son intervenidos o recreados. Como el armario de la obra “La cámara de los esposos”, cuya superficie es violada con la hermosa frase de Rilke: “Hiersein ist herrlich” (Estar aquí es maravilloso).

Son estos gestos de violencia simbólica los que finalmente apuntalan el valor crítico de las obras que conforman “Historia de fantasmas para adultos”: evidencian la fragilidad de las memorias familiares, sus tiempos y espacios difusos. Palacios, al crear narrativas alternas sobre su propia memoria familiar, presenta otros modos de apropiarnos de las memorias colectivas, sin acudir necesariamente a las historias oficiales que en definitiva son también relatos frágiles, altamente especulativos.

San Juan, 16 de agosto de 2012



Registro fotográfico: Rodolfo Kronfle Chambers


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