domingo, junio 12, 2011

Opinión: Caballos de Colores

Reportaje imperdible en ECUAVISA

Muy apropiado reportaje en el programa "De mujer a mujer" de TELERAMA


UN ARTE MULTICOLOR LLEGA A GUAYAQUIL
o De cómo se reproduce localmente un arte de franquicia

Se ha dicho mucho sobre la función social del arte comprendida como estrategia de circo para complacer a las masas; sobre los mecanismos de legitimación masiva activados desde el afincamiento del discurso político de turno en las agendas culturales; sobre las formas en que se reproduce una noción de arte en “obras de arte” subsidiarias con respecto al entorno cultural del cual provienen; y también sobre la manera en que un concepto de arte adquiere relevancia cuando se presenta en una escena de libre acceso y con difusión masiva, especialmente el espacio público. Pero decir mucho o poco sobre un asunto no garantiza que hayan respuestas.

Un ejemplo de ello, en el caso de la escena artística de Guayaquil, constituye la feria artesanal de Las Peñas en épocas festivas, donde las multitudes acuden a observar y aprender qué es arte, qué es ser artista, y cuánto cuesta una reproducción de Guayasamín, de Kingman o de Endara Crow, entre otros datos informativos. Sobre el tema, se podría desarrollar un proyecto de investigación a nivel macro, y proponer toda una teoría de la recepción aplicada a los consumos culturales en el contexto local, pero todos sabemos que en esta ciudad tal empresa es muy difícil, principalmente cuando las instituciones encargadas de promover una iniciativa de este tipo se dedican a certificar y normalizar lo contrario.

¿Necesitamos un arte que sea complaciente y merecedor de la aprobación popular para lograr la legitimidad de las agendas institucionales? ¿O más bien estamos viviendo una transición a la idea de arte como “arte de franquicia”, que reproduce los peores efectos de una democratización de la cultura?

Cuando se realicen las famosas retrospectivas de fin de año, y mirando hacia atrás se recuerde lo que hoy acontece, brillarán sobre las páginas de algún diario las noticias sobre los Caballos de Colores: las entrevistas a la ciudadanía y a los artistas participantes sobre esta experiencia tan "bonita". (Pero no puede hablarse mucho de los artistas, después de todo ¿qué se les puede inculpar si el discurso del artista desempleado o del artista abierto a todas las posibilidades, que todos sabemos son escasas en el medio local, se hará presente porque se legitima a la par? ¿de qué viven los artistas en este país, en Latinoamérica, en el mundo?)

¿Será que estamos satisfechos con las normas que regulan los comportamientos -aquellas que determinan los movimientos de los cuerpos- en el espacio público, y por eso nos dejamos seducir por artificios multicolores que no son más que eso –meros objetos-fetiche, artefactos cuyas superficies pretenden presentar un ejercicio creativo y lúdico para complacer la mirada inquieta del transeúnte desprevenido? ¿Será que nos hemos acostumbrado a no mirar en el espacio público un territorio de desigualdades, negociaciones agudas, enfrentamientos y luchas por el poder simbólico? Tampoco es cuestión de asumir el espacio público como el lugar idóneo para una resistencia cultural artística. Recuérdese que el potencial crítico necesario en todo arte no sólo se ejerce a través de las retóricas de la resistencia. Sólo basta con analizar la capacidad de gestión, organización y fundamentación conceptual de proyectos como Al Zurich, que ha tenido que sobrevivir bajo la adversidad que caracteriza a las iniciativas independientes.

En el proyecto Caballos de Colores, que cuenta con un respaldo institucional (y económico) favorable, las “propuestas” se han caracterizado por una extraordinaria capacidad de irreflexión sobre las dinámicas sociales, culturales, políticas y territoriales que caracterizan los lugares de emplazamiento de los objetos-fetiche. La tendencia ha sido trasladar una poética autoral a la superficie del soporte escultórico, ejercicio que permite reconocer los rasgos de tal o cual artista, lo que ha llevado a muchos a considerar el grado de pericia en la ejecución de este procedimiento como si en tal cosa residiera la quintaesencia del arte. Pura maniobra de traslado estético con ínfulas de experimentación artística. Pirotecnia creativa, salvo poquísimos casos.

La excepción que confirma esta medida, la encontramos en el objeto-fetiche instalado en el Parque de las Iguanas, justo en frente de la escultura ecuestre del Libertador de América. La obra de Marco Alvarado resulta no sólo acertada –entre tanta impertinencia-, sino ingeniosamente dispuesta a entrar en el juego con un cuestionamiento de la propia lógica de “estetización” de la imagen del equino. En lugar de cumplir con la premisa de colorear la superficie blanca del caballo, la escultura se halla cubierta con una suerte de envoltura de tela, en la cual se ha colocado a manera de ex votos un conjunto de letras de canciones populares, imágenes y otros artificios visuales que ponen en jaque las nociones históricas sobre la figura mítica de Simón Bolivar.

Pero ciertamente no todos los artistas lograron una actuación favorable. Cabe mencionar el caso del caballo de Paco Cuesta, con un título que pretende ser hilarante pero que más bien resulta deplorable, y peca de regionalista: “Japón: alerta roja” para el público con criterio de Quito, o “Un Caballo para Lady Gaga”, para los entusiastas superficiales de Guayaquil.

Obviando predicciones apocalípticas sobre el futuro del arte local, será necesario detenerse a pensar por qué este tipo de proyectos culturales están reproduciendo un arte de franquicia, limitado por su propio funcionamiento como “versión localista” de algún otro proyecto cultural tan “genial” que logra vincular el arte y la representación de animales. La Cow Parade en Zúrich, en Houston, Nueva York, Buenos Aires, Sidney, Londres... en Quito, donde el “giro creativo” se dio en el cambio de la vaca por el toro.

“Los Caballos de Colores, uno de los mejores proyectos culturales del 2011”. Algo como eso aparecerá en la nota de prensa en fin de año. Y las fotos de los espectadores satisfechos, por supuesto.
Ana Rosa Valdez
Estudiante de Primer Año de Física Nuclear
Junio 9 de 2011


Jorge Jaén
Proyecto no aprobado para los "Caballos de Colores", 2011

Jorge Jaén
Boceto para los "Burros de Colores"
Intervención Urbana, 2011

Recortes e ilustraciones: Archivos Perversos de Río Revuelto

3 comentarios:

  1. Comparto tu criterio Ana. Cierto, el arte es todo, pero esto del los caballos mas bien parece una fea broma disneylandesca. Smile! me tomo un fototito con Mickey! y claro las ventas suben.

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  2. Si pero los caballos, las vacas, lo hicieron en New York, los vi con muy buena calidad, un día caminando por la mariscal Quito, me tropiezo con toros pintados, me digo a mi mismo, como han copiado de N.Y, y estos caballos son copias, ahora los asnos, así esta el arte en Ecuador, puras copias. y chismes al puro estilo de la Srta. Laura.

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