Tras los impulsos e inquietudes
que han animado en años recientes las carreras individuales de la mayoría de
los ex integrantes de LaLimpia, nació la idea de reactivar una plataforma de
intercambio y trabajo colaborativo entre ellos y otros artistas. Los fracasos de un tal Benjamin Simmons,
Ph.D, reúne el trabajo que generó aquella experiencia.
Un texto curatorial procura, por
lo general, recoger las premisas fundamentales que articulan una exposición.
Pero esta tarea es compleja cuando la muestra es el resultado de un proceso de
colaboración que generó más preguntas que certezas. Para calibrar los diálogos
entablados, es importante repasar brevemente su historia[1].
LaLimpia produjo su última
colaboración en 2009[2],
después de operar como colectivo durante cerca de 10 años. Conformado por Jorge
Aycart, Ilich Castillo, Ricardo Coello, Fernando Falconí, Manuel Palacios,
Félix Rodríguez, Stéfano Rubira y Oscar Santillán, el grupo inició en 2001
–según sus integrantes–, luego del intercambio en el montaje de la muestra
‘Inocentes buenas nuevas’ organizada por Hernán Zúñiga en La Casa de la
Cultura. En 2002[3],
la Fundación Jefferson, el Colegio de Artistas Plásticos y la Casa de la
Cultura del Guayas, organizaron un Salón Universitario de las Artes Visuales[4],
donde participaron de forma individual los artistas que luego serían
integrantes del colectivo[5].
Ese mismo año –aún sin contar
con un nombre– organizaron ‘Ex-posición. Criterio alcalino para fecundar un fusilánime o asesinar a la rayuela o
elija un número del uno al diez o (Que la rompa Felipe)’, primer proyecto
colectivo, curada por el Ph.D. Benjamin Simmons, un personaje apócrifo creado
por los artistas.
La primera muestra “oficial” de
LaLimpia, ‘C2H6-CH3-(NO2)3’[6],
se inauguró en abril de 2003 en la galería Madeleine Hollaender. Es a partir de
entonces que los integrantes del grupo empiezan a cimentar una agenda clara que
invitaba a meditar sobre las cuestionables prácticas y modelos de gestión de
las instituciones culturales locales. Habían heredado ese impulso interpelante
de colectivos anteriores, como La Artefactoría, de los años ochenta[7].
Ya el nombre del colectivo nos
aludía a un rito purificador –una “limpia shamánica” según
sus integrantes– que sugería un camino de trabajo y adeudo que partía desde lo
singular. Desde el humor y la utopía, LaLimpia se adjudicó una poética capaz de
movilizar preguntas sobre la existencia cotidiana particular y la realidad
política y social del momento. El colectivo construyó un camino de producción
que supo sortear, entre formas de señalamiento directo, el tratamiento de
sucesos coyunturales y prácticas más poéticas, donde la ficción se apuntaló
como una forma de auto-indagación.
Se puede entender a LaLimpia
como la amalgama de individualidades de quienes la conformaron en sus diversos
momentos. Pero el grupo también ha ido proyectando sus dinámicas colaborativas.
A lo largo de los años, fue propiciando iniciativas de trabajo con
actores externos. La primera fue el proyecto ‘aBLA’[8]
(2003), una alternativa de organización junto a algunos jóvenes activistas y
otros agentes culturales que contó con la asesoría del artista Saidel Brito,
por aquel entonces coordinador académico del naciente ITAE.
Según Falconí, “el proyecto
‘aBLA’ era una especie de ejercicio de autogestión educativa que hacía uso
–gracias a la ayuda de Hernán Zúñiga– de las instalaciones de la Casa de la
Cultura. Recuerdo que tuvimos secciones, o divisiones de trabajo que incluían
literatura, cine, pintura, música (...). Convocamos a charlas y reuniones a las
que asistían jóvenes interesados en el arte contemporáneo y nos poníamos a
conversar, compartir información y a ‘curar’ proyectos, obras, y a armar
exposiciones, etc. (…) Fue un ejercicio de pedagogía comunitaria o algo así, a
falta de instituciones académicas. Era un espacio para revisar y conversar
sobre temas contemporáneos”[9].
De la
iniciativa ‘aBLA’ surgieron tres muestras: ‘esCUPIDO’ inaugurada en la
Pinacoteca de la Casa de la Cultura del Guayas el 14 de febrero de 2003; ‘69
Hoy’[10]
en la Casona Universitaria, el 29 de mayo de ese mismo año, y ‘esCUPIDO 2’ en
la Galería Madeleine Hollaender, el 14 de febrero de 2004. Todas lograron
movilizar un espíritu comunitario caracterizado por el hacer, lo que contrastaba el letargo que invadía a las
instituciones culturales del momento. No se trataba del arte, de artistas, ni
de resultados constreñidos al servicio de una disciplina específica, más bien
concertaba a jóvenes apremiados por la necesidad de explorar diversos modos de
actuar, en medio de la urgencia de poner en manifiesto la convicción personal y
representar las contrariedades de la esfera pública. Así lograron formular un
modelo de organización que estimuló preguntas sobre el estado de las cosas y el
involucramiento de los ciudadanos con su entorno inmediato[11].
Volviendo al presente, la
muestra que ahora nos convoca surgió con la motivación de activar dinámicas
micro grupales. No se pensaba en resucitar al colectivo, sino más bien en
alentar nuevas posibilidades de acción entre ellos. Falconí señaló alguna vez
que la dinámica operativa de LaLimpia estaba determinada por “una necesidad de
asociación práctica para generar este tipo de ideas y de obras, en la que la
autoría obviamente se perdía en favor del colectivo”[12].
Esta suerte de laboratorio, que
se inició reuniendo registros de obras, bocetos, anécdotas y proyectos
inconclusos, fue generando un fichero. Este año, los ex integrantes de LaLimpia
compartieron ese archivo con ciertos amigos, a quienes les pidieron una
colaboración para la muestra actual a partir de las reacciones que les generara
aquella documentación: “Hemos decidido desempolvar los archivos para motivar la
conversación, la pregunta, el juego, la distancia... Talvez este ejercicio
pretende diluir, en individualidades, todo aquello que fue asumido como
colectivo. En cuanto a la colaboración contigo, queremos desprendernos de esa
vieja idea del dueño, trabajar con aquello que parecía pertenecer a alguien y
ya no más”[13].
Es por ello que este experimento
se concibe como un ensayo/error de un nuevo intento colaborativo, que luego de
atravesar un largo proceso de dinámicas de intercambio se ha adaptado al
formato de exposición. Por un lado está el diálogo con los artistas “externos”
a través de los archivos, y por otro, las mesas de trabajo que posibilitaron la
acción micro grupal y la producción de propuestas autorales.
Los ex integrantes de LaLimpia
tenían la necesidad de desacomodarse de los modelos de producción desde los
cuales han direccionado últimamente sus trayectorias individuales. Por ello, el
espíritu de esta búsqueda fue más allá de reanimar una vez más la complicidad y
la imaginación colectiva, para renovar el compromiso con el auto
cuestionamiento, al que consideran parte fundamental de su práctica artística.
Las obras
Algunos trabajos reunidos
rememoran la veta más poética que atravesó la producción del colectivo. En esa
etapa, el juego, el hallazgo, o también lo doméstico, eran material de trabajo
para pensar la relación entre lo íntimo y la Historia, incluso la relación
entre la vida y el espectáculo, ahora cada vez más afectada por las redes
sociales.
Caminata
Juana Córdova
Madera, resina, objetos
6 piezas: 15x54x10 cm
8 piezas: 15x71x10 cm
De izquierda a derecha:
Playa Tortuguita, Manabí / La Rinconada 3, Santa Elena / La Rinconada 4, Santa Elena / San Juanito 2, Santa Elena / La Entrada, Santa Elena / San José 2, Santa Elena / Playa Rosada 1, Santa Elena / Mar Bravo, Santa Elena
2014
La serie Caminatas, de Juana
Córdova, reivindica la práctica del paseo como un ejercicio de placer y
experimentación que desafía nuestro conocimiento y habilidades perceptivas
sobre lo circundante. A través de su carrera, la artista ha explorado en torno
a las relaciones entre naturaleza-vida contemporánea, naturaleza-arte,
naturaleza–sujeto. En sus trabajos ha hecho uso de diversos elementos
naturales, pero también utiliza materiales sintéticos para preguntarse por las
formas en que el hombre se relaciona con el entorno.
En esta ocasión, Córdova nos
trae una serie de hallazgos de sus caminatas por la playa. Estos objetos la
revelan como cómplice de una voluntad contemplativa que aparenta escapar de lo
rutinario. Sus hallazgos encapsulados nos confrontan a la forma indirecta en
que la cultura moderna occidental se relaciona con el mundo y a la necesidad de
control que está detrás de sus modelos de representación. Según Córdova “esta
serie nace del simple acto de recolectar cosas en la playa, algo bastante común,
sobre todo en la infancia. (…) Ahora que me he acercado a vivir cerca del mar,
me encuentro de pronto volviendo a tener este impulso inconsciente de forma
habitual. (…) Este gesto impulsivo se puede comparar con la práctica del
coleccionismo en el mundo del arte, que en algunos casos tiene un trasfondo
económico; en otros, simbólico, o ambas a la vez. Sin duda, se relaciona con la
necesidad de simular un orden de las cosas, lo que se reproduce en la acción de
recolectar cosas estéticamente sugerentes, darles un sentido de conjunto y
luego poner a disposición de la gente”
El desliz de Ariadna
Gabriela Fabre
Instalación. Fibra textil y
resina
Dimensiones variables
2014
La obra de Gabriela Fabre nos
confronta con la clausura de la posibilidad. A través de un grácil guiño a la
obra ‘El columpio’, de Jean Honoré Fragonard, la artista recrea la posición de
los zapatos de la chica que se bambolea, eliminando todo lo demás. El calzado
bordado con hilos está suspendido en el aire, paralizado. Esta vez, el desliz no tiene que ver con la
satisfacción inmediata de la muchacha del columpio, ni el joven que la observa,
sino con la indisponibilidad al cambio, la negación al conflicto. Una metáfora
quizás de quienes han renunciado a salir del laberinto hacia la asunción de su
deseo
Pacto de aflicción y asombro
Ricardo Coello Gilbert /
Gabriela Fabre
Planta, tierra, hilo y piedras
Dimensiones Variables
2014
Ricardo Coello y Gabriela Fabre
proponen una metáfora sobre la exclusión a través de la intervención de una
planta –aparentemente muerta– con una serie de hilos que sostienen cada una de
sus espinas, creando una forma radial a su alrededor, lo que sirve a la vez
como barrera aislante o como señalética para zonas peligrosas. Según Coello, un
“ejercicio inútil, tedioso, doloroso y compulsivo” que nos invita a pensar en
las maneras en que localizamos y/o clasificamos lo extraño, lo peligroso.
***
Tenemos también propuestas como La abundancia de Adrián Balseca, Mil
novecientos ochenta y nueve de Saidel
Brito y Reactivación, repotenciación
y revitalización de asociaciones obreras de Oswaldo Terreros, que celebran el “tenor militante-utópico” también
presente en la propuesta del colectivo[14].
La abundancia (boceto)
Adrián Balseca
Fotograbado
2014
La abundancia
Adrián Balseca
Fotografía color
66.74 cm x 100 cm
2014
El proyecto fotográfico de
Adrián Balseca muestra una carreta de madera conducida por dos caballos que
remolca un tanque de combustible vacío en la carretera de un paisaje
periférico. Este trabajo nos remite a obras de LaLimpia como ‘Prolongación’
(2007) y ‘Sacos de Carbón’ (2008). Balseca hace referencia a los absurdos de la
historia de explotación hidrocarburífera en el Ecuador, aludiendo también a los
modelos de poder reproducidos por la modernidad, que disfrazada de soluciones
económicas eficaces en su proyecto de progreso y desarrollo ha cimentando
concomitantemente dispositivos de ordenamiento y control.
Mil novecientos ochenta y nueve
Saidel Brito
Tela, marcador, madera y metal
(camisa del autor, autografiada por el maestro ecuatoriano Oswaldo Guayasamín
en una visita a la Escuela Nacional de Artes de Cubanacán a fines de la década
de 1980)
1989-2014
Saidel Brito presenta el
uniforme que usaba cuando era un escolar en Cuba y que en 1989, durante una
visita de Oswaldo Guayasamín (1919-1999) a la Escuela Nacional de Artes de
Cubanacán, fue autografiado por quien era el indiscutible referente de la
“pintura ecuatoriana” en el exterior. El “maestro” no solo era reconocido por
su realismo indigenista, sino que además ostentaba la posición de vocero de la
realidad social de los pueblos suramericanos.
Este discurso redentor fue
planteado en el actual ámbito político y social como propuesta
contra-hegemónica dentro de los principios del llamado Sumak Kawsay (término quichua que alude a la idea del “Buen
vivir”). Pero curiosamente no solo busca difundir, sino imponer ciertos
aspectos de culturas ancestrales en clave reivindicatoria, ideológicamente
funcional para los intereses gobiernistas del presente. Sugestivo gesto el de
Brito. Por un lado está la firma de Guayasamín (no son gratuitas sus reiteradas
visitas a Cuba, la isla sigue siendo hasta hoy un referente revolucionario),
portavoz de la ideologización del movimiento indígena, quien terminó diluyendo
el potencial político de la práctica artística en imágenes complacientes que
subordinaban el compromiso social a la exigencia del mercado. Sobre este asunto
se pronunciaron muchos artistas, entre estos los ex integrantes de LaLimpia.
Por otro lado, la obra de Brito también puede aludir al ámbito educativo del
presente gobiernista, que hoy en nuestro país persigue afianzarse con la
creación de cuatro universidades, entre ellas la Universidad de las Artes. Este
proyecto ha hecho gala de ser la primera institución en atender la educación
artística en la región, dando la espalda a la historia, las discusiones
académicas en el ámbito nacional e internacional, y sobre todo a las demandas
del circuito artístico local[15].
Quizás el uniforme estudiantil encarne una metáfora sobre los peligros que
supone el que un proyecto de resistencia inicial se institucionalice y diluya
sus intenciones primeras.
Brito, actual rector del ITAE,
llegó al país hace 15 años. En Guayaquil coincidió con un grupo de jóvenes entusiastas que luego conformaron LaLimpia[16].
El curador Rodolfo Kronfle ha comentado cómo en aquel período de confluencia de
varios agentes claves, el tenor de la producción artística anunciaba de forma
anticipada los filos críticos que caracterizaron luego el discurso del
Socialismo del siglo XXI. Según algunos de los ex integrantes de LaLimpia, en
el momento en que esos debates se incorporaron en la retórica que llevó al
poder a la Revolución Ciudadana, el colectivo se quedó sin temas. En cierto
modo, su discurso se vació en este desplazamiento: “Rubira reconoce que ‘el
contexto cambió con el nuevo Gobierno’, y el grupo de los que quedaron siente
que los temas se ‘agotaron’ y por ello Lalimpia no encuentra en la actualidad
una razón de ser”[17].
Mirando en retrospectiva, la
pregunta que surge es si en realidad los asuntos que trataban han perdido
relevancia. No se descarta entonces que este renovado impulso de reencontrase
como grupo pueda, para algunos de ellos, despertar la latente necesidad de
volver a hacer indagaciones socialmente significativas de otras maneras.
Campaña de difusión
Oswaldo Terreros
Rotulación artesanal
Dimensiones variables
2014
También mostrando filos
críticos, Oswaldo Terreros, creador del Movimiento GRSB[18],
preparó una propuesta gráfica para la reactivación de las asociaciones obreras
inspirada en la tradición muralista local. Su colaboración es un guiño al
artista Jorge Swett (1926-2012). A lo largo de su producción, Terreros se ha
valido del diseño, la recreación del mitin político y el uso de estéticas
disímiles (del tejido otavaleño a la gráfica de la revolución rusa),
promoviendo una mirada reflexiva sobre los vicios detrás de los discursos y sus
dispositivos de acción que pretenden redimir a las masas de un solo golpe. El
artista juega además con el tenor pintoresco de las proclamas que atraviesan
las contiendas partidistas, que en el país van desde conmemorar al guatallarín,
pasando por la exaltación del guayaquileño madera de guerrero, hasta la tarima
de baile con las tecnocumbieras.
En esta ocasión, Terreros
resignifica las convenciones de representación ya digeridas en nuestro
contexto. Se pregunta por la historia de la gráfica política en nuestro país y
sus formas de circulación y consumo. Su propuesta podría, en ese sentido,
dialogar con ‘Suplentes de la cultura pública’ (2004) de LaLimpia, parte del
proyecto expositivo ‘Tres actos’, que tuvo lugar en la galería DPM de Guayaquil[19].
En aquella ocasión, el colectivo se apropiaba de códigos visuales enraizados en
la producción local que se habían convertido en modelo de lo que el “buen arte”
debía ser. La instalación constaba de un tren de juguete –clara alusión al
fracaso de la revolución liberal– y una serie de moldes de yeso y pinturas
hechas en crayón y lápiz de color, donde se banalizaba el imaginario del arte
moderno ecuatoriano. El gesto provocaba una sintonía con lo que estaba
ocurriendo con el arte público en la ciudad, ya que las representaciones se
asemejaban a los murales emplazados en los pasos a desnivel promovidos por la
regeneración urbana en Guayaquil.
La instalación suponía una
crítica a aquella modernidad domesticada, que según los artistas terminó
reducida a una estética familiar, servil y funcional. Los discursos de
resistencia y libertad creadora habían sido absorbidos por una actitud
conservadora y clientelar[20].
Según Kronfle, en este tercer
acto “el colectivo pone bajo la lupa la malformación de los estereotipos del
arte comúnmente aceptado y digerido por el incipiente mercado de ‘consumidores’
del mismo. Una mofa a los lugares comunes que hasta las instituciones siguen
validando y respaldando, más por inercia y propia ignorancia que por
afincamiento en alguna certitud de que estos modelos de producción sigan siendo
representativos de los tiempos actuales”[21].
El cuadro ‘Lo constructivo desde
un soporte urbano’ (2003) de Ilich Castillo y Oscar Santillán, sigue la misma
estrategia: Dialoga con la pintura de Araceli Gilbert (1913-1993), un referente
clave de la historia del arte de Guayaquil. La obra no solo cuestionaba las
disposiciones de la municipalidad de uniformar el exterior de los medios de
trasportación pública[22].
Este proyecto de arte público ilustrado –“disfrazado” como una pintura para
poder participar en el Salón de Julio– señalaba las limitaciones y estado de
las instituciones culturares en relación a las demandas de la práctica
contemporánea[23].
S/T (obra en proceso)
Proyecto ‘Todas las marchas’
Stéfano Rubira
Video, documentación fotográfica
y apuntes
2014
‘Todas las marchas’ de Stéfano
Rubira se concibe como una primera aproximación a un proyecto que pretende –en
palabras del autor– hurgar los entresijos “del vínculo entre cuerpo social y
espacio personal”. En esta fase, el artista –que contó con la colaboración de
Mario Rodríguez y Pedro Villegas– nos trae un registro de su acercamiento a
algunas agrupaciones sociales como la Sociedad de Carpinteros, la Sociedad de
Zapateros, el Sindicato del Benemérito Cuerpo de Bomberos y la Asociación
Silueta X. Rubira busca activar una zona de reconocimiento en la que sea
posible poner sobre el tapete temas de preocupación común como la convivencia,
la reivindicación de los derechos individuales y colectivos, la memoria, etc.
Ya en propuestas pictóricas, como su serie ‘Curaciones’, nos invitaba a pensar
en los dilemas de la Historia. No solo sobre la escasa historiografía local
sino también sobre aquello que no ha sido atendido por los discursos oficiales.
El artista ha ido entretejiendo, a través de un ejercicio de reinterpretación
muy personal, una trama de relaciones entre los acontecimientos colectivos, la
historia, la memoria y el mundo privado
***
Curiosamente, para esta muestra,
el diálogo que tuvieron los antiguos miembros de LaLimpia con los artistas
“externos” supuso un ejercicio más fluido que los intentos de trabajo en
colectivo entre ellos. Fue desde esa imposibilidad de trabajar grupalmente –no
más de tres– donde la plataforma al interno se apuntaló como una mesa de
intercambio de ideas para fortalecer las preguntas individuales. De procesos
como ése resultaron obras como El valle
de la muerte de Jorge Aycart.
El valle de la muerte
Jorge Aycart
Video
2’35’’
2014
A través de la apropiación de un
plano de la película ‘Avaricia’ de Erich von Stroheim, el artista se sirve del
video digital como medio para transgredir la anécdota narrativa en la que se
sumergen los personajes del cineasta. Conocido por su aproximación hermética
hacia la imagen-movimiento, Aycart moviliza reflexiones de talante filosófico.
Mediante la captura y la repetición, busca radicalizar la idea de destrucción
en función de una entropía. El artista invoca un pasaje de Gilles Deleuze como
disparador interpretativo:
“Por más
que el eterno retorno sea tan catastrófico como la entropía, y el ciclo tan
degradante en todas sus partes, no por ello dejan de desprender una potencia
espiritual de repetición que plantea de una manera nueva la cuestión de una
salvación posible. (…) La repetición es lo que nos pierde y nos degrada, pero
también lo que puede salvarnos y hacernos salir de la otra repetición”[24].
A Aycart también le interesa
recuperar las ideas de artistas como Robert Smithson, quien ha trabajado a su
vez este concepto, aquella concepción anti humanista de la historia que según
algunos autores se da como “una sucesión acumulativa de desastres”[25].
***
Fernando Falconí
Acrílico sobre lienzo
110 x 142 cm
2014
Los países nómadas de Fernando
Falconí –una metáfora alrededor de los fracasos de ese mundo sostenido por el
ideal de progreso cuya marcha se pensaba jamás iba a ser retrógrada– nos invita
a repensar en cómo la vida se diluye dentro de la política y los discursos
sobre los que se sostienen los intereses particulares de los grupos dominantes.
Mientras esto ocurre, ¿dónde queda el buen vivir?
A través de una representación
que sugiere algo de precariedad, trabajada en un programa de diseño en 3D,
Falconí propone repensar el humanismo, la condición del ser humano y la
relación entre lo político y un líder como pastor del rebaño.
Un país nómada supone la
contradicción de pretender que un proyecto social que determina su razón de ser
en función de sus fronteras proponga una estrategia de vida en donde los
sentidos de identificación se dan en otras direcciones más allá de sus límites.
Pareciera que el artista, a través de esta contradicción, nos invitara a
confrontar al mundo construido como ruina, donde sólo a partir de la aceptación
se podría explorar otras vías posibles de estar en él.
***
Los huertos de la indolencia
Ricardo Coello Gilbert
Impresión digital
Dimensiones variables
2014
Ricardo Coello nos trae la
documentación de una serie de intervenciones donde siembra plantas de diversas
especies en huecos y grietas encontrados en la calle. La acción levanta
preguntas sobre el derecho a esta ciudad, la urgencia de apropiación del espacio
público, el lugar del mundo del arte en estas problemáticas y el rol del
artista para pensar en lo social, en lo político, etc. ¿El buen vivir? o un bien vivir particular.
Es inevitable acercarse a Los huertos de la indolencia sin
entenderlo como un ejercicio de recuperación y revitalización de propuestas e
intereses de algunos de los ex integrantes del colectivo, que en sus mesas de
trabajo –donde pretendían consolidar un proceso de creación compartida–
terminaron sintonizándose con ciertas preguntas hasta incorporarlas como
preocupaciones comunes. Son evidentes sus vínculos a obras como ‘El Jardín de
las delicias’ (2005) de Fernando Falconí, ‘Restauraciones’ (2006) y ‘Dueño del
accidente A’ (2008-2014) de Ilich
Castillo. Coello nos hace re-pensar la relación entre aquella vieja idea de
“obra única” y el artista aislado, sobre todo cuando las propuestas son el
resultado del proceso de trabajo de un grupo de actores que consolidaron la
primera fase de sus carreras sumergidos en una dinámica de diálogo continuo que
pretendía borrar el rastro individual del autor a favor del colectivo.
***
Walden
Ilich Castillo
(Dieciocho capítulos de Walden,
de Henry David Thoreau en tipografía Helvética reducidos a tamaño 1, Microsoft
Word).
Imagen inferior: Capítulo 5,
Solitude.
Microsoft Word - Litografías
32x29 cm c/u
2009-2014
Los 18 capítulos de ‘Walden, la
vida de los bosques’ de Henry David Thoreau[26],
son minimizados al punto de convertirse en una serie de campos de tono gris. El
traspaso mental de ver a leer es apenas perceptible, casi inexistente. Quizás
es comparable al tiempo que se toma una cámara en enfocar algo o desenfocarlo.
Aquí Castillo, tal como en su video ‘TEST-Caminar’ (2010), explora las
operaciones de la percepción como factores que determinan la lectura de lo que
nos rodea.
Ya el texto de Thoreau, una
suerte de bitácora de las experiencias de su retiro en una cabaña en las
orillas de una laguna, nos propone una mirada nostálgica y a la vez utópica de
un gesto “desobediente” sobre la relación hombre-naturaleza. Este gesto se
radicaliza aún más con los procedimientos digitales que emplea Castillo para la
transformación de aquella memoria en un resultado visual que remite a la
tradición del arte abstracto.
El artista desarrolla 18
litografías. Cada una concentra un capítulo del libro, donde se ha reducido su
tamaño, intentando recrear un tipo de zoom
out desde un programa de texto (Microsoft Word) hasta volverlas variantes
abstractas de corte geométrico. A través de un meditado diálogo entre el texto
y las formas de posicionarse ante la producción por parte del
lector-espectador, Castillo nos plantea preguntas sobre el sentido político de
la contemplación. La obra aborda también una serie de conexiones que van desde
la relación ética entre el hombre y la Naturaleza en Thoreau, hasta la manera
en que el espíritu positivista ha condicionado esa relación.
Su obra hace una referencia a la
abstracción en el arte, a aquella ideología anti ilusionista, que desde el
rechazo a los modelos representacionales impuestos por la academia pretendía
actuar directamente sobre el alma sin el estorbo de los contenidos. Nos propone
así explorar instancias donde sea posible suscitar pensamiento y relaciones
infinitas, que viabilicen preguntas acerca de la vida y lo que nos rodea. El
poema de la creación es perenne, había dicho Thoreau, pero pocos son los oídos
que lo escuchan.
***
Proyecto Olema
Ilich Castillo / Fernando
Falconí
Materiales variables
25 x 330 x 80 cm
2014
Surge a partir de unas
fotografías encontradas por Ilich Castillo en los archivos del US Geological
Survey. La propuesta nos confronta con la vida de dos personajes del siglo XIX:
Grove Karl Gilbert, geólogo estadounidense, y Alice Eastwood, botánica de
origen canadiense[27].
Los artistas están interesados en indagar en esa atmósfera afectiva que se
evidencia en la foto, que tiene como escenario los efectos del gran terremoto
de San Francisco de 1906, cuyo epicentro se pensó por mucho tiempo que se
encontraba en la pequeña población de Olema [28].
La propuesta pone en
consideración la dimensión sensible e ideológica que está detrás del
conocimiento científico. Según los artistas, “a partir de este pretexto,
intentamos imaginar las dinámicas de este romance, invisibles al registro fotográfico,
así como a las herramientas científicas de la época, (…) una evidencia de que
tanto nuestra subjetividad como nuestra objetividad son históricas". La
escasa información de aquel romance, aparentemente invisibilizado por la
Historia, se filtra a través del fervor
positivista por la documentación de las
huellas y el estudio del evento. Así, nos ofrece la posibilidad de recorrer de
otros modos ciertos lugares que han perdido toda su mitología por el peso
inexorable de una idea de realidad.
Esta necesidad de indagar en los
archivos, la historia y sus personajes ha estado presente en algunas de las
individualidades del colectivo. Curiosamente, este ejercicio que en la mayoría
de ellos pretendió ser concebido como un gesto crítico para evidenciar los
olvidos y las maneras en que se ha escrito la historia[29]
se ha convertido en lo que varios de ellos denominan como una “excusa” o un
punto de partida que pudiera permanecer en silencio. Como ejemplo de esto
tenemos la serie ‘S/T’ de Ricardo Coello, donde aparece una mujer dibujada en
las diferentes fases de su vida. La mujer, llamada “Margarita”, es un personaje
histórico que el artista ha decidido mantener como personaje apócrifo. Este
tipo de aproximación muestra plena sintonía con la tendencia evasiva que se ha
venido detectando en la producción local en los años recientes. La causa de
esto apunta hacia el supuesto agotamiento de ciertas estrategias para rozar
temas con implicaciones críticas, por lo cual prefieren obviar cualquier tipo
de señalamiento directo o alusión a problemáticas puntuales[30].
***
Las investigaciones de Herbert Quain. 3er Tomo, Cap. IV
(Proyecto Herbert Quain)
Jorge Aycart / Ricardo Coello
Gilbert
Video-instalación de 4’ 00”
Dimensiones variables
2014
El proyecto Herbert Quain[31] de Jorge Aycart, recoge una serie de apuntes
en video sobre lo que desde 2007 pretende ser un proyecto cinematográfico.
“Utilizo a Herbert Quain [32]
porque me interesa narrar, pero a través de caminos donde lo narrado no es lo
importante, sino la estructura que va descubriendo la narración. (…) Me
interesa la idea de ‘un laberinto sin centro’ que usa Borges para referirse a
G. K. Chesterton. Busco concentrarme más en el recorrido que en la salida”.
Aycart recurre al micro relato para satisfacer su deseo de narrar y de trabajar
el diálogo con otros artistas. Es por ello que en esta serie nos encontramos
con la colaboración de algunos artistas, o con sus obras en los videos. Es una
provocación que tiene como excusa el deseo de hacer una película, sin contar con
un guion fijo y sin un final. Se trata de posibilitar el camino a una
estructura dinámica y laberíntica. Para este ensayo, el artista cuenta con la
colaboración de Ricardo Coello Gilbert.
Eclipse
Oscar Santillán
Evento documentado en vídeo
11’47”
2014
Oscar Santillán define ‘Eclipse’
como la “documentación de un evento trivial”: una acción colaborativa en la
cual participaron 30 personas de diferentes edades que buscaban reproducir
–secuenciados entre uno y otro– el cantar de un ave hasta llevarlo a un salón
de conciertos. Resulta interesante ver cómo a pesar de que los objetivos del
proyecto están condenados al fracaso desde su inicio, la propuesta sigue
sosteniéndose a través de una serie de actores que deciden creer en ella. No
solo es una metáfora sobre los deseos y decisiones que articulan una dinámica
de trabajo –sobre todo de aquellas que se dan en condiciones inciertas– sino
también sobre el potencial de aquello que aparenta ser un gesto pequeño y que
va adquiriendo una resonancia particular en el momento en que compromete a
diferentes agentes. La propuesta nos invita a pensar además en aquella arista
existencial que modula toda propuesta de acción y experimentación
[1] Si bien este texto no pretende ser de carácter
histórico, se ha considerado significativo hacer un breve paneo por una
historia que aún está por levantarse para poder aproximarse el sentido de la
muestra. Algunos autores, a los cuales
se harán referencias en el texto, han escrito sobre el trabajo del
colectivo con el objetivo de poner en
valor un trabajo que estaba gestándose.
[2] En 2009, Ricardo Coello,
Fernando Falconí y Oscar Santillán –los tres artistas que conformaban LaLimpia
en ese momento– fueron invitados a la décima edición de la Bienal de la Habana,
donde participaron con la instalación ‘Prolongación’. Se considera esta fecha
como última aparición, ya que las dos muestras posteriores donde se hace uso
del nombre del colectivo fueron eventos que recogieron propuestas individuales:
una en la galería NoMíNIMO de Guayaquil, el 23 de noviembre de 2011, y otra en
marzo de 2014, en la galería In Arte Contemporáneo, en el marco de la XII
edición de la Bienal de Cuenca.
[3] Fernando Falconí, Manuel Palacios
y Oscar Santillán, estudiantes de la carrera de Diseño de Espol, e Ilich
Castillo y Stéfano Rubira, estudiantes aún del Colegio Bellas Artes, se
conocieron a inicios de 2001 en una exposición en la Casa de la Cultura. En
noviembre de ese mismo año coincidieron en la VII Bienal de Cuenca, iniciando
los primeros diálogos que terminaron fomentando la necesidad de establecer una
dinámica de intercambio sostenida. El primer encuentro se dio ese mismo mes en
la casa de Falconí. En diciembre, Hernán Zúñiga los invitó a participar a ellos
y otros jóvenes artistas en ‘Inocentes buenas nuevas’, donde conocieron a Jorge
Aycart, quien se unió a los próximos encuentros.
[4] En este Salón conocieron a Félix
Rodríguez y Ricardo Coello, futuros integrantes del colectivo.
[5] Paralelamente, la Fundación
Jefferson –a través de un convenio con la Casa de la Cultura– promueve un
sistema de becas que lleva a la mayoría a estudiar Artes Visuales en la
Universidad Jefferson. Ricardo Coello era ya estudiante de esa institución.
[6] Durante esta muestra, conocen a
Pilar Estrada, desde entonces gestora, colaboradora y mediadora de los
encuentros del colectivo.
[7] No es fortuito que algunos de
los ex integrantes de La Artefactoría hayan sido sus profesores, ya sea en sus
talleres privados o en las cátedras de las respectivas universidades donde
cursaron sus estudios.
[8] “aBLA es manos, pies y cabeza de
nosotros –ciudadanos jóvenes– la necesidad de hacer carne las ideas que
aguardan, parir nuestros propios lobos. Nos planteamos una forma alternativa de
organización, no siendo cuerpo con una cabeza, sino muchos cuerpos con muchas
cabezas: uno de nosotros es una línea horizontal, evadiendo la pirámide de
poder que está desmoronando definitivamente nuestra sociedad. Intentamos ser
una alternativa a la decadencia oficial y a las leyes de mercado que nos rigen,
porque somos libres y creemos que el ser humano es muchísimo más que una
mercancía de feria. ¿O no? Aún está todo por hacerse, muchas manos faltan para
construir esa luz que amanecerá para todos”. Proclama extraída de invitación
‘esCUPIDO’. Escrito por los diferentes integrantes del proyecto. Si bien el
tono de estos enunciados se tiñe de cierto idealismo juvenil, vale recordar que
se trataba de chicos de unos 23 años de edad.
[9] Intercambio con el artista vía
chat.
[10] En esta ocasión varios jóvenes
–entre ellos artistas visuales, músicos, escritores, activistas, etc.– se
reunieron para recordar la masacre de 1969, donde estudiantes secundarios y
universitarios que se tomaron la Casona Universitaria de Guayaquil en busca de
lograr la democratización de la enseñanza superior fueron asesinados por la
fuerza publica en el gobierno de Velazco Ibarra.
[11] Actualmente, las instituciones
culturales que aparentan estar activas –alentadas quizás por el ánimo de
persecución del gobierno–, parecen más bien servir a los dispositivos de
dominación ideológica sobre el cual se sustenta hoy la industria cultural.
Carentes de proyectos sólidos que tengan una incidencia real en la gente,
muchas de sus agendas están enfocadas en trabajar para la foto, la prensa o el
informe, sometidos a las lógicas de la producción fatua y el mercado.
[12] Falconí, Fernando, citado en
“Lalimpia: Balance de una década” por Rodolfo Kronfle Chambers. Revista Mundo
Diners, Agosto de 2011, p. 37.
[13] Fragmentos de la propuesta de
colaboración formulada por los ex integrantes de LaLimpia.
[14] Calificativo usado por el
curador Rodolfo Kronfle Chambers para referirse a los ejes ideo-poéticos que
atravesaron la producción del colectivo. (Kronfle, Lalimpia: Balance de una
década., Revista Mundo Diners, Agosto de 2011). El poeta y curador Cristóbal
Zapata ha definido esta zona como “el eje político”, que cobija aquellas
intenciones de poner “el dedo en la llaga y en la llama de la ciudad, de la cultura
nacional y sus instituciones públicas: en sus zonas erróneas y patógenas”.
(Zapata, “Puesto de control”. Diciembre de 2008. Obtenido en http://www.riorevuelto.net/2009/01/lalimpia-puesto-de-control-proceso.html)
[15] Se recomienda revisar los textos
de Santiago Roldós, quien se ha pronunciado de forma reiterada al respecto. “Y
la Universidad de las Artes” es su último artículo sobre el tema, publicado en revista
Vistazo.
[16] El artista no solo ha sido
interlocutor de las propuestas del colectivo, sino que también es hasta hoy uno
de los actores claves de la activación del circuito artístico guayaquileño,
escena que ha logrado captar la atención y el reconocimiento por parte de
agentes locales e internacionales.
[17] Kronfle, “Lalimpia: Balance de
una década”. Revista Mundo Diners, Agosto de 2011.
[18] El Movimiento Gráfica
Revolucionaria para Simpatizantes Burgueses (GRSB) es una entidad apócrifa que
produce y pone a circular diferentes tipos de gráfica política, que al
subvertir contenidos pretende cuestionar los capitales simbólicos que han
cobijado la militancia ideológica.
[19] ‘Mmm’, recogió tres propuestas
instalativas, inauguradas tres miércoles consecutivos el 18 y 25 de agosto y el
1 de septiembre de 2004: ‘In urbi naturam’, ‘Otros bosques’ y ‘Suplentes de la
cultura pública’.
[20] “… Extrae algunos
de los modelos más consumidos de lo que irresponsablemente aún se presenta como
arte contemporáneo. Los moldes de yeso, que acompañan la pintura realizada en
crayola, se logran de juguetes que recrean elementos de ciertas obras de la
modernidad ecuatoriana, ampliamente digeridas por una mayoría orientada a
aceptar lenguajes visuales deslucidos por su repetición vacua y
descontextualizada. Los negativos de las piezas que conforman la obra se
arraigan a la pared, luciendo su blanca y gastada figura. Entretanto su
referente de colores espera colgado, como acostumbra, al mejor postor”. (Pily
Estrada, “Valerse del chuchaqui de la modernidad”. 30 de agosto de 2004).
[21] Rodolfo Kronfle
Chambers, “LaLimpia en tres actos”. 01 de septiembre de 2004. Obtenido de http://www.riorevuelto.net/2004/09/lalimpia-en-tres-actos.html
[22] Según Rodolfo
Kronfle, “aquello reemplazaría –y ‘esterilizaría‘– los folclóricos y
multicolores diseños e imaginativa rotulación (llena de inscripciones con
sagaces estribillos y aforismos del habla popular) que adornaban azarosamente
los autobuses”. (Kronfle, “Reflexión y resistencia: diálogos del arte con la
regeneración urbana en Guayaquil”. Revista Íconos (Flacso), número 27, 2006,
pp. 67-89
[23] La obra fue
presentada en el Salón de Julio de 2003, cuyas bases hasta el día de hoy son
motivo de discusión por la restricción que impone a las posibilidades
expresivas, tanto al medio (es un salón exclusivamente de pintura) y por
reservarse el derecho de admisión a propuestas cuyo contenido sea considerado
como “pornográfico”, además de las reiteradas censuras que se han dado con
cierta obras críticas.
[24] Deleuze,
Imagen-Movimiento, 1984, pg. 190.
[25] La fascinación de
Smithson por los dinosaurios y los fósiles provenía de esta concepción
esencialmente anti humanista de la historia. El tiempo como decadencia se
convirtió en una de sus preocupaciones esenciales, y con ella la necesidad de
crear no “nuevos” monumentos, sino “anti monumentos”, monumentos al declive de
todos los monumentos.
[26] “Cuando escribí
las páginas que siguen, o más bien la mayoría de ellas, vivía solo en los
bosques, a una milla de distancia de cualquier vecino, en una casa que yo mismo
había construido, a orillas de la laguna de Walden en Concord (Massachusetts),
y me ganaba la vida únicamente con el trabajo de mis manos. En ella viví dos
años y dos meses. Ahora soy de nuevo un morador en la vida civilizada”.
Thoreau, Henry David. ‘Walden, la vida en los bosques’, pg. 9, 2013.
[27] Castillo encontró estas
fotos en su proceso de investigación sobre posibles formas de Glitch, término
informático que indica un error de programación. Eso lo llevó a explorar los
archivos del US Geological Survey. “Los Glitches dan cuenta de esta atracción
por el margen de error, la inexactitud; eso que él llama ‘dejo
precariacionista’, que en este caso condensa la dotación de sentido”. Lupe
Álvarez, “Allí donde no se ha dicho… donde nunca se estuvo”, 2010. Extracto del
texto curatorial.
[28] Karl Gilbert recibió el
encargo de estudiar el epicentro del terremoto de San Francisco. Invitó a Alice
Eastwood, con quien recién había iniciado un noviazgo, a acompañarlo. A los
artistas les interesa la idea de que los científicos murieron pensando que el
epicentro del terremoto fue en Olema y no en Daly City. Según Falconí y
Castillo, “es como si toda la mitología y la historia que se vertía sobre ese
lugar de repente desapareciera por el peso de la realidad y de las mismas
herramientas científicas. (...) En ese sentido, la historia de amor en Olema es
un pretexto, como pudo haber sido cualquier otro lugar. Creemos que lo
interesante es mirar aquellos lugares o conocimientos que ya no son más lo que
fueron antes, todo porque la objetividad los ha vaciado, desmitologizado,
deshistorizado, etc. En resumen, los ha vuelto obsoletos”. (Chat mantenido con
los artistas).
[29] ‘Historia y
hazañas (de la serie Excursiones)’, de Fernando Falconí (2007-2008); ‘Sin
título (Presidentes de espalda)’, de Ricardo Coello (2008); la serie
‘Curaciones’ de Stéfano Rubira ‘Conversaciones con 1912’ (2006) y ‘Como se ve
según el otro’ (2005) de Ilich Castillo; ‘El arrastre’, de Oscar Santillán,
etc.
[30] Se recomienda
revisar para este punto el ensayo “Del Micro a lo macro…” de Rodolfo Kronfle
Chambers (2013). “De un par de años para acá han aparecido sin embargo algunas
propuestas muy interesantes, de carácter un tanto aislado aún, que evaden
conscientemente cualquier punto de contacto con problemáticas que puedan ser
caracterizadas como “locales” o “regionales”, rechazando de plano cualquier
lectura que se aventure a engrosar semánticamente la obra a partir de un
horizonte de contraste contextual”. (Kronfle:2013)
[31] Una voz en off
anuncia este proyecto en “La lumbre del fuego” (2009), segundo largometraje de
Aycart.
[32] Herbert Quain es
un personaje de Jorge Luis Borges, un escritor irlandés protagonista del relato
“Examen de la obra de Herbert Quain” (1941) sobre quien se ha discutido su
existencia.
MISCELANEA DEL CATÁLOGO:
Otro río, el mismo barrio
Por Jimmy Mendoza
Avenida
Alma-Marceau, café Gran Corona. Hacía frío en París, pero era un frío amable,
tonificante, revigorant. El cielo era
azul. La luz rebotaba brillante por todos lados. Soplaba un viento de otoño. Las
hojas secas de los árboles corrían violentas sobre las cabezas que subían de la
boca del metro. Frente a mí, el Sena, de aguas oscuras, parecía sobrevolado por
un ángel mortecino. Un amigo argentino, Miguel Cuevas, me había invitado al
Palais de Tokyo, donde presentaban la muestra de arte ‘Les Dérives de
l’imaginaire’. Llegué demasiado temprano. Caminé unos metros hacia la
biblioteca Octavio Paz del Instituto Cervantes, un palacete del siglo XIX en el
distrito 17 de la capital francesa, uno de los recintos de estudio más bellos
que he conocido. Entre libros, revistas y catálogos encontré un artículo sobre
la X Bienal de la Habana donde publicaban una foto de la soberbia obra ‘Prolongación’
del colectivo LaLimpia. Sentí alegría y orgullo de Guayaquil, del barrio del
Astillero.
No pude
continuar revisando nada, mi cabeza iba y venía en el tiempo, recordando la
calle Eloy Alfaro. La primera imagen que me vino fue la carita femenina del
logo de sardinas ‘La portuguesa’. En esos días que se instaló LaLimpia, yo
había regresado al barrio, estaba cerrando un círculo de iluminaciones y
abismos, dionisiaco, destructivo. LaLimpia comenzaba, se hacía a la mar, al
río. Nos topamos, con poca frecuencia, por las tiendas, las aceras, las tardes
del barrio. Oportunos y agudos, decían poco y hablaban fácil. Yo estaba al otro
lado: en el desequilibrio, en la contradicción, en el extremo caótico. Siempre
miré de lejos y con asombro los rasgos maduros del grupo, insoportablemente
prudentes –eso es tal vez la piola que amarró, que manejó la cometa—, como
sometidos a un guion que era operado de manera natural. Ordenados como cubeta
de ¿seis? ¿cuatro? ¿ocho? huevos. Huevos, huevos escogidos para una limpia.
Desde la
ventana de la biblioteca Octavio Paz, podía ver la embajada de España sobre la
Av. Maceau, pero yo estaba en otro lado. Mi mente volvía al barrio, a la parte
alta de un bar de Guayaquil, El Palosanto, en la calle Coronel, detrás del
colegio de Bellas Artes, o al amplio ventanal de la casa taller de La
Artefactoría, en esos días convertida en priorato santo del historiador Juan
Castro. Recordé haber visto una mañana al estudiante Ilich –hijo de mi amigo
Miguel Castillo– cruzar la calle con un cuadro de gran formato en ocres,
figurativo, de perspectiva retorcida. Seguramente en esa época quería pintar
como Lucian Freud o como Balthasar Klossowski, pero se conformaba con copiar al
genial Jorge Velarde. Ilich iba por el buen camino.
El Astillero,
barrio de talleres navales. En mi infancia, jugaba con los otros niños en las
tornerías. Usábamos las enormes hélices de bronce de los navíos para
deslizarnos en ellas como si fueran toboganes. Mi padre conocía todos los
recovecos del barrio: dónde comprarle caracoles "churos" a los
pescadores portugueses, al griego que vendía perniles de chancho, dónde vendían
humitas de maíz tierno, los bollos de pescado y maní y el pan. Mi padre conocía
todo, pero especialmente las panaderías, con sus hornos de leña y el olor a pan
caliente al amanecer. Guardo la imagen mística, vibrante, de un óleo de Pedro Dávila,
donde se ven los patios y la vieja chimenea de la panadería de la calle Bolivia
y Noguchi. Siempre ese barrio, su olor. La infancia es la patria, dicen los
poetas. Mi patria es ese embrujado barrio.
En aquella
biblioteca de París, los fantasmas se paseaban por los zaguanes de mi memoria.
Dejé la cálida armonía del palacete. Al bajar las escaleras, me despidió una
foto de Octavio Paz –paradojas de la vida: una hermosa casa-biblioteca tiene el
nombre de un escritor que murió de pena al ver incendiarse su casa y sus libros–.
Sonreí. Cuando uno está contento y solo, los ojos brillan con una luz que se
parece al llanto. Esa quizás era mi mirada caminando por la Av. Presidente
Wilson al encuentro con este amigo.
"!Mendoza,
che! ¿Cómo puedes reír con este frío de mierda?", seguro me habría gritado
mi amigo, que nunca apareció. Igual entré a la muestra en el Palais de Tokyo. En
la entrada de la exposición, unas grandes letras soldadas en chapas de lata
para impresión offset formaban la frase "Le Temps de Rien". No soporté el esplendor caótico, el horror
cómico de la muestra ‘Les Dérives de l’imaginaire’, que inauguraba la temporada
de otoño del Palais de Tokyo. Cuidé el buen sabor de boca que me dejó el
encuentro de amigos de LaLimpia. Fue una suerte que Miguel no llegara, porque
yo tenía un plan B: cruzar el Sena para visitar una silla Manteño-Huancavilca
en el Museo de Quai Branly. Me dejé ir por los jardines hasta el río.
En la orilla,
el sol le ganaba al frío. Me tumbé sobre un peniche
semi abandonado. Miraba el Sena. No, miraba otro río. Sentía con los ojos
cerrados el olor a lodo y balsa en mi nariz. Ese olor a brea, pintura naval,
grasa y estopa de calafate que hay al final de la calle Portete. No sé cuáles
serán los límites del barrio del Astillero, pero el samán del patio del colegio
de Bellas Artes debe ser el centro. La historia del arte porteño conoció su
sombra, siena de tierra quemada. Ese árbol es la presencia en verde de César
Andrade Faini. Pensé que cualquiera de los artistas de LaLimpia se equivocaba
si creyera que fue suya la idea de abrir su centro de operaciones en el barrio
del Astillero. LaLimpia se fundó en la cabeza de un niño que miraba confundido los
cuadros de Restrepo, Álava, Velarde, Dávila, Alvarado. Ese niño asombrado eligió
el Astillero para trabajar LaLimpia,
enterado de que su espíritu estaba unido al de esos pintores que caminaban
cerca a los bajeles y más allá del ornamento.
El Astillero
es el barrio de los fruteros a triciclo, de las carpinterías; el barrio del
pasado, de las regatas a yola; el barrio de la ciudad cordial, de los
aserraderos, de los trabajadores descansados a la sombra de un almendro o un pechiche,
el de las curtiembres; el barrio de una ciudad noble que ha quedado atrás; el barrio
de los reales astilleros; el barrio de las aceras que esperan la noche, entre
humo de fogón, el olor a carnes, ajo, comino y música de Benny More o Rolando
Laserie: “Vieja calle de mi barrio donde he dado el primer paso, vuelvo a vos,
gastado el mazo en inútil barajar". Las Cuarenta… tango, sí, pero en
Guayaquil el tango suena a Son Cubano cantado por negros del Caribe. Eso es el
Barrio del Astillero, eso es Guayaquil: una pausa húmeda entre La Habana, Panamá
y Buenos Aires.
Ya había
cruzado el Sena por la Pasarelle Debilly rumbo al Museo de Quai Branly, a mi
encuentro con la silla ceremonial Manteño-Hualcavilca. No eran los oscuros
corredores de ese museo, era la pinacoteca de mi mente donde estaba caminando:
una instalación de Ilich dibujando el recorrido de las Hormigas, óleos de
grandes elefantes de Óscar, sábanas con dibujos de incendios espectrales de
Rubira, delicados paisajes andinos de Fernando donde los volcanes expulsan
leche... Dejé atrás el museo, la silla ceremonial, el resto de la tarde fue
patear el lodo extraño, ajeno, del Sena.
Del grupo
hacia dentro es poco lo que puedo decir. Mi puente hacia ellos era Stefano
Rubira. Nuestras conversaciones en largas madrugadas, giraban en torno a la
honestidad del artista. Hacía mucho que me había desembarcado de la Fé –Rubira
no–, por las ideologías políticas. Estaba entregado al nihilismo, tratando de
no ser cínico con los amigos. Y cerca de mí estaba LaLimpia queriendo doblar el
curso de la historia, de la tradición. Sus gestos estéticos, como grupo, eran
claramente políticos. Pero sus relatos personales, por el contrario, eran
íntimos y espirituales. Ellos querían hacer una limpia a la enferma sensualidad de la ciudad. La Artefactoría había
asesinado costumbrismos y hadattismos.
LaLimpia terminó con el pop fácil. Pero creo que esa limpia se la terminaron
dando ellos. Entre ellos.
Aún falta la
última parte de la historia. No creo en este final abierto que nos proponen.
Cuando superen la banalidad de la escena, cuando agotados no soporten ver su
trabajo transformado en simple mercancía de la sociedad del espectáculo, la
depresión los reunirá otra vez.
No sabemos
por qué mares, en qué tiempos, por qué puertos andará la tripulación de LaLimpia:
puede que en El Puerto de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles de Porciúncula
o en Nueva Amsterdan, en Terra Nova; tal vez en Treva, Messina, Nicosia,
Cartago o algún puerto de las Taifas, quién sabe. O más cerca de París, por las
Bocas del Ródano, no lo sé. No sé si LaLimpia vuelva a los atracaderos al final
de la calle Portete. Lo que sí sabemos es que el barco se construyó en el
muelle de los hermanos Huayamabe y todos los artistas de LaLimpia están hechos
con el mismo lodo, el lodo del río Guayas.
¡Salú Manu,
Rodríguez, Santillán, Castillo, Aycart, Coello, Falconí! ¡Salú Stefano,
hermano!
CURADURÍA
ROMINA MUÑOZ
DISEÑO GRÁFICO
OSWALDO TERREROS
PRODUCCIÓN
ELIANA HIDALGO VILASECA
Registro fotográfico: Rodolfo Kronfle Chambers
Algunas fotos de la obra Olema: Ilich Castillo
Algunas fotos de la obra Olema: Ilich Castillo
Excelentetrabajo
ResponderBorrarEstimado Rodolfo, solo para recordar a Romina que la última colaboración de LaLimpia se produjo en marzo del 2014 en LaLimpia Videos, muestra realizada en In Arte Contemporáneo, Cuenca, saludos y adelante con todo.
ResponderBorrarAtte. Fernando Piedra.
Fernando, en la segunda nota aclaro porqué a pesar de esa muestra y una anterior en NoMinimo tomo como referencia la participación del 2009. Gracias por la lectura y el comentario. Saludos desde el puerto, Romina ." [2] En 2009, Ricardo Coello, Fernando Falconí y Oscar Santillán –los tres artistas que conformaban LaLimpia en ese momento– fueron invitados a la décima edición de la Bienal de la Habana, donde participaron con la instalación ‘Prolongación’. Se considera esta fecha como última aparición, ya que las dos muestras posteriores donde se hace uso del nombre del colectivo fueron eventos que recogieron propuestas individuales: una en la galería NoMíNIMO de Guayaquil, el 23 de noviembre de 2011, y otra en marzo de 2014, en la galería In Arte Contemporáneo, en el marco de la XII edición de la Bienal de Cuenca."
ResponderBorrarGracias Romina por la aclaración, sin embargo, en mi opinión la muestra en Cuenca fue una colaboración mutua en la que el grupo se activó como colectivo en base a un formato específico en este caso el video, pero son apreciaciones personales, así que es bueno tener a veces puntos de vista alternos, aparte de esto, te felicito por el esfuerzo y la excelente propuesta que ha presentado LaLimpia en Guayaquil, saludos.
ResponderBorrarAtte. Fernando Piedra.