Fotos: Rodolfo Kronfle Chambers
Bubles
Tempera / lienzo
183 x 129 cm.
2014
183 x 129 cm.
2014
Yamato- tzu
Acrílico / lienzo
46 x 38.5 cm.
2014
46 x 38.5 cm.
2014
生地の軽さ
Acrílico /
lienzo
185 x 136 cm.
2014
185 x 136 cm.
2014
Murosoko-mo
Acrílico / lienzo
35 cm. diámetro
2014
Acrílico / lienzo
35 cm. diámetro
2014
Masasa – Moyo
Técnica
mixta / lienzo
201 x 200 cm.
2014
201 x 200 cm.
2014
ヒカル
Técnica
mixta / lienzo
60 x 50 cm.
2014
60 x 50 cm.
2014
もうんstろ せんそりあ
Técnica mixta / lienzo
210 x 178 cm.
2014
210 x 178 cm.
2014
Moyo 2
Acrílico / lienzo
50 cm. diámetro
2014
50 cm. diámetro
2014
Hiroto
Técnica mixta / lienzo
136 x 130 cm.
2014
Técnica mixta / lienzo
136 x 130 cm.
2014
ブラックプディング
Técnica
mixta / lienzo
80 x 81 cm.
2014
80 x 81 cm.
2014
大きな塊
Técnica
mixta / lienzo
82 x 82 cm.
2014
82 x 82 cm.
2014
何か言う
Técnica mixta / lienzo
82 x 83 cm.
2014
Técnica mixta / lienzo
82 x 83 cm.
2014
Keikotanaka – Tzu
Acrílico / lienzo
100 x 190 cm.
2014
100 x 190 cm.
2014
Técnica mixta sobre lienzo
137 x 200 cm.
2014
137 x 200 cm.
2014
Over line II
Animación
Ed. 5 + AP
2014
DETALLES:
El peso…apuntes sobre la
primera muestra de Raymundo Valdez
Por Rodolfo Kronfle Chambers
La situación del crítico de
arte es, digamos, más crítica. Deberá hablar también de la obra, pero sin
expresar juicios de valor. La solución más cómoda consiste en mostrar que el
artista ha trabajado en armonía con la visión del mundo imperante, o, como se
dice hoy, con la Metafísica Influyente. Toda metafísica influyente representa
un modo de dar cuenta de lo que existe. Un cuadro pertenece, indudablemente, a
lo que existe y entre otras cosas, por infame que sea, representa en cierto
modo aquello que existe (incluso un cuadro abstracto representa aquello que
podría ser o que es en el universo de las formas puras)...
El problema consiste en
determinar, por razones de popularidad, de qué metafísica oye hablar todo el
mundo en una época dada.
Umberto
Eco
Como
presentar un catálogo de arte
Menudo reto el de presentar la
primera exposición individual de un artista. Equilibrar la responsabilidad para
contentar a todos los implicados, incluyendo
a quien escribe y su propia conciencia se convierte a veces en tarea
escabrosa. La madurez de
cualquier creador está marcada por aquel momento en que toma plena consciencia
de los sentidos que su obra puede llegar a generar y, aún más importante, de
dilucidar qué tipo de conversación le interesa entablar con el público. Es una
rareza que esto ocurra en el debut de un pintor, pero uno se aventura al análisis cuando se olfatea el valor potencial de un individuo y la
apuesta de vida que hace por una práctica que supone tantas contingencias.
La pintura de Raymundo Valdez (Guayaquil,
1982) ha venido lentamente haciéndose notar en el medio local. En sus comienzos
llamaba más la atención la clara intencionalidad experimental en los modos de
emplear los materiales, que desplazaban los temas representados a un segundo
plano. Así las formas voluminosas de sus luchadores de sumo se convertían en la
excusa perfecta para ensayar espesas carnaciones donde, en episodios extremos,
la carga del óleo en los empastes era vencida por la gravedad y se podía
detectar en el suelo al pie de algún cuadro.
Accidentes (o retos) de este tipo, a más de
tanteos con grafías gestuales, son parte de las búsquedas formales que han
estructurado un entrenamiento sostenido frente al lienzo, lleno de
descubrimientos y de algunos aciertos. Nada inusual resulta que este romance
con el acto mismo de pintar se pueda interpretar como el colofón de
experiencias formativas claves, como su paso por el taller de Jorge Velarde,
donde recogió además las primeras imágenes que se instalaron de manera poderosa
en su fichero mental: es ahí donde consume monografías de artistas como Lucian
Freud y Odd Nerdrum, previo a fijar su atención sobre pintores como Glenn
Brown, Martin Eder y Yoshitomo Nara. En otras palabras un póker de artistas que
han afincado su práctica en la exquisitez de sus valores plásticos y en la actualización
inventiva de la tradición, a partir de lo cual han ensanchado el mundo de la
figuración.
Para su primera muestra individual Valdez ha
dejado de lado el dinamismo que encerraban sus composiciones y ha aligerado la
paleta optando por vívidos y edulcorados colores. Al mismo tiempo ha acoplado
un conjunto de estéticas que van desde el manga (cómic japonés) y la publicidad
hasta un empleo heterogéneo del grafito que utiliza para lograr trazos a ratos
de tipo realista, a ratos más expresivos. El conjunto de pinturas incorpora
ahora maneras más sugerentes y lúdicas de interpretar el mundo de la lucha de
sumo, algunas telas alcanzan inclusive un admirable grado de intriga, mientras
recrean un mundo de inspiración infantil dentro de un universo violento.
Aunque solo fuere de forma provisional, lo
que al comienzo surgió como pretexto se ha ido desarrollando como interés
temático, y pese a que el sumo resulta culturalmente tan distante, se conjuga
con cierta lógica, a mi criterio, dentro de una variada serie de prácticas
evasivas que dan la espalda al entorno inmediato, y que reclaman una
reconsideración de la autonomía y universalidad de la obra. Este tipo de obras
son particularmente apetecidas por el relumbrante mercado de "jóvenes valores",
cuyo andamiaje de valor cultural no trasciende muchas veces en su recepción a
glosas en el orden de lo “que bacán” y “cheverísimo”. Vale enfatizar que no
existe ninguna línea de producción inherentemente inferior a otra, la cuestión
está en distinguir entre las estéticas wannabe
y las que surgen de intereses genuinos e investigación seria (el espectador
atento habrá notado un tipo de obra posera que circula en el medio, aquella con
un artificioso cascarón de poesía afectada fingiendo ser súper inteligente e
informada… sin duda el kitsch de nuestros tiempos).
Nada crece en un vacío y por ello este
análisis del registro de dinámicas creativas en determinado momento y lugar es
pertinente: aunque resumido, todo esto constituye una metafísica influyente (un
metaparadigma) dentro de las lógicas que construyen la realidad ante la cual
vienen abdicando los distintos agentes del sistema del arte mundial, una nueva
normalidad que de a poco debilita toda dialéctica de profundidad. Si antes ser
seleccionado para una bienal era la meta, ahora tener presencia en una feria se
convierte en objetivo, o al menos el primer anhelo se utilizará para promover
el segundo. Me pregunto entonces si un ambiente llanamente mercantil, diseñado
principalmente para transacciones monetarias, ¿es conducente para que el
público se sienta interpelado por los sentidos que una obra genera? Aunque
claro, la pregunta estaría mal formulada si cada vez más se conciben obras
destinadas para ese tipo de ambiente.
Este cambalache provocado principalmente por
la efervescencia del fenómeno ferial y su flirteo con las instituciones más
preeminentes han homogenizado el panorama del arte internacional, al ningunear
generalmente las diferencias, procesos y particularidades regionales (mucho más
complejas de mediar) a menos que se maquine como sacarles un provecho rentable.
Cada vez se encuentra menos resistencia a como opera esta cínica comparsa.
Volviendo al trabajo de Valdez, este, más que
propósitos configurados desde una necesidad vital meditada, despide
principalmente tanto destellos del impacto que otros causan como del asombro
que produce conquistar los límites de la habilidad propia. Especulo que esa
extensión de sus capacidades técnicas le irá proveyendo al artista
posibilidades ilimitadas para la representación, pero a su vez imagino el momento
en que el coctel de influencias gravitantes, más allá de la exterioridad
retiniana, sea el trampolín hacia una poética donde se refleje de forma
sensible su vivencia. Cruzando aquel umbral de experiencia, transparentado como
individuo con una voz propia, sus facultades y dedicado trabajo lo situarán
seguramente como una referencia notable de la pintura en el Ecuador.
Guayaquil, febrero 14 de 2014
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