N.E.: A continuación se transcribe el texto de la conferencia ofrecida por la crítica de arte cubana (radicada en Guayaquil) Amalina Bomnim el 26 de octubre de 2012 en la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas.
¿Dónde está el arte ecuatoriano?
He nacido agujereado, Henri
Michaux
El título de esta charla, me han
comentado, acarrea lecturas encontradas. Pudiera parecer axioma de un acto de
prestidigitación. Cierta es una realidad: en la escena internacional apenas se
conoce lo que sucede en la escena artística local. Y no es desmedro de los
artistas sino del escaso interés institucional y gubernamental por dar a
conocer lo que acontece en el arte. Lo que intentaré es escudriñar dos líneas
reflexivas: ¿se debe hablar de un arte esencialmente ecuatoriano en el siglo
XXI?; ¿dónde podemos apreciar el arte que la mayoría del público da por sentado
es ecuatoriano? Mi primera inquietud está anclada en la idea de que la mayoría
de los salones en Ecuador benefician por encima del resto de las
manifestaciones artísticas a la pintura, criterio demodé, que muchas veces esconde sinrazones de índole cultural. Por
otra parte quisiera contribuir a desterrar la idea de que el llamado arte
ecuatoriano debe responder a determinados clichés y camisas de fuerza que
desvirtúan, en muchas ocasiones, la dinámica de las propuestas contemporáneas. Más
bien pretendo cuestionar cómo y dónde es que ese arte -ya no tan ecuatoriano-
se visibiliza. Primero, subrayar la presencia de espacios como Salón Mariano
Aguilera, Salón de Arte Contemporáneo Fundación EL COMERCIO, Fondos Concursables Ministerio de Cultura, Salón
Nacional de Artes en Riobamba, Salón Nacional de Pintura Luis A. Martínez que, en el caso de los dos
primeros, sólo a partir del inicio de la nueva década han oxigenado sus
concepciones originales enrumbadas hacia presupuestos clasificables dentro de
la tradición eurocéntrica (pintura, escultura) para abrir paso a la
implementación de bases totalmente abiertas a todas las manifestaciones;
incluso en el caso del Mariano que acertadamente expandió su alcance hacia el
perfil editorial y la curaduría, más sin embargo, fue exclusivo en cuanto al
margen de edad y los participantes extranjeros residentes en el país. En cuanto
al primer aspecto sólo podían participar artistas menores de 45 años y los
extranjeros si contaban con cuatro
años de residencia en el país. Aún persisten otros como Salón de Julio Pintura,
Salón Nacional de Octubre, Salón de Machala, Salón Nacional de Pintura Eduardo
Kingman, que no cuentan con la infraestructura necesaria para disponer de una
sala con las condiciones mínimas de almacenamiento, y por otra parte creo que
no han tomado conciencia plena del riesgo que está corriendo el sistema de la
cultura al no incluir otros soportes en sus competencias y reservas
patrimoniales. ¿Cómo se puede registrar e investigar el flujo productivo real de
los artistas ecuatorianos (salvo del año 2001 en lo adelante) si la mayoría de
sus instituciones -aún hoy día- conservan el criterio de promover solamente la
pintura como medio histórico depositario de potencial creativo? ¿Quién y de qué
forma podrá dentro de medio siglo reconstruir y restaurar la historia simbólica
ecuatoriana si sólo nos encargamos de atesorar la pintura? Sería interesante
emprender una investigación en este sentido estableciendo comparaciones respecto
a otros contextos para advertir el desfasaje que tenemos en cuanto a la
valoración institucional de nuestro potencial simbólico. Hoy día en las
universidades se insiste en la necesidad de que tanto profesores como
estudiantes investiguen. Si se trata de los que nos dedicamos al arte ¿en qué
fuentes podremos escudriñar si queremos hacer referencias a la fotografía, el
grabado, u obras realizadas en medios mixtos, por sólo mencionar un ejemplo?
Análisis aparte merece el recién
declarado premio desierto a la categoría Curaduría, en el certamen Mariano
Aguilera que, junto a otros no oficiales, pero sí promovidos comentarios de
personas resentidas frente al arte, muestran cómo los curadores seguimos siendo
en Ecuador los “patitos feos” del circuito artístico. Por una parte, nos agrede
el público desorientado, pues supuestamente pasamos como “arribistas”, como los
ganadores de prebendas y posicionamientos sociales, por otro, nos “ningunean” y
nuestro quehacer apenas es tenido en cuenta cuando se analiza el trabajo de las
instituciones culturales, donde personal “acreditado” (sin especialización en
el tema) hacen las veces de museógrafos y curadores. ¿Cómo es posible que en
medio de un contexto que pretende y promueve la renovación del discurso de la
cultura como parte de una revolución ciudadana, los curadores seamos la última
carta? Hace tiempo se aborda en el país el tema de visibilizar la curaduría a
través del trabajo en proyectos, eventos y exposiciones temáticas que pulsen el
discurso hacia problemáticas candentes de la cultura; pero sólo a través de las
voces de los propios gestores, curadores y artistas es que se la logrado al
menos llegar a un punto de madurez parcial, como en el caso del Mariano
Aguilera. No puedo entender y quisiera alguien me explicara cómo es posible que
una institución como el MAAC cuente con un presupuesto anual de $ 65.000.00 USD
para afrontar la programación de todo un año y sin embargo por otra parte se
gasten miles y miles en invitar “estrellas” del espectáculo (Luis Miguel,
Marilyn Manson, Chayanne, Marc Anthony, Pitbull, entre otros) al Ecuador que
sólo forman parte de una cultura del entertainment.
¿Es así como vamos a revolucionar
la ciudad?
En dos años de residencia
en Ecuador he podido conocer más y mejor del arte ecuatoriano a través del blog
Río Revuelto de Rodolfo Kronfle que a través de las instituciones oficiales.
Hay varios espacios, en este sentido de actualización, confrontación y dinámica
cultural, que quisiera subrayar: Galería dpm dirigida por David Pérez
MacCollum, Galería Patricia Meier, Galería NoMínimo, Centro Ecuatoriano de Arte
Contemporáneo (CEAC), el espacio Dossiers del ITAE, Espacio Vacío Guayaquil,
Ocho y medio. Y asimismo otras páginas de arte como Asociación Archivos Nuevos
Medios Ecuador, Diferencial Hub Medial, Experimentos Culturales, Full Dollar, y
La Selecta Cooperativa Cultural. Aunque con una presencia menos notable, pero
meritoria, se encuentran las revistas El Búho que dirige Omar Ospina y Anaconda
a cargo de Marhjorie Ruales. Desde que vivo en Guayaquil, buena parte de las
muestras de la ciudad han sido reseñadas en la revista Art Nexus por parte de
la que suscribe. Asimismo también han sido recogidas en esta última las
producciones de artistas como Larissa Marangoni, Saidel Brito, Pablo Cardoso,
Oscar Santillán, Roberto Noboa y Miguel Alvear.
Respecto a qué llamamos arte
ecuatoriano me gustaría reflexionaran conmigo: ¿será clasificable en esta
categoría el que hace Oscar Santillán cuando está en E.U o México, o el que
realiza Tomás Ochoa entre Argentina, Suiza, y España, el de Pablo Cardoso cuando se mueve hacia otras
geografías, el de Anthony Arrobo
en Frankfurt, Allan Jeff entre Ecuador y la Antártida, Estefanía Peñafiel en
Francia, o el que hace Miguel Alvear que, por tratarse de un género aún más
conflictuado para su inserción, apenas se conoce dentro del propio país? Casi
todo lo que se conoce del arte ecuatoriano fuera de sus fronteras es la obra de
Oswaldo Guayasamín, y esta circunstancia ha estado relacionada con aspectos
políticos que no pretendo desandar en este marco, pero que sin embargo
continúan ensombreciendo la promoción de los artistas fuera de los límites
nacionales. No existe una preocupación a nivel gubernamental por dar a conocer
el arte fuera del país. Los artistas que aquí trabajan apenas se conocen
internacionalmente, y los que han podido burlar esa circunstancia casi siempre
lo han logrado desde su autogestión. Cuando vivía en Cuba, un excelente artista
y amigo me aconsejaba cuando yo trataba de contrarrestar fricciones entre arte
y política diciéndome: “esa no es tu
lucha”. Pasaron alrededor de quince años después de su consejo. Él, que era
bien atendido por el gobierno, por
considerarlo “confiable políticamente” se convirtió en diana de acusaciones vertebrales
por sus comentarios políticos. Cuál fue su traición? Pronunciar frente a un
periodista que no creía en el unipartidismo. Mi amigo hoy tiene Mal de
Parkinson gracias a la guerra fría que propiciaron sobre su vida íntima, estuve
a visitarlo hace cinco meses pero nunca alcancé a preguntarle cuál es la
verdadera lucha de un artista o intelectual en Cuba o Latinoamérica. Para mí
siempre ha sido y será cultivar la utilidad
de la virtud, entendida aquí virtud, como sinónimo de talento. ¿Por qué
entonces todo lo que es fruto del talento no es promovido en este país con la
dimensión requerida? ¿Por qué en pleno siglo XXI el arte de otras naciones
tiene una presencia dentro del circuito internacional y el que hacen los artistas
nacidos en Ecuador no? Mi amigo al menos alcanzó a conocer a Hernán Zúñiga. Otros
de sus colegas ni siquiera a éste y sus contemporáneos. Pero de los tiempos de
Hernán hacia acá ha transcurrido bastante. ¿Qué opción existe para artistas
como Roberto Noboa, Larissa Marangoni, Juana Córdova, Oscar Santillán, Allan
Jeff, Miguel Alvear, Ilich Castillo, y otros nombres que no incluiré aquí para
no hacer demasiado extensa la lista, más allá de una reseña en una revista
internacional o la posibilidad de que algún curador extranjero se apee en
tierra ecuatoriana a intentar encender la chispa? Quizás la respuesta ante ésta
y otro sinfín de interrogantes dentro del contexto cultural sea la que
justifique por qué no podemos sacudirnos de un comentario como el que sigue
ofrecido en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 durante la ceremonia
inaugural: “Ecuador: conocido por las Islas Galápagos, y de luto ahora por la
muerte de una de sus famosas tortugas, el solitario George”. Lo anterior opera
en un orden de cosas internacional, pero por otra parte, dentro del país,
incide un nivel de reticencias a escala institucional y entre colegas del mundo
artístico que dejaría nuevamente asombrado a un Henri Michaux. Los proyectos se
embarazan, las relaciones se entorpecen y muchas veces los funcionarios con voz
y voto son los menos indicados. Un artista ecuatoriano me contó un chiste hace
alrededor de un año que todavía ronda en mi cabeza: Iba un vendedor de
cangrejos caminando alrededor de la playa. Se acerca un cliente y le pregunta
por qué lleva un balde de cangrejos con tapa y otro no. A lo que el vendedor
responde: Los que van con tapa son colombianos, ellos si uno sólo intentara
subir, los demás lo ayudarían, podrían escapar. A lo que vuelve a preguntar
consternado el cliente en potencia ¿y los otros de dónde son? Ah, exclama el
pescador, esos son ecuatorianos, por eso van totalmente libres, sin tapa. Si
uno sólo intentara escapar el resto no se lo permitiría, lo halarían hacia
abajo. Me resisto a la idea de que en cada “silla turca” ecuatoriana subsista
esta noción. Quizás mi amigo exageraba, o tal vez no. Lo cierto es que tengo un
pequeño ensayo después de observar y calibrar durante cuatro días mientras
participaba del taller de creación de la Universidad de las Artes (UNA) sobre
cuál es el comportamiento de muchos de los que supuestamente formamos parte de
la “intelectualidad” en el Ecuador. Por un momento creí que participaba de la
Universidad de las Partes pues cuanto ponente pasaba por el podio refrendaba
una “finca” que no guardaba ninguna relación con la anterior, en un duelo
beligerante sobre quién y quiénes han llegado “más lejos” en sus experiencias y
posicionamientos docentes.
Pero vayamos al grano ¿Qué es
arte ecuatoriano para una gran parte del público? Obra en pintura u otros
medios tradicionales, de lenguaje figurativo, paleta de colores cálidos o no
(pero si son lo primero mejor), temáticas de tono calamitoso o existencial, y
que el registro iconográfico en ella refrendado guarde relación con lo que la
gente percibe a diario. Dentro de este abanico caben tópicos religiosos,
paisajes urbanos o rurales, retratos o autorretratos, desnudos, entre otros
asuntos relacionados, de sello básicamente contemplativo. Discurso e
interpretación anclados en presupuestos estéticos de tres o cuatro décadas pasadas.
Pero el arte hecho en Ecuador, que no es específicamente ecuatoriano, es mucho
más que este diagrama reduccionista, porque muchas de sus propuestas abordan
problemáticas caras a cualquier contexto extranjero, como cabe señalar en la
producción de Juana Córdova que,
sirviéndose de un conocimiento ancestral sobre el uso ritual, botánico y
sanativo de plantas medicinales, construye piezas atractivas visualmente (a
través de un registro formal anclado en las artes aplicadas o manualidades),
donde el binomio percepción-construcción funciona a modo de cuello de botella
comprometiendo al espectador. Plantas que son reservorios de experiencia y
prácticas milenarias confunden su fisonomía en un juego de contrarios de agudos
cuestionamientos socio-culturales. Su producción más reciente nos transporta a
un estado cuasi irreversible de “contaminación” y “demonización” espiritual.
Donde hubo virtud hay perversión, donde hubo curación hay malsanidad, gracias a
la mirada colonial que, por ende, las mayorías han incorporado a sus
percepciones.
Llama la atención la
propuesta de otro joven artista guayaquileño Fernando Falconí, quien como dirían los mexicanos, sabe “chingar
quedito” al armarse de sutiles maniobras de expropiación contextual para conflictuar
el status quo, desde herramientas
aparentemente inocuas: el dibujo animado, las imágenes turísticas, el paisaje,
los juegos infantiles, el mundo escolar, siempre con un humor cáustico y
sugestivo. Hay nombres, términos, asociaciones que las personas supersticiosas
prefieren olvidar y consideran pecaminoso mencionar como Leviatán, y los
destierran con un olvido epimetéico(1). El trabajo de Falconí en Galería dpm
emprende un recorrido conceptual que se sirve de la ilustración de sello pop,
el collage, la “mala pintura”, el pastiche,
para someternos a las imágenes asociadas al pasaje del Antiguo Testamento de
Job e Isaías. En resumen el monstruo o demonio asociado a animales como la
ballena, el pulpo, la serpiente, no es más que una alegoría de cómo la maldad y
la envidia puede mostrársenos de forma organizada y convincente para
tergiversar nuestras decisiones o destinos. Este engendro para el artista está
amplificado en su alcance a nivel social, y aparece asociado al miedo, la falta
de iniciativa, y la zozobra ciudadanas. El propio Fernando me comenta que en
este ejercicio prefirió desandar, (sin abandonar del todo la pintura, aunque sí
sus anteriores grandes formatos), la fisicidad de los volúmenes, pequeños
objetos, gomas, para vivenciar de manera afectiva su relato. Asistimos curiosos
a un mundo supuestamente sórdido, oscuro, que mueve la alegoría del Leviatán y
terminamos seducidos por los empastes, pliegues y calidades untuosas del trabajo
de Falconí.
La obra hecha por mujeres ha sido
una problemática álgida en el Ecuador, y varias de ellas han logrado
desmarcarse de visiones simplificadoras acerca del feminismo. Larissa Marangoni con un registro
amplísimo en soportes y tópicos abordados, se advierte como una de las figuras
más prolíficas. Escultura, instalación, pintura, fotografía, trabajo con
metales, video, acción pública, escenografías, environments, han sido para ella peldaños necesarios en el proceso
de maduración de su sostenido discurso. La dinámica en la ciudad contemporánea,
el cuidado del medio ambiente, la hibridez genérica en los sujetos
contemporáneos, han sido algunos de los asuntos tratados en sus últimas piezas
que llaman la atención por sus simplificadas soluciones formales y la pregnancia
de sus mensajes.
Miguel Alvear, quien ha priorizado el registro fotográfico y el
cine para estructurar su discurso, juega a contraponer criterios en torno a la
identidad, lo nacional, lo épico, y toda clase de emblemas relativos a lo
típico-local, subrayando errores de conceptualización que desembocan en
representaciones chatas, que más bien deslucen el escenario urbano. Su proyecto
Arquitecturas y Monumentos justamente contrapone la vaciedad de una
arquitectura no identificable dentro de los arquetipos nacionales, pero
megalómana, construida gracias al sacrificio de una población de migrantes,
junto a monumentos de carácter kitsch, que se antojan omnipresentes en el
entramado urbano.
De manera similar había procedido
con su inflable del tipo Jeff Koons en el Patio de los pecadores, una de las
piezas más “incómodas” del proyecto de Los Patios de Quito, donde deja al amparo
de este niño Dios gigante el destino de este contexto, que por extensión abarca
todo el casco colonial quiteño. Lo más caricaturezco de esta propuesta
consistió en la bendición y colocación de sus respectivas potencias a la imagen
por parte de un sacerdote, quien sellaba así en un cáustico simulacro cualquier
duda acerca de la legitimidad de su buena fe. El rubro turismo y las políticas
culturales son los sermoneados en su discurso, a través de la apacible mirada
de este niño, epítome de la adoración inconmensurable a las imágenes por parte
de mayorías aplatanadas.
Un interesante y agudo cuestionamiento
emerge de las propuestas de la quiteña radicada en Francia, Estefanía Peñafiel, quien prefiere
desmentir los llevados y traídos signos de visibilización de dondequiera que
procedan. Lo lleva a cabo desde Ecuador.Diariode viaje, de Henri Michaux, alterando la representación del libro original,
en un gesto que intenta reescribir un texto que marcó la imagen que se tenía
sobre la nación tanto dentro como en el exterior. También lo hace desde un
antiguo fuerte militar en Grenoble, o desde un poema para comentar las
beligerancias entre palestinos e israelíes. Su ojo es aguzado y su mejor arma
la sutileza, al entablar una poética de economías formales y comprometidas
tomas de posición.
Si bien nunca he sido partidaria
de ciertos roces con “lo espectacular” en el arte contemporáneo, verifico que
una propuesta como Ex-sistencia de Allan
Jeff además de entablar líricas metáforas acerca de la comunión entre
contextos lejanos pero interconectados por factores geográficos, enfrenta el
escenario artístico a comportamientos desapegados de lo “patrimonial” o “museable”
tan comunes aún hoy día. El hecho de que su experiencia haya abierto nuevas
posibilidades a otros artistas ecuatorianos asienta un precedente importante
que podría ayudar a balancear la monopolizada mirada inglesa en territorio
antártico.
Fiel a la tradición pictórica se
mantiene la producción de Roberto Noboa,
quien desde nociones de la “mala pintura” procesa fantasmagorías y veladuras
propias de contextos que sobreviven gracias a (…) las cantidades hechizadas” (y le tomo prestado a Lezama). Sus telas
anuncian esa vecindad de extrañamientos que tornan anárquicas nuestras
realidades contemporáneas. Sus situaciones resultan disfrutables porque se
aprecia en ellas un nivel de suspensión que torna nominales a los contrarios en
el juego de ping pong.
La propuesta de OscarSantillán, quien forma parte de ese grupo de artistas que ha logrado sino
posicionarse, sí darse a conocer fuera de las fronteras, es un caso que ilustra
cómo las iniciativas privadas ganan terreno en el contexto ecuatoriano. Además
de ser un trabajador incansable que con su corta edad mueve tópicos álgidos con
una reciedumbre propia de un creador avezado, su obra ostenta esa gracilidad y
agudeza que le agencian pedigrí. Desde repertorios formales diversos y con la
mirada en la fenomenología del diario discurrir, su discurso se mueve entre
realidad y ficción con una empatía flagrante.
El signo colonial, la mirada
inquisitiva, el estigma, son algunas de las configuraciones del discurso
histórico que Tomás Ochoa (2)
intenta solventar a partir de brindar una mirada otra pero planteada desde la
misma Otredad. El desandar la violencia, el homosexualismo, la insubordinación,
la venganza, que muestran estas obras, expuestas en la única muestra antológica
que el artista ha realizado en su país de origen, y que da luces sobre el
pasado nacional con mayor veracidad que la mostrada por el poder, resulta un
ejercicio oxigenador de nociones que se arrastran durante siglos.
Saidel Brito ha mantenido una propuesta de tamiz
crítico con desinhibidos comentarios sobre el
“relajo” en nuestras sociedades latinoamericanas, y para lograrlo se ha servido
de la desestructuración de los géneros artísticos. Es usual el término en el
contexto ecuatoriano, síntoma de la adversidad llevada de la mano del humor y
el desencanto; que en el discurso del artista se torna al unísono en guiño a la
posible estulticia en el mundo del arte.
Sus piezas más recientes recurren
también a la apropiación del repertorio fotográfico y pictórico del artistaecuatoriano, radicado en Panamá, Carlos Endara Andradeso
(1867-1954). Éste trascendió por el realce dado en sus
fotografías a la sociedad panameña de la época, a través de la representación
de personajes y escenas del desarrollo social, como puede verse en las que
dedica a la construcción del Canal de Panamá. Fue el fundador del primer
estudio de fotografía en la nación centroamericana, y en el 2006, en visita que
realizara Brito a la ciudad, pudo conocer la real significación de un artista,
hasta ese momento, venido a menos para él. A partir de aquí decide usar estas
imágenes en un rejuego donde integra cronotopos diversos en un mismo relato: el
repertorio visual panameño y la historia política de Ecuador.
Y por último, Pablo Cardoso quien junto a Santillán fue galardonado en la
reciente edición del Premio Mariano Aguilera, es el creador ecuatoriano más
promovido y conocido fuera de los límites nacionales, quizás porque su
propuesta suele
parecerse a esos productos tan perfectamente diseñados que ejercen sobre el
consumidor un efecto de “gancho” visual, al cual es difícil no sucumbir. Trafica con lo que Jacques Derrida
llamaría el entre, al referirse a una
categoría a medio camino dentro de los opuestos binarios bombardeados por la
postmodernidad. Ni foto ni pintura, ni objetivo ni subjetivo, ni documento ni
ficción. En ocasiones he visto compararlo con el alemán Gerhard Richter, o el
austríaco-irlandés Gottfried Helnwein, y no creo realmente sean estas figuras
las influencias más precisas en su carrera. Su producción tiene más que ver con
la constatación de una filosofía de vida que con un modo de hacer específico,
sólo que para llevarlo a feliz término su intención ha preferido la fotografía
como herramienta, quizás por ser ésta la que mejor ilustra la procacidad de
nuestro mundo. Ella le ayuda todo el tiempo a simular. Y con ello no descarto
que en algún momento haya podido acercarse a Richter, al japonés On Kawara o al
holandés Jan Dibbets. Los dos últimos concedían importancia a fechas,
contingencias, sitios específicos, que luego modificaban con trazos de dibujo a
lápiz, o con pintura, en un gesto deconstructivo del espacio visual convencionalmente
representado por la fotografía. Las manipulaciones que aportaba Dibbets a
partir de su cámara diversificaban el supuesto carácter serializado del género.
Es sintomático que desde apenas
dos años hasta la fecha haya comenzado a cambiar, sobre todo en Guayaquil, la
circulación del arte a partir del trabajo sostenido de la Galería dpm. Los
coleccionistas locales e internacionales han vuelto la mirada gracias al
profesionalismo y constancia con que David Pérez MacCollum ha enfocado el
perfil de su institución. Recientemente mostró a tres artistas en Chile y hace
apenas tres días culminó la participación de su galería y de NoMínimo en la
Feria Odeón, Colombia, donde varios artistas (Saidel Brito, Anthony Arrobo,
Pablo Cardoso, María José Argencio, Oscar Santillán, Jimmy Lara, y JoséHidalgo) han sido promocionados. ¿Cómo explicar que sólo a partir de dos
galerías privadas adquiera visibilización el arte ecuatoriano?
Si alguien me preguntara
dónde está el arte hecho en Ecuador, respondería sin reticencias: sale de viaje
cada cierto tiempo, y a veces regresa.
Muchas
gracias
Notas:
(1) Epimeteo, hermano de
Prometeo, es un personaje mitológico que generalmente no se menciona, haciendo
incluso honor a su error de olvido, cuando le solicita a su hermano encargarse
de la repartición de capacidades y aptitudes de todos los seres vivientes y
éste olvida en su labor al hombre. Prometeo solícito decide robar el fuego (inteligencia,
ingenio, artes) a los dioses del Olimpo, y es condenado a castigo por Zeus. Más
tarde Epimeteo contrae nupcias con Pandora para terminar de sellar su equívoco
destino. Ésta, en un descuido de su esposo, abre la célebre caja de la que
escapan todos los males que aquejan a la humanidad, excepto la esperanza.
(2) Los artistas elegidos responden, sobre todo, a criterios de visibilización
fuera del territorio nacional.
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