Fotos Galería: Pepe Avilés
Texto en clave "light" para la Revista Butaca (bueno en realidad la revista nunca se llegó a publicar, así que igual se los comparto)
Marcelo Aguirre: de balances, inventarios y deudas.
En el mes de febrero se presentó en la Galería El Container la serie más reciente del artista quiteño, simplemente titulada “Retratos”.
Se podría decir que gran parte de la obra de Marcelo Aguirre se gesta a partir de alguna experiencia vivencial. Sus series obedecen a una reacción de índole visceral hacia la realidad que experimenta, sea esta su contestación al entorno político o como una indagación existencial de carácter intimo. Afincado siempre en lenguajes de trayectoria expresionista que han marcado su estética los trabajos de Aguirre se perciben en su mayoría como gestos impulsivos de representación.
Por tanto los eventos que sacudieron su mundo en octubre del 2009 no podían dejar de ser decantados visualmente de una forma u otra. Un diagnostico de leucemia reconfiguró sus perspectivas hacia la vida. Un panorama desalentador que se percibía como una carrera contrarreloj determinó una prioridad que adquiriría, paralelo a su terapia médica, visos de catarsis y liberación: Aguirre saldaría lo que él llamaba su "deuda con el retrato". Empezó por los que no admitían dilación, el de su madre, hermano e hijos – para seguirles los de amigos cercanos y otros allegados. A estos 33 “otros” sumó un par de francos autorretratos (uno realizado al comenzar la serie y otro al final) que como sujetalibros sostienen emotivamente la colección y dan cuenta de aquel imprescindible “yo” que marca el inicio y el cierre de esta dura etapa.
Para desafiar el factor tiempo el artista diseño un método eficiente que contrarrestara la ansiedad de quedarse a medio camino en su proyecto. Las telas se basarían en instantáneas tomadas de manera muy espontánea con su cámara de fotos. Luego proyectaría las imágenes en cada lienzo y a partir de aquello empleando acrílicos y una despreocupada factura de trazos rápidos completaría cada cuadro en una sola sesión de alrededor de dos horas. El efecto final es sumamente atrayente, por lo que concuerdo con el artista cuando señala respecto a las visibles pinceladas que “en un gesto está todo dicho”.
Esta brusca aproximación, apta solo para curtidas destrezas, le permitió recrear todo un mundo, el cual visto en conjunto vibra con una intensidad inusitada, algo que se nos pudiese escapar si apreciamos por separado un solitario cuadro. Por ello entiendo toda la exposición como una sola obra, como un inventario, que debe ser comprendido en las relaciones que se tejen entre tela y tela como el rizoma de afectos que encierra una existencia. Es un metáfora, en ese sentido, muy poderosa y profunda: un balance, un anecdotario y un corte estratigráfico de su experiencia humana. Equivale a un álbum que encierra un mar de intensidades, y que parece haber querido legar.
En lo personal nunca sentí que el artista tuviese una deuda con el retrato, tengo muy presente una serie de su autoría que está entre mis obras favoritas del arte ecuatoriano de las últimas décadas. Se trata de una impresionante e inolvidable galería de perros (Galería de Retratos, 2004), cada una de las 40 tintas reflejando de forma muy aguda el carácter y hasta el perfil psicológico de los animales. La profusión de las mismas hace que el conjunto me resulte de sumo interés ya que siempre que lo veo me conduce -a pesar de que se trata de canes- a pensar en el hombre y sus complejos, sus penas, sus inseguridades, etc. Me resulta casi tan antropológicamente interesante como el principal delirio retratístico del país: el Salón Amarillo en el Palacio de Carondelet, a cuyo terrorífico imaginario nos conduce a regañadientes el recuerdo cada vez que pensamos en este género en el Ecuador.
Quiero contradecir al artista en algo. La galería que presenta es una archivo, mas que de retratos, de rostros. Primeros planos de rostros que abarcan casi entera la composición. Prácticamente no hay pose, no hay gesto corporal que complemente la expresión facial del sujeto. Hay en cambio fondos planos de colores muy vivos, brillantes rojos, lilas, violetas, verdes y amarillos, ante los cuales justamente resalta no solo el rostro, sino la cualidad mas decidora del individuo: la mirada, casi siempre encontrándose con la nuestra, y -en función de la foto referencia- con la del mismo artista. El retrato por lo general denota encargo, la atención en el rostro puro en cambio, la cercanía del (re)conocimiento. En los personajes, que en esta serie han sido exonerados de lo accesorio, se vuelven prominentes las facciones que la memoria podrá volver a palpar.
La vida fue generosa con Aguirre, la cuenta regresiva paró su marcha. Ya recuperado y libre de la enfermedad Marcelo hasta bromea: hace una par de meses me comentó que "la quimio" era la única droga que le había faltado probar. Genio y figura... hasta la sepultura.
Nueva York, 10 de febrero de 2011
El taller... tras bastidores...
Marcelo Aguirre
Galería de Retratos (2004)
Tinta sobre papel
(disculpen por la foto de celular)
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