domingo, julio 31, 2011

Óscar Santillán - AZOR - dpm



RÍO REVUELTO TV
RECORRIDO POR LA MUESTRA CON ÓSCAR SANTILLÁN
FOTOS CORTESÍA DE RICARDO BOHÓRQUEZ:
Broken Land (Tierra Partida)
2009
Wealth of Nations (La Riqueza de las Naciones)
2011
 All the Blinks (Todos los pestañeos)
2009-2010
Cascade (Cascada)
2010-2011
The Telepathy Manifesto (El manifiesto de la telepatía)
2011
Meteorite (Meteorito)
2010-2011
A Knife to Defeat the Night's Breeze
(Un cuchillo para vencer a la brisa de la noche)
2010-2011

FOTOS RK:

Animal Skin (Piel Animal)
2011

 Centinela (I)
2011
Centinela (II)
2011

 Water Halo (Halo de Agua)
2010
 The Cannibals (Los Caníbales)
2011

Window and Dirt (Ventana y Suciedad)
2010

Reseña publicada en la Edición No. 83 de la Revista Art Nexus


    Hacía mucho tiempo no me topaba con un artista que se sonrojara al entrevistarlo. Y eso me llamó poderosamente la atención en Oscar Santillán (Guayaquil, 1980). El sonrojo surgió al comentarle que advertía un espíritu atormentado en su reciente muestra  Azor en dpm Gallery, Guayaquil.  Su discurso consigue navegar airoso dentro del actual maremágnum conceptual, y le ha valido para obtener varias becas en el extranjero, desempeñarse como profesor en University of de Arts (Uarts), Filadelfia, y participar en noviembre en la XI Bienal de Cuenca.

     ¿Qué más da si Oscar nos engaña al decirnos que sus halos y gotas de agua las consiguió  sin ayuda de Photoshop? ¿O si las cenizas que nos muestra son de un chacal o un conejo norteño? Azor comenta sobre cómo atraer la atención con una gramática visual enfocada en “las esencias” que a los ojos de una realidad tan dada a las miradas epidérmicas, probablemente tome por sorpresa a los espectadores comunes. Hay en este creador una espiritualidad a flor de piel. Hace algunos años atrás, y hasta aproximadamente el año 2007, mostró su adscripción desde el arte a través de un conceptualismo político latinoamericano que, en su caso particular, entrañaba una línea de vida enrumbada de manera militante en el Grupo Ruptura de los 25, perteneciente a la Nueva Izquierda en Ecuador. Su pieza Memorial, consistente en la exhibición de un ejemplar sin texto -físico- alguno del periódico New York Times, al que colocó en uno de sus extremos un diminuto venado, construido con toda la tinta extraída del diario por un experto en química, marca una etapa de transición más cercana a su línea de trabajo reciente.

      Las maniobras de ahora, alejadas de su comportamiento político se interesan por la fenomenología de los acontecimientos, independientemente de la índole de éstos. El propio artista refiere que en cierto momento de su vida cayó en cuenta de lo falaz que le resultaba a sí mismo el sentirse comprometido con la situación política de su entorno; cuestionándose la sinuosidad de ciertas tendencias en ese contexto. Más cercano ahora al pensamiento y método de Edmund Husserl en una aspiración al conocimiento estricto de los fenómenos, en su conducción “de regreso a las cosas mismas”, sentimos que esta propuesta nos deja esa sensación de misterio que muchos eluden, esa complejidad tan imprescindible en los procesos de comprensión. Santillán se detiene, de manera similar a la ciencia, en la relación establecida entre los hechos y el ámbito en que se instala esta realidad en la psiquis o la conciencia. Si atendemos a la definición de Azor, según la Enciclopedia Libre Universal en Español, es un ave de tamaño mediano y la forma de su cuerpo le asemeja a un gran gavilán, aunque la especie se encuentra realmente emparentada con las águilas. Las características cigenéticas de su cuerpo le facilitan la caza en el bosque, la cual realiza al acecho, posado en una atalaya o lugar privilegiado desde donde puede observar su territorio y localizar a sus posibles presas sin ser visto.

    Lo que exhibió responde a un artista “con bomba”. Salvo dos grafitos sobre lienzo que no se avienen con la intención de su “ojeo”; el resto de las piezas anuncia una producción que transita por un registro diverso y bien dotado: fotografía, video, escultura. ¿Cuántas interrogantes nos asaltan ante Wealth of Nations, en su cita a Adam Smith, el llamado “padre de la economía política”? Sacó molde al libro original La Riqueza de las naciones, construyó un objeto vaciado en resina, de apariencia transparente que refiere el controversial pensamiento del autor, quien planteó la existencia de un “orden natural” que controla al mercado, y a su vez domina a las personas. A pesar de ser un texto del siglo XVIII el artista comenta su vigencia.

    Oscar al concluir la beca en escultura contemporánea y medios expandidos en Virginia Commonwealth University (VCU), USA, durante el 2011, ha pasado a ser profesor en una universidad en Filadelfia. Sabe que nadie es profeta en su propia tierra, y a la vez le preocupa este giro de 180° para su trabajo. En Broken land (Tierra partida) nos entrega dos porciones de tierra: una a ras del suelo, donde una pequeña muestra de vegetación se nos entrega lánguida,  y, en cambio, otra elevada, ganada por el verdor, se suspende en el aire gracias a un imán velado al espectador, adherido a una larga cadenilla que relaciona a ambas. Santillán en plena charla docente comenta sobre los inconvenientes de “pensarse” como ecuatoriano.

     El postconceptualismo del artista es disfrutable en la medida que no apuesta por la densidad o el hermetismo. Al mismo tiempo es consciente de esa necesaria búsqueda de la complejidad y es preciso en la ubicación priorizada de lo que podemos seguir nombrando misterio. Se me antoja en ocasiones a medio camino entre ese probable embaucador coyote o gnóstico demiurgo y las variables antropológicas de un análisis a lo Lévi-Strauss, más emparentadas con la impronta Beuys. Como si cruzara las acepciones para intentar desafíos en el proceso intelectivo. Así lo percibo en A Knife To Defeat The Night’s Breeze (Un cuchillo para vencer a la brisa de la noche), su cita al renombrado artista alemán, donde nos muestra una faceta lúdica para dejarnos un camino abierto: ¿Qué es más importante, “adorar” a Beuys o revisarlo, deconstruirlo, enriquecer su legado (por llamarlo de algún modo)? Aquí me recuerda a Hegel para quien el placer que genera la arqueología del saber está en la búsqueda de la verdad, no en el hallazgo en sí. Un cuchillo al que logramos completar su forma colocándonos en determinado ángulo de visión ha sido construido con cenizas de coyote cremado. Las mismas están dispuestas en láminas de acrílico, como el equivalente a las capas de sentido que debemos desentrañar en el oblicuo camino del conocimiento.

    No quiero pasar por alto los videos The Cannibals (Los Caníbales) y The Telepathy Manifesto (El manifiesto de la telepatía) por su dimensión simbólica. El término aludido en el primero pudiera responder a diferentes alcances, de acuerdo a la densidad del signo; y en todos subyace la existencia de un dominante y un dominado, que Santillán intenta subvertir al tomar quizás la más extendida de las significaciones, aquella que apunta al acto de obtener la fuerza y el valor del guerrero enemigo al consumir su carne. Esta pieza fue elaborada a cuatro manos con una artista inglesa, y consiste en un loop con la imagen de un caballo en movimiento, dominado por un jinete (no visible para el espectador) que constantemente empaña el lente de la cámara al tomar aliento. Al final de la travesía el animal se detiene ante un obstáculo que impide su paso. La atmósfera adquiere espesor en la aparente quietud de la práctica. El autor nos invita a una revisión de la Historia y su consiguiente restablecimiento por parte de los actantes.

     Por otra parte, en El Manifiesto de la telepatía, entabla un diálogo acerca de los sentimientos humanos (incluido también el sentido de diferencia en la gama de los afectos) a través de un lirismo sustancial. El absurdo de la trama esgrime luces sobre la necesaria y, en ocasiones, distante calidez humana.

   Azor dejó la escena guayaquileña animada. Hay que seguir de cerca a Santillán. En cualquier momento puede sorprendernos con su ejercicio discreto de intervención; socavando nuestro convencional modo de enfrentarnos a “lo real”.
                                                                                                                     Amalina Bomnin

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