Curaduría por Rodolfo Kronfle Chambers
Red curtain
Capas construidas netamente con pintura acrílica roja
2010
Foto: Ricardo Bohórquez
Foto: Ricardo Bohórquez
White fabrics
Capas construidas netamente con pintura acrílica blanca
2010
Foto: Ricardo Bohórquez
Foto: Ricardo Bohórquez
Layers 2
Papeles blancos pintados en los bordes
2010
Foto y detalle: Ricardo Bohórquez
Foto y detalle: Ricardo Bohórquez
Nudes
Madera, y capa construida netamente con pintura acrílica blanca
2010
Foto: Ricardo Bohórquez
Foto: Ricardo Bohórquez
Black brick
Bolígrafo sobre dólares norteamericanos
¼ Kg
2010
Bolígrafo sobre dólares norteamericanos
¼ Kg
2010
REACTUALIZANDO EL TRAMPANTOJO
“Yo he engañado a los pájaros, pero Parrasios me ha engañado a mí”
Zeuxis
(Siglo V a.C.)
En el Salón de Julio del año pasado Anthony Arrobo (Guayaquil, 1988) presentó una modesta pero inquietante obra titulada Layers (2009) que sobresalía por su relativo mutismo al interior de un evento caracterizado por reunir obras que incorporan enunciados grandilocuentes. Se trataba de una resma estándar de papel blanco tamaño A4, la misma que había sido intervenida coloreando individualmente solo el canto de cada hoja. El delgado hilo de pintura de las páginas una vez apiladas iba formando en sus costados las gradaciones propias de un arco iris: deleite instantáneo y… sospecha inmediata.
Aquella pieza se convirtió en el punto de partida del proceso experimental e investigativo en que devino esta muestra. El joven Arrobo ya tenía, como antecedentes dignos de mención, un par de obras (Flag (captura de fricciones), 2008 y Dithyrambos, 2008) donde, mas allá de las cargadas referencias culturales que incorporaba en ellas, se intuía también una propensión hacia la estilización y elegancia formal; eran sus primeros avances hacia un purismo estructural donde el orden, la sencillez y la precisión del acabado irían cobrando importancia.
Aquellas cualidades protagonizan ahora su primera muestra individual idóneamente titulada Do not touch, aludiendo al impulso instantáneo de constatación táctil que genera en el espectador la engañosa constitución física de sus trabajos. Obras como Red Curtain (2010) y White fabrics (2010) suponen, en cuanto a la manipulación perceptiva de lo logrado con la pintura, una actualización contemporánea del añejo recurso del trampantojo (trompe l'œil), un truco más allá de la ilusión óptica de perspectiva: las telas que cuelgan no son tales, sus verosímiles pliegues y escultóricos drapeados están logrados en realidad con paneles de pintura pura que ha sido laboriosamente secados y delicadamente modelados. La intriga de la duda entre imagen y realidad se plantea aquí como valor, magnificada por la negación de la advertencia.
En sus primeras obras los elementos de representación tradicionales ya le generaban al artista un interés en cuanto a su materialidad elemental, por sus valores intrínsecos. En aquel entonces Arrobo lograba imágenes con polvo de grafito molido, ahora su obsesión se desplaza hacia el material-pintura para dar paso, como sugiere de manera más clara la instalación Nudes (2010), a “una reflexión sobre la pintura en sí, como medio”, según nos refiere el artista “[encaminándola] por la idea de desnudo que para mí proyecta la obra, me gusta pensar que el objeto (el bastidor) está como desguarnecido, desnudo, además que hablar sobre el desnudo, pero desde este enfoque, estaría reactualizando esas cuestiones que fueron habladas en la Historia de la pintura…”
“La blancura es el color más conceptual … no interfiere con tus pensamientos”
Yoko Ono
(Acerca del Blanco, 1997)
En sentidos similares se invoca inclusive al color en tanto presencia esencial –el color es “la primera revelación del mundo” dijo Hélio Oiticica- como se hace evidente en la nueva y masiva versión de Layers (2010) donde un espectro de tonos matizados aparecen en los bordes laterales del papel más no en la superficie destinada a la representación. Esta aversión a intervenir el plano de prístino blanco destinado al acto creativo supone un afán de anulación de cierto tipo de contenidos. Lo mismo ocurre en su contraparte, la obra Black Brick (2010), “un cuarto de kilo” de dólares norteamericanos que han sido pintados pacientemente de negro con un bolígrafo, lo que devuelve al papel más simbólicamente imantado que exista a su función más básica; es una regresión de carácter negativo, como observa Arrobo “si bien en este trabajo hay un afán por suspender la significación natural del objeto (mirarlo solo en su dimensión física, castrando la movilidad que él mismo debería tener, quitándole su deber-ser) hay un afán por pensar a la no-imagen como acontecer significante.”
En los momentos iniciales de un primer encuentro con su obra se pueden presentar asociaciones con el minimalismo y el postminimalismo, pero para el artista estos símiles son solo superficiales: “Me parece que hay algo más complejo ahí, en esas supuestas inocentes fachadas, y es que –y esto es una lectura autorreflexiva sobre mi trabajo- el problema creo está en esa complejidad adherida a visualidades que están en la conciencia común […] creo que el problema no solo está en esa visualidad que enuncian las obras, está también en cómo esas visualidades han sido construidas; el tiempo y el esfuerzo -físico- que le ha sido dedicado a estas construcciones, que pudieran ser logradas con poco, pero no; son imágenes conocidas a las cuales se les ha añadido complejidad.”
La exposición sitúa la siempre seductora cuestión de la factura y la representación en un plano reflexivo, presagiando una original carrera para este artista que seguramente explotará la subestimada facultad que tiene el público local para pensar.
Rodolfo Kronfle Chambers
Guayaquil, sintiéndome extrañamente moderno, 4 de julio de 2010
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