lunes, marzo 31, 2014

Gama de Grises: Córdova-Palomeque-Ochoa / Galería 7, Cuenca



JUANA CÓRDOVA




PLEAMAR
La marea se ha llevado todo menos el peso muerto. Una ballena encalló en la playa. La bruma diluyó la línea que divide el cielo y el mar. Por meses todo fue gris. El mismo gris.

Las aves de rapiña y los gusanos hicieron un banquete en su carne. El animal se vio por dentro. En el ir y venir de la marea, se desvaneció. Tan solo quedan sus huesos. Varios comuneros y una artista recogen los restos macizos. Juana Córdova los lleva a su altillo. Los limpia. Los entierra. Los exhuma. Los vuelve a limpiar. Hasta que los porosos huesos se secan. Entonces los moldea. Le ha tomado un año atrapar sus almas en papel.

Pleamar se cuenta desde la cima del acantilado en el que la artista, voyeur privilegiada, observa lo que la marea lleva y trae. La exposición reúne esos objetos, fantasmas de animales, formas que se toman de esas vidas, formas que se toman de esas muertes.

En los restos que yacen sobre el suelo se entrevé la meticulosidad y entrega de Juana, su exorcismo personal y la delicada fascinación por la muerte.

Pily Estrada Lecaro
Giayaquil 2014

PATRICIO PALOMEQUE











COLOR CENIZA. 
LA OBRA ÚLTIMA DE PATRICIO PALOMEQUE
Pese a su reducido número, las obras presentadas en la colectiva Gama de grises por Patricio Palomeque ofrecen en un catálogo heterogéneo de técnicas, disciplinas y formatos –pinturas, impresiones fotográficas, vídeos y una plancha de acero grabada–, una panorámica de sus investigaciones recientes, imbuidas de una calamitosa reflexión sobre el mundo actual y su deriva.

El vídeo El afilador recoge en sus menos de cuatro minutos de duración, episodios de una acción que le ocupó dos horas, y que desarrolló en la Casa de la Cultura de su ciudad natal: la desaparición del filo de acero de un cuchillo en una máquina. El registro videográfico, del que se han impreso cuatro fotogramas en acero inoxidable se pronuncia, acaso, sobre el modo en que las palabras pierden su sentido a fuerza de una repetición irresponsable, y, en un proceso paralelo, del modo en que estamos anestesiados ante la desgracia ajena. Una conciencia que se desgasta por fuerza de la manipulación, de los sectarismos. Procesos de alienación, y aun enajenación, de los que habla lateralmente el otro vídeo presente en la muestra, en el que unas palomas se estorban mutuamente para calmar su apetito, sin crear comunidad alguna. Luego de la desaparición del maná, se disgregan, como se desvanecen, tantas veces, las promesas de los mantenedores de órdenes injustos tras haber logrado perpetuar su poder. En una de sus pinturas, como el resto de las presentes construidas enteramente con blanco, negro, grises y apuntes de ocre, y que proceden a una plástica absorbente, en una suerte de borrones, un joven parece volar, o tal vez se precipite al vacío desde, suponemos, el edificio sobre el que se recorta su figura: la Corte Superior de Justicia de su ciudad.

Junto a estas alusiones de carácter político, dos son las obras que declaran la fascinación literaria que desde siempre se ha obrado en el trabajo de Palomeque. Una evocación pictórica de un relato de Alejandro Dolina que, a modo borgiano, establece una nómina erudita de atormentados de amor, y que se cierra con un quiebre irónico y memorable. La segunda, una plancha de acero sobre la que se recortan letras, manifiesta su pasión, ya confesa en anteriores trabajos, por este poeta y narrador excelso, cuencano como él, que fue César Dávila Andrade, de cuyo extenso poema Catedral salvaje, recupera uno de sus versos: “Aquí no envejecen las murallas ni los ídolos!”. 

La obra de Palomeque lleva tiempo embargada por la conciencia de nuestra fragilidad. Sus caídos, de amor, o de miseria, o de injusticia, albergan, acaso, la esperanza de atravesar la hoguera de la resurrección, cuyos rescoldos dejan la tierra sembrada de restos cenicientos.

Julio César Abad Vidal.
Investigador Docente del Proyecto Prometeo (SENESCYT)

TOMÁS OCHOA













FLORES DE CENIZA
La colonialidad del ser se refiere a los modos en los que fuimos mirados y representados los territorios y poblaciones colonizadas y de que manera ese imaginario persiste en nuestra auto representación. Este proyecto ha surgido como resultado de la inmersión que hemos hecho en la primera expedición botánica hacia América desde Europa en 1777.

La ciencia del siglo XVIII en América fue inseparable de los intereses políticos y económicos; dichas prácticas constituyeron importantes formas de control y dominación tanto de la naturaleza como de seres humanos. 

Tras la aparente neutralidad de los descubrimientos se escondían actos de apropiación y dominio. Quien por primera vez reconoce un lugar, una planta, una medicina proclama su derecho de posesión. Los Europeos creían ser los primeros hombres en descubrir las plantas americanas. Flora Peruvian es el primer libro de historia natural que se hizo en América y es a partir de sus ilustraciones que he emprendido este proyecto. La idea Europea de superioridad racial respecto a los conquistados fue fundacional para establecer tanto las relaciones intersubjetivas como para clasificar al mundo y a la naturaleza. De este modo la mirada
colonial se detiene de la misma manera en un cuerpo salvaje y primitivo como en una especie botánica, tanto uno como otra son parte de la naturaleza y del paisaje y han de ser dominados e instrumentalizados en el proyecto de expansión imperial. La fotografía clasificatoria del siglo XIX de una indígena (sin nombre) que uso en este proyecto ejemplifica esa mirada colonial.

Como en mis series anteriores “Cineraria” y “Pecados Originales” el uso de la pólvora para “quemar” (en sentido literal y fotográfico) conduce a una catarsis paradójica: La acción de quemar algo como una manera de deshacerse del
pasado se contradice con el hecho de que las imágenes que confisco, propongo y traslado al ser incineradas se redimensionan y cobran otros significados. Acaso se acentúa la violencia que llevaban implícitas.

Las imágenes de las muchachas indias y mestizas de las cuales emergen las especies botánicas en negativo fueron hechas en las calles de Cuenca, Ecuador una día de Septiembre del 2012.

Tomás Ochoa
Zurich, Oct 2012

 REGISTRO: RODOLFO KRONFLE CHAMBERS

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