martes, junio 10, 2014

Marcelo Aguirre - Variaciones sobre un mismo tema / NoMÍNIMO, Guayaquil


Registro: Rodolfo Kronfle Chambers
Todas las obras: 2014 /  200x200cms / Acrílico, Làpiz y Lava Gel


Se Anuncia....II

Deja que suceda I



Deja que suceda II




El Desconocido del Bosque



El concepto se hizo humo



Ángel Guardián I

Se Anuncia... I












Ángel Guardián II














CONVERSACIÓN CON MARCELO AGUIRRE
 10 DE JUNIO DE 2014

Rodolfo Kronfle: Siempre me gusta hacer algo de historia primero, si mal no recuerdo no expones en Guayaquil desde el 2007, aquella muestra en el MuseoMunicipal que tuve el gusto de coordinar y comisariar....hay un evidente cambio de tono entre aquella y esta reciente, siendo la primera de corte mucho más crítico y hasta visceral, y esta que se me antoja llena de experiencias a su vez vivenciales pero más introspectivas: ¿qué me puedes comentar sobre cómo abordaste esta serie? Los formatos parece que los has trabajado específicamente para el espacio donde funcionan muy bien....

Marcelo Aguirre: El aburrimiento y la fatiga fueron detonantes para el cambio. Variaciones sobre un mismo tema, autorreferencial, parto de mi cuerpo, mi voz, mi sensualidad, trabajo desde lo sensorial, se sobreponen capas de experiencias. Pasado y presente simultáneamente, muerte y vida simultáneamente. Deja que suceda, deja que caiga, deja que tu cuerpo te sorprenda.

El formato necesariamente grande, entrar y salir del cuadro, el gesto vivenciado con todo el cuerpo.

Primer cuadro de la serie: surgen los cuervos, se anuncia la muerte. Segundo cuadro: el ángel guardián, la protección, aparición y alivio.

RK: Aquel "Ángel Guardián" es inevitable para mí asociarlo a las experiencias que has vivido con tu salud por ejemplo....¿pensar que estuviste al borde de algo tan grave tal vez?

MA: Con el cáncer no tiene que ver, esta ultima serie nace desde lo sensorial, lo sensible, lo intuitivo.

RK: ¿Los fuiste pintando con alguna lógica secuencial? ¿Tienen un orden particular?

MA: Si, hay un guión visual que se fue construyendo por sí solo, las imágenes, situaciones, me llevaban al siguiente cuadro. Estados de tensión y liviandad, marcan el ritmo: cuervos negros, ángel guardián, deja que suceda, el concepto se hizo humo, etc.

RK: Hablemos del autorretrato en sí, tal vez junto a Jorge Velarde serías uno de los artistas de tu generación que más ha cultivado el género, hiciste un par para la muestra deretratos en El Container (Quito, 2011) y recuerdo un par más en la muestra colectiva La Huella de Europa (Quito, 1995), uno de los cuales atesoro en mi colección de autorretratos....¿qué te atrae del género? ¿porqué te llama recurrentemente?

MA: El autorretrato tiene que ver con volver a desnudarse, sin máscaras, mostrar la fragilidad del cuerpo, del rostro en tu mirada, mirarse para encontrarse con el otro.

RK: Aquí sigues explotando el potencial alegórico de las figuras animales que has empleado siempre (perros, sapos, etc.)....el cuervo es el prominente en esta muestra, obviamente resulta ominoso en "Se Anuncia I y II" y en las obras sobre papel donde los animales están transformados en figuras casi macabras....¿qué tan afinada está la intención significante en ellos? ¿o se proyectan sin rigidez semántica?

MA: Cada animal tiene su poder, su espíritu, él te encuentra: estando en el páramo el halcón (espíritu libre) me encontró, y me reconocí en él: su poder libre y visionario.

No puedo dejar de pensar en Hitchcock o Edgar Alan Poe, pero no hay una intención directa, parecería que siempre han habitado en mí.

RK: Y la última pregunta Marcelo: el cuadro titulado "El concepto se hizo humo" se sitúa en un lugar un tanto más críptico -aunque muy sugerente- que el resto ¿qué me comentas sobre aquella imagen?

MA: Tiene que ver con un momento de mi pasado, cuando me lo fume todo, de ahí que el concepto se hizo humo.

RK: ¡Muchas gracias Marcelo por tu tiempo!


MA: Gracias a ti, abrazo.


Aguirre: la liberación impregnada sobre la tela
Por Damián De la Torre Ayora

“La angustia es una condición necesaria de la liberación”, aseguraba Alexandre Kojève. Esto podía avizorarse en las más recientes propuestas de Marcelo Aguirre Belgrano (Quito, 1956). Se miraba, por ejemplo, en su serie Mutantes, la metamorfosis de los seres expuestos a un constante cambio. Una obra intimista que surge entre el encuentro de su viaje realizado hacia la India y la cultura amazónica, donde los seres míticos regresan como una reflexión ante la naturaleza cambiante que nos invade.

El proceso de cambio interior también podía mirarse, con menor vértigo, en su muestra Paisajes, donde la ironía permitía burlarse de la sociedad, pero además se convertía en el instrumento para aprender a burlarse de uno mismo: Aguirre, canino por excelencia, aprendía que a su aullido le hacían falta alas para volar y entregar su mensaje, tal como refería su propuesta audiovisual Palomas mensajeras que enseñó por entonces, febrero de 2012, en Arte Actual, en Quito.

Después llegaría la exteriorización máxima de su viaje interior, travesía humana que ha sabido expresarla a través del arte, convirtiendo su obra en una bitácora de vida. Su serie Ancestros, una impresionante muestra que desmorona el paradigma de lo alucinante al presentar esta sensación a través del color en su estado puro –que se envuelve bajo la figura del círculo-, representaba las visiones que enjaulaba Aguirre.

Ahora, al contemplar las ocho pinturas que arriban a Guayaquil, donde se suman las ancestrales Cocodrilo y Rinoceronte, se observa a un hombre liberado. Aquello se sintetiza en las vitales pinceladas de dichas obras, donde la transparencia se impregna con total soltura. Una propuesta conmovedora, donde los fantasmas se desvanecen, donde la memoria está latente, aunque se exorcice parte del pasado.

Los acrílicos corren libres por la tela, cual cauces de ríos sobre las praderas, bañando los autorretratos desnudos del artista, quien se desdobla para vivir en plenitud y unidad con la naturaleza. La tensión se va disipando en el gesto hasta dar el paso definitivo para que el recuerdo deje de ser nostalgia y se transforme en un acto de liberación.

Con esta propuesta, el artista provoca un juego alterativo en el espectador, un diálogo externo entre obra y observador, así como una conversación íntima con uno mismo, pues los fantasmas de la humanidad coinciden y suelen seguirnos como una sombra. En el caso de Aguirre, parecería que el Sol le ha sonreído y su destello permite reconocernos.


San Antonio de Pichincha, mayo de 2014.


Una mirada íntima a espacios cotidianos tradicionalmente censurados.  Una posibilidad de subvertir, desde el lienzo, el cuerpo y sus significantes.  Tonos sutiles en trazos intensos, cuerpos difuminados en posibles encuentros y desencuentros varios.  Alas, aves, figuras, bordes que anuncian caídas más bien prósperas.  Un archivo de memorias entretejidas, deseos intangibles, posibilidades corpóreas maleables, una historicidad subjetiva convertida en narrativa visual.  Un cuadro íntimamente cuestionador, posicionalidades franqueables, alteridades en entre dicho.  El cuerpo en archivo de sus prácticas y convenciones culturales, una propuesta arriesgada, encarnada, literal y figurativamente es la que nos trae Marcelo Aguirre.  

María Amelia Viteri

No hay comentarios.:

Publicar un comentario